En la historia y en la política corrientes, hay una imagen muy socorrida para interpretar y explicar las diferencias evidentes entre la experiencia humana femenina y la masculina. Es la imagen de la “esfera pública y la esfera privada”. Se dice que la historia y la política de los hombres se desenvuelven en la esfera pública, la más visible e importante, mientras que la de las mujeres se quedaría reducida a la invisibilidad relativa de lo privado. Esta imagen se sigue utilizando hoy sin crítica, a pesar de que las mujeres estamos presentes en todos los sitios de la llamada esfera pública en los que deseamos estar; y a pesar de que hace ya muchos años –en 1935-, la gran antropóloga que fue Margaret Mead escribió con ironía: “Hagan lo que hagan los hombres, aunque sea vestir muñecos para una ceremonia, ello aparece dotado de mayor valor”. Con esta frase, Margaret Mead ridiculizó la supuesta importancia de lo público, señalando que a lo que se daba relevancia era, en realidad, a lo que los hombres hicieran, fuera esto lo que fuera.
Cit. en María-Milagros Rivera Garretas, Nombrar el mundo en femenino. Pensamiento de las mujeres y teoría feminista. Barcelona, Icaria, 1994.
Para intentar desentrañar los intereses creados que sostienen la dicotomía o antinomia público/privado, la historiadora Gerda Lerner estudió sus orígenes, y descubrió que esta antinomia del pensamiento existe desde los orígenes del patriarcado, siendo funcional a él. Lo cual quiere decir que es una imagen explicativa de la historia y de la política que está menos al servicio de la verdad que del interés de algunos –y, ocasionalmente, de algunas- por sostener ese sistema histórico de dominio de los hombres sobre las mujeres. Demostró que ha sido fundamental al patriarcado la división de las mujeres en privadas y públicas, siendo estas últimas las prostitutas: mujeres que, como tantos hombres públicos, aunque muchísimo menos libremente que ellos, intercambian ser por dinero.
Gerda Lerner, The Creation of Patriarchy, Nueva York y Oxford, Oxford University Press, 1986. (La creación del patriarcado, trad. de Mònica Tussell, Barcelona, Crítica, 1990).
Gerda Lerner ha definido el patriarcado como “la manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y las niñas y niños en la familia, y la ampliación del dominio masculino a la sociedad en general” (The Creation of Patriarchy, 239).
Un artículo muy interesante sobre la prostitución –una cuestión que atormenta nuestro mundo presente en su globalidad: Luisa Muraro, "La prostitución: una caricatura", Duoda, 23 (2002), 145-147.
¿Cómo hemos sido divididas las mujeres en privadas y públicas? Carole Pateman, en su tesis doctoral titulada El contrato sexual, descubrió que en la base de las sociedades patriarcales ha habido o hay un pacto fundador que es, en realidad, anterior al que hasta ahora se creía que fundaba las sociedades humanas, y que Jean-Jacques Roussseau denominó en el siglo XVIII el contrato social. El verdadero pacto fundador era el contrato sexual, que consiste en un pacto no pacífico entre hombres heterosexuales para distribuirse entre ellos el acceso al cuerpo femenino fértil.
Por eso, en las relaciones sociales patriarcales las mujeres entramos con un lastre que genera desigualdad. Pero, afortunadamente, el patriarcado no ha ocupado nunca la realidad entera ni, tampoco, la vida entera de una mujer. Porque lo social es discontinuo, no es sinónimo de lo histórico sino que se refiere a una parte de lo histórico, la que está intervenida por relaciones de poder y de dominio. Por eso, pudo escribir G.F.W. Hegel en el siglo XIX que “lo femenino es la eterna ironía de la comunidad”. Esto quiere decir que lo femenino que excede y desborda al patriarcado pone en ridículo la pretendida universalidad de este.
Entre la mucha gente que ha citado esta frase, escojo a Carla Lonzi, Escupamos sobre Hegel. La mujer clitórica y la mujer vaginal (1972), trad.de Francesc Parcerisas. Barcelona, Anagrama, 1981, 19-20.
La dicotomía público/privado ayuda, pues, a explicar una parte de la historia de las mujeres –es decir, de la historia-: esta parte es su explotación por los hombres, su sufrimiento, su rabia ante los estereotipos de género femenino, consecuencia todo ello de la desigualdad entre los sexos. Pero no sirve para explicar verdaderamente la experiencia humana femenina en su conjunto, en su unidad infragmentable.
La dicotomía público/privado fue desarticulada por el movimiento político de las mujeres del último tercio del siglo XX con un grito repetido incansablemente en los grupos de autoconciencia, en las octavillas, en las publicaciones, en la calle...: “lo personal es político”. Fue desarticulada porque es una dicotomía que persigue, implacable, la vida de las mujeres, a pesar de que las mujeres apenas nos reconocemos en ella. Porque las mujeres discurrimos libremente y sin jerarquías de valores entre los dos polos de la dicotomía, entre la casa y la calle, entre la mesa de la cocina –en la que algunas han escrito obras maestras- y la universidad, entre un amor y otro, entre el jardín y la administración del estado. En realidad, la parousía genuina, la auténtica aparición pública del ser humano, no es propiamente la de la televisión o las portadas de los periódicos, sino que es la que cada niña o niño hace al salir del cuerpo de su madre en el momento de nacer, irrumpiendo en el mundo.
Es muy interesante notar que la invención simbólica “lo personal es político” no se limitó a invertir la vieja dicotomía diciendo “lo privado es público”. Por eso es un auténtico hallazgo de sentido: no se limita a invertir los términos de la antinomia, como haría una revolución, sino que se sitúa en un lugar más allá, casi imprevisto, que es el lugar de la libertad.
Lo personal no es, sin embargo, inmediatamente político: en cada circunstancia histórica es necesario encontrar las mediaciones que hagan, de lo personal, algo político. Los reality shows, por ejemplo, aunque sean descaradamente personales, tienen poco o muy poco sentido político, de manera que hay que repetirlos hasta la saciedad, como si en ellos se buscara desesperadamente algo que nuestro mundo necesita y no encuentra. Lo que buscamos es precisamente la mediación que haga de lo personal algo político aquí y ahora, en el contexto relacional presente. Es esa mediación o mediaciones lo que nos hace libres, rompiendo el mecanismo terrible de la repetición.
Una mediación es algo que pone en relación dos cosas que antes no estaban en relación. Como hace el entredós uniendo dos piezas de tela hasta entonces separadas, y creando así algo nuevo. Los textos de la marquesa Dhuoda, de la canonesaHrotsvitha de Gandersheim y de la reinaIsabel I de Castilla que he presentado, son ejemplos de mediaciones históricas que, cada una en su contexto relacional concreto, lograron hacer de lo personal, político.
Dhuoda encontró en la escritura de un libro para la educación de sus hijos Guillermo y Bernardo, la mediación que le puso de nuevo en relación a ella con los niños, cuando estos le fueron arrebatados por el padre, que se los llevó a la corte carolingia para servirse de ellos en sus luchas de poder. De esta manera, el libro medió entre ella y la corte imperial, entre su amor más íntimo y personal y lo que los hombres de su clase social –la aristocracia- entendían por político. Dándole así, a la política, otro tono y otro sentido: un sentido amoroso, no violento. Dhuoda escribe como madre que muestra a sus hijos, entre metáforas de juegos de dados y de espejos, un ejemplo a seguir en cuyo núcleo está el cuidado de la relación, de la espiritualidad y de la vida, no la guerra. El ejemplo que Dhuoda propone a sus hijos es una instancia de otra política, política que en el feminismo llamamos algunas o muchas la política de las mujeres.
Hrotsvitha, con la ironía en la que fue maestra, pone al descubierto, en el siglo X, las entrañas del patriarcado y del contrato sexual que lo sustenta: el emperador Adriano reconoce muy seriamente –mientras la autora, que fue experta en la carcajada, se ríe de él-, que el Estado corre peligro si las mujeres casadas desprecian a sus maridos hasta el punto de negarse a comer con ellos y a acostarse en su cama: es decir, si las casadas se liberan de la heterosexualidad obligatoria (no de la libre, que también existe). La mediación que Hrotsvitha encontró para hacer, de lo más personal de la relación mujer-hombre, algo político, es la palabra, la palabra predicada, dicha en alto y de viva voz por las calles, la palabra acertada y necesaria en ese momento histórico, siendo la calle el espacio público y común por antonomasia.
Carole Pateman, The Sexual Contract, Stanford, CA, Stanford University Press, 1988. (El contrato sexual, trad. de Mª Luisa Femenías amb María-Xosé Agra Romero, Barcelona, Anthropos, 1995).
La preocupación de Isabel I por la salud de su consejera y camarera Juana de Mendoza hace que irrumpa en la Historia el mundo de las cortes femeninas del siglo XV. Estas cortes o casas reales se movían en un régimen propio de intercambio; un régimen de intercambio que era el del don, apenas medido o significado por el dinero. Las damas de la corte no recibían habitualmente salarios en dinero, como los caballeros de la corte, sino que recibían regalos de la reina: regalos en forma de telas, por ejemplo, o de joyas, prendas de vestir, libros de horas u otros objetos de valor. Este régimen de intercambio favorecía la atención a cada relación singular y necesitaba de la confianza. Por tanto, el ambiente se parecía mucho a las relaciones que se entablan en casa, en lo privado. Pero, a un tiempo, todo lo que en la corte ocurría tenía enorme trascendencia política. La medievalista Bethany Aram ha mostrado incluso, en un libro espléndido dedicado a La reina Juana -un libro que es, por fin, una obra histórica y no legendaria sobre la llamada Juana la Loca-, que las casas reales o cortes de los siglos XV y XVI fueron el principal significante de la capacidad de gobernar de una o un monarca: si la reina o la princesa no lograba –como le ocurrió a Juana I de Castilla- gobernar su casa (y su marido Felipe el Hermoso, mientras vivió, se lo puso dificilísimo), ello quería decir que su pueblo desconfiaría de su capacidad de gobernar el país. Lo político dependía, pues, de lo personal, el gobierno del Estado dependía del funcionamiento de la casa.
Bethany Aram, La reina Juana de Castilla. Madrid, Marcial Pons, 2001.
Lo que las mujeres logramos cuando encontramos las mediaciones para que lo personal sea político, es entablar relaciones de confianza entre lo que en el momento es entendido como político y lo que quedaba fuera de ello, o sea, lo otro, la alteridad, o un fragmento de ella: alteridad que irrumpe, en primer lugar, en las casas y en la vida personal de una madre o, en menor medida, de un padre, cuando una mujer da a luz una criatura. Con frecuencia, lo otro es lo femenino libre, que apremia por venir al mundo en el contexto histórico de que se trate.
A veces, en la historia de Occidente, lo otro, la alteridad, se encarna en ciertos grupos humanos, que pueden ser el pueblo judío o morisco o gitano, por ejemplo. Hoy se encarna en las extranjeras, en los extranjeros inmigrantes. Hrotsvitha representó, en el siglo X, la alteridad como lo femenino libre llevado al Imperio romano por una mujer extranjera (advena mulier) llamada Sabiduría, que llega a Roma con algo distinto que decir, y lo predica públicamente.
Puede ser útil comparar en clase el texto de Hrotsvitha de Gandersheim en Sapientia con un fragmento de la obra La Tumba de Antígona, de María Zambrano (1904-1991). Ambas –Antígona y María Zambrano- vivieron, en sus experiencias de extranjeridad o de exilio, el sufrimiento terrible de no poder dar, de que no fuera acogido lo que ellas llevaban y eran; o sea, experimentaron la pérdida de existencia simbólica que trae consigo la tolerancia; porque la tolerancia respeta democráticamente pero no acoge, no se abre al intercambio amoroso. En otras palabras, ellas sufrieron el verse convertidas, en el país de llegada, en un otro del que no se quiere recibir nada, un otro al que se niega, así, sustancia política. Escribió María Zambrano:
María Zambrano, La tumba de Antígona, en Senderos. Barcelona, Anthropos, 1986, 199-265; p. 258-259.
"Como yo, en exilio todos sin darse cuenta han fundado una ciudad y otra. Ninguna ciudad ha nacido como un árbol. Todas han sido fundadas un día por alguien que viene de lejos. Un rey quizá, un rey-mendigo arrojado de su patria y que ninguna otra patria quiere, como iba mi padre, conducido por mis ojos que miraban y miraban sin descubrir la ciudad del destino, donde estaba nuestro hueco esperándonos. Y yo sabía ya, al entrar en una ciudad, por muy piadosos que fueran sus habitantes, por muy benévola la sonrisa de su rey, sabía yo bien que no nos darían la llave de nuestra casa. Nunca nadie se acercó diciéndonos, “ésta es la llave de vuestra casa, no tenéis mas que entrar”. Hubo gentes que nos abrieron su puerta y nos sentaron a su mesa, y nos ofrecieron agasajo, y aún más. Éramos huéspedes, invitados. Ni siquiera fuimos acogidos en ninguna de ellas como lo que éramos, mendigos, náufragos que la tempestad arroja a una playa como un desecho, que es a la vez un tesoro. Nadie quiso saber qué íbamos pidiendo. Creían que íbamos pidiendo porque nos daban muchas cosas, nos colmaban de dones, nos cubrían, como para no vernos, con su generosidad. Pero nosotros no pedíamos eso, pedíamos que nos dejaran dar. Porque llevábamos algo que allí, allá, donde fuera, no tenían; algo que no tienen los habitantes de ninguna ciudad, los establecidos; algo que solamente tiene el que ha sido arrancado de raíz, el errante, el que se encuentra un día sin nada bajo el cielo y sin tierra; el que ha sentido el peso del cielo sin tierra que lo sostenga".
Dhuoda, Liber manualis. Segundo inicio (Incipit liber) ─el más fiel que tenemos, copiado en el siglo...
Portada de la revista DUODA
Claustro de la abadía femenina benedictina de San Emmeram en Regensburg o Ratisbona (Alemania). Sigl...
Grabado representando a Hrotsvitha de Gandersheim en la edición de 1707 de sus obras
Grabado de la ciudad de Gandersheim
Autógrafo de la reina Isabel I de Castilla (Valladolid, 19 de enero de 1481)
Virgen de la expectación o de la O. Escultura, siglos XIII-XIV
Cartel de la instalación Entredós, de Elena del Rivero, genial interpretación de la mediación. Barce...
Cartel de la instalación Entredós, de Elena del Rivero, genial interpretación de la mediación. Barce...
Cartel de la instalación Entredós, de Elena del Rivero, genial interpretación de la mediación. Barce...
Cartel de la instalación Entredós, de Elena del Rivero, genial interpretación de la mediación. Barce...
Retrato de Isabel I de Castilla, representada como catalina de Alejandría, reina, después de la bata...
Pedro de Marcuello le entrega a Isabel I el ejemplar de su Cancionero. Quizá, a su derecha, su camar...
Retrato de la infanta Juana (1479-1555), futura Juana I de Castilla (1504-1555), hija y sucesora de ...
© 2004-2008 Duoda, Centre de Recerca de Dones. Universitat de Barcelona. Todos los derechos reservados. Créditos. Nota legal.
Dirección científica: Maria Milagros Rivera Garretas
Agradecimientos: La investigación para esta obra ha sido financiada por el Proyecto de Investigación del Instituto de la Mujer I + D titulado: "Entre la historia social y la historia humana: un recurso informático para redefinir la investigación y la docencia" (I+D+I 73/01).
Han contribuido a su elaboración y producción el Institut Català de la Dona de la Generalitat de Catalunya y la Agrupació de Recerca en Humanitats de la Universitat de Barcelona (22655).
Dirección técnica del proyecto: Dr. Óscar Adán
Producción ejecutiva: Dr. Sonia Prieto
Edición: Marta García
Correción: Gemma Gabarrò
Traducción al alemán: Doris Leibetseder
Traducción al catalán: David Madueño
Traducción al inglés: Caroline Wilson
Traducción al italiano: Clara Jourdan
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin autorización expresa por escrito.
Se permite el uso personal de los textos, datos e informaciones contenidos en estas páginas. Se exige, sin embargo, permiso de Duoda, Centro de Investigación de Mujeres, Universidad de Barcelona, para publicarlas en cualquier soporte o para utilizarlas, distribuirlas o incluirlas en otros contextos accesibles a terceras personas.
© 2004-2008 Duoda, Centre de Recerca de Dones. Universitat de Barcelona. Todos los derechos reservados.
María-Milagros Rivera GarretasNació en Bilbao, bajo el signo de Sagitario, en 1947. Tiene una hija nacida en Barcelona en 1975. Es catedrática de Historia Medieval y una de las fundadoras de la revista y del Centro de Investigación en Estudios de las Mujeres Duoda de la Universidad de Barcelona, que ha dirigido entre 1991 y 2001. También contribuyó a fundar en 1991 la Llibreria Pròleg, la librería de mujeres de Barcelona, y, en 2002, la Fundación Entredós de Madrid. Ha escrito: El priorato, la encomienda y la villa de Uclés en la Edad Media (1174-1310). Formación de un señorío de la Orden de Santiago (Madrid, CSIC, 1985); Textos y espacios de mujeres. Europa, siglos IV-XV (Barcelona, Icaria, 1990 y 1995; trad. alemana, de Barbara Hinger, Orte und Worte von Frauen, Viena, Milena, 1994, y Munich, Deutscher Taschenbuch Verlag, 1997); Nombrar el mundo en femenino. Pensamiento de las mujeres y teoría feminista (Barcelona, Icaria, 2003, 3º ed.; trad. italiana, de Emma Scaramuzza, Nominare il mondo al femminile, Roma, Editori Riuniti, 1998); El cuerpo indispensable. Significados del cuerpo de mujer (Madrid, horas y HORAS, 1996 y 2001); El fraude de la igualdad (Barcelona, Planeta, 1997 y Buenos Aires, Librería de Mujeres, 2002); y Mujeres en relación. Feminismo 1970-2000 (Barcelona, Icaria, 2001). |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Dhuoda fue una culta noble franca de lengua materna germánica, nacida hacia el año 803. El 29 de junio del 824 se casó en la capilla palatina de Aquisgrán con Bernardo de Septimania, sobrino segundo de Carlomagno, pasando a ser marquesa de Septimania y condesa de Barcelona, Gerona, Ampurias y Rosellón. Vivió en Uzès, donde nació, el 29 de noviembre del 826, su “deseadísimo” hijo Guillermo; casi quince años más tarde, el 22 de marzo del 841, nació su hijo Bernardo. Poco después, el marido se llevó a los dos niños, para usarlos como prenda de sus intereses de poder. Para aliviar su dolor y contribuir a que pensaran en ella y se educasen según su deseo, Dhuoda les escribió entonces, en latín, un Libro manual -o sea, un libro que llevar y tener a mano-. Lo empezó el 30 de noviembre del 841 y lo terminó el 2 de febrero del 843, sin saber todavía qué nombre le habían puesto a su hijo pequeño.
Felipe I el Hermoso (1478-1506), rey de los Países Bajos (1482-1506) y rey de Castilla (1504-1506) por su matrimonio con Juana I de Castilla. Hijo de María de Borgoña y de Maximiliano I, emperador de Alemania.
Hrotsvitha nació hacia el 935, en una familia noble de Sajonia (Alemania), emparentada quizá con la casa real de Sajonia. Recibió una excelente educación. Fue canonesa en la abadía benedictina de Gandersheim, de cuya biblioteca, extraordinariamente rica, disfrutó. Es la primera autora y el primer autor de teatro en Europa. Conservamos de ella un ciclo de seis comedias -audaces y divertidas-, un ciclo de ocho leyendas -ambos ciclos de protagonismo sobre todo femenino- y dos obras de historia: una biografía del emperador Otón I y una historia de los orígenes de Gandersheim, todo ello escrito en latín. Murió después del 973. Durante los últimos años de su vida o poco después de su muerte, fue copiado el único manuscrito de sus obras que parece completo, en la abadía femenina de San Emmeram, en Regensburg / Ratisbona. El teatro de Hrotsvitha se copió y tradujo pronto a otras lenguas, y se sigue representando en la actualidad.
Isabel I de Castilla (22 de abril de 1451-26 de noviembre de 1504) hija del rey de Castilla Juan II (1406-1454) y de Isabel de Portugal (m. 1496) Reina de Castilla (1447-54). Segunda mujer de Juan II; madre de Isabel I de Castilla y del infante Alfonso.
Su nacimiento es recogido detalladamente por un Cronicón: “nasió la santa reyna católica doña Isabel en Madrigal, el jueves XXII de abril, IIII oras e dos tercios de ora después del mediodia, año Domini 1451” (Cronicón de Valladolid. Diario del Doctor Toledo, CODOIN (Colección de documentos inéditos de la historia de España), XIII, p. 20). Isabel nació en Madrigal de las Altas Torres (Ávila) donde, en 1447, se habían casado sus padres Juan II de Castilla e Isabel de Portugal. En 1468 su hermano Enrique IV la reconoció como heredera de Castilla; un años después (1469) se casó en secreto, en Valladolid, con Fernando de Aragón (1452-1516, hijo de Juana Enríquez y de Juan II de Aragón), futuro Fernando II (1479-1516), (V de Castilla, 1474-1504) rechazando los candidatos que su hermano le quería imponer como marido, Carlos de Valois o Alfonso V de Portugal. La unión con Fernando de Aragón favoreció los intereses de la corona aragonesa, por un lado, pero, por otro, también obedecía a que Isabel lo consideraba el mejor apoyo para su ascensión al trono y para fortalecer su autoridad. También en Madrigal recibe Isabel el fabuloso regalo de prometida de Fernando de Aragón, un gran collar de oro, rubíes y perlas ovaladas piedras que había sido de la reina de Aragón Juana Enríquez. [De la belleza e importancia de esta joya no hay duda, tal vez parecida a la que aparece en la tabla que recoge la imagen de los reyes, Isabel y Fernando, del Maestro de Manzanillo, muy poco después de su boda. Este maestro recoge detalles de los reyes que cronistas e historiadores han resaltado: la tez muy blanca de la reina, su cabello rubio, sus ojos claros. Los ojos y cabello oscuro de Fernando. Una descripción detallada de la reina Isabel -a los veinte años- la hace su secretario, el cronista Hernando del Pulgar: Bien compuesta en su persona y en la proporción de sus miembros, muy blanca y rubia; los ojos entre verdes y azules, el mirar gracioso y honesto, las facciones del rostro bien puestas, la cara toda muy hermosa y alegre. La descripción de H. del Pulgar y la tabla que recoge este retrato de los reyes nos trasmiten una imagen bastante coincidente]. Un matrimonio tan importante como el de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón tenía que especificar de forma clara los derechos de ambos, así lo hicieron en los capítulos o contrato matrimonial que acuerdan antes del matrimonio, y ratifican más tarde en la concordia de Segovia de 1475. Pero la vida de Isabel ya había seguía cambiando profundamente, así en 1474, a la muerte de Enrique IV, Isabel se proclama reina de Castilla. Aunque no todos los grupos sociales apoyan a la nueva reina; una parte de la nobleza, con el apoyo de Portugal, reconoce como heredera al trono a Juana la Beltraneja (1462-1530, hija de Juana de Portugal y de Enrique IV de Castilla. Algunos la consideraron hija de Beltrán de la Cueva), lo que provocó la guerra civil en Castilla. La victoria de Toro (1476) primero, y las Cortes de Madrigal (1476) reconocieron a Isabel como reina. Desde entonces Isabel y Fernando se esforzaron por someter los focos rebeldes que prácticamente se extinguieron con la derrota de los portugueses en Albuera (1479). Sin duda entre los acontecimientos marcaron más profundamente su vida fueron los nacimientos de su hija Isabel (1470-1498). Se casó con el infante Alfonso de Portugal, al quedarse viuda se dedicó a la vida espiritual, como beguina, hasta que se vuelve a casar en el rey Manuel de Portugal, de su hijo, el infante, Juan (1478-1497) y de sus hijas Juana (1479-1555), María (1482-1517?). Se casó con su cuñado Manuel de Portugal), y Catalina (1485-1536). Se casó con los príncipes de Gales Enrique, Arturo y Eduardo). Parece que hacia la mitad de su reinado renace en la política de la reina Isabel y sus consejeros un ideal de cruzada, influenciada sin duda por aquella parte del espíritu religioso castellano, menos abierto y libre. La historiografía coincide en señalar que la reina tuvo un papel importante en el fortalecimiento de la autoridad real y en la guerra de Granada, sobre todo a partir de 1486; pero tampoco hay que soslayar la influencia de un rígido espíritu religioso, poco dialogante y abierto, y éste acabará impregnando la actividad política de la reina y de algunas y algunos de los que apoyaron la política de la corona en estos años. Isabel I impulsó la reforma de la Iglesia, se reformaron todos los monasterios, conventos y demás casas de religiosas y religiosos, desde 1478 se implantó la Inquisición en sus territorios. Esta senda marcada por la influencia de algunos eclesiásticos intransigentes parece que condujo el quehacer político del reino, aunque tardará, aun, en apagarse la llama de la libertad que llevaban muchas mujeres y hombres religiosos o laicos que habían estado, y algunas y algunos todavía estaban cerca de la reina. Pero la vía de la política reformadora e intransigente cristalizará en dos medidas que fueron especialmente negativas para sus reinos, y tendrá profundas repercusiones, la expulsión de los judíos y el endurecimiento de las medidas contra los musulmanes de Granada. La historiografía ha subrayado especialmente estas dos acciones del reinado de Isabel y ha centrado en ella el peso de estas acciones, pero, por un lado, la reina no reinaba sola, sino con un buen número de consejeros laicos y eclesiásticos, y por otro, cabe destacar que la reina había auspiciado en otros momentos y apoyado una política mucho más respetuosa y dialogante. Y, sin bien, es posible que la reina, tal vez influenciada por el renacer del ideal de cruzada que domina la política de buena parte del final de su reinado, autorizara la empresa de Colón, también es cierto que se preocupará hasta el final de su vida para evitar los abusos de los colonizadores en las nuevas tierras contra los indios sus pobladores naturales.
Juana de Mendoza (m. 1493) fue amiga, consejera y camarera mayor de Isabel la Católica y de la princesa Isabel de Portugal, así como preceptora de las nobles que se educaban en la corte de Castilla.
Nació en Cañete o en Cuenca hacia 1425, hija de Teresa de Guzmán y de Diego Hurtado de Mendoza, señor de Cañete. Recibió una educación humanista exquisita. Tuvo una hermana, Beatriz de Guzmán, y un hermano, Juan Hurtado de Mendoza –el heredero del mayorazgo familiar-. Se casó, en fecha desconocida de la década de 1440, antes en cualquier caso de 1448, con Gómez Manrique. Fue madre de Luis Manrique, que fue freile caballero de la Orden de Santiago, murió joven en 1480 y fue enterrado en la capilla mayor del convento de Santiago de Uclés; de Catalina Manrique (m. 1480), que se casó con Diego García de Toledo, señor de Mejorada y de María Manrique, que fue abadesa del monasterio de clarisas de Nuestra Señora de la Consolación de Calabazanos (Palencia). Fue dama de corte, amiga, consejera, y camarera mayor de la reina Isabel I, así como preceptora de las nobles que se educaban en la corte de Castilla. Fue inspiradora de escritoras y escritores, como Teresa de Cartagena, Gómez Manrique y fray Íñigo de Mendoza. Murió en Barcelona el 29 de mayo de 1493, mientras acompañaba a la reina Isabel I en la recepción de Cristóbal Colón, que regresaba dando cuenta de su descubrimiento de las Indias Occidentales.