Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796] Nº 164, 7 de julio de 1999 |
LAS FRONTERAS CONCEPTUALES DE UN DEBATE: EL SIGNIFICADO EN NORTEAMÉRICA DEL TÉRMINO "FRONTIER"
El título del presente artículo se deriva del hecho de que, en un debate como el que se ha planteado en la revista Biblio 3W en torno a las distintas concepciones y definiciones del término "frontera" (números 125, 140 y 149), resultaría provechoso establecer una especie de delimitación de los campos de acción de esas concepciones, con lo cual se haría más provechosa la discusión y ciertos planteamientos críticos podrían entenderse como aportes positivos y no como intentos destructivos hacia un esfuerzo que es sumamente valioso en sí mismo. Aclarar algunos conceptos fundamentales puede también evitar una discusión circular y podría servir para "construir" una imagen más completa de ciertos procesos muy interesantes que han ocurrido en América del Norte y en la América Latina en torno a la ocupación, con fines fundamentalmente agrícolas, de territorios vacíos o escasamente poblados.
Patrones y procesos en la explicación geográfica.
Mientras que los patrones espaciales son las estructuras geográficas que se pueden identificar en el espacio en un momento dado, los procesos constituyen las manifestaciones de cambio o modificación de esos patrones a través del tiempo. En cierto modo, los patrones equivalen a una imagen de la estructura geográfica de un área en un momento dado, es decir, que podríamos considerarlos como "fotografías" o cortes transversales en el tiempo mientras que los procesos serían equivalentes a una película, la cual mostraría los cambios que se producen en esos patrones a través del tiempo, cambios que resultan fundamentales para lograr una buena interpretación y explicación geográficas de nuestro mundo.
Las concepciones expresadas están en correspondencia con el enfoque sistémico en la explicación científica, en el que resulta fundamental el concepto de delimitación de los distintos sistemas y subsistemas, lo que explica también el título del presente artículo: para definir cualquier sistema, su delimitación (traducida en una clara distinción de lo que se encuentra dentro y fuera de ese sistema) resulta fundamental. De aquí que en este artículo tratemos de establecer una definición lo más clara posible de los conceptos de "frontier" (el concepto norteamericano), frontera (la concepción del término en lengua castellana), poblamiento, zonas pioneras (o frentes pioneros) y asentamiento y colonización agrícolas. Es posible y también probable que, después de establecer una definición bastante sencilla de estos conceptos, podamos fundamentar algunos elementos de análisis que sirvan de sugerencias en la explicación y metodología referidas a las distintas acepciones de la línea de investigación bibliográfica desarrollada en el artículo de Hevilla (1998). Como trataremos de demostrar, en dicho artículo, así como en el posterior de Zusman (1999), se utilizan dos de las acepciones del término "frontier", que son distintas entre sí, como si se tratara de una sola concepción que las abarcara en forma global.
La teoría general de sistemas fue desarrollada por Ludwig von Bertalanffy (1976, edición española) hace más de medio siglo y aplicada a partir de entonces a numerosos y diversos campos del conocimiento, entre los que se cuenta, naturalmente, a la geografía, cuyos contenidos resultan muy apropiados para ser planteados dentro de un enfoque sistemático o más bien "sistémico" (ver: Quesada, 1978). El enfoque de la Geografía como una ciencia que estudia patrones y procesos desarrollados en la superficie terrestre ha sido planteado hace bastante tiempo por Nostrand (1968). También Ackermann (1976) considera indirectamente a este enfoque o perspectiva al referirse a que "El concepto básico organizador de la geografía tiene tres dimensiones, a saber: extensión, densidad y sucesión". Y en nuestra opinión, estas tres dimensiones también pueden reducirse a dos: patrones (extensión y densidad) y procesos (sucesión). En otro orden de ideas, ha sido el extraordinario desarrollo de las ciencias de la computación (informática, análisis de sistemas, etc.) el que ha venido a incrementar recientemente el empleo, en la práctica, de la Teoría General de Sistemas.
El concepto norteamericano del término frontier
El Webster's Third New International Dictionary (1986) presenta cuatro acepciones del término "frontier", tres de las cuales están relacionadas con el tema del presente artículo:
1: "a part of a country that fronts or faces another country".
2: "a tipically shifting or advancing zone or region that forms the margin of settlement and civilization: a zone or region that forms the margin of settled or developed territory".
3: "an area (as of thougth or investigation) that constitutes the most advanced, obscure, or unexploited field or line of inquire with respect to a particular subject".
Como resulta lógico, cuando buscamos una palabra clave como la de "frontier" en el índice de una publicación periódica de Ciencias Sociales, o como en el artículo de Hevilla, que se refiere a los resúmenes (Geographical Abstracts) de artículos que tratan de dicho concepto, encontraremos unos artículos que se refieren a la primera acepción del término y otros a la segunda. Los artículos que se refieran a la tercera definición, que es la que más se aleja de los contenidos puramente referidos a las Ciencias Sociales, resultan mucho más escasos, aunque el propio trabajo ya citado de Ackerman representa un excelente ejemplo de esta última acepción.
Las "fronteras" en expansión de una ciencia
Comenzando por la última acepción de las indicadas, el término frontiers (se usa generalmente en plural) se refiere al campo siempre en expansión de lo que se conoce en una disciplina científica (o en el conocimiento científico en general) y que puede delimitarse de lo que no se conoce. Es en estas "fronteras" del campo de una ciencia donde se suele realizar principalmente la investigación y donde se obtienen los nuevos progresos: "El descubrimiento científico es un proceso verdaderamente epigenético, en el cual los gérmenes del pensamiento se desarrollan en el entorno del conocimiento. La investigación acerca de problemas particulares no puede trascender de unos límites determinados ya que el progreso de cada uno de ellos depende del avance de toda la ciencia" (Frank R. Lillie, 1915. In: Ackerman, 1976, p. 6).
Las afirmaciones anteriores justifican dos comentarios interesantes para las ciencias sociales desde el punto de vista de su epistemología. El que estos dos comentarios sean críticos no significa que estemos en desacuerdo con los planteamientos centrales del artículo de Ackerman sino que las dos afirmaciones citadas pueden prestarse a interpretaciones contradictorias o equivocadas. La primera afirmación resulta obvia: el progreso de una ciencia se realiza por los avances en el cuerpo teórico de la misma a expensas, naturalmente, de lo que se desconoce. Esta idea de Lillie nos hace recordar una hipótesis de trabajo que se refería a la evolución urbana de Caracas y que apareció en un artículo elaborado con el fin de que sirviera de "modelo" para los estudiantes de formación docente: "La expansión urbana de Caracas se ha hecho, históricamente, a expensas de áreas agrícolas". Así pues, tanto la primera afirmación de Lillie como la hipótesis planteada resultan, por ser evidentes, de un valor más bien secundario, aunque no tengamos ninguna objeción al contenido de las mismas.
La segunda de las afirmaciones de Lillie parece contradictoria con la primera ya que, mientras que en la primera se hace referencia al significado de las "fronteras" como áreas en expansión de una ciencia determinada, en la segunda se considera la existencia de esas "fronteras" como límites (en el sentido de limitaciones) y se subordina el desarrollo de una ciencia al del conocimiento científico en general. Puede que ello sea cierto en sentido lato, pero parece arriesgado realizar afirmaciones tajantes y demasiado generales: un concepto determinista de la ciencia y de sus posibilidades de expansión podría conducir al inmovilismo o a una posición escéptica, que no son las situaciones más favorables en la investigación geográfica o científica en general.
Por otra parte, las "fronteras" en expansión de una ciencia se desarrollan muchas veces a partir de algunas "líneas de investigación" que también pueden resultar irrelevantes o bien el resultado de algunas "modas" impuestas, directa o indirectamente, por los grupos que concentran el poder (político, económico o institucional) y, por ende, la capacidad de imponerlas. No pretendemos con ello cuestionar el valor, como línea de investigación, del estudio de la colonización agrícola de nuevos territorios, es decir, las "fronteras" agrarias, considerando el término "fronteras" como la traducción de la segunda acepción de las que se han citado del Diccionario Webster. Consideramos que esta línea de investigación es relevante, interesante y puede servir de base a importantes desarrollos en el campo de la geografía histórica de América y de otros continentes y lo único con lo que no estamos de acuerdo es con la denominación de "frontera" para identificarla. Pero la excesiva atención a líneas de investigación que podríamos llamar "periféricas" y que son seguidas por la mayoría de intelectuales en el campo de una disciplina dada (en nuestro caso, la geografía) puede dar pie a un verdadero abandono u olvido del núcleo fundamental o de los principios básicos de la disciplina geográfica, que es lo que podríamos denominar la "estructura" de la geografía si nos atenemos a la definición de este concepto que nos da Jerome S. Bruner, para quien la estructura de una materia es lo más importante de la misma, las ideas fundamentales, el armazón que sostiene todos los conocimientos que conforman esa materia (Bruner, 1963)
Ahora bien, ¿cuáles son las ideas distintivas de la geografía?. Creemos que un concepto esencial en la geografía es el de escala. La escala conceptual de investigación determina, lo mismo que sucede con la escala de una mapa, la mayor o menor riqueza de detalle que podamos alcanzar a través de un estudio determinado. Pero indisolublemente unido al concepto de escala se encuentra el carácter global o integrador de la explicación geográfica. Esto significa que tanto si consideramos a la geografía como una ciencia regional o como una ciencia sistemática (geografía regional y geografía general), la explicación de las distintas regiones o "sistemas" debe ser lo más completa y exhaustiva posible y no debe tener sino las limitaciones impuestas por la escala de trabajo, como puede inferirse de lo que ya se ha dicho. Sólo cuando se considera a la geografía general como una ciencia "temática" y no como una disciplina "sistemática" es cuando se suelen desechar los aspectos de la realidad que no nos gustan o que no nos interesan. Esto significa que podemos tener más interés por una región que por otra y podemos también investigar un aspecto de la geografía general en lugar de otro distinto. Pero una vez se escoge esa región o ese aspecto debemos investigarlos lo mejor posible, sin desestimar o dejar de evaluar aquellos aspectos que no nos sirvan para sustentar los conceptos o hipótesis que queremos plantear. En última instancia ello suele ser un problema filosófico e incluso ético. Esta responsabilidad en estudiar cualquier tema o región en profundidad nos lleva a tener que estudiar también algunos aspectos científicos que no están directamente relacionados con la materia o campo de nuestra especialidad pero que sirven para lograr una mejor explicación de ese tema o región.
El famoso físico J. Robert Oppenheimer explica mucho mejor estas ideas: "Lo mismo ocurre con la unidad de la ciencia, que reside mucho más en el hecho de consagrarse a tareas semejantes que en una comprensión total De esto resulta también que si el científico puede obtener provecho en documentarse sobre otra especialidad que no es la suya, no debe estudiarlas todas. Así, la unidad es virtual, es la de las cosas que, aproximadas, pueden aclararse una a otra. Ella no es global, ni total, ni jerárquica" (Oppenheimer, 1957, p. 97).
La aplicación de las ideas de Oppenheimer al campo de la investigación científica a nivel universitario es muy clara y conocida. Cuando una persona sigue unos determinados estudios para lograr un doctorado, por ejemplo, tiene que aprobar ciertos cursos que, en principio, están relacionados desde el punto de vista epistemológico, con la línea de investigación que va a desarrollar a través de su tesis. Pero ello no significa que deba estudiarlos todos. Más aún, dentro de la formación universitaria suele existir una proporción creciente de cursos que no tienen mucho que ver con la línea de investigación que se está siguiendo y que el doctorando tiene que estudiar porque mediante este proceso se crean fuentes de trabajo para los profesores de la universidad respectiva, con lo cual se alargan innecesariamente los estudios. Los motivos de este alargamiento se deben más a la necesidad de mantener a un grupo numeroso de personas fuera del mercado de trabajo por la escasez de puestos de empleo, que a una necesidad real de la formación universitaria del estudiante, como hemos señalado en otra ocasión, al referirnos a la educación universitaria alemana (Escamilla, 1998).
Las acepciones geopolítica y agraria del término frontier
Si tomamos en consideración las afirmaciones de Oppenheimer, no cabe duda de que poniendo juntas las dos primeras acepciones del término norteamericano de "frontier", pueden aclararse mutuamente, en especial, si consideramos que en América Latina, las zonas fronterizas entre países distintos suelen ser también las menos pobladas y desarrolladas desde el punto de vista agrícola. Y este sería un tema interesante para desarrollar: el asentamiento y colonización agrícolas en las zonas fronterizas de los países latinoamericanos. Un enunciado similar al expresado tomaría en cuenta que el estudio de las zonas pioneras y de las áreas de asentamiento y colonización agrícolas, sería distinto al del análisis de las fronteras desde el punto de vista geográfico, tan distinto que las ramas de estudio que debemos emplear también serán diferentes. En otro artículo (Zusman, 1999), se nos ha atribuido el conceder una "mayor importancia al proceso de definición de los límites internacionales y los conflictos asociados a dicho proceso" que al estudio de las "fronteras" como áreas pioneras de desarrollo agrícola. Ello no es cierto, y no hay nada en nuestro artículo que permita una interpretación semejante. Nuestro cuestionamiento se refiere a la propia denominación del término "frontera" como áreas despobladas o de baja densidad de población que pueden ser objeto de algún plan o proyecto de desarrollo y de poblamiento con fines principalmente agrícolas, pero considerando a este tema relevante e importante.
En realidad, la discusión del tema de la frontera, en el sentido empleado por Turner, es algo innecesario y limitante. Innecesario, porque el tema no desarrolla aportes que podamos considerar novedosos o relevantes en la explicación científica del mismo y podría ser investigado dentro de una concepción más amplia y apropiada desde el punto de vista de las ciencias sociales. Y limitante, porque para que el desarrollo agrícola en territorios nuevos de la América Latina encaje, desde el punto de vista metodológico, dentro del modelo que Turner estableció para la región del Oeste norteamericano, tendríamos que dejar de considerar en la descripción de dicho proceso, no sólo aspectos importantes que no se consideraron en la obra de Turner, sino también los que son específicos de la realidad latinoamericana y que pudieran contradecir la interpretación turneriana del mismo. Es en este punto, precisamente, donde diferimos sensiblemente del enfoque de Hevilla cuando hace referencia a la obra de Turner y de la justificación que Zusman hace del hecho de que un investigador que está desarrollando un tema pueda, intencionalmente, tomar en consideración unos aspectos del mismo y desestimar otros. Es cierto que, entre los millones de temas importantes que requieran ser investigados, sólo nos interesan unos pocos, en parte por las preferencias personales y en parte también por las necesidades de la especialización en la ciencia: ni siquiera en el campo de la geografía podemos pretender dominar cabalmente todos sus contenidos y en muchos casos, cuando surge un tema geográfico que nos interesa pero que no conocemos en profundidad, necesitamos documentarnos y estudiar aquellos aspectos que creemos que nos van a ayudar para aclararnos eso que no comprendemos bien, tal como Oppenheimer señala. Y si no podemos realizar esa documentación por algún motivo, sería preferible renunciar a ese tema como objeto de investigación.
Desde el punto de vista histórico, no sería la primera vez en que se estudiaría el desarrollo de los asentamientos con fines agrícolas en territorios fronterizos lo que, generalmente, se consideró como un recurso para fortalecer estratégicamente esos territorios desde el punto de vista geopolítico, militar y de otra índole. La colonización de la Dacia en la época de Trajano podría considerarse como un ejemplo de lo que se afirma. Y el asentamiento de campesinos bárbaros (germanos en su mayoría) en territorios "internos" del Imperio Romano a fines de la Edad Antigua podría considerarse como otro ejemplo de una época algo posterior. En la Edad Media, la creación de algunas "Marcas" en la Europa feudal cumplía también el mismo objetivo (podría considerarse al poblamiento de la Dacia como un proceso precursor de las "Marcas" medievales). En los siglos XIX y XX, el poblamiento de áreas fronterizas en algunos países iberoamericanos también se consideró como una medida para reforzar el valor estratégico de dichas áreas (tomadas en su acepción geográfica o geopolítica). Tal ha sido el caso del fomento del poblamiento con fines agrícolas en la República Dominicana, en las áreas fronterizas con Haití. También en Venezuela y en otros países se ha estudiado y se han realizado algunos planes en este sentido. Muchos proyectos similares se han llevado a cabo en distintos países, con mayor o menor éxito. Como podemos ver, hay algunos ejemplos en los que podrían ponerse en contacto la primera y la segunda acepciones del término norteamericano de "frontier" y desarrollar, con ello, una línea de investigación interesante y válida, en la que no habría cabida para malas interpretaciones, siempre que se aclararan bien los términos que identifican esa línea de investigación.
En resumen, de las dos primeras acepciones del término "frontier" sólo la primera tiene valor geográfico e histórico en el idioma castellano. Ello implica que la segunda debería de emplearse sólo después de advertir al lector acerca de su significado. Pero la responsabilidad de un investigador que, como Hevilla (1998), se ha dedicado a analizar un término con el que se identifican resúmenes de artículos geográficos inscritos en el tema referido al concepto norteamericano de "frontier", va más allá de dicha advertencia puesto que también debería incluir un trabajo previo de selección de dichos artículos en los que se discriminaran las dos acepciones señaladas. Con ello se eliminaría la confusión en la que se induce al lector al referirse a artículos con temas diferentes que aparecen dentro de una misma "palabra clave". El sentido crítico de la autora de dicho artículo podría haberse puesto de manifiesto a la hora de evaluar la inclusión, dentro de un tema o línea de investigación unívoco, dos enfoques que son esencialmente distintos. La cita del artículo de Pierre Renard, que considera el término "frontera" bajo la primera acepción de las que se han indicado está muy clara, al menos, en su primera parte: "es preciso distinguir entre dos tipos de frontera. Por un lado, las fronteras lineales: formadas por los límites de los territorios nacionales o las discontinuidades internas de los estados en el caso de organizaciones de carácter federal, o sociedades con diversidad de componentes culturales. Y por otro lado, los espacios fronterizos, que se forman en el proceso de conquista y de integración del territorio, donde el crecimiento, las estructuras y los comportamientos de la población pueden ser particulares". (Renard, 1992. In: Hevilla, 1998).
Las afirmaciones de Renard nos introducen en otro tema interesante desde el punto de vista geográfico, referido a la inexistencia real de las fronteras lineales. Las líneas fronterizas sólo tienen una existencia virtual, ya que una línea no tiene dimensión espacial o territorial. Podemos considerarlas como líneas imaginarias, pero en su trazado sobre el terreno deberemos pensar en un espacio más o menos ancho a ambos lados de la misma. Ello significa que todas las fronteras tienen que ser espaciales, como puede verse en la construcción y trazado del famoso muro de Berlín. El fatídico muro se construyó alrededor de la zona oriental de Berlín y se dejó en el interior un espacio alambrado y vigilado. Este espacio creó una especie de paradoja en forma de un dilema sin solución, que ya había sido magníficamente presentado por Miguel de Cervantes en su inmortal obra Don Quijote de la Mancha, con la salvedad de que el problema planteado a Sancho Panza en la gobernación de la ínsula Barataria fue resuelto por éste de manera opuesta a la del muro de Berlín: la construcción de un espacio que rodeaba a dicho muro en su interior se hizo para impedir con las armas el que las personas pudieran cruzar libremente ese espacio para salir al exterior. Pero lo que en realidad castigaban era "la intención" de salir de Berlín Oriental y no su salida real, por la imposibilidad de disparar hacia la parte exterior del muro. La paradoja es que las personas que murieron tratando de salir, no salieron realmente y por lo tanto, no debieron haber muerto, mientras que las que lograron salir, debieron haber muerto de acuerdo a las leyes de la zona oriental. La solución que nos ofrece Sancho Panza nos hace ver que es preferible perdonar a un culpable que condenar a un inocente pero, claro está, ésta era una alternativa que no existía en el ejemplo alemán.
El trabajo de Pierre Renard no fue citado en nuestro anterior artículo (Escamilla, 1999) porque, aunque en el análisis realizado por Hevilla del mismo, parece referirse al concepto de frontera como el confín de un Estado, la última afirmación que se introduce en dicho análisis parece contradictoria con ese concepto y ciertamente ambigua. En todo caso, la propia Hevilla sería la persona más indicada para discriminar los artículos incluidos en su reseña bibliográfica según el tema que tratan, en razón a que es quien los ha investigado. Es quizás este trabajo de selección previa de los artículos citados en su reseña bibliográfica lo que le hubiera dado mayor valor y precisión a la misma. Por el contrario, el no haber hecho esa selección previa hace que sea incluso discutible la denominación que Zusman hace del artículo de Hevilla como "un estado bibliográfico con respecto al tema de las fronteras en Iberoamérica" porque, ¿a cuál de las acepciones del término "frontier" nos estamos refiriendo, si dentro del artículo están representadas dos de ellas?.
El concepto de frontera en el idioma castellano
También el Diccionario de la Real Academia Española contiene cuatro acepciones de la palabra frontera:
"Frontera. (De frontero) f. 1. Confín de un Estado. 2. Frontis. 3. Cada una de las fajas o fuerzas que se ponen al serón por la parte de abajo para su mayor firmeza. 4. Albañ. Tablero fortificado con barrotes que sirve para sostener los tapiales que forman el molde de la tapia cuando se llega con ella a las esquinas o vanos" (DRAE, 1979).
No hace falta un análisis muy profundo para darnos cuenta de que sólo una de las acepciones del término, la primera, puede aplicarse a la geografía en particular y a las ciencias sociales en general. Esta acepción del término es muy antigua y procede del latín, por lo que la pregunta que se formula Zusman acerca de "si los romanos empleaban el término frontera con ese significado geopolítico de confín de un Estado", debería contestarse afirmativamente. Recordemos el valor simbólico del paso del Rubicón por Julio César y el establecimiento del "limes Imperii" a lo largo de los ríos Rhin y Danubio (con una pequeña frontera terrestre entre el curso de los dos ríos y otra frontera fortificada, el muro de Adriano, que atravesaba de este a oeste la isla de Gran Bretaña, entre lo que hoy son los territorios de Inglaterra y Escocia). Más aún, el establecimiento de fronteras territoriales es innato en los seres humanos e incluso en muchas especies animales, lo que nos da pie para pensar que resulta de una necesidad "biológica" anterior a la propia aparición de los seres humanos como especie.
Los ocho personajes de la historieta cómica titulada BC (Antes de Cristo), cuyo autor es Johnny Hart, nos presentan una visión humorística del tema de los conflictos territoriales entre los seres humanos: a la orilla de un río llega uno de esos 8 personajes y grita que el río es suyo. Inmediatamente aparece otro en la orilla opuesta para gritar lo mismo. Poco a poco van apareciendo esos personajes y ubicándose a ambos lados del río. Entonces comienzan a arrojarse piedras los dos bandos y al final, cuando los miembros de uno de los dos grupos se retiran maltrechos, uno le dice a otro: "No está mal para ser la primera guerra mundial".
Las obras de James Oliver Curwood, Vitus B. Droscher y, especialmente, Robert Ardrey, hacen referencia al comportamiento humano y animal con respecto a la fijación del espacio territorial de cada especie. James Oliver Curwood, que vivió a fines del siglo XIX y comienzos del XX en el oeste y noroeste del Canadá narra en una de sus novelas el caso de un hombre que estableció su territorio en torno a una cabaña orinando los troncos de algunos árboles estratégicamente situados y a la mañana siguiente un perro lobo delimitó su territorio de la misma forma rodeando, por la parte externa,los límites establecidos por el hombre y dejando una franja de separación (una "tierra de nadie") en el medio, un proceso similar al que hemos visto con relación al muro de Berlín (Curwood, 1980). Vitus B. Droscher también hace referencia, al tema del comportamiento animal con respecto a su supervivencia y a la importancia de sus territorios, aunque esto último en forma fragmentaria y circunstancial (Droscher, 1985).
El establecimiento de límites entre individuos de la misma especie (fronteras territoriales, en realidad) también sigue patrones similares a los que ya se han expresado: dos osos vecinos que pescan en la ribera de un río pueden pelear por la fijación de sus respectivos territorios y lo más frecuente es que en esas peleas salga derrotado el que está más alejado de su propio territorio y que resulte un empate cuando la pelea se realice en una zona intermedia. Ello podría interpretarse como un acrecentamiento del instinto de agresión (estudiado por Konrad Lorenz) cuanto más amenazado se encuentre el territorio defendido por el individuo (en realidad, la agresividad es en este caso, una manifestación del instinto de supervivencia, que se acrecienta cuando mayor es la intrusión del enemigo en el territorio que se considera vital). Así pues, el imperativo de la fijación de límites territoriales y del establecimiento de la soberanía o dominio de ese territorio es algo innato, no sólo en el hombre, sino en muchas especies animales. En este sentido, la obra The Territorial Imperative, de Robert Ardrey, escrita hace más de tres décadas, resulta bastante clara para comprender hasta qué punto el hombre ha heredado ese instinto territorial y cómo ha evolucionado a través del tiempo (Ardrey, edición de 1997).
Lo que sucede es que el imperativo territorial en los seres humanos ha resultado modificado a través del tiempo por los cambios introducidos por la tecnología en el radio de acción de los territorios, que ya no son individuales ni grupales sino sociales y, sobre todo, políticos. Un ejemplo: es posible que nos sintamos seguros en un medio urbano inhóspito por el hecho de que lo conocemos bien: las calles y áreas que conocemos bien nos parecen mucho más seguras porque las consideramos como nuestras, como "nuestro territorio". Pero la tecnología aplicada a las leyes, al armamento y a las fuerzas de represión pueden invalidar toda nuestra escala conceptual de lo que consideramos ese territorio nuestro. En 1986, cuando todavía no se hablaba del problema del Kosovo, señalábamos en un artículo algunas ideas que podían ofrecerse como una explicación tentativa de lo que iba a suceder en esta región tarde o temprano. Acertamos en esa ocasión al referirnos a que cualquier intento de lograr algún grado de autonomía chocaría inmediatamente con la soberanía y el espíritu de dominación de los servios (Escamilla, 1986). En fin, volvemos a tropezar con el concepto de escala: si en un principio el establecimiento de territorios y sus fronteras se desarrollaban a pequeña escala, individual o de pequeños grupos, con la evolución de los seres humanos, la explicación científica de ese proceso "territorial y político" se ha hecho mucho más compleja y, como resulta obvio, no se puede desarrollar aquí con la profundidad debida, sobre todo, porque ello involucraría la investigación de muchas disciplinas (Antropología, Biología, Genética y Evolución de las Especies, Historia y casi todas las demás Ciencias Sociales, etc.) y ello se traduciría en una investigación demasiado superficial de muchos aspectos que no estamos en capacidad de analizar con el tiempo y la atención que merecen. En sentido inverso, si quisiéramos investigar dicho tema, tendríamos que hacerlo bien y en profundidad, de la manera más completa posible, tratando de documentarnos en aquellos temas relacionados que no dominamos bien pero cuyo conocimiento puede ayudarnos a darnos una explicación global y apropiada del mismo, como sugiere Oppenheimer.
El concepto de poblamiento
Denominamos poblamiento al proceso de ocupación o asentamiento de una región o área determinadas, donde la población es escasa o inexistente, por parte de habitantes venidos de otras partes. Este proceso va precedido por otro de migración y tiene motivaciones fundamentalmente económicas: por lo general se produce con el fin de explotar los principales recursos del medio físico: vegetación y fauna naturales, suelos y aguas, minerales, etc.
El concepto de poblamiento tiene un significado unívoco, identificado como la primera acepción de la palabra "población", que indica: "acción o efecto de poblar". En cambio, el término población tiene varios significados o acepciones además de la indicada (número de habitantes, grupo humano, ciudad o pueblo, etc.). Nosotros llamaremos poblamiento a la acción de poblar, es decir, al proceso de ocupación y asentamiento de un área, en forma progresiva, por parte de personas venidas de otros lugares. Esta reducción en la extensión del significado del término se debe a razones semánticas: al hablar de acción y efecto de poblar nos referimos a un proceso y sus consecuencias. Pero en seguida podemos ver que lo importante es el proceso y no el resultado del mismo: no podemos referirnos a este resultado sin tomar en cuenta el proceso que lo causó, porque entonces estaríamos refiriéndonos a otra acepción del término población y no a un significado del concepto de poblamiento.
Sin embargo, también en el empleo de este término suele presentarse un problema similar al que se ha identificado con el empleo del término "frontier" en sus distintas acepciones. Una extensa obra de Pedro Cunill Grau nos presenta el término poblamiento como sinónimo de población, lo que significa incurrir en un error que le resta mucho valor científico a la misma. En efecto, en su obra titulada Geografía del poblamiento venezolano en el siglo XIX, el concepto de "poblamiento" equivale, aproximadamente, al de población o número de habitantes, número de viviendas y pueblo o ciudad (Cunill, 1987, p. 1133, 1257 y 1339, respectivamente). Ello significa, como podemos ver, darle a un concepto restringido (el de poblamiento) el significado más amplio del término población, lo cual es, guardando las distancias, el mismo problema que señalamos al referirnos a las dos acepciones del término norteamericano de "frontier".
Los "frentes pioneros"
El término "pionero" procede originalmente del francés "pionnier" (de "pion", peón o soldado a pie) y se ha extendido al idioma inglés por su amplio uso en territorio norteamericano, donde se ha hablado del "espíritu pionero" como uno de los elementos fundamentales del proceso histórico de los Estados Unidos y Canadá. El Diccionario de términos geográficos de F. J. Monkhouse se refiere al término pionero de la siguiente forma: "Líder, explorador o colonizador que se adelanta a sus contemporáneos en un país nuevo, y que asume un papel importante en su apertura; de ahí el término franja pionera, la zona más allá del área ya colonizada" (Monkhouse, 1978).
El término "pionero" tiene su contraparte en el mundo natural, esta vez en el campo de la botánica, cuando nos referimos a las plantas pioneras, especies vegetales que vienen a ocupar los espacios que se abren (por motivos naturales o antrópicos) en una formación vegetal de mayor densidad. Un ejemplo representativo de estas plantas es el yagrumo (Cecropia peltata L.), planta de la familia moraceae, cuyo papel en la regeneración de la selva intertropical es fundamental aunque poco estudiado, no por desconocimiento, sino porque ese estudio podría ir en oposición de la idea tan extendida en el mundo científico actual de la fragilidad de esta formación vegetal: el concepto de que la vegetación de selva no se regenera una vez destruida constituye una "moda" en la actualidad, cuya finalidad, interesante desde el punto de vista ecológico, es la de que consideremos el valor de su conservación como fuente de recursos, no tanto para los habitantes de esas regiones de selva, sino para el resto de la población mundial; por ello se habla de la función de las zonas selváticas para el equilibrio en la oxigenación de la atmósfera. En el mundo desarrollado podemos seguir fumando y contaminando la atmósfera con automóviles e industrias porque en las selvas amazónica y africana se sigue produciendo el oxígeno suficiente. Desde luego, no estamos en capacidad de fundamentar las afirmaciones precedentes de una manera profunda, por una parte, porque se encuentran fuera de las materias científicas de nuestra especialidad, y por la otra, porque una opinión como la que se ha expresado chocaría inevitablemente con la de mucha gente con mayor preparación que nosotros en el tema o con una de las llamadas "modas" científicas. Si se han expresado esas opiniones es porque consideramos que a veces es lícito plantearnos los problemas viejos o nuevos desde puntos de vista distintos a los que habitualmente tenemos para abordarlos; como se ha dicho, es bueno "descentrarnos" en la metodología de la explicación científica (Feyerabend, 1974). En esta "antimetodología" de la investigación científica resultan lícitos procedimientos que parecerían poco serios para los especialistas en alguna ciencia determinada: de la misma forma que para un historiador el empleo de las novelas de Curwood como fuente bibliográfica podría parecer poco serio, también se originó un revuelo con las obras del periodista Robert Ardrey African Genesis y The Territorial Imperative, las cuales fueron catalogadas por científicos en el campo de la antropología y biología como los trabajos de un diletante. Más aún, el presente artículo podría ser considerado contradictorio, desordenado o de escaso valor científico por la misma razón, aunque ello es algo que no nos preocupa, ya que pensamos que el traer a debate un tema relevante en la discusión científica puede ser más valioso que el hecho de que estuviéramos equivocados en esa discusión.
Y por otra parte, no sería la primera vez que nos hayamos equivocado en algún tema: por citar dos ejemplos recientes, en la reseña bibliográfica Los 500 años del nombre de Venezuela (Rodríguez Díaz y Escamilla Vera, 1999) se hace referencia a la mujer de Alonso de Ojeda como la cacica Isabel, lo cual no es cierto (en Venezuela se llamó Cacica Isabel a una india de la isla de Margarita. Lo que pasó fue que este nombre era bastante común en la época, en razón al propio nombre de la reina de Castilla); y en El significado del término frontera (revista Biblio 3W, número 140) se hace referencia a unas vasijas azules de porcelana española para la conservación del tabaco de Barinas y, en realidad, debía haberse dicho de porcelana holandesa (de Delft), ya que la porcelana española de Talavera y Manises, principalmente, que también se empleó en la época colonial, aunque contenía asimismo dibujos en azul, era generalmente multicromática o, al menos, bicolor (Rivero, 1972). Las razones de estos errores se debieron a que al reducir la explicación en ambos casos, por motivos de espacio, desaparecieron algunas frases que servían para establecer la relación entre hechos similares y la explicación de los mismos. Aunque estas fallas sean de carácter secundario, es importante tratar de evitarlas o, en último caso, corregirlas.
Hasta aquí hemos hablado en plural. Ello se debe a que gran parte de este artículo ha resultado de una conversación e intercambio de opiniones con varios colegas y amigos, por lo que es casi un trabajo colectivo. Sin embargo, en la referencia a la obra más conocida de Henry David Thoreau (Walden o mi vida entre bosques y lagunas, impresa en 1854), voy a hablar en primera persona del singular, con el fin de narrar mi experiencia personal.
Mi primera lectura de Walden debe remontarse a casi medio siglo atrás y me pareció muy interesante, tal vez porque representaba para mí una especie de paradigma, por la fantasía y afán de aventura que suelen tener muchos jóvenes que viven en el campo (mi niñez transcurrió en una masía de la parte central de la provincia de Valencia, a unos 5 kilómetros de Carlet, donde estudiaba) y que anhelan realizar grandes proezas, luchar con los elementos y triunfar, para vivir de acuerdo con los numerosos ejemplos que se podían ver en la época dorada del cine. En resumen, era mi propia interpretación del "espíritu pionero", como podríamos llamarlo, el que consideraba la obra de Thoreau como una especie de modelo a seguir, dentro de una concepción individualista de la vida. No volví a leer esta obra hasta 1969, después de haber visitado la población de Concord, la laguna de Walden y la propia cabaña que Thoreau construyó en sus orillas. En esa segunda lectura me pareció una obra pesada y de poco valor. Lo curioso es que es el único caso en que me ha sucedido algo así, porque en los demás siempre sucedió al revés: he llegado a disfrutar la lectura de muchos libros que antes me parecían pesados como ladrillos. ¿A qué se debe ese diferencia de opinión?. Mi visita a Concord y Walden me decepcionó bastante, cuando mi anfitrión, el Dr. Edward Cleary, me facilitó una bicicleta para llegar a Walden (el camino entre Concord y la laguna de Walden constituye un breve e interesante recorrido que puede realizarse fácilmente a pie) y pude darme cuenta de que no se podía hablar de una vida "lejos de la civilización" a través de la interpretación de dicha obra. Desde luego, en la interpretación de una obra literaria de tipo filosófico, tiene mucha importancia la opinión subjetiva del lector, pero también resultan muy importantes las intenciones del autor, en el sentido de "escamotear" aquellos datos que significarían una interpretación distinta a la que se pretende inducir con la obra. También en este sentido se podrían tomar algunas obras de Humboldt, que vendrían a ser versiones tergiversadas y, especialmente, exageradas, de la realidad. Nunca antes de 1969 me había puesto a pensar (aunque probablemente lo sabía) en que la distancia entre una población importante como Concord y Walden Pond era tan corta, por lo que esa apología de la vida individualista en la naturaleza bien podría haberse escrito en un "ghetto" de cualquier ciudad industrial y no en el corazón de un territorio verdaderamente despoblado y silvestre. Una impresionante fotografía aérea de Roberto Colantoni, por el contrario, refleja mucho mejor lo que queremos señalar: una extensa y espesa porción de la selva venezolana, con árboles de unos 30 metros de altura, con una cabaña en el medio, en el espacio que ocuparía un sólo árbol, sin ningún camino ni sendero visible (Colantoni, 1990).
Es probable que muchas personas que leyeron la obra de Thoreau como una especie de "manual" para la vida en los espacios abiertos, fuera del mundo "civilizado", también sufrirían probablemente una decepción, si esperaban encontrar en dicha obra aspectos prácticos que pudieran aplicarse a la realidad. Creo que las guías o paradigmas que puedan servir de modelo deberían tener aplicaciones prácticas en el mundo real.
Concord es una pequeña población situada al oeste de Boston, en una ruta muy transitada desde la primera mitad del siglo XVII. Una línea de ferrocarril construida hace mucho tiempo pasa a unos 50 metros de la cabaña que Thoreau construyó en Walden. La importancia de Concord en la historia norteamericana ha sido mucho mayor que lo que se podía esperar en una población tan pequeña, que sólo tenía unos centenares de habitantes para la época de la Independencia. El papel de esta pequeña población no se debió a su tamaño, sino a la importancia social de sus habitantes y a su relevancia histórica: Concord fue el punto de difusión de la reacción en contra de la dominación británica, con la "Paul Revere's cavalcade" y la movilización de los "Minute Men", cuyo monumento conmemorativo se encuentra en el parque histórico de North Bridge. Allí vivieron, en los alrededores de la misma calle que ahora se llama Alcott Road, Nathaniel Hawthorne, Ralph Waldo Emerson y Louise May Alcott, además del propio Henry David Thoreau. Actualmente Concord es una población "suburbana" por su cercanía a Boston y es así desde hace mucho tiempo. Con este tipo de centros "suburbanos" se ha buscado tener, tanto en los Estados Unidos como en muchos otros países, las ventajas de la vida urbana y de la campestre, al mismo tiempo. Y es por ello por lo que el alejamiento durante dos años de Thoreau para vivir en contacto con la naturaleza, que se narra en Walden, parece algo exagerado, ficticio e incluso desfasado con respecto a los movimientos de desplazamiento de los colonos hacia el Oeste de los Estados Unidos.
Si me he extendido en estas consideraciones acerca de una obra secundaria y hasta marginal, con relación al tema central de este artículo, es para tratar de fundamentar una de las ideas ya expresadas anteriormente (Escamilla, 1999) acerca del carácter de la población norteamericana como contraria a la vida urbana y defensora de los "valores" representativos del medio rural. Las actitudes anti-urbanas norteamericanas provienen, muy especialmente, de Thomas Jefferson, Ralph Waldo Emerson, Nathaniel Hawthorne y Henry David Thoreau, estos tres últimos, residentes de Concord, Massachussets, lo que podría considerarse como otra razón de la importancia de esta población en la historia norteamericana.
Paradójicamente, los pioneros que se establecieron en los espacios abiertos del oeste de los Estados Unidos, añoraban la vida y los valores urbanos. Un estudio estadístico de William H. Goetzmann sobre los pioneros o "Mountain Men" que se dedicaron al comercio de pieles entre 1805 y 1845 señala que no eran partidarios de la vida primitiva de los grandes espacios abiertos. Todos ellos querían enriquecerse rápidamente para regresar a Saint Louis (por ejemplo) y vivir en una hermosa casa: "They may have dreamed of "Arcadia", but when they turned to the task of settling the West as fast as possible, the former Mountain Men and perhaps others like them brought with them all the aspects of an "industrial", mercantile and quasi-urban society. The opera house went up almost simultaneously with the ranch, and the Bank of Missouri was secured before the land was properly put into hay". De 446 tramperos dedicados al comercio de las pieles (alrededor del 45 % del total) en esa época, 182 fueron muertos en ese comercio, 110 tuvieron después otras ocupaciones no determinadas, 117 se dedicaron a otras ocupaciones, 32 se dedicaron probablemente a otras ocupaciones y sólo 5 siguieron en el comercio de pieles (Goetzmann, 1966. In: Hoover, 1971). Todo ello es muy significativo. La referencia que hace Goetzmann a la construcción de los teatros de la opera en las nuevas ciudades del Oeste norteamericano nos recuerda el paralelismo con el ejemplo de Manaos.
La colonización agrícola
La colonización agrícola (o agraria) es la ocupación, asentamiento o poblamiento de un área nueva con fines agrícolas. La historia de la agricultura en Europa y América puede consultarse con mayor amplitud en la obra de Luelmo (1975). Aquí sólo vamos a referirnos a algunos aspectos de esta evolución histórica.
Las grandes civilizaciones agrarias que surgieron en el Medio Oriente a raíz de la Revolución Neolítica fueron desarrollándose, como es lógico, en terrenos incultos en las llanuras aluviales de los ríos más importantes (Nilo, Éufrates, Tigris, etc.). Sin embargo, podemos considerar que las verdaderas raíces históricas de la colonización agraria, tal como se entiende actualmente, surgieron en la época del Imperio Romano, con algunos ejemplos precedentes. Es cierto que la fundación de Cartago resultó de un proceso similar a las fundaciones de poblaciones, basadas en el desarrollo de la agricultura, que ocurrieron en el Imperio Romano pero, en general, las colonias fenicias y griegas tenían unos objetivos más mercantiles que agrícolas. Muchas ciudades fundadas en el Imperio Romano fueron verdaderas colonias agrícolas, en el sentido de que en ellas se establecían muchos soldados después de su desmovilización con el fin de dedicarse a la agricultura. El caso de Mérida (Emerita Augusta) podría considerarse representativo de estas ciudades agrarias. El nombre obedece a que se había poblado con antiguos soldados "jubilados" (eméritos), que se dedicaban al cultivo de la tierra después de licenciarse o abandonar la carrera de las armas.
En el caso de Venezuela, donde se fundó una ciudad con el nombre de Mérida en 1558, dicho nombre no tiene, evidentemente, el mismo motivo, sino que se debe a que su fundador, Juan Rodríguez Suárez, había nacido en la ciudad española (de Extremadura) de dicho nombre. Por ello no debería haberse hecho referencia al origen etimológico de la palabra Mérida en el Atlas Básico de Venezuela (para los tres primeros grados de la Educación Básica), donde se indica: "Mérida. Voz de origen latino que proviene de "meremere", "mérito", "emérito". Equivale a "quien tiene mérito" (M.A.R.N.R., Cartografía Nacional, 1995). Creemos que estos datos etimológicos (se indican los de todas las entidades federales) no son apropiados para la edad de los estudiantes a quienes está dirigida dicho Atlas. Y tampoco hace referencia a la acepción del término "emérito" como "jubilado" o retirado, que es la que originalmente tenía en las colonias fundadas por los romanos en los territorios conquistados o desocupados.
Numerosos intentos de colonización, poblamiento o de inmigración de agricultores se idearon en la América Latina, tanto durante la época colonial como en épocas posteriores al movimiento de la Independencia. Para citar un ejemplo curioso, señalaremos el que fue expresado por Joseph Del Campillo y Cosío para la colonización de la Guayana: "Si se enviasen á las Indias, como en Francia e Inglaterra estas dos clases de gente, que son las mugeres públicas y los facinerosos, ellos y ellas se casarían, y se harían gente de bien, y poblarían bastante el país. Igualmente puede y debe examinarse la idea de remitir á poblar alguna parte de América á los Gitanos que acá nos dañan, y se pueden sacar del Reyno hasta doce mil". Del Campillo pensó que toda esa gente se debía enviar "a las orillas del Orinoco tierra adentro léjos del mar, y que de distancia en distancia se formen con ellos poblaciones cortas en las inmediaciones de aquel gran río, con el fin de dedicarles á la pesca en la que se emplearán los hombres, y las mugeres en salar el pescado", agregando que desde el primer día sacarían para comer de la misma pesca, haciendo trueque luego para obtener otros comestibles, dando tiempo a la siembra y cosecha de trigo, maíz, legumbres y algodón, que hilarían para vestirse (Del Campillo y Cosío, 1743, 1971. In: Donís Ríos, 1997).
El término "colonización" ha servido para identificar procesos similares pero que contenían elementos bastante distintos entre sí. No tuvo el mismo significado histórico el proceso colonial español en América que el de la India Británica en el siglo XIX, aunque sólo sea por el hecho de que durante los tres siglos de dominación española no se consideraron a las posesiones españolas en América como "colonias" sino como "territorios nacionales" o provincias. Fue en el siglo XIX, cuando a España sólo le quedaban las Filipinas, Cuba, Puerto Rico y otras pequeñas áreas, cuando se comenzó a hablar de "colonias". Y es por ello por lo que este término ha tenido una especie de "devaluación" desde el punto de vista conceptual. El proceso de "descolonización" posterior a la segunda guerra mundial fue en gran parte el responsable de este desprestigio creciente del término. Lo curioso es que este desprestigio se produjo dentro de la acepción política o geopolítica del mismo y no en su significado agrario (referido al asentamiento de población agrícola para el desarrollo de nuevos territorios) pero, como sucede en muchos otros casos, el significado peyorativo del término "colonia" se trasladó también a esta última acepción, como lo podemos ver en el hecho de que el nombre del Instituto Técnico de Inmigración y Colonización, fundado en Venezuela en 1938, fuera sustituido por el de Instituto Agrario Nacional en 1949. Sin embargo, creemos que la denominación de "colonización agrícola" tiene un significado aceptado y aceptable en la lengua castellana y, desde luego, mucho más preciso que el de "apertura de nuevas fronteras agrícolas", en el que el término "frontera" no nos parece tan apropiado. A fin de cuentas, existen muchas palabras en todos los idiomas que pueden tener una acepción válida (y aceptada) y otra que no lo es: el término "yankee" procede de una denominación despectiva de los habitantes de Nueva Inglaterra por parte de los holandeses de Manhattan (Niew Amsterdam) a comienzos del siglo XVII y que se debe a que John (Jan en holandés) era un nombre muy frecuente entre los ingleses por lo que estos eran llamados por aquellos como yankees o "juancitos" (jankee es el diminutivo). Los nuevos habitantes de origen inglés que "rebautizaron" a la ciudad de Nueva Amsterdam como Nueva York a mediados de dicho siglo rescataron positivamente esta denominación, que volvió a ser utilizada con un significado despectivo por los habitantes del Sur desde antes de la guerra de Secesión casi hasta nuestros días. Y en la actualidad, no tiene el mismo significado cuando en cualquier país se grita "Yanki, go home" que cuando se dice lo mismo en el Yankee Stadium de la ciudad de Nueva York.
Conclusiones
Creemos que en el título del artículo de Hevilla (1998) debería haberse empleado una denominación distinta a la de "frontera", que tuviera amplia validez en idioma castellano y una menor ambigüedad, para investigar el tema del asentamiento o colonización de territorios nuevos con fines agrícolas. Con ello deberían haberse eliminado también las referencias a artículos que no se refirieran a dicho tema, es decir, las referencias a los artículos que analizaban el concepto de frontera desde el punto de vista geográfico o político. Esa ambigüedad se pone de manifiesto en dicho artículo, en el que se señalan varias cuestiones contradictorias entre sí, debido al empleo indiscriminado de las dos acepciones del término "frontier" como si este término tuviera un significado unívoco. Cuando Hevilla se pregunta "¿qué impacto sobre el ambiente tienen las actividades que realizan los llamados pioneros o colonizadores?" parece estar haciendo referencia a las nuevas áreas de colonización agrícola; en cambio, cuando se pregunta "¿cuál es la importancia de estudiar el tema en la actualidad, cuando tanto se aspira a la desaparición de las fronteras o el cierre de las mismas?" tal vez hace referencia al concepto geográfico o geopolítico del término frontera.
La interpretación libre de nuestro artículo El significado del término frontera (Escamilla, 1999) no puede dar pie a que se señalen afirmaciones que nunca hemos realizado, entre ellas, la alusión al proceso de ocupación de territorios del Oeste de los Estados Unidos por parte de "población blanca", ya que no utilizamos este último calificativo. Este proceso anterior a la época analizada en la obra de Turner tuvo características muy especiales, y la proporción de población "blanca" española en la fundación de ciudades y pueblos era casi siempre minoritaria y muchas veces se reducía a unos cuantos misioneros y soldados. Resulta interesante el estudio de las distintas proporciones del poblamiento español en América de acuerdo con las peculiaridades demográficas y de los recursos naturales de cada región geográfica, tema al que hemos indicado alguna atención en la obra Geografía de Venezuela, cuya edición por parte del Fondo Editorial de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador está prevista para el próximo mes de septiembre.
Nuestro cuestionamiento a la obra de Turner quedaría expresado en las propias afirmaciones de Zusman si se considerasen en sentido inverso al que fueron expresadas: "Este mito, como lo llama Escamilla, asociado a un determinado momento de la historia norteamericana adquiere una fuerza de verdad, no desdeñable especialmente si se tiene en cuenta que abre toda una línea de producción intelectual en América Latina que justifica muchas de las acciones materiales llevadas adelante en la región" (Zusman, 1999, subrayado nuestro). Creemos que un mito, si es tal, no puede adquirir una fuerza de verdad y no puede abrir una línea de producción intelectual a no ser que esa apertura se haga desde una perspectiva crítica. Por último, si esa línea de producción intelectual se abre desde una perspectiva crítica, resultaría primordial evaluar las acciones materiales llevadas a cabo en la región y discriminar cuáles de estas acciones se "justifican" y cuáles no.
Resulta discutible la idea de que en los casos de Argentina y Brasil, el proceso de delimitación de fronteras internacionales fuese simultáneo al de apropiación de territorios no sometidos al proyecto "civilizatorio", o sea en manos de población indígena. Precisamente, el principio del "uti possidetis juris" señalaba que los límites entre las distintas provincias españolas y portuguesas de la época colonial se mantuvieran después del proceso de la Independencia. El establecimiento de los límites entre Venezuela y Brasil, por ejemplo, se remonta a la expedición de límites de Iturriaga y Solano en 1750, hecho al que hacíamos referencia en un artículo anterior (Rodríguez Díaz y Escamilla, 1998). Lo que sucedió es que se heredaron los problemas fronterizos debidos a la falta de precisión en el trazado de los límites coloniales, a lo que se añadieron los conflictos derivados de un escaso conocimiento de la toponimia o de la ambigüedad de la misma y a una serie de conflictos nuevos que iban apareciendo a medida que se tenía un mejor conocimiento del terreno. En la mayoría de los casos, el establecimiento de límites entre los países fue anterior al proceso de ocupación efectiva del territorio con fines agropecuarios, lo cual se recogió con el principio ya señalado. Y podemos considerar el caso del Uruguay como una excepción, fácilmente explicable, de lo que se afirma.
El desarrollo de muchas líneas de investigación en Ciencias Sociales que conforman temas parciales, inconexos y aislados lleva muchas veces a la carencia de un punto de vista global a una escala, obviamente, más general. Esto se observa frecuentemente cuando se comparan los temas de investigación que se desarrollan en la geografía universitaria con los libros de texto de geografía a nivel medio. Creemos que es válido el investigar temas muy específicos a nivel universitario porque, de acuerdo con lo que se ha dicho, la riqueza de detalle en esa investigación es mucho mayor. Pero para ello necesitamos previamente la visión más general, menos detallada, más resumida, global e integradora, que se obtiene en los niveles básico y medio del sistema educativo de cualquier país. Ello se debe a que la investigación universitaria puede resultar contradictoria con una visión más general, aunque sólo sea por el simple hecho de que suelen existir casos específicos que son también excepcionales. Y si analizamos casos particulares, específicos, tratando de obtener conclusiones generales siempre tropezaremos con el principio de inducción suficiente. Es por todo ello que nos llama a la reflexión una afirmación de Xosé M. Souto acerca de la confección de unidades didácticas alternativas a los rutinarios libros de texto (Souto, 1999). Tal vez los libros de texto pueden estar bien escritos y no ser rutinarios. Es posible también que las unidades didácticas alternativas que se proponen no proporcionen la base general que se necesita para interpretar luego los temas más específicos, cosa que sí proporcionaría un libro de texto bien diseñado y mejor escrito. Pero, sobre todo, esta afirmación rompe con la idea esencial en geografía de que los alcances, los límites y los contenidos de un tema de investigación deben estar en estrecha correspondencia con la escala conceptual del mismo, a lo cual ya nos hemos referido.
En suma, no creemos que un conjunto de unidades didácticas sobre temas específicos de carácter geográfico o histórico, por completo que sea ese conjunto, pueda ser considerado como una alternativa del libro de texto, tanto si es rutinario como si no lo es, ya que estaríamos hablando de dos alternativas cuyas escalas conceptuales son distintas y, por lo tanto, resultan incomparables entre sí. Desde luego, las afirmaciones anteriores constituyen un punto de reflexión y no una crítica. Es muy probable que los estudiantes de geografía de Valencia (donde se desarrolla el Proyecto Gea-Clío) adquieran en la Educación Secundaria y el Bachillerato los conocimientos básicos de geografía sin necesidad de emplear libros de texto si cuentan, como es de esperar, con buenos profesores que se preocupen por impartir esos conocimientos. Pero cuando nos referimos a otras situaciones, donde la formación docente suele ser deficiente y los libros de texto son inexistentes o de muy baja calidad, pensamos que sería excelente si pudiéramos contar con mejores textos que dieran esa base de conocimientos que conforma lo que Bruner llamaría, en este caso, la "estructura" de la ciencia geográfica. Por último, creemos que los textos no suelen ser rutinarios sino excelentes, buenos o deficientes de acuerdo con su calidad. Es el uso que se haga de un texto el que podría ser calificado de rutinario.
Tal vez existen demasiados temas que pueden investigarse en el campo de la ciencia en general y de las ciencias sociales en particular. Algunos son relevantes y otros no lo son tanto. Ello nos lleva al problema de seleccionar los problemas de acuerdo con esa relevancia debido a que, como nos dice el primer aforismo de Hipócrates "ars longa, vita brevis". Afortunadamente, ahora disponemos de unos medios técnicos especialmente poderosos para lograr que las tareas que realizamos en el campo de la investigación tengan unas posibilidades crecientes en el desarrollo del conocimiento científico de nuestro mundo y para mejorar, en consecuencia, la vida o funcionamiento de la sociedad.
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