¿Quiere establecer una política de Open Access pero teme preguntar?

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Andoni Calderón
Biblioteca
Universidad Complutense de Madrid
 
 

Swan, Alma (2012). Policy Guidelines for the development and promotion of OA. Paris: UNESCO. 76 p. ISBN 978-92-3-001052-2. Recuperado el 12 de diciembre de 2012: http://bit.ly/HnibYc
 
Harris, Siân (2012). Moving towards an OA future: the role of academic libraries: a report on a roundtable commissioned by SAGE, in association with the British Library. 16 p. Recuperado el 12 de diciembre de 2012 de: http://www.uk.sagepub.com/repository/binaries/pdf/Library-OAReport.pdf

Ask me about Open AccessCuando se cumplen 10 años de la Declaración de Budapest, se habla de compartir (la solución empieza por co- según Cornella) como clave en la sociedad, el mundo de la información está comenzando a ser dominado por los big data y la minería de datos y de textos, que precisan de datos abiertos (y enlazados) en formatos interoperables, en un mundo científico (también infomediario) que aboga por un universo open (conocimiento común abierto, Open Knowledge, englobador del software abierto, la innovación abierta, los recursos educativos abiertos, la ciencia abierta, los open data mencionados, las licencias abiertas…) una de cuyas primeras iniciativas fue precisamente el Open Access (OA): arXiv vio la luz digital en 1991.

Usted cree en el OA, intuye sus virtudes, se siente atraído por sus promesas de visibilidad e impacto científico, recela de sus posibles lagunas, duda si le impide publicar en otro lugar, parece encontrar contradicciones… pero tiene miedo de preguntar, ¿o de saber?

Alma Swan contesta a todas las dudas con su objetivo puesto en "promover el OA facilitando el entendimiento de las cuestiones relacionadas con él" y proporcionar directrices a quienes diseñan las políticas institucionales. Por eso, desarrolla de manera clara, con un lenguaje y un discurso fácilmente entendibles, todos los conceptos implicados (si exceptuamos los tecnológicos) permitiendo una lectura en niveles: completa para los que se acerquen por primera vez o con escaso bagaje al OA, aleatoria para aquellos que lo conocen bien y pueden detenerse en un aspecto escogido, y específica (las secciones 8 y 9 y los apéndices sobre todo) para los que quieren desarrollar una política institucional, deben tomar decisiones y necesitan comprobar ejemplos ya existentes, en desarrollo, vivos.

Son reveladoras en este sentido las 9 secciones del documento, cada una con su propio resumen final: Definición (BBB: Declaraciones de Budapest-Bethesda-Berlín), Rutas (dorada y verde), Importancia, Beneficios, Modelos de negocio, Derechos de autor y licencias, Promoción, Marco de las políticas y Resumen de sus directrices. Las acompañan dos apéndices con ejemplos de las políticas y varias plantillas que recogen las cuestiones que hay que considerar y sopesar; un glosario con 20 términos y 40 referencias bibliográficas. Además de la mención de, y el enlace a, todos los recursos esenciales relacionados con la cuestión1.

Nos dice que no hay OA cuando la información está disponible sólo para algunos usuarios de determinados países; que es algo prácticamente ubicuo en algunas disciplinas (como en la física de altas energías y la astronomía y casi, en la informática: todas ellas comenzaron ya en arXiv); que existen 7.000 revistas en abierto (DOAJ) de unas 25.000 arbitradas, entre las que destacan las de medicina, bioquímica o genética; y que aproximadamente el 30% de la producción científica está en abierto, sobre todo en repositorios.

Subraya que la difusión de la información científica mediante el OA depende esencialmente del consentimiento de quienes detentan los derechos de autor, para los que licenciar sus obras es una buena práctica ya que permite que cualquiera pueda saber a qué atenerse cuando quiera utilizarlas. No en vano, ya en la Declaración de Budapest se establecía como condición sine qua non para el OA la necesidad de que esa información pueda ser reutilizada. La diferencia entre poder hacerlo o no da pie a hablar de información gratis (accesible pero sin posibilidades de reutilización) e información libre; cuestión clave porque enlaza con las condiciones de la ciencia digital del siglo XXI, en la que el uso no lo realizan sólo los humanos, sino también las máquinas, que además precisan formatos documentales más próximos a la web semántica que al pdf. Por ahora la mayor parte es gratis, no libre.

Afirma que –como la experiencia ha demostrado- la mejor manera de conseguir que la información esté en abierto es mediante el establecimiento de políticas que supongan un mandato, o lo que es lo mismo, que las instituciones obliguen a sus científicos a hacer posible el OA con los resultados de su investigación. Se trata del principal aporte de la Declaración de Berlín. Sin embargo, hay que determinar cómo se va a realizar: publicando en revistas OA (ruta dorada) o depositando los documentos en repositorios institucionales o temáticos (ruta verde).

La ruta verde de los repositorios es la que mejor se adecúa a la política de mandato. Sus especiales características técnicas cumpliendo normas (como OAI-PMH) les permiten la interoperabilidad y la prestación de servicios añadidos. Es necesario concretar el lugar donde debe depositarse2.

La ruta dorada por su parte suele conllevar un gasto por el itinerario vital de los artículos hasta ser publicados (se conoce como APC: Article Proccesing Charge) que se afronta de diferentes maneras, incluyendo el patrocinio, la publicidad, la compra corporativa o la venta de versiones impresas, además de esquemas institucionales o publicación comunitaria; pero siempre debiendo evitar el doble-dipping (pago para publicar en abierto, pero que no se traslada al precio de la revista).

Algunos plantean destinar al OA parte de los presupuestos que se empleaban hasta ahora en el big deal (contratos a largo plazo con derecho a acceder a listas "completas" de las revistas de los proveedores) que se generalizó a finales del siglo XX tras el crecimiento desorbitado de precios durante varias décadas. Se asegura que cuanto menor sea el coste, más fácil es desarrollar un modelo de negocio sostenible: en cualquier caso el OA será más barato debido a la ganancia en eficiencia y a los menores costes operacionales (como han demostrado 5 estudios diferentes sobre ambas rutas).

Como mencionábamos, la cuestión de los derechos de autor es esencial dentro del OA. Los autores acostumbran a firmar un acuerdo de transferencia de copyright (CTP). Lo más sencillo sería otorgar una licencia de publicación (LTP) y retener el resto de derechos3, algo que para el autor puede ser una obligación impuesta por la institución donde trabaja.

Las licencias rompen la incertidumbre sobre lo que puede hacerse con el documento. Prácticamente no existen en la ruta dorada y sólo se utilizan en algún repositorio. Unas de las más recomendadas son las licencias Creative Commons, que además de su sencillez y amplio uso disponen de metadatos legibles por máquina.

La clave del documento son las políticas de OA, en cuya tarea de divulgación, conocimiento, apoyo y defensa deben cooperar las bibliotecas. Su importancia es evidente, ya que deben contener todos los aspectos relevantes y convertirse en la norma que indica cómo proceder. Existen 297 políticas de mandato (52 establecidas por financiadores, 132 por instituciones de investigación, 82 referidas a tesis…). Se detallan las cuestiones que deben contemplarse, como la obligatoriedad necesaria en la ruta verde; el lugar de depósito; lo que se deposita: el postprint (artículo ya revisado y con las modificaciones incorporadas, listo para ser editado) de los artículos de revista, comunicaciones arbitradas, tesis y -cada vez más- libros y capítulos de libros; el embargo, cuya duración máxima debería ser de 12 meses (mejor, 6) lo que no impide incluir en el repositorio desde el primer momento las referencias de los documentos ya que los metadatos no están sujetos a copyright; contemplar sanciones por incumplimiento del mandato y también las posibles necesarias excepciones.

Combinando estos elementos se obtienen 5 tipos de política:
1. Depósito inmediato sin excepciones (Universidad de Lieja)
2. Retención de derechos:
a. El autor otorga los derechos suficientes al gestor (Universidad Harvard)
b. El gestor ya tiene suficientes derechos (Universidad Tecnológica de Queensland)
3. Depósito dentro de un cierto periodo (Wellcome Trust)
4. Depósito si, y cuando, el editor lo permite (Universidad de Southampton)
5. Voluntario (Universidad de Athabasca)

En uno de los apéndices se incluirán 10 ejemplos de estas políticas (Wellcome Trust, National Institutes of Health, IRCSET, Universidad de Lieja, Universidad de Pretoria, Universidad de Harvard, Universidad Strathmore, Universidad Tecnológica de Queensland, Universidad de Southampton y Universidad Politécnica de Hong Kong) recogiendo los tipos no voluntarios. Llama la atención el caso de Harvard ya que el Rector añade comentarios explicativos a los contenidos de la política.

En la última sección se establecen sendos esquemas dirigidos a responsables de las políticas institucionales y a gobernantes y financiadores, que incluyen los elementos reiterados a lo largo del documento: la forma obligatoria, el ámbito de la política en cuanto al contenido y a la reutilización, cómo se cumpliría, lugar de depósito, tiempo de depósito, APC, copyright, periodo de embargo, cumplimiento y sanciones. 3 modelos lo ejemplifican en el segundo apéndice.

En definitiva, su claridad, su visión globalizadora, su exhaustividad con lo relevante lo convierten en una referencia esencial. Apunta también a algunas realidades que están en ciernes, como los datasets, y que habrá que considerar, aunque ya asegura que donde hay OA habrá Open Data. Quizás haya que incidir más en conseguir que las posibilidades de reutilización invocadas en Budapest sean una realidad.

Finalizamos con una breve mención al documento sobre la mesa redonda que reunió a 14 expertos del mundo de la edición y de las bibliotecas en la British Library, en el que se menciona el papel de las bibliotecas en el futuro del OA, o más bien de los bibliotecarios, ya que se llega a asegurar que los profesionales de la información son la biblioteca del futuro, que descansa en sus destrezas como mediadores, comunicadores y formadores... Es preciso cambiar la escala más allá de lo institucional, trabajar en grupo compartiendo funciones y servicios, hacer disponibles colecciones únicas, determinar la calidad de los recursos (cuando las herramientas son las mismas para todos, el valor añadido descansa en la calidad), gestionar metadatos, ser conscientes de que el OA (inmerso en la gran cadena de la información) además de beneficios tiene costes y también ser capaces de comunicar claramente en qué consiste, aprendiendo a hablar el lenguaje de los usuarios.
 


1.Hemos contado hasta 154 URL (sin las de la bibliografía) entre las que se encuentran muchas que apuntan a multitud de recursos como: DOAJ, OpenDOAR, ROAR, Sherpa/Romeo…
2.Incluso hay iniciativas para instituciones que no tengan su propio repositorio, como OpenDepot en Escocia.
3. Para ayudar a los autores a negociar con los editores e incluir addendas en los CTA, se cuenta con ejemplos como los de SPARC Science Commons, SURF/JISC o MIT.