Cornellà de Llobregat, una red que crece

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Maite Comalat
Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals
Universitat de Barcelona (UB)

Eli Ramírez
Biblioteca La Bòbila
L’Hospitalet de Llobregat


Biblioteca Teresa Pàmies. Passeig dels Ferrocarrils Catalans, 187. 08940 Cornellà de Llobregat. 
Biblioteca Clara Campoamor. Carretera de Sant Joan Despí, 62. 08940 Cornellà de Llobregat.


Cornellà de Llobregat, ciudad de la comarca del Baix Llobregat y prácticamente vecina de Barcelona, pasó hace pocos meses de tener tres bibliotecas a tener cinco, hito que no podíamos pasar por alto en esta sección.

Pero para empezar, situémonos un poco: se tiene constancia que ya desde el verano de 1928 los vecinos de Cornellà querían una biblioteca en la ciudad, pero no fue hasta 1943 que se fundó la Biblioteca Popular Joan Maragall, predecesora de lo que hoy es la Biblioteca Central de Cornellà. En sus inicios, se encontraba en los bajos de una casa señorial, Can Gaia y, tras diversos emplazamientos, se trasladó a la ubicación actual, en el barrio de la Gavarra y formando parte de un conjunto que alberga también un Centro de Atención Primaria (CAP) y un Centro de Recursos para Jóvenes.

Años más tarde, llegó la segunda biblioteca de la ciudad, la Marta Mata, inaugurada en 2009 y ubicada en un emblemático edificio de la ciudad: el antiguo cine Titán y, para terminar de completar lo que fijaba el Mapa de Lectura Pública, en 2013 llegó una tercera biblioteca a la ciudad: la Biblioteca Sant Ildefons.

Prácticamente diez años después, Cornellà ha inaugurado dos equipamientos más para llegar a diferentes barrios de la ciudad: por una parte, la Biblioteca Teresa Pàmies, en el barrio de la Almeda; y por otra, la Biblioteca Clara Campoamor, en Fontsanta-Fatjó. Ambas se inauguraron el sábado 11 de junio de 2022, ubicadas en edificios de nueva creación.

Tal y como comenta Irene Gálvez, responsable de la red urbana, la respuesta de la población hacia estos dos nuevos equipamientos «ha sido positiva, se han acercado a preguntar por los servicios y actividades y diversas entidades se han puesto en contacto para establecer colaboraciones». Roger Cañada, director de la Teresa Pàmies, lo confirma y añade que «la construcción de la Biblioteca coincidió en el tiempo con la pandemia de la COVID-19, por lo que el proyecto estuvo parado durante más tiempo del que estaba previsto, hecho que todavía creó más expectación entre la ciudadanía», cosa que también afirma Montserrat Alonso, la directora de la Clara Campoamor. Las dos bibliotecas, pues, eran dos equipamientos muy esperados lo que ha hecho que muchas personas del barrio se acerquen aunque solo sea para curiosear. Eso sí, todavía existe público al que cuesta llegar, como el público joven en el caso de la Teresa Pàmies o las personas mayores en la Clara Campoamor. Las tres direcciones confían que esto vaya remitiendo pronto gracias a las actividades que se están llevando a cabo para dar a conocer todo lo que se hace en la Biblioteca y aumentar, apunta Gálvez, el «número de jóvenes muy lector que se lleva en préstamo novela juvenil». En el caso de las personas mayores, dicen, «también nos estamos preparando para las nuevas necesidades que tendremos en un futuro próximo gracias a la llegada a la jubilación de la generación boomer. Esperamos una demanda de ocio y actividades culturales muy diferenciada del actual grupo estadístico definido para la tradicional “persona mayor”».

Decíamos que, desde el principio, las entidades de la zona se pusieron en contacto para poder establecer colaboraciones y alianzas. Cornellà es una ciudad con un tejido asociativo tradicionalmente fuerte y, en cierta manera, las bibliotecas lo han notado. «Creo que, en general, tenemos alianzas y colaboraciones con los principales agentes de la ciudad. Los equipamientos de las bibliotecas, en concreto sus salas de actos son muy solicitadas por las entidades del entorno debido a la facilidad para acceder al servicio, el conocimiento del vecindario de las ubicaciones de las bibliotecas, la amplia oferta horaria, y el equipamiento con el que cuentan, adecuado para sus necesidades y a medida para sus aforos», apunta Gálvez. En la Teresa Pàmies, comenta Cañada, destacan la buena predisposición de la regiduría del barrio para hacer de enlace con las entidades de la zona, lo que ha permitido «un encuentro en la Biblioteca con diversas entidades, entre otras las AMPA de las dos escuelas del barrio, asociaciones deportivas como el Club Basket Almeda o el Casal de la Gent Gran, con quienes compartimos físicamente un patio». En cambio, en la Biblioteca Clara Campoamor «una de las primeras alianzas que surgieron de forma natural fue con entidades del barrio que necesitaban un espacio complementario para desarrollar sus actividades, como fue con la Asociación Poetas de Cornellà y el Campo municipal de fútbol Fontsanta-Fatjó», afirma Alonso que añade que «también estamos trabajando en un proyecto de colaboración con el Departamento de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Cornellà y el Área Metropolitana de Barcelona, dado que la Biblioteca se encuentra en el parque del Canal de la Infanta». En la línea de lo que ya se hace en otros municipios, en todas las bibliotecas de Cornellà hay iniciativas para involucrar a los usuarios en el día a día, ya sea mediante consultas o formularios, tanto de forma presencial como a través de las redes sociales, que han permitido definir las lecturas del club de lectura de la Biblioteca Central de Cornellà, por ejemplo, o «los temas sobre salud sobre los que organizamos talleres prácticos con el CAP, o sobre crecimiento personal, con un profesional contratado por la Biblioteca». En el caso de la Teresa Pàmies, en la entrada de la Biblioteca, hay una urna «donde nuestros usuarios pueden dejarnos sugerencias por escrito. Cada semana encontramos uno o más comentarios que nos ayudan a afinar ciertos aspectos del servicio». En la Biblioteca Clara Campoamor «los usuarios han escogido la temática de nuestro club de lectura “Històricament”».

Como hecho diferencial, las dos bibliotecas inauguradas en Cornellà disponen de unas salas de estudio abiertas 24 h y con una capacidad para unas treinta personas cada una. Son aulas autogestionadas a través de una app. Esto puede plantear muchas dudas al principio, pero Irene Gálvez comenta que hasta ahora no ha habido ningún problema, ya que se trata de una aplicación muy intuitiva «y la propia aplicación dispone de recursos de seguridad ciudadana.» Para resolver las dudas que podía suponer la sala 24 h como por otras a nivel estructural, la responsable de la red urbana comenta que se realizaron reuniones con los arquitectos en las que, aunque el proyecto ya estaba bastante definido, «se nos explicaron los diferentes espacios y pudimos tomar algunas decisiones sobre la distribución del mobiliario y rotulación de las bibliotecas», un elemento que evidencia la fluidez y la buena comunicación que hubo en todo momento y que también destaca Montserrat Alonso.

Finalmente, sobre la influencia de la nueva versión del Manifiesto IFLA/UNESCO en estos nuevos equipamientos, Gálvez apunta la capacidad de proximidad que tienen las bibliotecas como servicios accesibles, sociales, promotoras de lectura, comunitarias e innovadoras, «somos una red de cinco equipamientos en un municipio de 86.000 habitantes aproximadamente, lo que se traduce en una gran capilaridad bibliotecaria en el territorio» y esto debería permitirnos «dar voz y hacer partícipes a los vecinos y vecinas de la Biblioteca» y «explorar otros servicios y actividades, como laboratorios digitales, espacios maker y de innovación social, etc. u ofrecer recursos de aprendizaje en la comunidad.» Alonso, por su parte, destaca los valores fundamentales que toda biblioteca debe tener y que no pueden perderse de vista: «la cohesión social, el fomento de la lectura y el empoderamiento. Todo apunta a espacios bibliotecarios más participativos e innovadores», mientras que Cañada destaca que las bibliotecas de proximidad «deben estar muy atentas a todo lo que pasa a su alrededor y centradas en las necesidades de sus usuarios. Debemos tener claro que nuestro propósito es ofrecer un servicio que sea de utilidad a los ciudadanos». Él mismo añade un consejo para tener en cuenta: «a las nuevas bibliotecas les aconsejaría que midan bien sus fuerzas; es muy fácil dejarse llevar por el entusiasmo de la inauguración de un nuevo servicio, pero hay que tener presente que se necesita un tiempo para asentar las bases.» 

Resumiendo, una red urbana que ha crecido para acercarse más y mejor a sus ciudadanos y que aspira a continuar haciéndose un hueco en la comunidad. El buen quehacer de las bibliotecas ya existentes y de las que ahora se suman ya ha sido noticia y, con toda certeza, lo continuará siendo.

 

Nota: Agradecemos especialmente la colaboración de Irene Gálvez, Montserrat Alonso y Roger Cañada que ha sido imprescindible para la elaboración de esta reseña.

© Imagen de J Garget en Pixabay