Julio Alonso-Arévalo
Grupo E-Lectra. Facultad de Traducción y Documentación
Universidad de Salamanca
Hábitos de lectura y compra de libros de 2012. Madrid: Ministerio de Cultura, 2013. <http://www.mcu.es/libro/docs/MC/Observatorio/pdf/Habitos_lectura_2012.pdf>. [Consulta: 4 julio 2013].
Probablemente el libro, como la representación más genuina y visible de la cultura occidental, ha centralizado, más que ningún otro documento, el fenómeno del libro electrónico, aunque en realidad estamos hablando de un ecosistema nuevo, mucho más amplio, el de la lectura digital. En este sentido, el informe "Hábitos de lectura y compra de libros en España" (2013), publicado por el Ministerio de Cultura, cuando proporciona datos sobre el asunto, dice que en España hay ya más personas que leen en formato digital (58%) que aquellos otros que lo hacen en impreso (42%). En estas cifras se incluyen a quienes leen libros, prensa, blog, o cualquier otro documento sobre una pantalla de un ordenador. Sin embargo solamente un 9,7% de los españoles dispone de un dispositivo de lectura dedicado -una tableta o lector de tinta electrónica-. En cuanto a la lectura de libros, el 100% de los que lo hacen en un lector de tinta electrónica lee libros, como lógicamente corresponde a un dispositivo dedicado; y sólo un 53% de quienes disponen de tabletas leen libros o prensa en este dispositivo, que además utilizan para otras tareas como navegar por Internet, consultar el correo, o jugar.
Estados Unidos es el punto de referencia en torno al libro digital. En este país, según datos proporcionados por la publicación Library Journal Patron Profiles (2012), -un informe diseñado por Journal Library junto con Bowker para entender los comportamientos y preferencias de los usuarios de las bibliotecas estadounidenses- el pasado año un 43% de los estadounidenses tomó en préstamo al menos un libro electrónico de una biblioteca. Sin embargo, a pesar de esta y otras cifras, el fenómeno del préstamo digital en bibliotecas está lejos de consolidarse. Sobre todo desde que OverDrive, la plataforma de mayor aceptación en Estados Unidos, presente en más de 22.000 bibliotecas públicas y escolares, publicara los datos de préstamos de libros electrónicos, que en 2011 habían cuadriplicado los del año anterior, y que durante 2012 volvieron a hacerlo, alcanzando 72 millones de préstamos digitales. Estos datos pusieron en guardia a las 5 grandes (Macmillan, Simon & Schuster, Hachette, Harper Collins y Penguin Group) que iniciaron políticas restrictivas respecto a la disponibilidad de libros electrónicos en bibliotecas. Penguin Group puso fin a su contrato de OverDrive el 9 de febrero de 2012, decidiendo que no ofrecería sus nuevos libros para el préstamo en bibliotecas; Random House elevó sus precios el 1 de marzo de 2012, en algunos casos hasta triplicar el coste de un libro electrónico destinado al préstamo en bibliotecas; el argumento utilizado era que a partir de ese momento se equiparían con el precio de los audiolibros. Harper Collins por su parte, intenta imponer licencias restrictivas que caduquen cada 26 usos, una cifra por cierto no era aleatoria puesto que es la cifra media estimada por la Asociación de Editores Americanos para el préstamo de un libro físico. Incluso el presidente de esta asociación llegó a calificar el préstamo digital como un sistema de piratería legal, razonando que para pedir un préstamo impreso en una biblioteca era necesario realizar al menos cuatro viajes a la biblioteca, y que con el libro digital no es necesario, pues cualquier persona puede acceder cómodamente desde su domicilio a este servicio cualquier día, y a cualquier hora (24/7) sin tener que desplazarse a la biblioteca físicamente, por lo cual estimaba que no podía equipararse un libro electrónico, en términos de precio y uso, con un libro impreso.
En el fondo se trata de un planteamiento similar al que suscita la desconfianza de los editores, en este país y en cualquier otro, esto es, la consideración del formato digital como potencialmente canibalizador del impreso y por lo tanto inductor de fracturas y pérdidas en un modelo de negocio que ha permanecido invariable durante décadas. Sabemos que todavía el formato digital no está rindiendo suficientes beneficios. Incluso si tomamos como referencia una empresa puntera como Amazon, podemos observar que los ingresos por venta de libros electrónicos aun representan un porcentaje pequeño. Amazon anunció en 2010 que vendía 115 libros digitales por cada 100 impresos, y sin embargo esta cifra sólo le proporcionaba el 10% de los ingresos por venta de libros, y eso que el año pasado vendió 314 millones de libros electrónicos, el doble de libros que el anterior. Y si esto ocurre con la plataforma que protagoniza el liderazgo en la venta de obras digitales, en otras empresas las cifras son más parcas. Pero, evidentemente, y a tenor de las estadísticas que regularmente se publican, se trata de una situación coyuntural.
Esta desconfianza parece que se va resolviendo, como muestra el inicio de conversaciones entre representantes de bibliotecas y editores para encontrar puntos de acuerdo (Alonso Arévalo y Martín Rodero 2012). Un buen ejemplo lo constituye 3M Cloud Library que, a pesar de su corta experiencia de sólo un par de años, ha desarrollado un negocio coherente y aglutinador en un corto período de tiempo. La plataforma de 3M es muy atractiva para los editores y se ha asegurado numerosos proyectos piloto de tres de los seis grandes editores (Penguin, Hachette y Simon and Schuster) para poner a disposición de las bibliotecas sus contenidos. El proyecto piloto se está desarrollando en la New York Public Library, una de las bibliotecas preferidas como banco de pruebas, ya que fue pionera con OverDrive, y es la biblioteca con más visibilidad con más de 753.000 préstamos el año pasado (Cordón-García et al. 2011). La razón de porqué las 5 grandes prefieren 3M Cloud Library a OverDrive, que tiene una cuota de mercado del 90% de las bibliotecas americanas, radica en que OverDrive trabaja con Amazon, considerado el principal escollo por las grandes editoras americanas, principalmente por su política monopolistica, que acapara el 70% de la venta de todos los libros electrónicos del mundo. En estas circunstancias se va a producir una situación que podrán afrontar aquellas bibliotecas que tengan una importante capacidad financiera, como la NYPL, que tendrán que contratar más de una plataforma si desean disponer de la mayoría de títulos del mercado para el préstamo digital; situación que difícilmente podrán afrontar otras bibliotecas más pequeñas, que ni siquiera pudieron acceder a sistemas de préstamo como OverDrive, recurriendo a sistemas de préstamo más adecuados a sus presupuestos como Axis 360 o Freeding. Axis 360 requiere una cuota inicial de 1.000$ para el mantenimiento de la plataforma, y 1.500$ en contenidos, frente a los 4.000$ de mantenimiento y una compra de otros 4.000$ en contenidos que exige OverDrive. Por lo que podemos decir que la existencia de ebooks en bibliotecas estadounidense ya es habitual, con un 90% de las bibliotecas públicas con plataformas activas, pero es una normalidad frágil debido a las barreras que imponen los editores ante el gran empuje de las cifras de préstamos (Alonso-Arévalo 2012).