Lydia Sánchez
Departament de Biblioteconomia, Documentació i Comunicació Audiovisual
Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals
Universitat de Barcelona
Disinformation and «fake news»: final report: eighth report of session 2017-19 (2019). House of Commons. Digital, Culture, Media and Sport Committee. London: House of Commons. 109 p. Disponible en: <https://publications.parliament.uk/pa/cm201719/cmselect/cmcumeds/1791/1791.pdf>. [Consulta: 09/01/2020].
A multi-dimensional approach to disinformation: report of the indepedent High level Group on fake news and online disinformation (2018). European Commission. Luxembourg: Publications Office of the European Union. 39 p. ISBN 978-92-79-80419-9. Disponible en: <https://ec.europa.eu/digital-single-market/en/news/final-report-high-level-expert-group-fake-news-and-online-disinformation>. [Consulta: 09/01/2020].
Una de las principales preocupaciones de los científicos sociales de la primera mitad del siglo XX fue la de los supuestos efectos perjudiciales de los medios de comunicación de masas en las sociedades democráticas. Algunos veían en los medios una fuerza destructora de la cultura (Leavis, 1930), otros incidían en las terribles consecuencias de la propaganda política a través de canales de difusión masivos (Lasswell, 1927, 1934; Lippman, 1922), otros en el uso de los medios por parte de la élite política y económica para mantener su estatus (Adorno y Horkheimer, 1972). Incluso aquellos científicos cuyas investigaciones parecían indicar que los medios no tenían tanta influencia como se suponía dedicaron sus esfuerzos a estudiar la incidencia de los contenidos mediáticos en la sociedad y la democracia (Lazarsfeld, 1944). Ciertamente, el estudio de los efectos de los medios ha dominado la investigación en comunicación durante décadas, y ha sido objeto de interés de administraciones y gobiernos.
Casi un siglo después, científicos, políticos, educadores e instituciones siguen preocupados por dichos efectos, poniendo esta vez el foco en los medios digitales. Las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información han propiciado modos de producción, distribución, uso y consumo de contenidos que han hecho saltar las alarmas. Los medios digitales parecen tener efectos perjudiciales para el bienestar de los individuos, así como para el mismo sistema democrático (Sunstein, 2017). A los nuevos medios se les atribuye desde el incremento de enfermedades mentales en la población joven, el déficit de atención en niños, el aislamiento social, la debilitación de la esfera pública, la polarización ideológica (Prior, 2007), el aumento del populismo, el consumo sesgado de información (Lewandowsky, Ecker, Cook, 2017), la creación de burbujas informativas (Parisier, 2011), el consumo acrítico de contenidos (Bennett, Iyengar, 2008; Iyengar, Hahn, 2009), la falta de debate racional sobre las cuestiones públicas, etc. La situación parece tan alarmante que algunos caracterizan esta época como la era de la Anti-Ilustración (Froehlich, 2017).
Este es el contexto en el que se inscriben los dos informes, a los que hace alusión este escrito. En ambos informes se entiende por desinformación toda forma de contenido falso, impreciso, engañoso, que se produce intencionadamente para causar daño u obtener un beneficio político, personal o económico. Las fake news son, por tanto, sólo una forma de desinformación, siendo este fenómeno más amplio y complejo.
Informe de la Comisión Europea
En el año 2018, la Comisión Europea creó un grupo de expertos con la finalidad de establecer directrices para contrarrestar la desinformación online. El grupo de expertos estaba formado por 39 miembros con diferentes perfiles: periodistas, académicos, representantes de medios de comunicación, de organizaciones de verificación de datos, de plataformas online, y también miembros de la sociedad civil.
En el informe final se concretan buenas prácticas que facilitan la creación de iniciativas políticas para evitar la desinformación digital. Para ello se propone crear una red de centros independientes dedicados a la investigación de la desinformación (European Centres for Research on Disinformation). Se subraya que se trata de un problema poliédrico para el que no hay soluciones simples, y que hay que tomar medidas tanto a corto como a largo plazo que impliquen a los diferentes agentes interesados (medios, plataformas digitales, autoridades públicas, la Comisión Europea, los diferentes estados miembros, la sociedad civil, etc.). Medidas que deben, en cualquier caso, preservar la libertad de expresión y de opinión, y el pluralismo mediático.
En el informe se adopta una perspectiva multidimensional y holística basada en cinco pilares: aumentar la transparencia de las noticias online, promover la educación mediática, desarrollar herramientas que ayuden a usuarios y profesionales a abordar y detectar casos de desinformación, salvaguardar la diversidad y sostenibilidad del sistema mediático de noticias europeo, y promover la investigación sobre el impacto de este fenómeno en Europa para poder evaluar la efectividad de las medidas adoptadas. Se enfatiza también la necesaria colaboración entre todos los agentes implicados.
Entre las medidas a corto plazo, el informe recomienda crear una coalición que represente a las plataformas digitales, los medios, y expertos en verificación de datos, con la finalidad de crear un código de buenas prácticas e implementarlo. También se insta a la participación de estos agentes en los European Centres for Research on Disinformation. Entre las medidas a largo plazo se aconseja, por ejemplo, fomentar la educación mediática de los ciudadanos y el periodismo de calidad, evitar interferir en las líneas editoriales de los medios, apoyar económicamente las actividades que mejoren un ecosistema mediático plural, o colaborar con los investigadores.
Informe de la House of Commons
Posterior al informe de la Comisión Europea, la House of Commons ordenó a un comité (Digital, Culture, Media and Sport Committee) realizar una investigación sobre el fenómeno de la desinformación. Se invitó a participar a representantes electos de otros países con el fin de analizar la desinformación a nivel internacional. Durante 18 meses el Comité reunió evidencia y documentación aportada por ciudadanos y por los representantes internacionales.
En el informe final realizado en el año 2019, se asume que los medios digitales facilitan la creación, distribución y consumo de contenidos desinformativos. Ante esta situación, el Comité encargado de su elaboración cree necesario implementar una serie de medidas que eviten los efectos perjudiciales de la desinformación sobre la esfera pública digital. En general, las medidas propuestas persiguen regular plataformas como Facebook, Google o Twitter, implementando leyes que protejan los datos de los usuarios (incluidos los datos inferidos), impidan la creación de grandes monopolios y la competencia desleal, obliguen a las compañías a una conducta transparente y ética (por ejemplo, respecto a los algoritmos usados o respecto a sus ingresos a partir de la publicidad), y se combatan los contenidos dañinos o ilegales. Se apela a la responsabilidad de estas compañías implementando un código ético a través de un órgano regulador independiente con poder sancionador (Information Commissioner’s Office, ICO). También se subraya la necesidad de regular las campañas políticas digitales, vigilar por la transparencia de la propaganda política, y dar más poder a las Comisiones Electorales para que puedan actuar en contra de campañas políticas ilegales. Se propone además que los partidos políticos colaboren con la Comisión Electoral y con la ICO.
En el informe también se subraya la necesidad de convertir la competencia digital en uno de los pilares de la educación, de modo que los ciudadanos conozcan cuáles son las consecuencias de compartir datos personales, sus derechos respecto a la cuestión de la privacidad, las maneras de interactuar constructivamente con los medios sociales, qué es contenido de calidad, o cuáles son las prácticas dañinas de estas compañías.
En resumen, ambos informes insisten en la necesidad de establecer reglas y pautas de conducta para los medios digitales que aseguren su buen hacer, así como en la necesidad de dotar a la ciudadanía de conocimientos que permitan hacer un uso adecuado de los medios. Se trata de un tema complejo para el que se requieren medidas de naturaleza diversa. No deja de ser paradójico que, en la era de la información y la comunicación, nos sintamos amenazados por unos medios que deberían ser el pilar de las sociedades democráticas y del bienestar de sus ciudadanos. El problema no es nuevo y, en el fondo, sabemos cómo abordarlo: voluntad política, regulación, código ético, educación, investigación. La información es demasiado valiosa como para dejarla en manos de los intereses del mercado o partidistas. Como todo bien social que afecta a derechos y deberes fundamentales, requiere un escrupuloso tratamiento por parte de profesionales e instituciones. No hay democracia sin ciudadanos bien informados, y no hay ciudadanos bien informados sin contenidos verdaderos. En la raíz de la desinformación está la falta de verdad, propiedad que tienen los contenidos en virtud de mantener una relación de falta de correspondencia con la realidad. Los partidarios de la posverdad han intentado convencernos de que la verdad no existe, y ahora sufrimos las consecuencias de esta impostura (Sokal y Bricmont, 1998).
Referencias
Adorno, Theodor W.; Horkheimer, Max (1972). Dialectic of Enlightenment. New York: Herder and Herder.
Bennet, W. Lance; Iyengar, Shanto (2008). «A new era of minimal effects? The changing foundations of political communication». Journal of communication, vol. 58, no. 4 (December), p. 707-731.
Froehlich, Thomas J. (2017): «A not-so-brief account of current information ethics: the ethics of ignorance, missing information, misinformation, disinformation and other forms of deception or incompetence». BiD: textos universitaris de biblioteconomia i documentació, núm. 39 (desembre).
Iyengar, Shanto; Hahn, Kyu S (2009). «Red media, blue media: evidence of ideological selectivity in media use». Journal of communication, vol. 59, no. 1 (March), p.19-39.
Lasswell, Harold D. (1927): «The Theory of political propaganda». American political science review, vol. 21, no. 3 (August), p. 627-631.
Lasswell, Harold D. (1934). World politics and personal insecurity. New York: McGraw-Hill.
Lazarsfeld, Paul F. (1944). «The election is over». Public opinion quarterly, vol. 8, no. 3 (fall), p. 317-330.
Leavis, F. R. (1930). Mass civilization and minority culture. Cambridge: Minority Press.
Lewandowsky, Stephan; Ecker, Ullrich K. H.; Cook, John (2017): «Beyond misinformation: understanding and coping with the “Post-Truth” Era». Journal of applied research in memory and cognition, vol. 6, no. 4 (December), p. 353-369.
Lippmann, Walter (1922). Public opinion. New York: Macmillan.
Pariser, Eli (2011). The filter bubble: what the Internet is hiding from you. New York: Penguin Press.
Prior, Markus (2007). Post-broadcast democracy: how media choice increases inequality in political involvement and polarizes elections. New York. Cambridge University Press.
Sokal, Alan; Bricmont, Jean (1998). Intellectual impostures: postmodern philosopher´s abuse of science. London: Profile Books.
Sunstein, Cass R. (2017): #Republic: divided democracy in the age of social media. Princeton: Princeton University Press.