Revista DUODA
La mística, és política?
Núm. 34 (2008)
En este número de la revista queremos ofrecer una mirada nueva a una experiencia humana importante en todas las culturas: la mística. A lo largo de la historia y también hoy, es una experiencia de mujeres y de hombres, pero más femenina que masculina. La mística es una experiencia espiritual, en la que entran en juego a la vez el mundo común y la psique más profunda. Una experiencia interior que expresa una búsqueda directa de lo divino, y un contacto con Dios, y que va desde la simple oración mental a la más alta experiencia mística. La visión ha inspirado a las místicas, siglo tras siglo, lo que no por casualidad se llama la “visión del mundo”. Como es sabido la experiencia de la escucha de voces, de la percepción interior de visiones y de estados de éxtasis se encuentra en todas las religiones.
La mística es también una actividad de creación, un hecho creativo fundamental para muchas autoras y autores medievales. Hay una gran semejanza con las formas de libre aparición de imágenes que acompañan toda experiencia creativa de las criaturas humanas. En los siglo XIX y XX, desde un ángulo teórico distinto, la aparición de imágenes ha sido estudiada por sus grandes psicoanalistas, pero leyéndola como una experiencia personal empobrecida en su fundamental dimensión política.
Las autoras de los textos del Tema monográfico miran estas experiencias presicsamente desde el lugar de la política. En la actualidad un Occidente sacudido por los fundamentalismos religiosos querría exiliar a Dios a lo privado como si fuera algo optativo pero, como dice Rosetta Stella, “no consiento que a Dios se le deje en manos de quien lo juega todo dentro de su propio específico credo. Dios merece ser empujado más allá”… Dios entendido como significante del modo en el que los seres humanos hacemos mundo. Y cómo ese hacer mundo, en relación, busca o encuentra la conexión concreta entre la diferencia femenina y Dios. Un Dios que está en el deseo, y está en la relación entre las “Almas que se reconocen unas a otras por el deseo de Dios”.
El encontrarse con la divinidad nace -a veces- de la relación de amor entre dos mujeres, en opinión Patrícia Martínez i Álvarez. Entiende que la vivencia femenina del amor ha sido la que en más sentidos ha transformado el mundo, porque se es sólo por diferencia, y exclusivamente en la relación. Las vidas de Úrsula de Jesús, Jerónima de San Francisco y otras Descalzas de San José de Lima (Perú) son experiencias femeninas diversas del amor, y, también, diferentes son las vivencias del cuerpo. La escritura y vivencias de estas mujeres tienen algo en común: la libertad de hacer alusión explícita al amor.
Vivencia de lo divino, o comprensión de lo divino, esto último es lo que practican las mujeres que se integraron en lo que se conoce como Nueva Profecía o Montanismo (siglos III-IV), que es sobre todo, como advierte Mireia Vidal Quintero, un legado femenino. Para explicitar el simbólico femenino estas mujeres se centraron en la relación entre la profecía, el cuerpo y la lengua materna. Prisca y Maximila, las dos profetas montanistas, hablaron desde su diferencia, desde su experiencia y comprensión, que inevitablemente las llevaba a su ser femenino. Nombraron y autorizaron experiencia desde un lugar otro, sin sentirse vinculadas a los valores y coordenadas de la razón. Hablaron con el cuerpo a través del éxtasis “permitiendo expresar la infinidad de posibilidades en las que Dios podía manifestarse, y hacer de esa experiencia fundamento de vida”, en la que, simplemente, Dios acontecía, como ha escrito Luisa Muraro.
Algunas mujeres en relación fundaron espacios con grandes cotas de autonomía y regidos por la autoridad y la mediación femenina –entre ellas, las concepcionistas-, y con elevadas dosis de originalidad en clave sexuada desearon, como nos dice María del Mar Graña en su texto, mostrar la potencia sacra, visibilizar el simbólico femenino, y proyectar esta diferencia simbólica en el mundo. Diferencia que se encarna por ejemplo en el cuerpo de María, en su función de abogada e intercesora de la humanidad, ya que, con Juana de la Cruz, “de quien Dios tomó carne, Dios puede ser llamado”.
En las mujeres religiosas de Tucumán su búsqueda de Dios las llevó a la apertura y a acoger la realidad de lo totalmente Otro; donde lo Otro es el y la pobre pobre, la y el necesitado, las huérfanos y huérfanos. Una iniciativa femenina que conjuga la radicalidad evangélica, la inquietud religiosa y la intervención en el mundo a través de la práctica de la caridad. El camino místico de Elmina Paz fue un “hacerse dar por Dios el impulso para actuar”. “Dar lugar a lo Otro, a los otros” es, para Cynthia Folquer, en el presente de nuestra sociedad, una provocación.
Como es también un despropósito decir el nombre de Dios “para abrirle paso a lo otro y hablar una lengua viva”, según Luisa Muraro. Quizá la apuesta de nuestros días sería acoger este retorno a Dios, este retorno a lo espiritual, y reconocer el valor político de esta necesidad. A ello nos invita en una revista cercana a DUODA, Via Dogana Marina Terragni (Marina Terragni, “Il coraggio di parlare d’amore”, en Via Dogana, n. 88, (dicembre, 2007), p. 11), animándonos a que incorporemos a la política prácticas que podríamos definir como espirituales: la capacidad de escuchar, de acoger, de contemplar o de ser consciente de que el bien puede suceder.
De la escritura de la editorial se han ocupada Remei Arnaus Morral y Mª Elisa Varela Rodríguez entre los números 21 y 33 (2001-2007), a partir de este se ocupan Mª Elisa Varela Rodríguez y Núria Jornet i Benito.
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