Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796] Nº 140, 2 de marzo de 1999 |
Creo que se ha subestimado la importancia que tuvo en América la fundación de ciudades en el proceso de poblamiento y conformación territorial de los países hispanoamericanos en particular y de los americanos en general. Ese aspecto formal de la fundación de una ciudad siguiendo un patrón casi rígido, con el trazado de las calles previamente establecido en un plano ortogonal, con una plaza mayor al borde de la cual se ubicaban los edificios institucionales, en donde convergen las avenidas o calles principales en forma perpendicular (casi siempre N-S y E-O), las cuales tienen sus antecedentes en el cardus y el decumanus de las ciudades romanas, ha tenido mucha importancia desde el punto de visto histórico. Las ordenanzas de Felipe II establecían minuciosamente el procedimiento a seguir en la fundación de las ciudades, pero ya antes se habían seguido procedimientos similares en los territorios del Nuevo Mundo (Escamilla, 1999).
Por ello no puedo estar de acuerdo con algún aspecto del artículo de María Cristina Hevilla (Hevilla, 1998) -tan útil, por otra parte, desde el punto de vista informativo- acerca de una concepción del término "frontera" que no existe en el idioma castellano y que representa una imagen del proceso de expansión de los Estados Unidos al Oeste de los Apalaches durante el siglo XIX, concepción que ni siquiera puede justificarse en un contexto histórico porque, precisamente, la tesis de Turner acerca de la "frontera" norteamericana, a la cual hace referencia el artículo de Hevilla, no se corresponde con la verdad histórica.
Turner señala que el proceso de conquista de lo que se llama "frontera" norteamericana (un nombre impropio en mi opinión) tuvo cuatro fases sucesivas: la "frontera" del cazador (el trampero que cazaba para obtener pieles preciosas), la "frontera" del minero, la del agricultor, ranchero o granjero y, por último, la "frontera" urbana, con la creación de ciudades justificadas por el desarrollo de la agricultura en los nuevos territorios (Turner, 1893).
Pero Turner pasa por alto que todo el territorio norteamericano ya se había explorado y se habían fundado muchas ciudades en lugares del Medio Oeste por los franceses y en el Lejano Oeste (por los españoles) mucho antes de que esos cazadores, mineros y agricultores fueran ocupando ese territorio. Jane Jacobs (1969) hace referencia a que las ciudades preceden, con bastante antelación, a los países: "Cities predate and help create agricultural societies". Y ello es cierto, tanto si nos referimos a Roma o a Cartago como a las ciudades fundadas por los españoles en Hispanoamérica durante los tres siglos de vida colonial (Sánchez-Barba habla de 40.000 ciudades) y a las que fundaron los franceses e ingleses en los dos siglos durante los cuales ocuparon los territorios norteamericanos.
Las guerras púnicas entre los Imperios Romano y Cartaginés resultan un claro ejemplo de la importancia que las ciudades siempre han tenido en la historia en la formación y desaparición de países y naciones. La frase con la que Catón terminaba sus discursos en el Senado ("Delenda est Cartago") nos da a entender que sólo con la destrucción de la ciudad que creó un Imperio en el Mediterráneo Occidental se hacía posible para Roma ganar la supremacía total. Gordon Childe, refiriéndose a una época más antigua, desarrolló la tesis de que los orígenes de la civilización están en la formación de ciudades, en lo que llamó la "revolución urbana" (Childe, 1951, entre otras obras). Y el mismo Carlos E. Reboratti, que utiliza el concepto de frontera en el sentido empleado por Turner, señala que "Si la frontera oeste de los Estados Unidos puede ser tomada como ejemplo - y en muchos casos ha sido el ejemplo - es en verdad muy dudoso que la tierra al oeste de los Apalaches pudiera ser considerada deshabitada, o que no formara parte del ecumene" (Reboratti, 1990).
Richard C. Wade, en su obra The Economics of Cities señala que las ciudades ya existentes en lo que se ha llamado la "frontera" norteamericana (que paradójicamente era un territorio sin fronteras, en el verdadero sentido geográfico de la palabra), como San Luis, Nueva Orleans y Fort Wayne (cuyo nombre original era el de Fort St. Philippe), se convirtieron en las "puntas de lanza" de esa ocupación del territorio con fines agropecuarios. Estas ciudades son apenas algunos ejemplos citados por Wade de las fundadas por los franceses en el extenso territorio de Luisiana: también se pueden citar a Eau Claire, Fond du Lac, Sault Sainte Marie (Wisconsin), Des Moines, Dubuque (Iowa), Pierre (South Dakota), Terre Haute, Vincennes (Indiana), y Baton Rouge (Luisiana), entre muchas otras.
Y las ciudades españolas del Lejano Oeste, que precedieron entre 100 y 200 años a la época de la Conquista del Oeste (la casa de gobierno de Santa Fe, en lo que es ahora el Estado de Nuevo México, se construyó, en la Plaza Mayor de dicha ciudad, más de diez años antes del viaje de los Peregrinos en el Mayflower), también constituyeron verdaderos núcleos de poblamiento del territorio que ya existían mucho antes de la "Conquista del Oeste" por los llamados "pioneros". Este último término designaba a un conglomerado heterogéneo de aventureros (similar al de los "bandeirantes" del Brasil) que ensancharon los dominios de los Estados Unidos entre 1790 y 1860, en especial, en las llamadas "estampidas" de los años 1828 (la época de los "Conestoga Wagons", construidos en Pennsylvania) y 1848 (la fiebre del oro de los "forty-niners" en California). Entre las ciudades hispánicas del Oeste norteamericano se pueden señalar a Socorro, fundada en 1589, Albuquerque (Nuevo México), Austin, San Antonio, Amarillo, El Paso (Tejas), San Javier (Arizona), Pueblo (Colorado) y todas las ciudades del Camino Real de California, desde San Diego hasta San Francisco (ALVAREZ, 1997).
Una obra muy interesante de Dwight W. Hoover titulada A teacher's Guide of American Urban History (Hoover, 1971) plantea varias versiones acerca del tema de la "frontera" de una manera crítica y muy bien documentada. El capítulo V de esta obra, que constituye la parte central de la misma, se divide en quince unidades, todas ellas relevantes para dilucidar el papel histórico de las ciudades en el proceso formativo de los Estados Unidos y en la estructuración de su territorio. De estas quince unidades destacaremos cuatro de ellas, por considerarlas fundamentales en el planteamiento de una crítica al modelo de Turner: Unit I: Cities and Country: The Place of Cities in the Human Scheme; Unit II: Colonial Towns, 1630-1732; Unit V: The Urban Frontier, 1790-1860; Unit IX: The City of the West, 1860-1920. Cada una de estas unidades presenta una buena bibliografía y sugiere algunas películas y otros recursos que el docente puede utilizar en sus clases de Historia y ciencias sociales en general. La Unidad I desarrolla los aspectos teóricos más relevantes, la V presenta una crítica al modelo de Turner basada principalmente en los trabajos de Wade (1964), Reps (1965) y Jacobs (1969) y trata de ofrecer las razones por las que los docentes norteamericanos siguen presentando a dicho modelo como la única explicación del proceso de expansión territorial de los Estados Unidos, aunque esas razones no parecen muy convincentes en mi opinión. Es en la unidad IX donde se da una explicación mucho más interesante del éxito del planteamiento de Turner y del por qué de su trascendencia más allá de las fronteras de los Estados Unidos. En efecto, esta unidad se inicia así: "Nowhere does the myth of the American as an individual struggling alone against the forces of nature appear stronger than in the West. In the role of cowboy, prospector, hard-rock miner, and rancher, the American conjures up visceral reactions of loneliness, scattered population, and rural isolation. While the myth, like many myths, contains elements of truth, it is overstated".
Se ha tratado, a través de la mitificación del proceso de "Conquista" del Oeste que hicieron las obras de Turner y muchos otros, de crear una visión positiva y afirmativa del "ideal americano" de tener éxito en la vida, de realizar grandes proezas luchando con la naturaleza, de construir grandes empresas. La "frontera" oeste de los Estados Unidos (en el sentido que Turner le da al término) se consideraba a través de una imagen exagerada: un extenso territorio escasamente poblado por granjeros, ganaderos y mineros muy exitosos y sin ciudades, porque el ideal americano ha tenido y sigue teniendo una connotación bucólica, rural y anti-urbana. En la formación ideológica del ciudadano norteamericano a partir del siglo XIX (y, podríamos decir, en la del ciudadano argentino, brasileño y de casi todos los países del mundo) interesaba mucho realzar ciertos hechos históricos y ocultar otros: Las expediciones de caza de Daniel Boone (el clásico pionero norteamericano) por el valle del Tennesee a fines del siglo XVIII (partiendo de su hogar en Pennsylvania) han sido utilizadas para fomentar, a través de la literatura y del cine, una "historia oficial" que pasa por alto la eliminación de los indios (en las películas se incluye a un indio amigo de Boone para tratar de ocultar los aspectos violentos de la conquista del Oeste) y el hecho de que ya Hernando de Soto había explorado toda la cuenca del Tennesee y había realizado varios intentos de colonización y de fundación de ciudades en la zona más de dos siglos antes que Boone. Así pues, la concepción de Turner sobre la "frontera" norteamericana fue decididamente etnocéntrica, parcial, parcializada y, lo que es peor, falsa, de la Historia de los Estados Unidos en el siglo XIX.
La inclusión en la bibliografía de algunos artículos con otra concepción del término frontera, como los de Bufon (1994) y Riedel (1994) complican aún más la comprensión del artículo de Hevilla, ya que el concepto norteamericano de "frontera" es localista y restringido a una época específica y a un proceso histórico particular, por lo que tratar de emplearlo en un sentido más general no parece muy apropiado. Al respecto, Reboratti nos dice que "Ya vimos que la frontera debería tomarse siempre con relación a una sociedad y tiempo específicos" (Reboratti, 1990). En todo caso, la definición de "frontera" a la que se refiere Turner, además de ser históricamente incorrecta, es tan solo una de las acepciones que se encuentran en los diccionarios en idioma inglés: en su "College Edition", el Webster's New World Dictionary of the American Language define el concepto "frontier" en los siguientes términos: 1. That part of a country which faces or borders on another country. 2. that part of a settled, civilized country which lies next to an unexplored or underdeveloped region. 3. Any new or incompletely investigated field of learning, thought, etc.: often in plural, as, the frontiers of medicine are still being extended (Webster's, 1957, p. 582). Y los diccionarios ingleses (como el Oxford), así como el Diccionario de términos geográficos de Monkhouse (1978) incluyen una acepción similar a la segunda, precedida por la palabra U.S. (E.U.A., en la obra citada en segundo término), lo que nos reafirma el sentido localista y restringido de esa acepción.
El artículo de Bufon, citado por Hevilla, parece referirse a una acepción distinta a la de Turner, ya que no debería considerarse a la frontera entre Italia y Eslovenia como una "unsettled" región o como un área pionera de colonización agrícola. Y lo mismo podríamos decir del artículo de Riedel, que se refiere al área del Sarre. Si acudimos al libro de Jean Gottman A Geography of Europe (Gottmann, 1969) veremos que Alemania, país al que pertenece el Sarre, está incluida en The Tidal Lands of Europe (que en la edición española se tradujo como Las tierras de aluvión de Europa), haciendo referencia a que siempre fueron países de fluctuaciones fronterizas, en el sentido geopolítico del término, aunque es probable que esta inclusión responda también a un sesgo ideológico del autor, que bien podríamos tildar de francófilo y, en su época, de germanófobo.
La inclusión del área de Ticoporo, en el Estado venezolano de Barinas, como una zona de "frontera" en el sentido que Turner le da al término, tampoco es correcta. El área de Ticoporo, que contiene una rica región forestal actualmente en explotación, está colonizada y poblada desde hace más de cuatro siglos. A ambos lados lados del área nombrada se fundaron las ciudades de Barinas en 1577 y la de Pedraza en 1591. Esta última ciudad fue fundada por Gonzalo de Piña Ludueña, quien también fundó un año después (en 1592), la ciudad de San Antonio de Gibraltar, en el Lago de Maracaibo, para exportar hacia España dos productos muy costosos en esa época: el cacao y, sobre todo, el tabaco. La ciudad de Pedraza comenzó a llamarse muy pronto Pedraza la Vieja, nombre que aún conserva, porque unos años después de su fundación se creó otra ciudad (entre Barinas y Pedraza la Vieja) con el mismo nombre, que ahora se llama Ciudad Bolivia. Mal podemos hablar de "frontera" en el sentido de Turner (como unsettled country) a una región con un poblamiento de origen europeo tan antiguo (que en realidad es mucho más antiguo si consideramos a los indígenas, quienes construyeron largas "calzadas" y túmulos en la región, en una época muy anterior a la fundación de las ciudades señaladas (Rodríguez Díaz, 1980). La ciudad de San Antonio de Gibraltar, que ahora tiene apenas unos 500 habitantes, tenía más de 2.500 a fines del siglo XVIII, como señalan varios autores (por ejemplo, Alcedo, MDCCLXXXVI, y M. A. Vila, 1978), lo que da idea de la importancia que tenía el comercio procedente de Barinas y de los Andes que salía hacia Europa a través de dicho puerto. El tabaco de Barinas, que se vendía en unas jarras de porcelana española de color azul (con el nombre de "farinas" o "varinas") fue el más fino y de mayor precio y calidad durante todo el siglo XVII. La lectura de muchas obras del Dr. Virgilio Tosta, excelente historiador barinés que me honra con su amistad desde hace casi cuarenta años, nos mostraría lo inapropiado del empleo del término frontera - de nuevo, en el sentido empleado por Turner - para designar a la parte de los territorios del piedemonte andino-llanero correspondiente al Estado Barinas (dicho sea de paso, Barinas tampoco es un estado fronterizo en el sentido geopolítico del término).
Un estudio venezolano muy interesante y completo sobre las fronteras desde el punto de vista geográfico y geopolítico es el Kaldone G. Nweihed, Dr. en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, titulado: Frontera y límite en su marco mundial. Una aproximación a la "fronterología" (Nweihed; 1992, 2ª. ed.), que, como es lógico, no hace referencia al sentido del término "frontera" como áreas pioneras de asentamiento agrícola. Su lectura nos serviría para entender el valor geográfico y geopolítico del mismo y la vigencia (hoy más que nunca) de los estudios de las fronteras en el sentido geográfico que siempre ha tenido.
En resumen, la tesis de Turner, aunque muy atractiva desde el punto
de vista ideológico en un siglo dominado por el romanticismo, no
se correspondía con la verdad histórica. Su atractivo, tanto
en los Estados Unidos como en Argentina, Brasil y otros países está,
precisamente, en su valor ideológico, ante el cual, la investigación
de la verdad histórica se convierte en algo de menor importancia.
Como era lógico, las críticas a la obra de Turner contenidas
en el libro de Wade, por ejemplo, pasaron intencionalmente inadvertidas
para los docentes norteamericanos porque no ayudaban mucho a la reafirmación
del sentimiento idealista de identidad del pueblo norteamericano. Como
hemos visto en casi todos los países del mundo, la Historia en la
docencia suele convertirse en un instrumento formativo del ideal nacional,
aunque llegue a ser, en contrapartida, deformador de los hechos históricos.
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