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María-Milagros Rivera Garretas. Signos de libertad femenina

María-Milagros Rivera Garretas, Signos de libertad femenina. (En diálogo con la historia y la política masculinas)

Introducción


El despertar de la libertad femenina

El descubrimiento de la libertad femenina es en una mujer (y, a veces, en un hombre) una experiencia de despertar: despertar del sueño de la modernidad y, también, del sueño de su agonía, la postmodernidad. La modernidad y la postmodernidad se han esforzado mucho por inculcarnos a las mujeres una idea masculina de libertad: la libertad individual o individualista, libertad que en el mundo se mide en términos de progreso ininterrumpido y de expansión sin límites, con o sin sentido. La terquedad del esfuerzo ha adormecido lo femenino libre, alienando de sí a muchas mujeres al olvidar o perder el sentido relacional de la libertad, un sentido que la cultura europea premoderna había sabido valorar y atesorar, y que es lo que distingue a la libertad femenina, que es libertad relacional, no individualista. Sin determinismo alguno, ya que el ser mujer se elige, siendo un hecho a un tiempo (e inseparablemente) recibido y creado o recreado por la propia elección, elección que se repite o se omite una y otra vez a lo largo de la vida.

Hoy, concluida la postmodernidad con el final del patriarcado, bastantes mujeres occidentales (las educadas en la igualdad o unidad de los sexos) se debaten entre una libertad relacional que ya no aciertan a reconocer como femenina y el sufrimiento de una cesión extrema de autoridad y de simbólico a los hombres, que las amargan y dominan cuestionándoles o discutiéndoles todo lo que espontáneamente se les ocurre hacer como mujeres, particularmente en lo relativo a la maternidad y al deseo femenino libre del deseo y de la sexualidad masculinas.

Que la libertad acaezca en el despertar, es una idea de María Zambrano expuesta, por ejemplo, en su libro Los sueños y el tiempo. Dice en una ocasión: “Sólo cuando el hombre acepta íntegramente su propio ser comienza a vivir por entero. Su diferir de su propio ser –es aquí indiferente el que esto suceda en virtud de una dualidad, o en virtud de un núcleo trascedente de su ser recibido– y la posibilidad que inexorablemente se le actualiza de hacer algo con él, frente a él, o contra él, ya que el hombre puede contra-serse, manifiesta en modo evidente la existencia en él de eso que se ha llamado libertad. La tiene no ya cuando ha despertado, sino propiamente despertando. La libertad le hace despertar. Despertar en el hombre es despertarse con su propio ser en la realidad y ante ella.” 1

Una mujer comienza a vivir por entero cuando, despertando, descubre la libertad femenina y empieza a traerla al mundo, a sentirse libre en y ante su mundo. La realidad toma entonces otro color y tiene otro atractivo, de menos peso, menos gravedad y más sabor, compañía, placer y esperanza. Porque la noción de libertad femenina transforma lo que toca, realizándolo, o sea, abriéndolo a su ser posible e imposible y curándolo de las quiebras derivadas del miedo a la insignificancia, un miedo que acompaña fielmente a la equiparación de las mujeres a los hombres padecida en Occidente desde que Occidente existe como cultura.

Lia Cigarini, la descubridora de la libertad femenina a finales de la década de los años sesenta del siglo XX, ha descrito la experiencia de su despertar a la conciencia de la sexuación de la libertad con las siguientes palabras: “Aparte, finalmente, estaban los síntomas de un malestar profundo: una frigidez sustancial y el bloqueo de la palabra en las reuniones públicas más ritualizadas. Era, sin duda, el inconsciente que avisaba, por falta de verbalización. Pero tal vez y con más exactitud me confrontaba con algo no pensado nunca antes. Por tanto, dos nudos no resueltos o, mejor, además, no pensados nunca: hacer política mixta que, no obstante, me apasionaba, junto con el escaso o nulo valor atribuido a la palabra de las mujeres, y la sexualidad masculina como significante universal.” 2

La libertad femenina ha nacido, pues, cuando algunas mujeres han o hemos dado el doble salto de separarnos de la política, del conocimiento y de las condiciones masculinas, y de convocar a los hombres no patriarcales a un nuevo encuentro de los sexos, un encuentro no orientado por el individualismo moderno y su peculiar noción de progreso sino por la práctica de la relación y por la experiencia de que en el mundo hay dos sexos, cada uno de los cuales tiene, sin absolutos, su propia trascendencia y, con ella, su propio sentido y valor de lo infinito. “Me parece” –ha escrito Lia Cigarini– “que, en el presente, el deseo de libertad se expresa únicamente desde las mujeres. También ha sido así en el pasado (las místicas, las Preciosas, las sufragistas), porque el deseo femenino no se objetiva. O está vivo o desaparece de la historia. No crea instituciones, jerarquías, poder, o conceptos sobre la libertad y la democracia –sea o no representativa– que valgan durante siglos.” 3

El doble salto de separación femenina de las condiciones masculinas y de nueva convocatoria a los hombres no patriarcales por parte de algunas mujeres, inaugura una política sexual des-modernizada y descentralizada, capaz de reconocer valor a la palabra de las mujeres porque la sexualidad masculina ha dejado de ser el significante pretendidamente universal, impuesto por la fuerza, pero tiene sitio para expresarse libremente, confrontarse y dialogar, cuando dialogue, con el deseo femenino. El óvulo de la política sexual desmodernizada es el amor a lo vivo, tan querido históricamente por las mujeres porque es mucho más interesante que la dialéctica de los sexos, y que en nuestro tiempo está encontrando escucha en cada vez más hombres. “No sé si hoy hay autonomía simbólica de las mujeres” –seguía diciendo Lia Cigarini en la entrevista citada de 2009 –, “pero pienso que muchas mujeres y algunos hombres tienen hoy deseo de un simbólico vivo; es decir, de que el sentido de la propia vida en común con otras y otros esté siempre vinculado con la experiencia de la relación. Una experiencia política de la que los hombres –me parece a mí– no pueden prescindir para llegar a aceptar su parcialidad simbólica.” 4

Los textos que ofrezco en este libro, escritos todos menos uno (el titulado Haz el amor, no la guerra: vivir en el orden simbólico de la madre ) en el año 2011 , son una ofrenda de mediación con la parcialidad simbólica masculina. Tienen el deseo de ofrecer a la historiografía masculina, tanto a la que es obra de autores como de autoras, un inicio de diálogo y de intercambio que propicie entre unos y otras la posibilidad de un despertar de su conciencia a la libertad femenina. Pienso que el despertar a la libertad femenina modifica la historiografía actual restaurándola a la sensibilidad a lo vivo. Karl Marx, por ejemplo, tuvo esta sensibilidad hace más de un siglo y medio, pero hoy su mensaje está cumplido (la derecha enarbola el ideal de justicia social). El pensamiento de Marx sobre la historia ha sido desplazado por el final del patriarcado, por la política de lo simbólico (Marx ignoró lo simbólico, ha escrito Lia Cigarini) y por el advenimiento de la libertad femenina; es decir, por experiencias humanas independientes ya de la modernidad y de su noción de progreso, experiencias que buscan simbólico vivo, palabras u otros signos para decirse y decir la experiencia de la relación.

Todos los textos son resultado, más o menos logrado por mi parte, de la relación, porque han sido suscitados por el deseo de otra, deseo de otra de que yo interviniera en un contexto mixto de mujeres y de hombres, unas veces un contexto universitario abierto al público en general, otra el del Foro social catalán y mundial, otra el de una Orden religiosa mixta, y otras el de la política de las mujeres, que no es excluyente. Son textos cuya sintaxis y composición ha sido ordenada, no sé cómo, por la música, precisamente por su ejemplo de ponderación compositiva, de salidas de tono, de desintegración y de belleza inculcadas por la escucha, por el oído. Y, paralelamente, por la vivencia de lo difícil que es vivir y, no obstante, de la esperanza, dicho todo ello (y más) de la siguiente manera por María Zambrano: “'La vie est impossible', ha dicho Simone Weil, añadiendo 'C'est le malheur qui le sait'. Mas en verdad, ser es imposible; ser como criatura sin más. Lo que quiere decir como criatura nacida de una sola vez y pasivamente. Que despertar es seguir naciendo de nuevo, recrearse”. 5

Seguir naciendo de nuevo, recrearse, significa para mí en este tiempo, aprender la compasión. Aprender la compasión ayuda a reducir el individualismo y, así, ayuda a desmodernizarse. Por compasión entiendo algo que está muy cerca de la empatía tal y como la definió hace un siglo (en 1916 ) Edith Stein: “experiencia de la conciencia ajena; experiencia vivida no-originaria que manifiesta una originaria”. A lo que añade: “Viviendo en la alegría del otro, yo no experimento una alegría originaria, esta no surge viva en mi Yo ni tiene tampoco el carácter de haber-estado-viva-antes, como la alegría recordada [...]; el otro sujeto es originario aunque yo no lo viva como originario, la alegría que mana en él es originaria aunque yo no la viva como originaria. En mi vivencia no-originaria me siento, igualmente, acompañada por una vivencia originaria que yo no vivo y que, sin embargo, existe y se manifiesta en mi vivencia no-originaria”; concluyendo que se trata de “un tipo de acto de experiencia sui generis ” que “pone al ser inmediatamente como acto experimentante y alcanza directamente su objeto, sin representantes”. 6 Yo necesito ahora recrearme en este pensamiento, entre otras cosas porque este año, sorprendentemente, la mayoría del alumnado de mis clases de historia son hombres, y yo no sé lo que es ser un hombre. Pero noto en algunos de ellos que el intercambio es posible.

El primer texto de este libro, titulado La revolución femenina: un cambio de orden simbólico, responde a mi experiencia de que el feminismo de la diferencia o, mejor, la práctica y el pensamiento de la diferencia sexual, es lo que ha quedado del feminismo del siglo XX y de los movimientos de emancipación que distinguieron a ese siglo, una vez sometidos a la destilación del tiempo y del intercambio de relatos de la experiencia. Queda una revolución casi incruenta (“casi” porque sigue habiendo a diario asesinatos de mujeres por sus parejas o exparejas hombre a consecuencia de ella) y un mundo transformado desde su raíz, que es su política sexual. Queda también una masculinidad nueva, tocada por el feminismo, que hoy está en lucha con la masculinidad patriarcal. Entiendo que la alianza entre las mujeres y los hombres libres del patriarcado puede contribuir a despertar las conciencias occidentales a la libertad femenina y, con ella, a un simbólico vivo, digno del presente.

El segundo texto, titulado Haz el amor, no la guerra: vivir en el orden simbólico de la madre , afronta la contradicción propia de la historia masculina contemporánea que lleva a que coexistan en nuestra sociedad, sin producir ninguna contradicción social, el amor a la paz y la violencia extrema contra las mujeres, violencia como, entre otras, las nuevas formas de prostitución. De la enormidad de esta contradicción que se arrastra sin producir otra contradicción, da cuenta, por ejemplo, el continuo incremento de la afición masculina al deporte (más a su relato que a su práctica, porque es simbólico lo que buscan, sin saberlo), afición que supera en la mayoría de los hombres a la afición por la política. El deporte escenifica a diario la necesidad extrema de ética que aflige a muchos hombres de hoy a consecuencia de su deslealtad para con los ideales más significativos de la revolución cultural masculina de mayo del mayo del 68 , ideales de amor y de paz como condición de la vida humana que marcaron su juventud y que, en muchos casos, ellos han transmitido a sus hijos e hijas o a sus alumnas y alumnos, pero no han sabido cultivar.

El tercer texto, La política de las mujeres, toca el error principal cometido por la política masculina del último medio siglo: la confusión entre el poder y la política. De este error advirtió apasionada y certeramente Simone Weil mostrando que el poder degrada a quien lo sufre, sí, pero degrada también a quien lo ejerce, ya que la fuerza nadie la posee realmente. Pero la revolución cultural de mayo del mayo del 68 no pudo entenderlo, porque entre Simone Weil y esta revolución había un abismo del orden simbólico que resultó insalvable, aunque ambas hablaran aparentemente la misma lengua.

En el cuarto texto, titulado El sentido femenino de la perfección en Teresa de Cartagena y Teresa de Jesús, intento sexuar la perfección contrastando el sentido femenino de la perfección con el masculino. Pienso que hay una evidencia de los sentidos que indica que entre hombres se tiende a entender la perfección como un crear ex nihilo, es decir, desde la nada. Es esta la idea del héroe o del artista moderno y contemporáneo, un hombre que, oficialmente, no depende de nada ni de nadie. Entre mujeres, en cambio, se encuentra con frecuencia una idea y vivencia de la perfección entendida como un llevar a su cumplimiento algo ya creado por otra o por otro (más por otra que por otro, ya que con frecuencia se trata de una vida). Es decir, en el sentido femenino de la perfección tienen preeminencia la experiencia y la práctica de la relación, no el individualismo.

En los dos textos siguientes Sexuar la historia probando con el feudalismo e Interpretar el trabajo para poder contemplar: beguinas y mendicantas, someto algunas nociones del materialismo histórico a la prueba de la libertad femenina, concretamente la noción de modo de producción feudal y la de desarrollo de las fuerzas productivas. De la prueba resulta que la noción de modo de producción se muestra insuficiente para expresar y explicar la historia de las mujeres, requiriendo ser sexuada para empezar a responder a las necesidades simbólicas de las historiadoras y de las lectoras de historia.

En el séptimo texto, La fecundidad y la pobreza , busco caminos para que la experiencia de la relación y, también, el simbólico vivo que las universitarias hemos llevado a las universidades desde el siglo XX penetren en el conocimiento tradicionalmente masculino, abriéndolo a un intercambio verdadero entre los sexos que comience el proceso de sexuación de ese conocimiento.

En el siguiente, Yo en la psique creo muy poco, afronto la cuestión delicada de la laicidad remitiéndola a la costumbre históricamente patriarcal de convertir en antinomias del pensamiento experiencias que, en lo simbólico vivo, son de conflicto relacional, no de conflicto dialéctico.

Por último, en El signo de la libertad femenina hace historia de las mujeres, propongo la experiencia de la libertad femenina como indicador eminente de lo que es hoy la historia de las mujeres. Con frecuencia, la historia reivindicativa ha llamado historia de las mujeres a episodios y acontecimientos de sometimiento o de discriminación y violencia que eran, en realidad, historia de los hombres, de sus luchas de poder y de sus prohibiciones. Esta equivocación ha ido desviando a otros lugares (la novela histórica, por ejemplo) el interés de mujeres y hombres por la historia de las mujeres, de la civilización y del mundo. Entiendo y sostengo que la libertad femenina es un universal como mediación sexuado en femenino, lo cual quiere decir que tiene validez y sentido para significar y escribir la experiencia de mujeres y de hombres.

En breve, la experiencia de la libertad femenina es de nuestro tiempo y, desde nuestro tiempo, remite a la Europa premoderna, la Europa llamada medieval, una sociedad fundada en la relación, no en el individualismo. Hoy se empieza a oír decir que nos acercamos a una Edad Media postmoderna, entendida como apertura, mezcla y posibilidad, 7 no como las tenebrae o tinieblas que le fueron atribuidas por algunos famosos humanistas, precursores de la modernidad. La libertad femenina, por su peculiar sentido relacional, responde precisamente a la apertura, la mezcla y la posibilidad que buscamos hoy la gente.


Genealogía del texto

Los textos que forman el libro Signos de libertad femenina han sido escritos todos ellos menos uno (el titulado Haz el amor, no la guerra: vivir en el orden simbólico de la madre ) en el año 2011 . Tienen, por tanto, la vertebración que procede del haber sido pensados en tiempos muy cercanos entre sí y, también, del responder a la necesidad de la mediación con el otro sexo –el masculino–, necesidad derivada del hecho de que el público que los escuchó en primer lugar era, excepto en una ocasión, un público mixto de mujeres y de hombres, y, en todos los casos excepto en ese uno, la mediación esperable en el lugar en el que fueron presentados en forma de conferencia (la universidad, CosmoCaixa, la Sociedad Española de Estudios Medievales, el Foro Social Mundial) era una mediación masculina. Por ello, el libro lleva el subtítulo: En diálogo con la historia y la política masculinas.

Para una mujer que elige serlo, la experiencia de ser escuchada en un contexto en el que la mediación es femenina, es muy distinta de la de intentar darse a entender en un contexto masculino; sin que ello quiera decir que la mediación femenina se dé en todos los contextos de mujeres, ni la masculina en todos los contextos de hombres: tendencialmente sí, pero nada más. Cuando la mediación es femenina, el placer es seguro, también aunque haya conflicto, porque es conflicto entre quienes se entienden, conflicto relacional, por tanto. Cuando la mediación es masculina, el cuerpo a cuerpo está garantizado y, con él, el sufrimiento y la imposibilidad, aunque ganancia haya casi siempre.

Hoy, en un mundo en el que la mediación femenina está perdiendo presencia y vigor, dañada por el triunfo del principio de igualdad o unidad de los sexos, es interesante, en mi opinión, intervenir en los lugares de mediación masculina, no solo para dialogar con los hombres sino, sobre todo, para sustraer a mujeres del régimen del poder y de la fuerza, régimen al que han sido conducidas por el principio de igualdad de los sexos.

La genealogía concreta de los nueve capítulos que forman el libro (la Introducción ha sido escrita después) es la que sigue. El texto que le da inicio, titulado La revolución femenina: un cambio de orden simbólico, lo escribí para el Seminario Paradigmas de Convivencia Planetaria ¡Ahora! organizado por el Foro Social Catalán y el Foro Social Mundial en Barcelona, y celebrado el 15 y 16 de octubre de 2011 , en el auditorio de La Pedrera, en el marco de las jornadas "8ª Diáspora Sin Fronteras", actos todos ellos gestionados por Sandra Campos, con la que me puso en contacto Elizabeth Uribe Pinillos. El día en el que me tocaba hablar estuve enferma, de modo que la conferencia la di más tarde, el 14 de noviembre de 2011 , en otro contexto, la sede de Barcelona (Casa Garriga Nogués) de la Asociación Alumni UB, es decir, de exalumnas y alumnos de la Universitat de Barcelona. El contexto fue un encuentro promovido por el Centre de Recerca de dones Duoda para dar a conocer la ciencia que ahí se crea y se transmite.

El segundo texto, Haz el amor, no la guerra: vivir en el orden simbólico de la madre , fue escrito por invitación de Marta Selva Masoliver y Anna Solà, entonces presidenta y vicepresidenta del Institut Català de les Dones de la Generalitat de Catalunya, para el acto "La relació dels sexes i entre els sexes", dentro del encuentro "Fer impensable la violència. Jornades per a la prevenció de les violències envers les dones", celebrado en la sala Ágora de CosmoCaixa en Barcelona el 18 - 19 de noviembre de 2005 .

El tercer texto, La política de las mujeres, nació del deseo de Remei Arnaus, profesora de la Universidad de Barcelona y exdirectora de Duoda, de que el pensamiento de la diferencia sexual estuviese presente en el acto ""Com governen les dones en el final del patriarcat" celebrado en el Aula Magna del edificio histórico de la Universidad de Barcelona el 10 de marzo de 2011 , acto organizado por la Unidad de Género de la Facultad de Pedagogía.

El siguiente, titulado El sentido femenino de la perfección en Teresa de Cartagena y Teresa de Jesús , me fue pedido por la carmelita italiana Cristiana Dobner, entonces alumna del máster online en Estudios de la Diferencia Sexual, de Duoda. El contexto fue el "Segundo Congreso Internacional Teresiano: Camino de Perfección", celebrado en Ávila, en el Centro Internacional Teresiano Sanjuanista (CITeS), Universidad de la Mística, entre el 29 de agosto y el 4 de septiembre de 2011 , en el marco de la celebración del quinto centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, celebración que culminará en 2015.

Sexuar la historia probando con el feudalismo fue, en su primera versión, una conferencia que di en la Universitat de Girona el 25 de enero de 2011 , invitada por Mª Elisa Varela Rodríguez. La segunda versión fue preparada para una posible publicación en homenaje a Cristina Segura Graíño.

Interpretar el trabajo para poder contemplar: beguinas y mendicantas, es un texto que desarrolla ideas expuestas en el anterior. Lo presenté en la Universidad de Valladolid, en la Sala de Juntas de la Facultad de Filosofía y Letras, invitada por Mª Isabel del Val Valdivieso y Cristina Rosa Cubo, el 3 de octubre de 2011 , en el encuentro "Ora et labora: dos facetas de la actividad femenina a través de la historia", organizado por el Grupo de investigación Leticia Valle.

La fecundidad y la pobreza fue escrito por deseo, de nuevo, de Remei Arnaus i Morral, para la Jornada "Espai Gènere 2.0. Qüestió de sexe?" concretamente para la Mesa redonda "Què aporta el feminisme a la universitat d'avui?" celebrada en el Espai Bar de la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Barcelona el 26 de octubre de 2011 , organizada por la Unidad de Género.

El octavo texto, titulado Yo en la psique creo muy poco, me fue pedido por Mercè Otero Vidal para un encuentro en Ca la Dona de Barcelona sobre Laïcitat i feminisme, celebrado el 24 de marzo de 2011 . Es el único texto del libro escrito para un espacio de mediación femenina.

Por último, El signo de la libertad femenina hace historia de las mujeres, lo escribí, por invitación de Mª Isabel del Val Valdivieso, para el encuentro de la Sociedad Española de Estudios Medievales celebrado en Murcia y Lorca los días 16 - 18 de marzo de 2011 , presentándolo en la sala de conferencias del Museo de Bellas Artes de Murcia.

Ninguno de estos textos habría sido escrito sin la existencia del Centro de investigación de mujeres Duoda y de las compañeras y amigas que lo sostienen (sostenemos) desde hace muchos años.


Publicaciones

La política de las mujeres está colgado en la página web de Duoda: http://www.ub.edu/duoda

El sentido femenino de la perfección en Teresa de Cartagena y Teresa de Jesús está previsto que sea publicado en las "Actas del Segundo Congreso Internacional Teresiano: Camino de Perfección".

Sexuar la historia probando con el feudalismo podría ser publicado en el Homenaje a Cristina Segura Graíño.

Interpretar el trabajo para poder contemplar: beguinas y mendicantas podría ser publicado a medio plazo por la Universidad de Valladolid.

El signo de la libertad femenina hace historia de las mujeres está previsto que sea publicado por la Sociedad Española de Estudios Medievales.

Los textos restantes, así como la Introducción, son inéditos.


Versiones y traducciones

El texto Yo en la psique creo muy poco ha sido traducido al catalán por Mercè Otero-Vidal: Jo, en la psique hi crec molt poc, "Ca la Dona" 73-5 (junio 2011) 5-7, http://wwwcaladona.org/revista


Otros estudios

Publicaciones relacionadas con este libro

DUODA. Revista de Estudios Feministas, http://www.ub.edu/duoda.

Via Dogana. Rivista di pratica politica, http://www.libreriadelledonne.it.

María-Milagros Rivera Garretas, El Amor es el Signo. Educar como educan las madres. Madrid, Sabina Editorial, 2011; http://www.sabinaeditorial.com.


La historia viviente

Signos de libertad femenina. (En diálogo con la historia y la política masculinas) es un libro que responde a la necesidad de mediación que siente una historiadora en la sociedad de hoy, una sociedad en la que las mujeres estamos presentes corporalmente en todos los lugares en los que deseamos estar, pero estamos con el alma a medias, como sí pero no, como si una estuviera pero sin estar. “Y el hacer una cosa 'como si' fuese otra”, –escribió María Zambrano en Hacia un saber sobre el alma – “la resta y socava todo su sentido, y pone en entredicho su necesidad ”. 8 Las mujeres, en general, seguimos sin entregarnos al régimen masculino de significado y a su mediación imperante en la sociedad, aunque nos dejemos deportar a él, porque sabemos a ciencia cierta que nuestras necesidades simbólicas son distintas de las de los hombres.

Este libro reponde, pues, a mi necesidad personal de no estar en la universidad, que es donde trabajo y hago política, “como sí”, como si no fuera una mujer, como si mi alma no estuviera sexuada en femenino.

A lo largo de mi vida universitaria, he compaginado casi sin interrupción la investigación y la docencia de la historia medieval (todavía de raíz y mediación masculina) con la de la historia de las mujeres de mediación femenina, es decir, atenta a la sexuación de la libertad. Mi primer trabajo reglado de investigación –la tesina de Licenciatura en Historia en la Universidad de Barcelona– lo dediqué en el año 1970 a la Orden de Santiago en Uclés en el último cuarto del siglo XV. El segundo –la tesis de Master of Arts en The University of Chicago– lo dediqué, en 1977 , a la historia de las mujeres en la Edad Media. Mi primer libro publicado fue un estudio de historia social de los siglos XII y XIII; el segundo, una obra de historia de las mujeres en la Europa medieval. El libro que ahora presento es una instancia más, transformada por lo que he ido conociendo por experiencia, de la que ha sido desde sus comienzos mi vida profesional y política como historiadora; vida orientada por la búsqueda de mediaciones que propicien el intercambio libre entre la historia de las mujeres y la Historia, escrita con mayúscula por lo imponente de su masculina construcción.

De Luisa Muraro aprendí, hace unos años, a expresar esta búsqueda en términos de necesidad de conocer la relación que existe entre el hecho de ser mujer –un hecho casual pero necesario– y la historia de este mundo. Esta relación, como todas las relaciones humanas no cristalizadas, es susceptible de historia, porque es una relación que ha cambiado y que está cambiando de forma impresionante en nuestro tiempo; además, yo estoy dentro de ella en primera persona, es decir, por necesidad. En la historia de este mundo, y todavía hoy, las mujeres somos una realidad muy presente pero que se queda en la sombra, como si no se encontraran las palabras para decirla. La historia de la historiografía revela que las mujeres estaban en los momentos en los que ocurrían las cosas, y que se les dejaba en la sombra solo en un segundo momento: por ejemplo, en el momento de hacer un relato oficial o de escribir una síntesis o un manual. Este libro indaga, desde su ámbito propio, en la misma pregunta en torno a la relación entre el hecho de ser mujer y la historia de este mundo.

Al repetido quedarse las mujeres en la sombra cuando se escribe Historia, se le ha dado con frecuencia la respuesta de la discriminación sexista. Esta respuesta surgió en el feminismo de las reivindicaciones, que interpretó la escasa presencia de las mujeres en la Historia como una carencia cuya culpa le fue atribuida al patriarcado. Pero, como descubrimos hace años en el movimiento político de las mujeres cuando algunas caímos en la cuenta de que, atribuyéndoselo todo al patriarcado, nos quedábamos sin libertad femenina, esa respuesta no basta. Hoy es posible decir que la ausencia de las mujeres de la Historia es deseo de algo: deseo de estar en la Historia manteniendo viva la fidelidad al hecho de ser mujer, un hecho cuyo sentido es reinterpretado una y otra vez en el tiempo. 9 Pienso que hay, en la Historia, una ajenidad femenina que se corresponde con una opción bien precisa, aunque poco investigada. Y que hay una ausencia femenina que se corresponde con una forma de presencia que nuestra cultura científica, marcada por el positivismo y por el paradigma de lo social, no consigue captar. Querría encontrar el punto de vista y la voz de esta presencia y de esta opción, no para dejar testimonio de ella y nada más, sino para, partiendo de los puntos de vista femeninos, entablar una relación libre de intercambio entre la investigación en historia de las mujeres y la investigación en Historia. Porque es un hecho aceptado que la investigación en Historia de las mujeres, aunque elaborada con los mismos métodos y, frecuentemente, con las mismas ideologías que la investigación en Historia, no ha entrado apenas en diálogo fructífero con ella. Interpreto este hecho como un defecto de mediación.

¿Qué indicios mediadores he encontrado al ofrecer, oralmente y en presencia, los textos que forman este libro?

De la presentación de La revolución femenina: un cambio de orden simbólico, recuerdo la sala sorprendentemente llena (sorprende en contraste con la frecuentación de las conferencias en la universidad, tal vez porque la docencia ya satisface al alumnado), algunas caras de chicas jóvenes absorbidas como si bebieran algo deseado, otras impenetrables, la intervención de una mujer preguntando qué hacer para sustraer de la deportación simbólica a políticas profesionales de la igualdad, y la de un hombre diciendo “me quedo con lo de una masculinidad tocada por el feminismo”.

De Haz el amor, no la guerra: vivir en el orden simbólico de la madre , recuerdo la intensidad de la vibración suspendida en el aire, vibración que, en los pasillos, entendí que venía de mujeres con mucho saber de la experiencia que conectaban, felices, con la idea de orden simbólico de la madre; y recuerdo también, a mi lado en la mesa, a un hombre conocido, esquivo conmigo, que –recuerdo confusamente– resultó algo después imputado de un grave delito contra el orden simbólico de la madre.

De La política de las mujeres recuerdo la alegría de la mucha presencia, en un acto universitario, de mujeres del feminismo; y, también, a una profesora presa del régimen masculino de significado.

De El sentido femenino de la perfección en Teresa de Cartagena y Teresa de Jesús , recuerdo mi susto ante un auditorio lleno de monjas y monjes –una experiencia nueva para mí– y el trabajo forzado de la lectura, que no encontraba eco en cuerpos que me parecían separados por un muro invisible; y, poco a poco, las señales de incomodidad de algunos monjes y de placer de algunas monjas, que luego se confirmó, esta última, por los pasillos. Yo no sabía, al ir, que había en las órdenes teresiana y sanjuanista (carmelita descalza) un conflicto profundo en torno a la diferencia sexual en la vida del espíritu.

De Sexuar la historia probando con el feudalismo recuerdo la sensibilidad de las alumnas y alumnos que han tenido en clase a una profesora que conoce y practica la diferencia sexual, algo que ocurre, no sabemos con qué frecuencia, en la universidad.

De Interpretar el trabajo para poder contemplar: beguinas y mendicantas, recuerdo la sensación de lucha a brazo partido con el régimen masculino de significado que sigue teniendo tanto sitio en la universidad, y mi incapacidad de encontrar un lenguaje verdaderamente mediador.

De La fecundidad y la pobreza recuerdo la preciosa sensación de estar ante un público –y había mucho público– que lo entendía todo, aunque no siempre estuviera de acuerdo (o precisamente por eso). Allí sí hubo mediación con la política masculina y hubo, también, mediación entre los sexos y descubrimiento mutuo. De un compañero que estaba en la mesa aprendí una expresión buenísima que después me dio juego en clase y que –tengo que decirlo– irritó bastante a algunos alumnos: la expresión “descentrarme”, descentrarse un hombre para empezar a entender la diferencia de ser mujer y, también, su propia diferencia sexual. Esos chicos o alguno de ellos, buenos estudiantes, vivieron la propuesta de descentramiento, muy emotivamente, como una amenza y una casi-ofensa.

De Yo en la psique creo muy poco recuerdo el peso de la deportación simbólica de algunas mujeres cristianas luchando por la igualdad en la Iglesia jerárquica, y la de algunas jóvenes anticristianas en lucha por desacralizar capillas.

Finalmente, de El signo de la libertad femenina hace historia de las mujeres recuerdo la presencia de una magistra de Duoda y sus amigas, que con su atención me ayudaron a sacar adelante la presentación de un texto difícil, y, también, la actitud positiva de varias compañeras y compañeros medievalistas que, sin explicitar mucho, me tendieron su disponibilidad a la mediación.


Enlaces de interés

http://www.libreriadelledonne.it/.

http://www.diotimafilosofe.it/.

http://www.donnealtri.it/.

http://www.donneconoscenzastorica.it/.

http://www.caladona.org/

http://www.unapalabraotra.org/.

http://www.madres.org/

http://www.creatividadfeminista.org/.

http://www.patcarra.it/

http://www.iaphitalia.org.

http://www.the-paraclete.com/

http://www.sabinaeditorial.com.

http://www.ub.edu/duoda/diferencia.

1 María Zambrano, Los sueños y el tiempo, Madrid, Ediciones Turner, 1986, 53.

2 Entrevista a Lia Cigarini , por María-Milagros Rivera Garretas, "DUODA. Estudios de la Diferencia Sexual" 36 (2009) 181-188; p. 183.

3 Ibid., 185.

4 Ibid., 185.

5 María Zambrano, El sueño creador , 52.

6 Edith Stein, Zum Problem der Einfühlung, Munich, Gerhard Kaffke, 1980, 14, 10 y 26; (Sobre el problema de la empatía, trad. de José Luis Caballero Bono, Madrid, Trotta, 2004).

7 Me viene de un comentario de Clara Jourdan, refiriéndose a la obra de Parag Khanna (www.paragkhanna.com).

8 María Zambrano, Por qué se escribe, en su Hacia un saber sobre el alma , Madrid, Alianza Editorial, 1993, 33.

9 Es el sentido del título del libro de Diótima, Approfittare dell'assenza. Punti di avvistamento sulla tradizione, Nápoles, Liguori, 2002.

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María-Milagros Rivera Garretas

Nació en Bilbao, bajo el signo de Sagitario, en 1947. Tiene una hija nacida en Barcelona en 1975 y una nieta nacida en Puerto Rico en 2008. Es catedrática de Historia Medieval, ama de casa y una de las fundadoras de la revista y del Centro de Investigación en Estudios de las Mujeres Duoda de la Universidad de Barcelona, que dirigió entre 1991 y 2001. También contribuyó a fundar en 1991 la Llibreria Pròleg, la librería de mujeres de Barcelona, y, en 2002, la Fundación Entredós de Madrid. Ha publicado los libros: El priorato, la encomienda y la villa de Uclés en la Edad Media (1174-1310). Formación de un señorío de la Orden de Santiago (Madrid, CSIC, 1985); Textos y espacios de mujeres. Europa, siglos IV-XV (Barcelona, Icaria, 1990 y 1995; traducción alemana, de Barbara Hinger, Orte und Worte von Frauen, Viena, Milena, 1994 y Munich, Deutscher Taschenbuch Verlag, 1997); Nombrar el mundo en femenino. Pensamiento de las mujeres y teoría feminista (Barcelona, Icaria, 1994, 3ª ed. 2003, ed. electrónica 2010; traducción italiana, de Emma Scaramuzza, Nominare il mondo al femminile, Roma, Editori Riuniti, 1998); El cuerpo indispensable. Significados del cuerpo de mujer (Madrid, horas y HORAS, 1996 y 2001); El fraude de la igualdad (Barcelona, Planeta, 1997 y Buenos Aires, Librería de Mujeres, 2002); y Mujeres en relación. Feminismo 1970-2000 (Barcelona, Icaria, 2001); traducción italiana, de Clara Jourdan, Donne in relazione. La rivoluzione del femminismo (Nápoles, Guido Liguori, 2007, e-book 2010); Juana de Mendoza (h. 1425-1493) (Madrid, Ediciones del Orto, 2004); La diferencia sexual en la historia (Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2005). Educar como educan las madres (Madrid, Sabina Editoria, en preparación). Ha coordinado los CD-ROM: La diferencia de ser mujer: investigación y enseñanza de la historia – La diferència de ser dona: recerca i ensenyament de la història – Die Differenz eine Frau zu sein: Geschichtsforschung und Lehre. Barcelona, Duoda - Universidad de Barcelona, 2004 y www.ub.edu/duoda/diferencia (2009, con traducciones italiana –a cargo de Clara Jourdan– e inglesa –a cargo de Caroline Wilson–); y La diferencia sexual. Textos escogidos. Revista DUODA 2-30 (1991-2006), (Barcelona, Duoda, Universidad de Barcelona, 2006). Es coordinadora y coautora del manual de Historia Medieval Las relaciones en la historia de la Europa medieval (Valencia, Tirant lo Blanch, 2006, e-book 2010).


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