Universitat de Barcelona
2012 survey of ebook usage in U.S. public libraries: third annual survey. LJ/SLJ Library Research Syndicate (LRS). [New York, N.Y.]: Library Journal, 2012. 108 p. Disponible en línea en: <http://www.thedigitalshift.com/research/ebook-usage-reports/public/> [Consulta: 27 feb. 2013].
La necesaria perspectiva histórica
En 1883 abrió la primera biblioteca pública de las miles que financió el filántropo y magnate del acero de Pensilvania Andrew Carnegie. El modelo actual de biblioteca pública que procedente desde Estados Unidos ha sido referente para todo el mundo debe mucho a su aportación. A cambio de las donaciones que otorgaba para la creación de las bibliotecas, principalmente en Estados Unidos y el Reino Unido, Carnegie requería un compromiso de la comunidad local en su mantenimiento y en el cumplimiento de unos requisitos de funcionamiento: un edificio singular y una buena localización, una digna dotación en fondos e instalaciones, integración en la dinámica sociocultural de la comunidad local, todo ello bajo el principio de acceso libre y gratuito.
La aparición durante finales del siglo XIX de bibliotecas públicas gratuitas –muchas de ellas enfatizaban esa característica con la palabra "Free" en su nombre, como la Free Library of Philadelphia– de carácter popular y vinculadas a iniciativas comunitarias, no se puede entender sin el contrapunto del modelo de pago que representaron con anterioridad desde finales del XVIII las "subscription libraries", como la Library Company of Philadelphia (Pensilvania) fundada por Benjamin Franklin, uno de los firmantes de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.
En un momento como el presente, de tenso debate entre el movimiento bibliotecario y grandes grupos editoriales sobre las limitaciones comerciales al préstamo de libros en formato digital desde las bibliotecas1, resulta revelador revisar las razones que llevaron a un empresario como Carnegie a no considerar la distribución de libros mediante préstamo como una oportunidad de negocio más con la que diversificar su inversión centrada en la industria siderúrgica. Seguro que alguien podría decir que su decisión se ha de entender en clave de hombre de negocios: en aquel momento el modelo de préstamo comercial ni resultaba asequible para las clases más humildes por su falta de capacidad económica, ni era competitivo frente a la compra para quienes disponiendo de recursos económicos difícilmente renunciaban a formar sus propias bibliotecas personales, una vez la carestía y escasez de libros se fue superando con el desarrollo de la imprenta en América. Sin embargo, en la lógica de Carnegie había un valor de construcción de "lo comunitario", espacio en el que situaba el acceso básico al conocimiento y la cultura, como punto de partida para una igualdad de acceso intelectual, a partir de la cual cada individuo tendría una base para devenir el "self-made man" emprendedor con el que él mismo se identificaba. Carnegie situaba el acceso a la lectura, las bibliotecas, en un espacio propio de lo que diversos autores actuales defienden y reinterpretan en pleno siglo XXI como "commons"2, una excepción que no cuestionaba el orden económico capitalista que él mismo encarnaba a la perfección.
Un Carnegie de ficción en 2012 frente a los libros digitales
Para entender el momento que vive la biblioteca pública respecto a la expansión en la oferta y la demanda de lectura de libros digitales, sería bueno situar a Carnegie en 2012. Pensemos en un magnate actual con dinero contante y sonante como Carnegie. Sería interesante pensar cómo procedería en tanto que hombre de negocios, en un país como Estados Unidos cuyas principales industrias de hoy ya no entroncan con el paradigma fabril de la siderurgia, sino con las industrias culturales y de los "mass media". La respuesta es menos obvia de lo que parece. En primer lugar, se podría pensar que invertiría en compañías dedicadas a industrias culturales cada vez más extensas con intereses diversificados en los media, Internet, el audiovisual y los libros. Pero también podríamos pensar que actuaría como lo siguen haciendo hoy en día filántropos a título individual –con ejemplos como Bill Gates o Georges Soros–, o como lo hacen las comunidades que en las diversas elecciones plantean "Levy referendums"3 para subir tasas locales con las que financiar escuelas, bibliotecas o servicios públicos: desde una u otra posición hablamos de personas que siguen creyendo en la importancia del mantenimiento de los "commons", como espacio para el acceso libre e igualitario al conocimiento y la cultura, como condición para la igualdad de oportunidades.
Sin embargo, esta segunda opción que se decanta por el mantenimiento y actualización de la filosofía "commons" en el campo bibliotecario se enfrenta a nuevos retos a causa de los cambios en la industria del libro: la tecnología digital ha llevado al libro a la distribución bajo licencia, un modelo de negocio que implica límites más severos al uso, el préstamo, la donación y la venta en segunda mano de los libros4. De ahí que la aparición de iniciativas comerciales en Internet para el "préstamo" de libros a particulares (como sucede con el servicio de préstamo "Kindle Owners' Lending Library" de Amazon Prime) vuelva a ser una opción de negocio a diferencia de lo que sucedía a finales del siglo XIX. Cabe pensar pues que Carnegie actuó y actuaría por convencimiento en el principio de la necesidad de contar con espacios de "commons", aunque a decir verdad la alternativa comercial de suscripción frente a la biblioteca pública no contaba en su tiempo con la inmensa base de clientes y la ubicuidad que hoy en día facilita Internet.
Las encuestas LJ/SLJ: estudio de mercado y evaluación de servicios públicos
Todo esto explica que el debate sobre los ebooks en bibliotecas públicas americanas sea muy vivo y que sean muy necesarios estudios como el que hoy reseñamos para conocer la percepción y uso del libro digital desde la perspectiva de los profesionales de bibliotecas públicas. Se trata de una encuesta realizada por tercer año consecutivo por las revistas Library journal y School library journal (LJ/SLJ) sobre utilización de ebooks en bibliotecas americanas a partir de las respuestas que ofrecen profesionales de las bibliotecas universitarias, públicas y escolares: para cada tipología se publica un informe diferente, como el que ya comentamos en una reseña anterior referida a bibliotecas universitarias publicada en Blok de BiD5.
Estamos ante una encuesta realizada con un muestreo autogenerado en el que se persigue la participación abierta del máximo número de bibliotecarios a partir de una convocatoria pública. No se parte de un directorio de bibliotecas, tampoco se establece una prioridad para el perfil del cargo que ha de responder en cada centro, ni se trabaja con una muestra representativa del total del país. Con estas limitaciones, entre el 4 de mayo y el 16 de junio de 2012, se recogieron 820 respuestas a un detallado cuestionario de 46 ítems que incorpora además en cada sección un espacio para respuestas abiertas. El informe presenta los resultados en cinco apartados principales: perfil de los encuestados; características de las colecciones; gestión de las adquisiciones y del préstamo; presupuestos y relación con los proveedores comerciales. Al final de cada capítulo se recoge una selección de las respuestas abiertas relativas al mismo; se trata de una información muy interesante que facilita una visión cualitativa de cada apartado. El informe está precedido de un resumen ejecutivo muy completo y suficiente para los que no puedan dedicar el tiempo necesario a la lectura detallada.
Principales resultados
Demos por buena cualquiera de las dos opciones que supuestamente hemos planteado para un Carnegie del 2012: lanzarse comercialmente al negocio de la distribución de libros digitales, o bien actualizar en el concepto de biblioteca pública como "commons" en el entorno digital de la lectura. ¿Qué información clave podría obtener del informe objeto de nuestra reseña de hoy para dirigir su actuación bien como empresario, bien como filántropo?:
* Profesionales desconcertados: En 2012 los bibliotecarios perciben que las demandas y expectativas de los usuarios son más elevadas, pero al mismo tiempo como profesionales muestran un mayor desconcierto sobre la idoneidad y la sostenibilidad de su oferta de libros digitales. Esa percepción está muy relacionada con la compleja relación que el mundo bibliotecario mantiene con los grandes grupos editoriales: no se observan soluciones claras ante las reservas que éstos plantean al préstamo de los ebooks en bibliotecas públicas.
* Aumento de la demanda: Los lectores dan por hecho que en el entorno digital el servicio de préstamo debería ser equivalente al que han disfrutado desde siempre, pero observan las limitaciones de la oferta tanto en cuanto a número de títulos como por las interminables listas de espera para poder tomar libros en préstamo. Este hecho se hace más patente cuando observamos que el 79% de las bibliotecas (frente al 66% del año 2011) dicen que han experimentado un incremento "dramático" de la demanda de ebooks. Además, el promedio de ebooks prestados por biblioteca se multiplicó por cuatro en el último año.
* Destacable incremento de los fondos disponibles: El libro digital ya es algo normal en las bibliotecas públicas, pero el informe lo califica literalmente como una normalidad frágil: "As noted last year, ebooks in libraries have become ‘the new normal'. But looking carefully at the survey data, it seems that can be a very fragile normal." (p. 4). El 89% de las bibliotecas públicas ofrecen ebooks (por 82% en 2011 y 72% en 2010). Sólo el 3% de las que no los ofrecen dicen que no los van a incorporar en los próximos dos años. El volumen de las colecciones se dobló y en muchos casos se triplicó en el último año, con una importante diversificación de la oferta y un crecimiento relevante del número de títulos de literatura infantil y juvenil. De todas formas, el grueso de las colecciones sigue liderado por la literatura de ficción de adultos y los bestsellers, que son de largo los que más se prestan y los que tienen más demanda.
* Los "nativos digitales" no destacan en el uso frente a otras franjas de edad: El grupo más activo corresponde a la franja de edad entre los 35 y los 44 años (citado como tal por el 31% de las bibliotecas), seguido del grupo de 45 a 54 años. Los adolescentes y jóvenes son considerados como usuarios activos de ebooks en un 15% de las respuestas. Sería muy interesante cruzar y matizar estos datos con los resultados del estudio del Proyecto Pew Internet sobre los jóvenes en las bibliotecas de los Estados Unidos6, en el que se pone de manifiesto que más de ocho de cada diez ciudadanos entre los 16 y 29 años leyó un libro durante el último año y seis de cada diez usó su biblioteca pública local, pero que muchos de estos jóvenes lectores no conocían bien el sistema de préstamo de ebooks, algo que sorprende dado el perfil más abierto a la tecnología de este grupo de edad. De todas formas, estos datos se ven reforzados cuando se observa que en el mismo estudio se afirma que los lectores que están cursando el bachillerato (entre los 16 y 17 años de edad) junto con los lectores de más de 65 años son los que manifiestan un menor porcentaje de lectura de ebooks en el último año.
* Préstamo de dispositivos de lectura: Sorprendentemente se observa un incremento en el número de bibliotecas que prestan dispositivos de lectura (e-readers), pese a que los bibliotecarios manifiestan serias dudas sobre si esta práctica es necesaria hoy en día. Así en el último año se ha pasado de un 13 a un 20% en el número de bibliotecas que ofrecen dicho servicio y llegan al 37% si se consideran las que están pensando adquirir dispositivos lectores para prestarlos. Estos datos son consistentes con lo observado en el estudio Pew Internet sobre jóvenes lectores que hemos citado: el 58% de los menores de 30 años que no toman en préstamo ebooks de las bibliotecas dicen que lo haría si se les ofrecieran dispositivos de lectura ya cargados con los libros.
* Presupuestos y vías de adquisición: No siempre es posible elegir entre las opciones de compra a perpetuidad, suscripción o "pay-per-view"; además, cuando se puede no siempre es fácil decidir cuál es la mejor solución. Así, las bibliotecas que manifiestan la compra perpetua como el modelo de adquisición más habitual han pasado desde el 57% en 2010 al 48% en 2012, mientras que la suscripción ha subido en último año del 27 al 37%. También es destacable el incremento del 10 al 24% en las adquisiciones a través de licencias de uso que se extinguen cuando se alcanza un tope de préstamos (por ejemplo el ya famoso límite de 26 préstamos para los libros de Harper Collins). Esta diversificación de las formas de adquisición es consistente con el incremento del presupuesto que se destina a los ebooks, que pasó en el último año del 3,3% al 6,2% del total de adquisiciones. Las proyecciones futuras confirman la intensificación de esta tendencia, ya que el 68% de las bibliotecas manifiestan que en cinco años el porcentaje del presupuesto dedicado a los ebooks superará el 10%.
* Proveedores comerciales: Se da una situación de casi monopolio por parte de la empresa OverDrive, ya que el 92% dicen trabajar con este agregador, que de facto se ha convertido en el proveedor por excelencia en las bibliotecas públicas americanas de libros digitales de lectura para el gran público (esto es, no de carácter académico o profesional). Los proveedores citados en las posiciones segunda a la quinta no son representativos de ese mercado de gran consumo y sólo en sexta posición aparece Amazon con un 8% (aunque con un importante incremento desde el 5% en el último año).
* Dispositivos, formatos y vías de acceso: La gran mayoría de libros usados se descargan para su lectura offline en formato ePub o propietarios como el Kindle de Amazon, frente una mínima parte que se consulta en línea en formatos pdf o html, justo a la inversa de lo que sucede en las bibliotecas universitarias. Estas formas de acceso y formatos de fichero concuerdan con el incremento de la disponibilidad de tabletas y e-readers entre los usuarios. En el último año el dispositivo de lectura que más desciende es el ordenador personal/portátil, mientras que los e-readers y las tabletas son citadas como dispositivos preferidos respectivamente en un 90 y un 66% de las respuestas (mutuamente no excluyentes).
Gatos negros o blancos, lo importante es que cacen ratones
A la vista de estos datos, tanto habrá quien considere que se trata de un mercado prometedor para invertir en el que hay lugar para nuevos actores dado el mucho campo virgen disponible, como quien piense que se trata de un mercado imperfecto e incierto copado ya por los intermediarios comerciales que han llegado en primer lugar. Desde el punto de vista del trabajo bibliotecario habrá quien piense que se ha de apostar principalmente por este soporte, dándole la vuelta al presupuesto para dedicar más dinero al soporte digital que al analógico, o bien, quienes piensen que la fragilidad de la oferta y del modelo aconsejan seguir con una cautelosa política híbrida. A fin de cuentas lo que importa es que el usuario pueda leer lo que desea y si eso, como se comprueba en muchos casos, es más viable y eficiente con adquisiciones en papel, habrá que seguir haciendo virtud de políticas de adquisición serenas y muy meditadas. Esto es, no se ha de renunciar a cubrir en parte la demanda de nuevos usuarios de la biblioteca que son habituales del formato digital, o que quieren probar con contenidos el regalo de la tableta que recibieron por Navidad7; pero tampoco se ha de actuar en las adquisiciones con prejuicios y modas que arrinconen el aún eficiente invento de Gutenberg. De momento, en el caso del libro digital dirigido al mercado de gran consumo el medio no es el mensaje.