apertura participativa

Acceso abierto en un mundo global

Ángel Borrego
Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals
Universitat de Barcelona (UB)


Pinfield, Stephen (2024). Achieving global open access: the need for scientific, epistemic and participatory openness. Abingdon; New York: Routledge. XI, 121 p. ISBN 9781032679259. Disponible en: <https://www.taylorfrancis.com/books/oa-mono/10.4324/9781032679259/>. [Consulta: 13/10/2024]. 


Durante las últimas décadas, se ha ensalzado el acceso abierto a la bibliografía científica como un bien global. La libre diseminación del conocimiento se percibe como una fuente de beneficios al acelerar el progreso científico y facilitar la actuación de profesionales y gestores públicos. Sin embargo, en los últimos años, el acceso abierto también ha sido objeto de crítica, y no siempre por parte de editoriales comerciales que veían peligrar su modelo de negocio, sino que en ocasiones los reproches proceden de algunos de sus supuestos beneficiarios.

El libro que reseñamos está escrito desde la perspectiva de un defensor del acceso abierto que observa cómo, de manera creciente, las críticas al movimiento surgen desde algunas de las instituciones y países con menos recursos que, en teoría, deberían estar llamados a ser sus principales beneficiarios. Entre los críticos existe la percepción de que el acceso abierto exacerba las desigualdades en el acceso a la información y fomenta prácticas científicas que contribuyen a mantener al Sur Global en la periferia académica. Más que como una solución, el acceso abierto se percibe como parte del problema.

El libro tiene por objetivo atender a estas críticas. La conclusión del autor es que, para que el acceso abierto alcance todo su potencial, debe ir acompañado de una mejor comprensión de lo que constituye un conocimiento válido y valioso, lo que el autor denomina una «apertura epistémica» (epistemic openness); y debe interaccionar con comunidades más diversas, debe existir una «apertura participativa» (participatory openness).

Los beneficios del acceso abierto han sido ampliamente descritos: acelera el progreso científico y ofrece beneficios sociales en áreas como la sanidad o la educación al difundir el conocimiento más allá de la academia. Sin embargo, en los últimos años han surgido críticas que subrayan su faceta neocolonialista y su contribución a perpetuar injusticias epistémicas y cognitivas, como la hegemonía de la ciencia occidental y la marginación de los conocimientos indígenas. Las objeciones hacen referencia, por ejemplo, a los modelos de negocio, basados en tasas de edición (APC), controlados por grandes corporaciones de Europa Occidental y Norteamérica; a la perpetuación de un sistema de evaluación que favorece la publicación en revistas editadas por científicos occidentales, con escasa presencia en los comités editoriales de investigadores de países de ingresos bajos y medios; o a la devaluación de formas de conocimiento indígenas.

Los argumentos a favor del acceso abierto parten de una visión positivista de la ciencia que considera el conocimiento científico normativo y universal. La idea que subyace es que el acceso abierto es importante porque el conocimiento que pone a disposición de cualquier lector es universalmente válido y valioso. Ello no quiere decir que todos los resultados científicos sean válidos y valiosos, sino que el sistema empleado para generarlos sí lo es. Algunos críticos comparan, con similar suspicacia, la cooperación al desarrollo y el acceso abierto. La idea de fondo en ambos casos es que se trata de ayudas para que el Sur Global «alcance» al Norte, partiendo de la premisa de que el Sur simplemente debe equipararse al Norte, ya sea en términos económicos o científicos. Sin embargo, según los críticos, el conocimiento es contextual y debería utilizar epistemologías locales para dar respuesta a preguntas locales. En cualquier caso, no se trataría de ir contra el acceso abierto, sino de reformularlo, de manera que su implementación se base en modelos de negocio sostenibles y permita diferentes tipos de ciencia.

Pinfield es partidario de acompañar el acceso abierto de una ampliación de la base epistemológica (epistemic openness) en la que se basa la ciencia. La idea es que todo el conocimiento, incluido el científico, parte de una perspectiva, es decir, es un conocimiento, al menos en parte, «construido». Las teorías científicas son mapas de la realidad, no la realidad en sí misma. La apertura epistémica hace referencia al uso de diferentes métodos y marcos de referencia para recoger y analizar datos y al uso de diferentes aproximaciones para construir e interpretar el conocimiento. Para ejemplificar esta aproximación, Pinfield pone ejemplos de cómo el conocimiento ecológico tradicional puede combinarse con la investigación académica y las políticas públicas para afrontar problemas medioambientales como la gestión de recursos naturales, el mantenimiento de la biodiversidad o la agricultura sostenible.

Detrás de la idea de que el conocimiento es una forma de opresión epistémica o cognitiva del Norte sobre el Sur, hay diferentes versiones. La más «suave» hace referencia al «eurocentrismo» de la ciencia, a los sesgos en los sistemas de creación de conocimiento que se concretan, por ejemplo, en la presencia mayoritaria de participantes occidentales en las muestras de estudios científicos; en el predominio de trabajos dedicados a confirmar si los resultados obtenidos en Europa o Estados Unidos pueden extrapolarse a otras partes del mundo, sin adoptar casi nunca el camino inverso; o en la constatación de que la mayor parte de la investigación se centra en las prioridades de los países occidentales. Una mayor apertura epistemológica ayudaría a hacer evidentes estos sesgos y enfatizaría la necesidad de diversificar las perspectivas para evitarlos. El acceso abierto puede ser una herramienta que, al facilitar el acceso a la bibliografía, favorezca la «conversación» científica, permitiendo el escrutinio tanto de las contribuciones procedentes del mundo occidental como de las originadas desde otras tradiciones. No se trata de caer en el relativismo de pensar que todas las creencias sobre el mundo son igual de válidas, sino de extender la conversación académica para tomar en consideración otras perspectivas y formas de conocimiento.

El segundo concepto que introduce Pinfield es el de la «apertura participativa» (participatory openness). Su implementación requiere cambios en el sistema de incentivos y recompensas de la ciencia, facilitando la participación en la ciencia de personas radicadas en países de ingresos bajos y medios para romper sesgos como el hecho de que los científicos en países ricos otorguen mayor credibilidad a los estudios desarrollados en su entorno o las peores valoraciones que reciben en la revisión por pares los manuscritos procedentes de países con menos recursos o que no tienen el inglés como lengua materna. Garantizar la diversidad en la participación científica es una manera de incrementar la apertura epistemológica defendida con anterioridad.

A pesar de la existencia en algunas regiones del mundo de modelos de publicación en acceso abierto sin tasas de edición, el problema de esta bibliografía es su invisibilidad. Apenas está indexada en bases de datos como Scopus y Web of science, con las consiguientes limitaciones para su localización y el impacto sobre el comportamiento de los autores en un contexto en el que los sistemas de evaluación priman la publicación en revistas indexadas.

El libro resultará especialmente sugestivo para los lectores interesados en las aproximaciones filosóficas a la naturaleza del conocimiento. La tesis central de la obra gira en torno a la necesidad de repensar determinados modelos de acceso abierto y de evaluación de la ciencia que perpetúan la exclusión de algunos investigadores. El autor aboga por combatir los sesgos, aunque sin perder de vista el valor de la ciencia y la importancia de compartir el conocimiento científico. Es esencial mantener los procedimientos que permitan discernir los méritos de diferentes hallazgos, sea cual sea el sistema de conocimiento del que proceden. Este es, de hecho, el propósito central de la ciencia y del sistema de comunicación científica. La apertura de datos y publicaciones es condición necesaria, pero no suficiente, para alcanzar un sistema de comunicación científica más equitativo y eficiente a nivel global. Ha de venir acompañada de una apertura epistémica –la diversificación de los tipos de conocimiento considerados– y participativa –la inclusión de tantos participantes como sea posible en la conversación científica.

 

© Imagen inicial de Gerd Altmann en Pixabay

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