Contratación cooperativa y consorcios: las diferentes maneras de hacerlo

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Lluís Anglada

Consorcio de Bibliotecas Universitarias de Cataluña


Carbone, Pierre (2010). Coûts, bénéfices et contraintes de la mutualisation des ressources électroniques: éléments de comparaison internationale et propositions: Rapport à madame la ministre de l'Enseignement supérieur et de la Recherche ([Paris]: Inspection générale des bibliothèques, Octobre 2010). Rapport - n° 2010-012.  http://media.enseignementsup-recherche.gouv.fr/file/2009/69/8/rapport_MRE_diffusion_159698.pdf
 
Propuesta para la creación de la BECYT (Biblioteca Electrónica de Ciencia y Tecnología): desarrollo de un marco de contratación consorciada de recursos de información científica electrónica en España (Madrid: FECYT, 2006) http://www.cbuc.cat/cbuc/content/download/5671/35210/version/3/file/BECyT060703.pdf

Algunos de los resultados más espectaculares de la digitalización de la información han venido por un lado inesperado, la de los mecanismos que han encontrado editores y bibliotecas de hacer unos acuerdos comerciales totalmente nuevos respecto a los que han configurado la realidad bibliotecaria de la última mitad del Siglo XX. Esta nueva realidad ha recibido diferentes nombres ('Big deals', acuerdos consorciales, compras conjuntas, etc.) Pero han consistido básicamente en lo mismo: en que diferentes bibliotecas actúen unitariamente en el proceso de adquisición de determinados materiales bibliográficos.

Esta actuación conjunta se ha hecho bajo una figura organizativa que ha recibido el nombre de consorcio (a pesar de muchos consorcios no sean, jurídicamente hablando, consorcios) y que ha estimulado la cooperación hasta superar los altos niveles que ésta tuvo en los años 70. ¿Cómo ha sido esto? ¿Qué hacen los consorcios? ¿Cómo se organizan? ¿Cómo contratan la información? Estas y otras preguntas son las que se plantea (ya las que parcialmente responde) el informe francés que citamos.

En el Ministerio francés de enseñanza superior e investigación hay un oganismo que no tiene paralelo en España o en sus autonomías: la Inspection Générale des bibliothèques. Esta fue creada en 1822 para gestionar las bibliotecas públicas surgidas de las incautaciones realizadas en el período revolucionario y tiene funciones de control, estudio, selección del personal de las bibliotecas y de participación en los organismos consultivos nacionales. Pierre Carbone, uno de sus inspectores, puso en marcha hace ahora unos 9 meses una encuesta a diferentes consorcios para mostrar cuál era la situación internacional y ayudar así a mejorar la situación francesa. El informe actual parte de la ya vieja preocupación bibliotecaria de una situación editorial oligopolística en el dominio de la ciencia y la técnica en la que las editoriales (cada vez menores en número y mayores en volumen de edición) suben anualmente los precios sobre los incrementos del coste de la vida.

A tales efectos se envió una encuesta muy completa en unos 40 consorcios europeos y norteamericanos que fue contestada por diez (entre ellos el CBUC y el CBUG de España), se recogió información de las páginas web de los consorcios y se contrastó todo lo anterior con la situación francesa en la que el consorcio Couperin vehicula la cooperación a nivel de las universidades, centros de educación superior y de investigación franceses.

El informe tiene cuatro partes. En la primera (p. 8-12) analiza brevemente cuál es el contexto editorial de la información científico-técnica en el mundo y el origen de formación de consorcios bibliotecarios para la compra de información. La segunda (p. 13-53) es la más larga e interesante. Analiza diferentes aspectos de los consorcios existentes: organización, gobierno y miembros, los recursos humanos y financieros que tienen, los productos que contratan, la forma como los negocian y los modelos que tienen para repercutir los costes, los contratos que firman y lo que éstos permiten, los servicios que prestan además de los de contratación (catalogación de los recursos contratados, acceso a los recursos a través de un portal, aseguramiento de acceso perpetuo a los recursos contratados...), el uso de los recursos electrónicos, y, los costes y beneficios de la contratación consorciada.

La tercera parte (p. 54-61) muestra los modelos organizativos muy diferentes que los consorcios han tomado en cada país. Es esta quizás una de las partes más interesantes del informe en la que se evidencia que los modelos organizativos dependen en buena parte del grado de desarrollo de la cooperación en cada país. En todo caso nos muestran diferentes ejemplos de alguna de las dos situaciones en las que el informe divide la casuística internacional: consorcios nacionales o consorcios territoriales (estos últimos con una coordinación nacional más o menos fuerte). Se analizan también (brevemente) algunos casos particulares de la contratación consorciada: la realizada a nivel de más de un país, la tendencia actuales de los consorcios a reagruparse y el caso especial de la sanidad.

Finalmente (p. 62-68) se analiza la situación francesa y en concreto cuál es el gasto en documentación electrónica que se hace en Francia en enseñanza superior e investigación y cuál es el estado de la contratación consorciada entre las universidades y organismos de investigación en Francia. El informe acaba con unas conclusiones (p. 69-70) y recomendaciones (p. 71) poco remarcables. En los anexos se puede encontrar el cuestionario utilizado.

La gran virtud del informe es la amplitud de los temas que quiere estudiar, pero esta le ha hecho pagar su peaje ya que el número de consorcios que ha participado es, lamentablemente, demasiado bajo como para sacar conclusiones definitivas. Loable pero que el estado francés intente facilitar la información de base que debe permitir la mejora de la cooperación en su país.

Algo similar se hizo en España, con mejores resultados en cuanto al conocimiento de la situación internacional y claramente peores en cuanto a la utilización (y difusión) posterior del informe. Fue fruto de una colaboración entre la FECYT y Rebiun que se inició en 2005 y que dio luz al Proyecto BECyT, desarrollado de forma consensuada por dichas entidades con la colaboración de los consorcios existentes, del CSIC y del sistema de investigación sanitario.

Dejando aparte la descripción de la BECyT (p. 25-33), para los interesados en los consorcios es recomendable mirarse el apartado "La Contratación consorciada de recursos Electrónicos en el mundo" (p. 12-24) y especialmente el anexo 2 (p. 35-47) donde se hace un estudio sobre los consorcios europeos. Se hicieron consultas a 50 consorcios y se obtuvieron respuestas de 29 (12 procedentes de consorcios del Sur de Europa y 17 de consorcios de países del Norte, Centro y Este de Europa) a partir de las cuales se puede ver la situación europea en cuanto a: año de constitución de los consorcios, tipos de centros que los constituyen, servicios que ofrecen, bases de datos contratadas por los consorcios, ídem en cuanto a paquetes de revistas y otros recursos electrónicos contratados de forma conjunta.