A menudo hay que activar las reacciones para que se inicien o para que se acelere el proceso; a veces se tiene que favorecer la formación del producto final mediante el desplazamiento del equilibrio de la reacción. Para conseguirlo se pueden utilizar métodos físicos como la agitación, el cambio de temperatura (calentamiento o enfriamiento), la destilación de uno de los compuestos formados, la aplicación de presión al medio, o la aportación de energía procedente de fuentes como microondas, ultrasonidos o fotoquímica entre otros.