Los principales aspectos relacionados con esta función se centran en la dominación y el control del territorio, la organización de las actividades cotidianas y la regulación de la agresión.
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DOMINACIÓN y CONTROL. Con frecuencia la territorialidad se ha asociado con la dominación -capacidad para influir-, una conducta social que implica ganancia. Esta dominación o rango en una jerarquía suele estar asociada con el número y la calidad de los territorios que una persona dispone, pero no siempre es así. Por este motivo, Edney (1975) sugiere que la territorialidad humana está más vinculada con el control, un concepto más amplio que el de dominación. El control se refiere no sólo a la influencia sobre otras personas, sino sobre espacios, ideas y otros recursos del territorio.
El control sobre el ambiente, que representa la territorialidad, es conseguido en tres aspectos: a) prioridad en el acceso a una área espacial; b) elección de los tipos de actividad que se darán en esta área; y c) capacidad de resistir el control de otras personas en dicha área.
Así, la territorialidad ayuda a ordenar un grupo de acuerdo con el nivel social relativo o por la dominación que ejercen los miembros del grupo. A su vez, los territorios permiten dar soporte y clarificar roles sociales y regular las interacciones entre las personas. Por último, numerosos estudios sugieren que el dominio y la territorialidad se hallan asociados cuando el espacio se considera deseable.
ORGANIZACIÓN DE ACTIVIDADES COTIDIANAS. Altman, Nelson y Lett (1972) indagaron las formas en que la territorialidad ayuda al funcionamiento de la vida diaria. En una familia todos sus miembros tienen territorios establecidos, por ejemplo, las sillas en la mesa del comedor, las habitaciones o los cajones para la ropa, de forma que si no existieran, cada uno experimentaría un pequeño caos cada vez que fuera a comer, a dormir o a vestirse. Sebba y Churchman (1983) investigaron la territorialidad en el hogar en términos de conductas y actividades en relación con áreas determinadas de la vivienda. El control se relacionaba con el tamaño, en las áreas compartidas, y la calidad de los límites, en áreas individuales y compartidas.
Aquí disponéis de un interesante artículo que explora, desde una perspectiva etnogràfica, la habitación del adolescente, uno de los territorios más bien delimitados de la casa.
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REGULACIÓN DE LA AGRESIÓN. Otro aspecto importante, relacionado con la organización social, es la regulación de la agresión entendida como forma de interacción social. En este sentido, el establecimiento de señales claras de territorialidad (marcas como vallas o macetas en una casa, por ejemplo) previenen de posibles invasiones. Esta idea se ha demostrado en otras investigaciones que indican una menor probabilidad de vandalismo en propiedades bien marcadas que en lugares que parecen abandonados. De hecho, numerosas investigaciones se han centrado en la idea de que la ambigüedad en la difusión del territorio puede acarrear un incremento en las agresiones; por el contrario, dejar claro "lo que es nuestro y lo que es de los otros" puede reducir la hostilidad y facilitar la armonía en las relaciones personales minimizando posibles conflictos.
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