La comparación en las ciencias sociales e históricas
«¿Qué era la comparación entre civilizaciones antes de que hubiera comparación entre civilizaciones?» –así reza una pregunta que un conocido sociólogo alemán planteó en relación con los debates interdisciplinarios sobre el enfoque comparativo de los años 1990 y que llama la atención ya por la antinomia evidentemente retórica que implica.1 La intención de las reflexiones que Friedrich H. Tenbruck –es así como se llamó este autor– quiso introducir con esta pregunta era problematizar, en una retrospectiva crítica del desarrollo teórico y metodológico de las ciencias sociales comparativas, algunos de sus supuestos básicos.
Son supuestos que afirman, como si se tratara de la conformación del mundo más obvia, la existencia de una multiplicidad de sociedades, naciones o civilizaciones que suelen desarrollarse de manera independiente unas de otras, siguiendo ciertas regularidades estructurales inmanentes, y que, al constituir ambientes distintos, son, sin duda, comparables entre sí. En cambio, sostuvo Tenbruck, lo que domina –y lo que siempre ha dominado desde «una perspectiva de la historia universal»– son las prácticas generalizadas de encuentros, interacciones, confrontaciones, intercambios o enlaces entre las civilizaciones.
De igual manera, lo que desde tiempos inmemorables ha alcanzado especial importancia son los procesos de difusión trascultural así como los procesos en los que diferentes grupos socioculturales encuentran sus propias identidades colectivas al entenderse con el «Otro», y al mismo tiempo distinguirse del que se considere como tal. El «Otro», en este contexto se refiere particularmente a las civilizaciones o sociedades ajenas, percibidas unas veces como superiores y otras como amenazadoras...