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23-12-2022

"Plant blindness" o ceguera en las plantas

Foto: @AlbertFerré

¿Cómo sería nuestro planeta sin las plantas y la vegetación?
Las plantas son los organismos que han modificado las condiciones del planeta; sin plantas no habría fotosíntesis y, por tanto, no habría oxígeno para respirar ni la capacidad de transformar la energía solar en materia viva. La fotosíntesis ha provocado grandes cambios en la atmósfera terrestre a lo largo del tiempo geológico, provocando la formación y el cambio de la superficie física del planeta (Beerling, 2017). Además, la vegetación, constituida por plantas, es en gran parte el soporte, y con quien interactúan, la mayoría del resto de los seres vivos (Ozenda, 1986, etc...)


La conservación de las plantas, esencial para la salud ambiental y para la salud humana
La flora y la vegetación son esenciales para la existencia humana, pero parece que este hecho primordial ha quedado relegado para que no nos demos cuenta, no lo vemos. Quizás de tan obvio se ha convertido en invisible. En 1999, dos profesores de biología, J.H. Wandersee y E.E. Schussler, describieron el término “plant blindness”, para definir la disminución del protagonismo de las plantas en distintos estamentos, desde la educación hasta el nivel administrativo. Estos profesores argumentan que la gran mayoría de la población es capaz de identificar a diferentes animales (básicamente vertebrados), pero las cosas se complican a la hora de diferenciar los árboles del bosque de al lado de casa.
Las plantas juegan un papel esencial en los ecosistemas dando sustento al resto de seres vivos, ofreciéndoles refugio, oxígeno y alimento. Por otra parte, sólo hace falta que nos fijemos en nuestro entorno, en casa, y veremos la gran cantidad de recursos que tenemos gracias a las plantas: alimentos, medicamentos, muebles, ropa, cosméticos, etc.
La investigación botánica tradicional es fundamental para muchos avances científicos y contribuye a la seguridad alimentaria en muchos niveles, así como al descubrimiento de nuevos fármacos. Esta investigación, que comienza con estudios etnobotánicos para detectar el saber tradicional sobre las plantas, puede ser un motor de desarrollo en diferentes sectores económicos como el sector agrícola o productos empresariales (farmacia, cosmética, textil..) y biotecnología (biogás, biocombustible ...).
Por otra parte, la investigación botánica moderna (ecología de especies y comunidades, filogenética, agroecología, biología de la conservación, etc.), da respuesta a los retos acaecidos a causa del cambio global, y del cambio climático en particular (pérdida de biodiversidad, degradación de los hábitats, desequilibrio de los ecosistemas, invasiones de especies exóticas, etc.).

La tradición naturalista en Cataluña
En Cataluña tenemos una gran tradición naturalista, y un gran recorrido en estudios de botánica desde hace siglos “La tradición naturalista en los Països Catalans tiene sus raíces en los estudios botánicos que se desarrollaron en. Cataluña y en Valencia a partir del siglo XVI, y en la creación de los primeros museos y sociedades de historia.”( J.I. Català y J.M. Camarasa, 2007-2008).
Históricamente, hemos tenido grandes ilustrados reconocidos internacionalmente relacionados con la botánica. Podríamos realizar un listado innumerable, entre hombres y mujeres, que se remonta al siglo XVI con Pere Jaume Esteve (~1500-56), valenciano y primer investigador del género Stevia (en su honor se puso el nombre al género); Francesc Micó (1528-92), catalán del mismo siglo y famoso por las recolecciones de plantas, siendo uno de los líderes de la botánica catalana; y Joan Plaça (~1525-1603), también valenciano y fundador de uno de los primeros jardines botánicos. A partir del s. XVII, de la mano de Jaume Salvador y Pedrol (1649-1740) y sus discípulos, comienza a desarrollarse la geografía botánica (o fitogeografía). La botánica moderna en Cataluña la encabeza Antoni Cebrià Costa (1817-86), valenciano y profesor en la Universidad de Barcelona, autor de una de las primeras flores de Cataluña, junto con sus discípulos Estanislau Vayreda y Vila, Joan Texidor y Cuerpo y Frederic Trèmols y Borrell, todos estudiosos de la flora. El s. XX, Pius Font i Quer (1888-1964) fue el primer director del Instituto Botánico de Barcelona y fundó, en la montaña de Montjuïc, el Jardín Botánico. Cruz Casas i Sicart (1913-2007) discípulo de Font i Quer llegó a ser la primera mujer catedrática en esta materia, sobresaliendo y creando escuela en el ámbito de la briología. Dentro de la historia de la botánica en Cataluña también tenemos la familia de Bolòs, que se remonta del s. XVIII, hasta el s.XX: Antonio de Bolós y Ferrussola (s. XVIII), Francisco de Bolós y Hermano (s. XVIII-XIX), Ramon de Bolòs y Saderra (s. XIX-XX), Antoni de Bolòs y Vayreda (s. XIX-XX) y Oriol de Bolòs y Capdevila (s. XX), impulsor de la escuela catalana de geobotánica moderna.

Estos últimos años, por muy diversas razones, ha ido disminuyendo el interés por la botánica en nuestra sociedad. En la universidad, ha quedado reducida a los estudios de biología, ciencias ambientales, agronomía, ciencias forestales, farmacia y ciencias del mar (en algunos casos, de forma muy reducida), donde se percibe un escaso -incluso decreciente- interés por parte de los estudiantes. Por otra parte, los mecanismos de evaluación y promoción profesional en el ámbito de la investigación y de la docencia universitaria no favorecen los estudios botánicos, lo que hace difícil que las nuevas generaciones apuesten por hacer carrera.

Recuperamos la vista
Para poder devolver a las plantas la importancia que les corresponde, es clave que exista una mayor sensibilización hacia el mundo vegetal, recordar la importancia que tienen para nuestra subsistencia como humanos y para el resto de seres vivos. Actualmente estamos sufriendo una enorme pérdida de biodiversidad, difícil de recuperar si no se actúa a tiempo. Esta pérdida viene acompañada por la destrucción de los hábitats por la actividad humana. Recuperar los hábitats degradados es recuperar la flora, la vegetación y, en definitiva, la vida que depende de ella. En definitiva, la conservación de las plantas es básica para la salud humana y salud ambiental. Por este motivo, se debe trabajar para dar importancia al valor de las plantas desde la educación infantil hasta la universitaria. En esto, entre otros autores, tienen un papel importante las administraciones, para establecer incentivos para atraer nuevos investigadores en el campo de la botánica, asegurando financiación a la investigación, creando estructuras que den respuesta a las necesidades actuales de conocimiento, seguimiento y conservación de la flora, la vegetación y los hábitats, y con una estrategia de comunicación que dé relevancia al mundo vegetal y en su estudio.