La diferencia de ser mujer

Investigación y enseñanza de la historia

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Las manos ordenadoras. Una mirada a las mujeres de los siglos IX-XITeresa Vinyoles Vidal.

Introducción

La presencia de las mujeres en la roturación, repoblación, colonización y civilización es constante a lo largo de los siglos medievales. Esta presencia femenina es especialmente remarcable en las zonas de frontera de los diferentes espacios de la Península Ibérica. Partiendo de esta base haremos entrar en la historia a mujeres de diversas clases sociales que nos aparecen en los documentos de los Condados Catalanes de época prerrománica y románica –prefeudal y feudal-, tiempo en que las mujeres dejaron un rastro activo en la documentación. Hay manos femeninas que artigan, que plantan, que fundan, que pacifican, que gobiernan, que juzgan... y que además miman a los hijos, educan, sanan, amasan, cocinan, hilan y bordan.

Es una época en la cual el simbolismo fue muy importante. El simbolismo en la pintura románica se muestra a menudo en las manos; unas manos que expresan actitudes, mentalidades y sentimientos. Entre las manos románicas escogería las de Lucía de la Marca, condesa de Pallars, pintada en el monasterio de San Pedro de Burgal. Lucía aparece con una mano abierta, generosa, en señal de ofrecimiento, de donación; con la otra mano sostiene una lámpara, como las vírgenes prudentes, siempre alerta, siempre a punto, y quiso que su mecenazgo fuera notorio, de modo que su nombre figurase en la pintura.

Eran tiempos en que parejas de colonizadores arrebataban tierras yermas, campesinas y campesinos, mujeres y hombres codo con codo: “rompen, artigan, cultivan, aprisionan” tierras hasta el extremo más lejano de la marca con los sarracenos. Es un goteo constante desde el siglo IX: Yo, Ermengarda y mi hijo Otger y mis hijas Ermengarda y Eldefrida te vendemos ... una casa con corral y huerto, tierras cultivadas y yermas, todo lo que sacamos del yermo conjuntamente con mi marido Senaldo, difunto. Esta estructura de familia repobladora continúa; leemos en un documento del siglo XI, Yo, Altamir, con mi mujer Sindola, somos vendedores ... de una viña que obtuvimos por coplantación y con el sudor de nuestro trabajo.

Es época de dura tarea en el campo. Los restos de huesos analizados en muchos lugares del campo medieval, han demostrado que las mujeres trabajaban duro, realizaban un trabajo equiparable al de los hombres. Es época de guerras hechas por los hombres, mientras las mujeres cultivan, conservan el patrimonio, administran los feudos, comandan los castillos, rigen condados. Su tarea les fue más reconocida que en otros momentos históricos, como se aprecia tanto en la propiedad de las tierras, como en los derechos reconocidos en las leyes vigentes y en las parcelas de poder que ostentan.

Pioneras y constructoras

Fue más con las azadas y los arados, y no tanto con las espadas, que se dominó la tierra. Campesinas y campesinos arrebatan tierras a los bosques y a los carrascales, cultivan nuevos campos y plantan viñas. Los documentos reconocen esta tarea conjunta; hacen constar por escrito que ellas han participado en la rotura de la tierra, desde que era yerma, abandonada, improductiva. En cambio, no queda reflejada esta presencia activa en los libros de historia; pero ellas trabajan la tierra, edifican y fundan, son pobladoras, madres y educadoras; elles estaban allí desde el principio.

Muy interesante en este sentido es la donación que hizo a favor del monasterio benedictino de San Juan de las Abadesas una colonizadora llamada Grima; sus tres hijos, cumpliendo la voluntad de la madre y para remedio de su alma, otorgan al monasterio una pieza de tierra que ella sacó del yermo, junto con nosotros sus hijos, los primeros hombres en la tierra real bajo dominio de los francos, realizan la donación en favor de la abadesa Emma y las monjas de San Juan. Remarcamos que entre los “primeros hombres” que colonizaron el Ripollés se cita una mujer, propietaria de unas tierras fruto de su trabajo, en un momento en el cual la organización de la zona se encontraba también en manos de una mujer, Emma de Barcelona, artífice del ordenamiento de aquel territorio. Podemos comprobar, por medio del documento que consignaba la integración de diversas comunidades campesinas bajo el control de Emma, que la mitad de las firmantes, cabezas de familia, eran mujeres.

Las mujeres artigaban al lado de los hombres, algunas incluso tomaban la iniciativa, ocupaban tierras y se fortifican en la frontera, como Guinedilda, que sin marido, con sus tres hijos y dos parejas de pioneros, es la primera en ocupar Cervera, que se encontraba en un lugar muy próximo a la taifa de Lérida. Esta mujer es adalid de un pequeño grupo de pioneros; la autoridad condal le reconoce el liderazgo otorgándole a ella y a los suyos, pero en primer lugar a ella, la carta de población, haciendo constar el mérito de ser la primera entre los primeros de poblar y edificar en aquel lugar, antes que ningún otro poblador de la marca. Que una mujer sea adalid no es nunca un hecho aislado, en aquel contexto hubo otras protagonistas de la historia de la colonización y organización del territorio, de modo que encontramos listas de pobladores encabezadas por mujeres, otras actúan al lado de los hombres a nivel reconocido de tarea conjunta, como la pareja que aparece en los capiteles de Ripoll.

Durante aquellos primeros siglos hubo pocos avances en la frontera -realizados con la fuerza de las armas, decíamos antes que la tierra se había dominado sobretodo con las manos que la trabajaban y que la ordenaban; pero también se produjeron conquistas, veremos un ejemplo concreto suficientemente documentado para adivinar cuál era entonces el papel de la mujer: Arnau Mir de Tost y su esposa Arsenda conquistaron, repoblaron, organizaron el valle de Ager y edificaron en él. Su marido lo recordaba al hacer donación de la villa y el valle, que habían conquistado ambos, a la canónica que yo y mi difunta mujer conjuntamente edificamos. No sabemos de qué forma participó ella en la conquista, si cogió las armas, o bien aconsejaba y apoyaba a su marido y administraba el patrimonio; de todos modos, ella en su testamento consideraba que le correspondía su parte de les armas, igual que de los muebles; ahora bien, disponía que se vendiesen para comprar ornamentos sagrados, contrastando con su marido que dejó las armas a sus hombres para que las dispusieran al servicio de sus hijas y de sus nietos. No sabemos si ella luchó, pero sabemos que participó activamente en la organización y repoblación del valle, estableciendo familias campesinas, ordenando construir caminos, puentes y hospitales, y realizó una tarea civilizadora, conciliadora y pacificadora en las guerras feudales.

Durante aquellos siglos, las tierras cultivadas crecían por toda Europa, especialmente en las zonas de frontera y de nueva colonización; hay una activa participación de las mujeres en la tarea pobladora y constructora, lo digo en el sentido más amplio, edificaron viñedos, pueblos y templos, crearon y transmitieron lenguas y cultura, consolidaron familia, genealogía y linajes. La presencia de la mujer en contacto con la naturaleza que iban domesticando nos acerca a la tierra que fructifica, a la madre tierra, a la diosamadre; entonces, en muchos lugares de nueva colonización aparecen Vírgenes encontradas en las cuevas, en los bosques o en los márgenes de los cultivos; el culto a la Madre, convertido en el culto a María, es cada vez más vivo. Hay Vírgenes que con sus manos aguantan el universo y a Dios niño al mismo tiempo.

Mujeres en relación

Yo Ermesenda, por la gracia de Dios condesa, con mi hijo … os donamos generosamente a vosotros Guinedilda, mujer, y a tus hijos… leíamos al comienzo de la carta de población de Cervera. Ermesenda, condesa-madre, apoya la tarea repobladora y colonizadora de la tierra, actúa como primera firmante por el derecho dado a la mujer sobre los bienes de su marido, y hace constar que al frente de los repobladores estaba Guinedilda, pionera-madre, símbolo de la mujer colonizadora, a quien se le reconoce el trabajo realizado en la ocupación de tierras yermas y la construcción de fortalezas fronterizas. La carta incitaba a aquellas nuevas pobladoras y nuevos pobladores a seguir sacando tierras del yermo y de la soledad, convirtiéndolas en cultivo, y a construir viviendas, castillos y torres. Remarcamos también que se hace constar de manera explícita la condición de madre que tenían estas mujeres, de esta “categoría” emana gran parte de su posición.

La condesa consta por delante de su hijo y de su nuera, hay que destacar que a pesar de constar el nombre de Berenguer Ramón como otorgante, él no firma, en cambio sí que lo hace su joven mujer Sancha. Ermesenda había dejado la tutela de su hijo hacía tres años; pero la ley vigente reconocía el derecho de la viuda que no se volvía a casar, ella estaba por encima del hijo; igual que las campesinas que se regían por la llamada ley goda, por toda la Península Ibérica y en el mediodía francés, ostentan este derecho y luchan por conservarlo. Ermesenda ejerció su autoridad, primero al lado de su marido, en su nombre presidió juicios, como el que en el año 1000 favorecía a una pobre mujer que había vuelto de la cautividad; acompañó a Ramón Borrell en el campo de batalla y sobretodo en las misiones de paz, como la que le llevó a Zaragoza cerca del rey musulmán de aquella ciudad y que se selló con la boda de su hijo con la hija, niña aún, del conde de Castilla. Muerto el marido, gobernó al lado de su hijo, que murió joven, y después actuó como tutora de su nieto.

En aquella época violenta en que se producía el rápido proceso de feudalización, Ermesenda se rodeó de obispos, de abades y de jueces, con quienes intentó llevar a cabo una tarea pacificadora, de fundaciones religiosas, de repoblación y recuperación económica, quiso garantizar el derecho y el poder público. Pero los tiempos cambiaban irremediablemente, la violencia feudal triunfaba por doquier, la nobleza deseosa de poder desafió su autoridad, la antigua ley que defendía ardientemente la viejacondesa era substituida por juicios arbitrarios, la violencia llegaba al seno de las familias; ella se veía enfrentada con el nieto y reclamaba tozudamente sus derechos, se ponía al lado de la reforma moral propugnada por la iglesia, defendía la ley vigente, los derechos de la mujer, el derecho a juicios justos y el rechazo a las ordalías. Finalmente traspasaba el poder a su nieto Ramón Berenguer I, a quien había hecho casi de madre.

Los documentos de la época la presentan y la recuerdan como una mujer piadosa, fue activa en la fundación y dotación de iglesias y monasterios, entre ellos el monasterio femenino de San Daniel de Girona poco después de que hubiera sido suprimido violentamente el de San Juan de las Abadesas. Su testamento, como el de otras mujeres de la nobleza de su tiempo, es un recorrido por las catedrales y los monasterios románicos que se estaban alzando en su entorno. Religiosa femina la llaman en el libro de óbitos de la catedral de Girona, comitissa santísima la calificaba un documento navarro.

A pesar de todo, la historiografía la ha convertido en una mujer autoritaria y ambiciosa, en un personaje negativo. Otras mujeres, de su tiempo y de todos los tiempos, han sido silenciadas por la historia; pero ante este personaje que no se puede silenciar, ya que ejerció su autoridad desde el 993 hasta prácticamente su muerte acontecida en el año 1058, los historiadores han optado por dar una visión parcial y muy peyorativa, pienso que ha sido tratada injustamente. Podríamos leer su actuación no desde la perspectiva de un ansia de poder, sino de una obstinación por la legalidad, Ermesenda quería que se cumpliera el derecho vigente, empezando por su derecho evidentemente, el derecho que dejaba a la mujer como titular vitalicia de los bienes y derechos de su marido; pero la costumbre iba cambiando y la viuda cada vez quedaba más apartada en beneficio del hijo.

En un momento en que los nobles quieren privatizar el ejercicio de la justicia y hacer prevalecer la fuerza arbitraria de los juicios de Dios por encima de la decisión del tribunal condal, Ermesenda defiende la validez de la ley por encima de la fuerza y de la arbitrariedad, afirmaba que los problemas no se deben discutir con las armas, sino con la ley en la mano.

Las manos extendidas

La condesa otorgaba carta de población en favor de una repobladora, fundaba un monasterio de monjas, hacía prevalecer la ley que favorecía a las viudas, escuchaba una campesina que había salido de la cautividad... La historiografía se recrea en presentar a Ermesenda enfrentada a otra mujer, Almodis de la Marca, la esposa de su nieto; la Historia quiere recordarla como una vieja beata enfrentada a la joven feminista, que debían combatir inexorablemente.

Ciertamente Ermesenda se enfrontó a su nieto Ramón Berenguer I –a quien había hecho de abuela, de madre, de educadora y consejera-, se opuso a su matrimonio con Almodis, contrario a la moral de la iglesia; pero fue ella quien intercedió personalmente ante el Papa para que legalizara la que fue una gran historia de amor del siglo XI. Ermesenda juró fidelidad a Almodis; podemos imaginarla con sus viejas manos encima de las de la joven condesa, jurando en nombre de Dios y de los santos y nombrando a sus madres: Juro yo Ermesenda, hija que fui de la condesa Adelaida, a ti Almodis condesa, que fuiste hija de Amelia condesa, que de aquí en adelante no te decepcionaré ni a ti ni a tu vida ni a los miembros de tu cuerpo ni a tu descendencia... Algún historiador ha visto en este acto una grave humillación para el orgullo de la condesaabuela, nosotras podríamos ver en ello un entrañable acto de amor. La mano extendida hacia la otra, a quien llama condesa, mientras ella renuncia a este título. No podemos olvidar que Ermesenda cedió el gobierno a Ramón Berenguer por el bien de la paz y en nombre del amor, así lo recordaba: Ruego al señor Ramón, conde, nieto mío, conjuntamente con la señora Almodis, condesa, esposa vuestra, por Dios y Santa María, Madre suya, ... que tengáis gran cuidado de mi alma ... ya que Dios sabe que yo os he querido más que nadie de entre vuestra gente, y eso lo podéis saber con aquello que he hecho por vosotros. Considero brillante, magnífica, esta frase en boca de la anciana condesa cuando firmaba testamento en noviembre de 1057. Reconoce que los ha querido, a él y también a ella, conscientemente con la voluntad de hacerlo y con el sentimiento emanado del corazón hacia el hijo de su hijo y su esposa. Además, el amor activo lo ha demostrado con las cosas que ha hecho por ellos, y piensa que los ha querido más que nadie. Quizás al fin y al cabo la vieja dama tenía razón, la nobleza se había levantado contra el conde, y unos años más tarde el hijo de Ramón Berenguer asesinaría a Almodis en el propio palacio condal. La historiografía ha enfrentado estas dos mujeres; pero Ermesenda dijo que sería fiel a Almodis y que la quería y que confiaba en ella, y nos lo creemos.

Indicaciones didácticas

Este tema ha sido pensado para aprender a hacer otra lectura de la historia. Queremos remarcar que esta historia, a pesar de partir de un documento concreto, la hemos construido con documentos diversos, y que las protagonistas son varias mujeres, son las mujeres. Ellas se identifican como plantadoras, pobladoras, edificadoras, condesas, madres... La sociedad de su tiempo no las silenció, su palabra potente se consigna por escrito: Yo Ermegarda vendo..., Nos ha dicho nuestra madre Grima..., Guinedilda la primera antes que ningún otro poblador..., Yo Ermesenda doy..., juzgo..., juro..., os he amado...

Hemos querido que las figuras centrales fuesen Guinedilda, madre y pionera, parecida a muchas otras madres y pioneras que habría en toda Europa en aquellos primeros siglos medievales, y la condesa Ermesenda, figura destacada de su tiempo que actúa con autoridad como otras coetáneas. La Historia hecha por los historiadores las ha hecho invisibles, y cuando no han podido hacerlo, han minimizado o menospreciado su presencia.

Lo que destacaríamos es que ellas, en aquellos siglos tan lejanos, no se limitaron a ser espectadoras de los acontecimientos, sino que fueron protagonistas; y hay que insistir que miraron el mundo con ojos de mujer, actuaron en femenino, hicieron sentir sobre la tierra y sobre los hombres de su tiempo sus manos ordenadoras.

Imágenes
Lucía de la Marca representada en un fresco procedente del monasterio de San Pedro de Burgal (Pallars Sobirà)

Lucía de la Marca representada en un fresco procedente del monasterio de San Pedro de Burgal (Pallar...

Pareja de campesinos cargando gavillas

Pareja de campesinos cargando gavillas

La vendimia

La vendimia

Talla románica de Virgen, del tipo Kyriotisa

Talla románica de Virgen, del tipo Kyriotisa

Sello de la condesa Ermesenda

Sello de la condesa Ermesenda

Condesa ejerciendo su autoridad

Condesa ejerciendo su autoridad

Talla de Virgen románica de marcado carácter popular

Talla de Virgen románica de marcado carácter popular

Elisabet y María

Elisabet y María

Santa Catalina con las manos abiertas

Santa Catalina con las manos abiertas

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