Resumen
Texto que abre el primer número que se editó de la revista y en el que parece establecerse su línea editorial como "revista literaria, moral y recreativa, con aprobación eclesiástica ". El estereotipo patriarcal de la madre bondadosa, servicial y abnegada se ensalza con continuas referencias a la figura de la virgen María y a una sociedad materialista a la deriva que parece haberla olvidado.
Violencias de/contra la mujer
Estereotipos patriarcales de género (madre abnegada, entregada y sufridora); violencia cultural (religiosa)
En medio de nuestra sociedad material y egoista, en medio de nuestro mundo escéptico y descreído, existe un ser, que purificado por el amor, elevado por la grandeza de su mision, cruza la tierra, teniendo por guía la abnegación y por felicidad el sacrificio.
Este sér, este tipo, esta epopeya viviente del sentimiento y del amor, es la mujer cumpliendo su más alta y bendita mision, es la madre.
Dios, que divinizó la maternidad sobre la frente Inmaculada de María, hizo también de ella un sacerdocio, y como á tal, si la otorgó grandes prerrogativas, la confío también sagrados e imprescindibles deberes que cumplir sobre la tierra.
La madre de familia es la flor que presta su sávia y sus perfumes al alma tierna de sus hijos; segura luz que guia su infancia; primer Rayo de sol que fecunda en su pecho el germen del bien, que le transmitió con su vida.
La madre de familia es el artífice previsor y sabio que forma el corazón de sus hijos, llenándose de alegría y gloria al ver perfecta su obra.
La madre de familia es el centro de los recuerdos y el faro de las esperanzas del mundo civilizado, es el resorte irresistible que puede impulsar la futura sociedad por la senda de luz y de verdad, es el elemento más poderoso para salvar las generaciones venideras del profundo abismo en que el error amenaza sumergirlas. (...)
¡Oh! las que están llamadas a ejercer el sacerdocio de la maternidad, las que son la guía y el escudo de la familia, las que simbolizan el amor, la paz y la esperanza del hogar, sigan siempre por la estrecha senda del deber, apoyen sin vacilar su planta por el camino de la virtud, hablan de su vida a un sacrificio y de su corazón un altar, donde se inmolen sus gustos, sus deseos y sus aspiraciones ante el bien, ante la instrucción, ante el porvenir de sus hijos. Si nuestra sociedades materialista y descreida, háganla con su ejemplo pura y creyente; si orgullosa y frívola, háganla sencilla y laboriosa con el constante hábito de la modestia y el trabajo, y algún día la familia, educada en estas ideas, serán la gloria de vuestra vida y la corona de vuestra vejéz; y cuando vuestra alma haya volado los cielos, cuando ya no estéis entre ellos, invocarán vuestra memoria derramando una lágrima de amor, al recordar vuestras lecciones y al repetir las plegarias que aprendieron de vuestro labio.
Estereotipos patriarcales de género (la "mala" madre vs. la "buena" madre); violencia cultural (religiosa)
¡Hay de aquellos que tuvieron una madre indigna de serlo!¡Ay de aquellos que no bebieron en el seno que les dio la vida el amor al bien y el instinto de la virtud! Hay en medio de todo esto una verdad altamente consoladora, y es que pocas, muy pocas son las mujeres que después de ostentar sobre su frente el Santo título de madre, son frívolas ó ligeras, irreligiosas e impías.
Ante la primer sonrisa de un hijo, ante su primera mirada de amor, el alma, separándose de las variedades de la tierra, se eleva á Dios, y por un sentimiento expontáneo y sublime nuestro lábio se mueve para formular una plegaria, nacida del lugar más puro y recóndito de nuestro corazón: el sueño de un niño nos hace pensar instintivamente en la paz de la inocencia, en los ángeles, en el cielo.
Después, cuando la mano del tiempo desata su lengua, y con acento suave, balbuciente, inseguro, pronuncia el nombre de madre, ¿qué mujer no bendice á la Reina del cielo, la más amorosa de todas las madres?
¡Ninguna! y si existiese no sería por cierto a ella a quien nos dirigiríamos hoy, reservando el hacer llegar á su oido nuestra voz en en otra ocasion y en distinta forma.
Nada hay más sublime, más tierno y más sencillo á la vez, que el espectáculo de una madre de familia enseñando á sus hijos las máximas puras de la virtud, el amor al orden y al trabajo y el conocimiento sublime y Santo de Dios y de su divina y bendita Madre. Los cielos están suspensos de su acento; Los Ángeles la rodean sonriendo, esperando que de la boca de sus hermanos salga por vez primera el nombre de María, para agitar sus leves alas y presentar aquella cándida plegaria á la que es toda inocencia, pureza y amor.
Estereotipos patriarcales de género (madre nación)
Y no es á sus hijos solamente á quien alcanza el saludable efecto de las lecciones de una madre. La generación que hoy se desarrolla en sus brazos, dará mañana la existencia y el aliento á otros seres con quienes tendrá que cumplir a su vez la misma sagrada y eterna misión. Las naciones que hoy graban aquellas tiernas almas, las palabras que hoy la enseña su labio, las repetirá algún día á las hijas que el cielo les conceda, y así transmitirá sus creencias y sus virtudes de generación en generación, siendo la indestructible columna del mundo y la sociedad. Porque ¡ay! ¿Quién no habrá adoptado una costumbre de su madre si vive, un encargo, una súplica, un recuerdo de su madre se ha muerto?