La educación en la sociedad mundial
En el mundo actual, a menudo se caracteriza la educación como una enorme organización, una suerte de fábrica para controlar la socialización de los jóvenes. Así, se crean normas y se aplican planes para construir organizaciones que permitan a los profesores impartir unos determinados currículos a los estudiantes. Existe la convicción generalizada, a caballo entre el respeto y la crítica, de que normas, planes, organizaciones, profesores y estudiantes presentan una organización social muy diversa en cuanto a recursos, reglas y efectos. Constituyen participantes activos y reactivos de la empresa, pero se trata, en resumidas cuentas, de una empresa organizada.
En este esquema normativo y político, solo cuenta lo que sucede en el aula y en la escuela, con sus profesores y alumnos concretos. De igual modo, tiende a considerarse que para mejorar el rendimiento y los resultados académicos de los estudiantes, los profesores deben reforzar su formación, los directores ejercer un liderazgo más eficaz, los padres mostrar una mayor implicación y las escuelas disponer de más recursos. En cada metódico Informe Coleman encontramos decenas de reformas educativas diseñadas para consolidar las escuelas como organizaciones y fomentar el aprendizaje. En todo el mundo, a los reformadores educativos se les acumula el trabajo (Elmore y McLaughlin, 1988). Este enfoque normativo y político subordina los significados culturales a unas teóricas «realidades» organizacionales que tienden a convertirse en objeto de constantes ajustes organizativos (Tyack y Cuban, 1995)...