En la ciudad se confunden diversos tejidos urbanos de diferente orden simbólico: uno, el objetivo, el material, pone de manifiesto la ciudad tecnocráticamente organizada, trazada a través de ejes, funciones y patrones bidimensionales simétricos en los que se inscriben las prácticas del urbanismo; el otro, el subjetivo, hay que buscarlo y, si se mira con cuidado, encontramos la ciudad construida en el día a día donde sobresalen las vivencias y las esperanzas de sus diversas usuarias dispuestas a transgredir los límites del mundo urbano objetivo. El tejido objetivo, racional, visible, está vinculado a lo masculino, a lo económico y a lo político; el subjetivo a la vivencia, a la necesidad, a lo emocional, a lo femenino. Ambos se vinculan y contradicen permanentemente.
Las expectativas, acciones y capacidad de transformación de las mujeres en espacios urbanos, especialmente en aquellos que se encuentran en proceso de cambio, muestran el conflicto entre las prácticas urbanísticas, que tratan de ordenar el espacio a partir de discursos vinculados a la racionalidad económica y a la política urbana de los poderes públicos e imprimen nuevos significados, y las dinámicas cotidianas, que moldean y apropian el espacio a partir de la sensibilidad y la emoción de sus usuarias.
Las mujeres establecen con la ciudad una relación de saberes prácticos, deseos e imaginarios urbanos. Las percepciones femeninas del espacio como lugar de reproducción, relación, educación, a pesar de la fragmentación funcional, son también el escenario de resolución de necesidades básicas que estructuran espacios. Esta percepción de las mujeres, inseparable de la apropiación y acción cotidiana en el espacio urbano, supone una percepción diferencial, específica de género, que se opone a la “normalizada”, basada en la materialidad, estaticidad e inmutabilidad del espacio urbano construido. Este aspecto material del espacio urbano, que desde principios del siglo pasado ha inspirado la práctica urbanística basada en los principios modernos del urbanismo, parece conferir a la ciudad la cualidad, a la vez, de objeto y sujeto, sin que implique a las personas que lo habitan, se siente más como obstáculo que como ventaja.
UrGe intenta abordar la planificación territorial desde una perspectiva de género que significa sumar otras miradas y voces a los proyectos de ciudad los cuales deben traducirse en políticas públicas sensibles a las diferentes formas de usar y vivir los espacios públicos. Considerar la representación del hacer femenino en los instrumentos de gestión urbanos puede permitir resolver necesidades no contempladas y descubrir caminos más creativos e incluyentes para participar en la permanente re-invención de ciudad.