Elias Rogent (1821-1897) fue el primer arquitecto importante del primer periodo romántico. Fue profesor, teórico, restaurador, historiador y, sobre todo, arquitecto, y esta misma heterogeneidad se hace patente en su intensa y variada actividad como arquitecto. Entre sus obras encontramos proyectos de las tipologías más diversas y sus clientes se situaban en diferentes puntos de un amplio abanico social. Encontramos tanto edificios de gran impacto arquitectónico y urbano (edificio de la Universidad de Barcelona), como proyectos más modestos de limitado efecto social.
Eso se traduce en una obra que, a pesar de compartir unas características comunes, fruto de su pensamiento, presenta una diversificación que responde a la idiosincrasia particular de cada edificio y que, según Rogent, es necesario saber expresar mediante las herramientas que ofrece la arquitectura.
Nacido en 1821, en una familia dedicada a la venta de materiales de construcción, su vida se orientó enseguida al aprendizaje de la arquitectura, por la cual sentía desde joven un especial interés, cumpliendo así los deseos de su padre.
Muy influenciada por el teórico italiano dieciochesco Francesco Milizia, la arquitectura de Rogent es una arquitectura de líneas sencillas, que huye de estridencias y excesos, de apariencia firme, sólida, muchas veces maciza. Una arquitectura rigurosa.
Pero sobre todo es una arquitectura que quiere ser expresiva, es decir, una arquitectura que dé respuestas a las necesidades del hombre, tanto físicas y utilitarias como simbólicas. Una arquitectura que exprese unos contenidos. Una arquitectura que responda a la sociedad del momento.
Con esta finalidad la suya es una arquitectura ecléctica que busca las mejores soluciones en las formas del pasado, a través del uso simultáneo de elementos correspondientes a estilos históricos diferentes.
En muchas de sus obras, pero especialmente en los edificios públicos, Rogent adopta muy fielmente los rasgos que definen el llamado Rundbogenstil (‘el estilo de los arcos redondos’), una manifestación muy característica de la arquitectura romántica alemana, que pudo conocer y admirar durante un viaje por tierras alemanas en 1855 y más tarde, en 1869, por otros países europeos.
En algunos edificios públicos, como la Universidad, así como en muchos religiosos, los rasgos del Rundbogenstil aparecen junto con otros elementos marcadamente neorrománicos y neogóticos. De hecho, los arcos redondos son sin duda de influencia germana, pero no debemos olvidar que este estilo bebe de las fuentes de la arquitectura italiana medieval y del primer Renacimiento. Por este motivo, las obras de Elias Rogent se asocian muy a menudo con la arquitectura medieval, especialmente la catalana, de la que era gran conocedor. Recordemos que una de las facetas profesionales de Rogent fue la de restaurador del patrimonio arquitectónico. Trabajó, entre otros, en el proyecto de restauración del monasterio de Sant Cugat del Vallès y en el de Santa Maria de Ripoll, así como en la restauración de la fachada de la Capilla del Palau (C. Ataülf, nº 4, Barcelona). No obstante, en este neomedievalismo de Rogent, igual que en el de los Juegos Florales ―reinstaurados en 1859―, debemos ver también un reencuentro con la autenticidad de Cataluña y con su identidad como pueblo, que se había ido desdibujando a partir del Renacimiento.
En realidad, este estilo arquitectónico iba muy en consonancia con su personalidad: admiración por el pasado medieval, rigor, convicciones religiosas, conservadurismo. Los rasgos definitorios de este estilo germánico y, en relación con esto, la necesidad de hacer una arquitectura ecléctica, hacen que la arquitectura de Rogent tenga un papel fundamental en el nacimiento de la arquitectura modernista de finales del siglo XIX y comienzos del XX.