Normalmente las reacciones se llevan a cabo en disolución en un matraz de fondo redondo de una, dos o tres bocas dependiendo de las exigencias de la reacción, como puede ser la adición de nuevos reactivos en el transcurso de la reacción, la necesidad de llevar la reacción a temperatura elevada y por lo tanto con la presencia de un refrigerante, o bien la necesidad de atmósfera inerte, entre otros factores. La elección de la medida del matraz de reacción depende del volumen final que se tiene que gestionar en él. Por esto se debe considerar no solamente el volumen de reactivos y disolvente iniciales, sino también el volumen de las posteriores adiciones y tratamientos finales que se deben realizar. Es conveniente no llenar más de la mitad del volumen de su capacidad total.
Todo proceso químico implica que los compuestos que tienen que reaccionar deben ponerse en contacto, lo cual se realiza normalmente creando un medio homogéneo en fase líquida mediante una buena disolución de los reactivos y mantenimiento de la homogeneidad por agitación de la solución resultante.
La agitación se utiliza para la disolución de los reactivos, facilitar su contacto y para garantizar la máxima homogeneidad posible en el transcurso de una reacción.