La silla prioral de Blanca de Aragón (s. XIV), realizada en madera de pino. Mueble de líneas sencillas pero con una policromía destacable de tonos vivos. Mide 227 cm de alto, 115 cm de ancho y 113 cm de profundidad. La iconografía es de contenido heráldico tanto en la parte frontal como también en los laterales y se muestran también escenas religiosas en la parte posterior. Fue creada para formar parte del coro de la iglesia del Real Monasterio de Santa María de Sigena, estando en éste hasta el siglo XVIII.
Blanca de Aragón y Anjou (1302-1348), hija de Jaime II el Justo y de su tercera mujer, Blanca de Anjou. Blanca internó en el monasterio de Sigena a la edad de 5 años y cuando tenía 19, tras la muerte de la priora el año 1321, ella ostentó el cargo una vez recibida la aprobación papal. El año 1345 abandonó el priorato y se retiró a Barcelona, ciudad en la que estaba su hermana María y permaneció allí hasta el fin de sus días. Fue durante el priorato de Blanca cuando el monasterio tuvo su periodo de máximo esplendor, apoyada en todo momento por su padre el rey Jaime II que mostró gran interés en que su hija alcanzara su máxima dignidad (BERLABÉ, 2001; 261).
Durante su priorato se observan mejoras en la construcción de infraestructuras (CARRERA, 1973, p. 137), pero lo que acapara nuestro interés es el mueble de gran belleza que se hizo para ella, la silla prioral. Las características ornamentales confirman el gusto de la Infanta. La silla sirvió de separación entre el coro y el trascoro y en su origen estuvo encima de una tarima (BERLABÉ, 2001, p. 262). El coro se encontraba en medio del templo, que es de cruz latina, una nave, un amplio crucero y tres capillas y ocupaba los tres últimos tramos del cuerpo de la Iglesia (CARRERA, 1973, p. 102). El principal interés artístico, como también devocional y ritual, reside en las pinturas que se observan. El objeto estaba dentro de un espacio de liturgia y de experiencia espiritual de la comunidad, tanto individual como colectivo.
Este singular mueble podemos situarlo dentro de la sección de prácticas y espacios de devoción, es una clara representación del poder y honor de quien lo presidía y además, los elementos que aparecen gozan de una carácter simbólico. El prestigio que otorgaba es indudable, pues solamente podía ser ocupado por la priora o miembros de la familia real. Se decoró con pinturas de gran calidad y aunque actualmente se ha perdido parte de la decoración original, se observa un despliegue iconográfico coherente y afín a Blanca de Aragón (BERLABÉ, 2008, p.157). Era en el coro donde se ordenaba a las novicias y para poder entrar en la orden debía tomar los votos, que eran regulados tanto por la Iglesia como por la Regla del Monasterio. Cada religiosa hacía su profesión solemne ante Dios y ante la comunidad; el acto era presidido por la priora que ejercía el cargo sentada en la silla prioral como muestra de jerarquía. Como afirma en una entrevista personal una religiosa que ha vivido en esta comunidad, para las monjas tomar los votos era considerado como un acto de comunión del espíritu realizado en un lugar privilegiado del monasterio, el coro. En él es el propio espacio sagrado el que ayuda a cambiar la mentalidad de cada ser.
A pesar de la perdida de importantes sectores sabemos que la silla llevaba incorporado un dosel en forma de cúpula sustentado por dos columnitas al lado de los pasamanos. En el respaldo hay una cruz blanca, cuyo diseño no coincide con el de la Orden Hospitalaria (BERLABÉ, 2008; 159). Los elementos restantes presentan una temática que obedece a devociones particulares de la priora. Estos elementos son los siguientes: en la parte inferior de dicha cruz observamos a San Francisco y Santo Domingo–miembros de ambas órdenes que intervinieron en asuntos de Sigena- y a San Luís u otro santo no identificado (Fig. 2). Alrededor de esta encontramos los emblemas privativos de la priora. En ellos se representa la heráldica de Blanca, pues se observa el escudo de la Casa de Aragón y el de la Casa de Anjou.
En la parte donde se sentaba la priora se observa lo que es considerado como un claro símbolo de poder que evidenciamos a lo largo de toda la Edad Media. Aparecen tres religiosas de cuerpo entero en procesión sujetando un gremial. Las de los extremos sostienen un libro y un incensario respectivamente. Las dos monjas representan cargos del monasterio, pero resulta aventurado afirmar cuáles eran estos cargos (BERLABÉ, 2001, p.265). La figura central es la priora y tanto esta como las otras figuras van ataviadas con el atuendo propio de la orden. A ambos lados existen sendos acólitos con candelabros en la mano.
Observamos inscripciones representativas que nos permiten identificar a los santos. El idioma utilizado en estas inscripciones es el catalán y no el latín, pues la intención fue llegar a todos los individuos de la sociedad y que estos comprendan el mensaje. Es gracias a estas inscripciones, como también a los atributos, como podemos dar nombres concretos. En los laterales de la silla, concretamente en la zona interior, se hallan las representaciones hagiográficas. Son todo figuras femeninas, Santa Inés y Santa Catalina en la parte derecha y Santa Lucía y Santa Isabel de Hungría en la parte izquierda. Siendo todas ellas mujeres ejemplares para las monjas Se ha interpretado que los santos que aparecen son los santos protectores de la poderosa familia Anjou. La representación de estas figuras femeninas nombradas anteriormente da una gran fuerza simbólica al objeto y a su vez otorga protección hacia los más necesitados, virtudes y obligaciones que la priora y el resto de la comunidad debían respetar.
En los laterales exteriores se observa otra vez la heráldica de Blanca. Es en las molduras de los brazos donde existe una decoración con testas masculinas. La parte posterior, es decir en el reverso, que fue repintado en el siglo XVIII, y tras recuperar la policromía original en la parte del dorso, observamos una imagen de la Virgen entronizada con el niño. A ambos lados se observan dos ángeles. A la derecha de la Virgen, encontramos de rodillas a Santa María Magdalena y esta presencia admite una aproximación a través de los Anjou, que durante el siglo XIV y XV patrocinaron su culto como expresión de la piedad dinástica (BERLABÉ, 2008, p. 158), se observa también una figura que parece corresponder a un Santo Abad. Se ha admitido la hipótesis de que este fuera San Bernardo (BERLABÉ, 2008, p. 158).
Para concluir, debemos mencionar que durante época medieval se afirmó que el poder y la autoridad provenían de Dios, siendo este el que lo concede a determinadas personas. Del monasterio en cuestión debemos destacar el importante papel que tuvo la mujer que gozó de autonomía como también de autoridad pues no dependieron de los frailes. Fue con la Reina Sancha cuando se estableció otra mentalidad en el monasterio. La priora hace visible la acción de Dios entre los hombres, por tanto, podemos considerar que estaba en un escalón superior. La silla prioral es como un trono que ayuda a reconocer la autoridad; por eso suele estar más alta que el nivel del suelo. Dios le concede la asistencia del Espíritu Santo de un modo especial, para proteger, corregir, aconsejar. El lugar en el que se situó tampoco puede pasar desapercibido, pues el coro es lugar privilegiado de “comunión en el Espíritu”. Además, aquellas que llegaran al Monasterio recibían la espiritualidad que allí se vivía, siendo esta la que les permitió cambiar su mentalidad, así como llevar a cabo distintas prácticas devocionales. Con este objeto se observa la ritualidad en las prácticas del monasterio y además es una obra a través de la que se proyecta poder. El objeto fue usado como silla de la Priora, pues su figura debía ser distinguida por encima de la comunidad, por tanto tuvo más que un uso litúrgico. Sentada la priora en la silla, lo que el resto de la comunidad podía observar plenamente eran los laterales y la parte posterior, mientras que tanto el asiento como los laterales quedaban en gran parte cubiertos por su cuerpo.
BERLABÉ, C (2001): “Fundación y patronato real en el monasterio de Sigena (Huesca). De Alfonso el Casto a Jaime el Justo”. Melero, M.; Español, F.; Orriols, A .; Rico, D.; eds. Imágenes y promotores en el arte medieval. Miscelanea en homenaje a Joaquín Yarza Luaces. Barcelona, p.261-268
BERLABÉ, C (2008): “La Beata Stirps en la Corona de Aragón”. ESPAÑOL, F.; eds Hagiografia peninsular en els segles medievals. Lleida, p.135-169
COSTA, Mª C (1973): Aportación al estudio del monasterio de Sigena: priorato de Blanca de Aragón y Anjou: 1931-1348. Tesis de Licenciatura dirigida por Manel Riu Riu.
MARTÍNEZ, E (1948): Jaime II: su vida familiar. Barcelona, CSIC, Escuela de Estudios Medievales
Silla prioral de Blanca de Aragón, Real Monasterio de Santa María de Sigena, PAISAJES ESPIRITUALES, http://www.ub.edu/proyectopaisajes/index.php/es/item2-liturgia. Consultado el viernes 22 de noviembre del 2024 Repositori Digital de la Universitat de Barcelona URI: http://hdl.handle.net/2445/120678