Preparar a los bibliotecarios escolares del futuro: los nuevos estándares de acreditación de la formación en los Estados Unidos

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Mònica Baró
Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals
Universitat de Barcelona (UB)


ALA/AASL/CAEP School librarian preparation standards (2019) (2019). [Chicago, IL: American Association of School Librarians (AASL)]. 76 p. Disponible en: <http://www.ala.org/aasl/sites/ala.org.aasl/files/content/aasleducation/ ALA_AASL_CAEP_School_Librarian_Preparation_Standards_2019_Final.pdf>. [Consulta: 21/04/2020]. 


Los cambios que se producen continuadamente tanto en el mundo de la educación como de las bibliotecas requieren que los bibliotecarios escolares actualicen sus conocimientos y adquieran nuevas competencias y, por ello, se hace necesaria una revisión permanente de la formación básica y/o continuada que estos reciben para desarrollar su tarea. Para asegurar que esta formación es la adecuada, en algunos países de tradición anglosajona las asociaciones profesionales acreditan titulaciones, tanto a nivel de máster como de postgrado, en base a unos estándares que sirven para evaluar los programas de formación, y que se renuevan periódicamente para adaptarlos a las necesidades cambiantes de los entornos. Unos nuevos estándares, pues, establecen unos requerimientos actualizados para aquellos que muy pronto serán bibliotecarios escolares, pero también sirven de indicadores para aquellos profesionales que están en activo y, evidentemente, de guía para que los centros de formación revisen y actualicen, a su vez, los planes de estudio.

En los últimos años, la American Library Association (ALA) y su división la American Association of School Librarians (AASL) han acreditado los programas de formación a nivel de máster general o de máster con la especialidad de bibliotecas escolares, en base a unos Standards for the initial preparation of school librarians que se publicaron en el año 2010, y que en 2019 se actualizan con los School librarian preparation standards, siempre para bibliotecarios escolares en centros educativos de K-12, el equivalente a nuestros centros de educación primaria y secundaria obligatoria. 

La principal novedad de esta propuesta de formación, en comparación con la precedente de 2010, es que pone el énfasis en el carácter que tiene el bibliotecario escolar como educador y, por ello, los nuevos estándares han sido preparados conjuntamente por las dos asociaciones bibliotecarias mencionadas y el Council for the Accreditation of Educator Preparation (CAEP), que es la entidad que acredita la preparación de los profesionales de la educación en los Estados Unidos, con lo que se consigue una acreditación superior. 

El texto presenta cinco estándares, que corresponden a los diversos aspectos que un bibliotecario escolar debe dominar. Los dos primeros están relacionados con el carácter educador del bibliotecario escolar, el tercero y el cuarto inciden en los conocimientos más técnicos y el quinto hace referencia a la profesionalización del bibliotecario escolar. Cada estándar se articula en cuatro o cinco aspectos o componentes y todos ellos, de manera transversal, remarcan la necesidad de que los bibliotecarios actúen de manera ética, aseguren un acceso equitativo a los recursos y a los servicios y que tengan en cuenta la diversidad en relación con las necesidades culturales, sociales y lingüísticas de los alumnos, y sus capacidades.

Estándar 1. El alumno y el aprendizaje. Integra los conocimientos relativos al desarrollo cognitivo, psicomotor, afectivo y de desarrollo del alumnado, las actitudes de respeto a la diversidad –en todas sus variantes– y la capacidad de los bibliotecarios para crear entornos de aprendizaje físicos y virtuales, y de diseñar los programas de formación.

Estándar 2. Planificación para la formación. Asegura la capacidad de los bibliotecarios escolares para trabajar colaborativamente con la comunidad escolar para planificar, llevar a cabo y evaluar estrategias de aprendizaje basadas en el uso de los recursos, la investigación y la exploración, y para acompañar a los alumnos en los procesos y guiarles en las reflexiones sobre sus aprendizajes.

Estándar 3. Conocimientos y aplicación. Establece que los bibliotecarios escolares deben tener conocimientos de literatura infantil y juvenil, sobre alfabetización digital y de la información y que deben poder fomentar el pensamiento crítico entre el alumnado. También requiere que sean expertos en tecnologías educativas actuales emergentes para diseñar y adaptar experiencias de aprendizaje y aplicar los conocimientos para que los alumnos sepan buscar y utilizar datos en entornos digitales y se conviertan en ciudadanos con competencias digitales. 

Estándar 4. Organización y acceso. Determina que el bibliotecario escolar debe ser capaz de desarrollar, seleccionar, organizar y administrar una colección de recursos para satisfacer las necesidades curriculares, pero también las personales de la comunidad educativa. Igualmente, debe saber diseñar las políticas de servicios y trabajar los procesos de evaluación de la biblioteca y de sus impactos en la comunidad educativa.

Estándar 5. Liderazgo, defensa y responsabilidad profesional. Garantiza la profesionalidad del bibliotecario escolar, su compromiso con la formación continuada, su posición de liderazgo en el diseño y la implementación de soluciones que tengan impactos positivos en la comunidad educativa, pero también su capacidad de colaboración con esta comunidad y con el conjunto de la profesión, justificando así el papel de la biblioteca escolar en los centros educativos.

El documento es muy detallado y, para cada estándar y para cada componente, se establecen las bases teóricas para constituir el cuerpo en el programa de formación: directrices y normas de instituciones diversas y desarrollos legislativos o estudios empíricos sobre cada uno de los aspectos tratados en los estándares, y se aportan más de 80 referencias bibliográficas, muy actualizadas. El documento se acompaña de una tabla comparativa entre los estándares requeridos para los profesionales de la educación y para los bibliotecarios escolares, y, finalmente, se adjunta una lista de las actuaciones que, para cada estándar, un bibliotecario escolar debería poder llevar a cabo como evidencia de que su formación ha cumplido los estándares. 

Ni que decir tiene que estos estándares y, muy especialmente, esta última lista de competencias habrá que tenerlos muy en cuenta a la hora de actualizar los planes de estudio de las escasas menciones o másters de especialización para bibliotecarios escolares que hoy ofrecen nuestras universidades, si queremos que nuestras bibliotecas escolares respondan, de verdad, a todo aquello que la escuela necesita y que puedan acompañar los cambios en el mundo de la educación.