Eva es el personaje creado por Marta Sanz en su segunda novela, Lenguas muertas. La trama se construye casi exclusivamente a través de los personajes de Eva y Teresa, y tiene su núcleo narrativo en la relación entre dos amigas que se reencuentran después de la muerte del marido de Teresa.

A través de la narración autodiegética Eva cuenta, retrospectivamente, el proceso de duelo de la viuda y detalla la forma en la que intentó, a toda costa, sacrificar, sabotear e impedir el proceso de duelo de Teresa como superación del sufrimiento.

Frente al duelo como superación del dolor y maquillaje de la memoria, Eva ejecuta una serie sacrificios de la memoria del marido que obligarán a Teresa a instalarse en el dolor, de forma a que la memoria de "un mierda más, que no merecía la pena, que era un hombre destructivo" (170) no se higienice en nombre de la felicidad.

El personaje de Eva se corresponde con la figura de la feminista aguafiestas (feminist killjoy) de Ahmed (2010), pues rechaza ser connivente con la canonización de la memoria de un marido opresor y dañino. 

Además, no deja de ser pertinente relacionar esta figura con el concepto, también de Ahmed (2010), de promesa de felicidad (promise of happiness), ya que los esfuerzos de Eva en destruir el proceso de duelo de Teresa parten también del convencimiento de que el duelo funciona como un mecanismo de sujeción. Para Eva, lo que subyace al proceso de duelo de Teresa es la promesa de felicidad de la superación del dolor; por ello, su estrategia de resistencia ante esa sujeción del deseo reside en la intensificación del dolor y del sufrimiento que Teresa intenta rehuir.