El Convenio Europeo
de Derechos Humanos
El propio texto
del Convenio sitúa a éste en relación por un
lado a la Declaración Universal de los Derechos del Hombre que arranca de 1789,
por otro a una tradición europea común que se pretende enraizada en los principios
democráticos y que por ello se convierte en elemento fundador de una identidad
europea que aspira a concretarse en un proyecto político. Fue el primer documento
jurídico internacional que reconoció derechos
civiles y políticos y creó un sistema de control internacional para garantizar
su aplicación, establecido en los sucesivos Protocolos.
Por este Convenio los Estados miembros se comprometen a reconocer a los individuos
y sus ciudadanos un conjunto de derechos de rango Internacional, pudiendo ser
denunciados por los individuos ante el Tribunal Europeo por la violación de dichos
derechos. Un derecho que puede ser ejercido así mismo de un Estado a otro. Por
el Convenio los Estados adquieren la obligación de proteger no solo a sus nacionales,
sino también a cualquier individuo que se encuentre en su territorio.
Sin embargo, los conflictos entre los distintos Estados hicieron que el Convenio
no reconociera finalmente ningún derecho social - derecho al trabajo, a la educación,
la sanidad, a un nivel de vida adecuado...- que comprometiera económicamente a
los Estados firmantes. El mismo conflicto que determinó la Declaración aprobada
por las Naciones Unidas en 1948.
Los llamados derechos sociales -derechos
económicos, sociales y culturales- quedaron recogidos en 1965 en la "Carta Social
Europea" y fueron ampliados en su renovación de 1996. La Cumbre de Estrasburgo
celebrada en 1997 asumió asimismo la cohesión social como fundamento del desarrollo
de las libertades y de la democracia. Se planteaba que la lucha contra el paro
y la pobreza, la estabilización económica, la promoción educativa y la formación
son requisitos ineludibles de una sociedad democrática y pluralista.