Dicen que el 95 % de los españoles leen

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Oriol Izquierdo  
Profesor de la Escola de Llibreria y de la Universitat Ramon Llull


Hábitos de lectura y compra de libros en España 2017: barómetro (2018). [Madrid]: Federación de Gremios de Editores de España. 135 p. Disponible en: <http://federacioneditores.org/img/documentos/HabitosLecturaCompraLibros2.... [Consulta: 25/04/2018].


En una breve introducción titulada «Antecedentes», los responsables del barómetro hacen notar que el estudio de los hábitos de lectura y compra de libros en España se llevó a cabo ininterrumpidamente, por acuerdo entre el Ministerio de Cultura español y la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), entre el año 2000 y el 2012. Después, la evolución social de la lectura solo se ha podido seguir a partir de la encuesta sobre hábitos culturales que llevó a cabo el Ministerio el curso 2014-2015. Ahora, inquieta por la incidencia de la transformación tecnológica, es la FGEE que decide retomar por su cuenta el estudio.

Y lo hace ofreciendo algunas consideraciones conceptuales relevantes. Como por ejemplo que no tendrán en cuenta solo la lectura «voluntaria», es decir la propia de las prácticas de ocio, como en los estudios precedentes, sino también la lectura «obligatoria», ya sea por razón de estudios o por necesidades laborales. Sorprende que esta lectura forzosa, que me aventuro a suponer que, digan lo que digan las cifras, ha sido siempre más frecuente que la libre, y que la ha condicionado y la condiciona, haya podido quedar por lo que se refiere a la evaluación estadística en la sombra hasta ahora.

Pero más sorprendente resulta la primera consideración conceptual, que propone definir la lectura como «un proceso mediante el cual se traducen determinados símbolos para su entendimiento». Cabe suponer, interpreto, que los responsables del barómetro han procurado encontrar una definición lo bastante abierta para que no periclite, sobre todo en pleno proceso de transformación del libro a causa de las revoluciones tecnológicas que difuminan todas las certidumbres. Pero quizás han acabado por disiparla demasiado. Porque, según esta definición, bajo el término lectura cabría casi todo y ya no haría falta ni tan solo que partiera de un texto. Entonces, ¿qué sería «leer»?

No diré nada de las especificaciones que se ofrecen sobre la metodología seguida (universo, ámbito, técnica de muestreo y dimensiones de la muestra) porque de esto no entiendo. Pero sí me llama la atención la categorización que distingue entre lectores frecuentes, lectores habituales, lectores ocasionales y no lectores. Los primeros, se nos dice, son los que declaran leer al menos una vez por semana; los lectores habituales declaran leer al menos una vez al mes; los ocasionales —y yo aquí veo una franja injustificable de intersección con la anterior— dice que no leen cada semana pero que lo hacen al menos una vez por trimestre.

Esta categorización no establece ni qué tipo de actividad es la lectura ni sobre qué tipo de objetos se lleva a cabo. No aclaramos, pues, si se trata de textos, de textos en algún soporte o formato específico o, de acuerdo con aquella anterior definición, de cualquier otro tipo de «símbolos determinados». Si nos guiamos por lo que hay implícito en la justificación del cuestionario, observamos que prácticamente todas las preguntas hacen referencia a la lectura de libros, mientras que, en la presentación de la categorización de los lectores, la delimitación entre la lectura de libros y una concepción de la lectura más general es, cuando menos, borrosa. Después, la encuesta distingue lectura de libros, revistas, periódicos, cómics, webs-blogs-fórums y redes sociales (quien sabe si WhatsApp incluido). En conclusión, es necesario que los responsables del informe revisen a fondo la relación entre la pobre definición inicial de la lectura y el uso práctico que hacen del concepto en la encuesta.

Después de estas vacilaciones conceptuales, que no parecen en ningún caso anecdóticas, los primeros datos que proporciona el barómetro más bien provocan un cierto escepticismo. Porque cifra el total de lectores (esto es, los que leen alguna cosa en algún soporte al menos una vez por trimestre) en el 94,7 % de la población española de 14 años o más (en el 89 % si la frecuencia de la lectura es semanal). Entre el 2008 y el 2011 el índice era del 90 % y el 2012 ya superaba el 92 %.

¡Vaya! Si eso fuera así —si fuera así ahora, y lo hubiera sido desde 2008— ¡qué sociedad más letrada, más ilustrada, más cultivada y más chachi piruli tendríamos! O, visto que no parece que sea así, quizás es que tanta lectura no aprovecha demasiado. Es evidente que alguna cosa no casa. O los encuestados continúan mintiendo mucho —y eso sería un signo esperanzador de que la lectura continúa conservando un cierto prestigio social—, o lo que entiende por «lectura» tanto quien formula la pregunta como quien la responde debería  ser revisado un poco a fondo.

Unos pocos datos más: un tercio de la población declara no leer libros, otro tercio declara hacerlo en el tiempo libre y, del cerca del tercio restante, una quinta parte, el 6 % del total, dice que lee por obligación (ya sea por estudios o por trabajo) y el 22 % que lo hace tanto por trabajo como por ocio. En total, el lector de libros en tiempo libre es de un 59,9 %. La media de libros leídos al cabo del año es de 13 y las horas semanales de lectura son 7,6. Dice que los lectores de libros que leen diariamente son un 29,9 %; el lector de libros es mayoritariamente mujer, sobre todo joven, aunque crecen los de más de 45 años, y tienen estudios universitarios, aunque la lectura se extienda lentamente entre los otros niveles formativos. Sin contar el libro de texto, en cada casa hay, de media, poco más de dos cientos libros. Por lo que se refiere al último título leído, cerca del 70 % declaran que era un volumen de narrativa; sumando otros géneros, la literatura llega a cerca del 75 %, y el resto queda desmenuzado entre las humanidades, el libro práctico, el libro científico y el infantil (recordemos que la encuesta se dirige a población que tiene al menos 14 años).

La lectura digital tiene un capítulo propio en el barómetro. El universo de lectores digitales (que leen al menos una vez al trimestre) es del 76 % de la población (mientras que en 2012 era del 58 %). Más de la mitad de los encuestados declaran leer en pantalla webs-blogs-fórums y redes sociales, el 40 % periódicos y el 27 % libros. Las cifras indican que el soporte digital no incorpora nuevos lectores, sino que parte de los lectores existentes pasa a leer también en pantalla. La pantalla dominante es la del ordenador, aunque se le acerca bastante la de las tabletas y crece sobre todo la de los teléfonos y no tanto la de los e-readers. Es relevante que menos del 30 % de los libros digitales se obtienen pagando, y la tendencia es decreciente. El lector digital lee una media anual de libros, en cualquier soporte, de cerca de 17, media que es de 11,6 para el lector exclusivamente en papel.

Los otros capítulos del barómetro hacen referencia a la compra de libros, al uso de las bibliotecas y a la lectura en menores y adolescentes. La librería continúa siendo el proveedor mayoritario de libros (también los de texto), muy por encima de las cadenas de librerías y los grandes almacenes, o del cuarto canal de compra, Internet (donde domina, con mucho, Amazon). Cerca del 32 % de la población declara haber ido a la biblioteca el último año, un tercio de manera frecuente y más de la mitad ocasionalmente; el 53,5 % ha hecho uso del servicio de préstamo, principalmente de libros; leer o ir a buscar libros son las actividades claramente mayoritarias en la biblioteca, junto con usarla como espacio de estudio.

Resumo las conclusiones principales que expone el propio informe. Primero, crece el índice de lectores, y especialmente de lectores frecuentes, pero disminuye la lectura de prensa y de cómics. Parece que tienden a reducirse en alguna medida las diferencias tradicionales en la proporción de lectores por razón de edad o de estudios. Se incrementa sensiblemente la lectura «en soporte digital», y se atribuyen al lector de libros en tiempo libre en formato digital algunas características relevantes, que podríamos resumir calificándolo de más activo (intensivo, informado) que no pasivo. Crece el número de compradores de libros (el 61,3 % de la población), aunque pasan de una media de 10,6 libros al año en 2010 a los 9,4. Por lo que respecta a las bibliotecas, los usuarios las valoran más que antes, pero disminuye el uso del servicio de préstamo. En el caso de los niños y los adolescentes, hasta los 10 años la lectura parece muy consolidada (entre los 6 y los 9 años dice que el 86 % leen libros no de texto), mientras que a partir de los 14 años disminuye el uso de la biblioteca y la participación en actividades relacionadas con la lectura.

¿Qué nos dice, pues, el barómetro de Conecta para la FGEE sobre los hábitos de lectura y compra de libros por parte de los ciudadanos de las Españas? Más allá de las cifras concretas —tan poco acorde con otros indicativos que podemos encontrar a mano, aunque a veces no tengan un valor estadístico real: nunca he tropezado en clase con ningún grupo de alumnos con un 95 % de lectores, ni un 59,9 % de lectores de libros ni tan solo un 32 % de visitantes ocasionales de su biblioteca pública—, a mí me lleva a plantear al menos dos cuestiones. Primera, que hay que revisar de pies a cabeza la estructura conceptual de estudios como este, porque los datos que se desprenden no resulten demasiado engañosos. Segunda, que esta revisión deberá comportar, probablemente, que se introduzcan elementos para que el análisis no sea solo cuantitativo sino también cualitativo. Si es que de verdad pretendemos conocer, tal y como indica el título de la cosa, los hábitos de lectura de la población.

Nota. Esta reseña se publica simultáneamente en el Blog de l'Escola de Llibreria.