Durante los últimos años hemos asistido a la proliferación de un conjunto de herramientas y servicios, denominados colectivamente "2.0", que han permitido a los usuarios de Internet pasar de ser exclusivamente consumidores de información a producirla. Estas herramientas han desembarcado también en el ámbito científico, donde se ha destacado su potencial para comunicar los resultados de la investigación de manera rápida, amplia y efectiva.
Para verificar esta hipótesis, el RIN ha encargado un estudio a un equipo del Manchester eResearch Centre y del Institute for the Study of Science, Technology and Innovation de la University of Edinburgh que ha analizado si los investigadores británicos utilizan estas herramientas y, en su caso, cómo las emplean, qué factores animan o inhiben la adopción de estas tecnologías y qué actitud mantienen hacia estos productos. El estudio se inició con una encuesta en línea que permitió relacionar las características demográficas de los investigadores con el uso de herramientas 2.0, prosiguió con entrevistas en profundidad a una muestra estratificada de investigadores y finalizó con cinco estudios de caso que permitieron analizar cómo editores comerciales y sin ánimo de lucro desarrollan servicios 2.0: Nature, PLoS, SlideShare, myExperiment i art-humanities.net.
Los resultados muestran que el porcentaje de usuarios frecuentes de estas herramientas es bajo (13%). Los autores se refieren a usuarios frecuentes como aquéllos que, al menos semanalmente, participan en blogs, colaboran en wikis, comentan artículos en línea, o publican en línea textos, presentaciones o vídeos. Un 45% de los encuestados realiza estas actividades de forma ocasional y un 39% no lo hace nunca. Curiosamente, y en contra de lo que se tiende a pensar, el uso de estas herramientas es mayor entre los investigadores de más edad y aquellos que ocupan posiciones senior. También hay diferencias por disciplinas, de manera que el porcentaje de usuarios frecuentes se dispara en informática y matemáticas, al mismo tiempo que se observan preferencias por herramientas diferentes en función de la especialidad. Asimismo existe una mayor tendencia al uso de estas herramientas entre los investigadores que trabajan en grupo, lo cual es lógico si se tiene en cuenta que muchas de ellas están pensadas para facilitar la comunicación. A pesar de su escaso uso, los investigadores no son hostiles a estas nuevas herramientas y el 86% se muestra entusiasta o neutral respecto de su utilidad, con una minoría de desinteresados o escépticos.
En la línea de todos los estudios sobre el tema, cuando se pregunta a los investigadores cómo difunden su trabajo, la mayoría se inclina por las revistas revisadas, acompañadas de los congresos en áreas como la informática o las ingenierías y las monografías en humanidades, es decir, aquellos canales mejor valorados en procesos de evaluación de la investigación. En la misma línea de ratificación de estudios anteriores se observa que la implicación de los investigadores en el acceso abierto es limitada: sólo el 5% de los encuestados publica información sobre sus trabajos en curso a través de blogs y otras herramientas.
El elemento clave a la hora de decantarse por el uso o no de servicios 2.0 es el rendimiento que los investigadores esperan obtener con una inversión de recursos mínima. Al mismo tiempo, los investigadores no perciben estas herramientas como equiparables a los canales tradicionales de comunicación científica, sino que consideran que tienen un propósito específico en determinadas etapas de la investigación y el uso intensivo de una herramienta concreta no implica necesariamente el uso de otros servicios 2.0. Entre los elementos que incentivan el uso está la necesidad de comunicarse en el marco de proyectos y grupos de investigación y el consejo aportado por colegas, grupos o departamentos que ayuden al investigador a identificar las herramientas más relevantes para él, le demuestren su utilidad y le ayuden a superar las barreras que limitan su adopción. ¿Cuáles son estas barreras? Pues, además de la dificultad a la hora de identificar las herramientas más útiles, la rápida proliferación de servicios que impide mantenerse al día de todos los nuevos productos que van apareciendo en el mercado. Sin embargo, el mayor desincentivo es la falta de confianza. Los investigadores buscan garantías de calidad y no se fían de contenidos que no han superado el tradicional proceso de revisión por pares.
El estudio finaliza con un conjunto de recomendaciones para estimular el uso de estas herramientas dirigidas, especialmente, a bibliotecas y servicios informáticos de universidades y agencias de financiación de la investigación.