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ISSN: 0210-0754 Depósito Legal: B. 9.348-1976 Año XV. Número: 87 Mayo de 1990 |
Nota sobre el autor
¨Qué es una frontera?
Las formas de interpretar la frontera
El universo de la frontera
La frontera: escenario, actores y drama
Una tipología de la frontera
Las fuerzas detrás de la frontera
El desarrollo de la frontera: un esquema para América Latina
El fin de las fronteras
Notas
Bibliografía
Nota sobre el autor
Carlos Reboratti es uno de los más destacados representantes de la generación de geógrafos argentinos que se vió afectada por la represión de la dictadura militar en los años 1970, y que sólo tras la restauración de la democracia ha podido contribuir a renovar una escuela de antigua y brillante tradición.
Nacido en 1946 realizó la licenciatura en Geografía en la Universidad de Buenos Aires y amplió estudios en la de Londres. Ha sido investigador en el Centro de Estudios Urbanos y Regionales de Buenos Aires (1972) y en el Instituto de Geografía de la Universidad de esa ciudad (1973) asi como fundador, investigador (1974) y luego director (1983) del Centro de Estudios de la Población, miembro del Comité ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLASCSO, 1983-87) e investigador científico en el CONICET. Ha sido director del Departamento de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y en la actualidad dirige el Instituto de Geografía de dicha Universidad, impulsando también la docencia en el Centro como catedrático de Geografía Rural (desde 1986).
El Profesor Reboratti ha trabajo, sobre todo en temas de geografía regional argentina, geografía de la población y geografía rural, con especial atención a los problemas de desarrollo urbano y regional, realizando también actividades de asesoramiento en diversos países iberoamericanos.
Entre sus publicaciones queremos destacar las siguientes:
Atlas de la Población de Misiones, Dirección General de Estadística y Censos, Posadas, 1976.
Migraciones y frontera agraria: Argentina y Brasil en la cuenca del Alto Paraná-Uruguay, Cuadernos del CENEP 8, Buenos Aires, 1979 (reproducido en Desarrollo Económico, 74/19; en Balan, J. (ed.) Why People Move, Unesco, 1981, e idem Poblaciones en movimiento, Unesco 1982).
Population and environment in agrarian frontiers: a case study, Conferencia Mundial de la IUSSP (mimeo.), 1981.
Condicionantes físicos del asentamiento humano en el norte de la Patagonia, Cuadernos del CEUR 5, Buenos Aires, 1982.
Human Geography in Latin America, en Progress in Human Geography, Londres, 6-3, 1982.
Atlas demográfico de la Argentina, CEAL, Buenos Aires, 1982 (en colab.).
State policy and population redistribution in a frontier area, Comission de Geografía de la Población de la UGI, 1982 (mimeo.).
Algunas consideraciones acerca de las políticas de población en Argentina, en Cuadernos de Economía Social, 4/12, 1982.
Peón golondrina. Cosechas y migraciones en la Argentina, Cuadernos del CENEP 24, Buenos Aires, 1983. Reproducido en Yanes, L. y Ana M. Liberali (comp.), Aportes para el estudio del espacio socioeconómico, vol. lll, Editorial el Coloquio, Buenos Aires, 1989.
"El encanto de la oscuridad: notas acerca de la geopolítica en la Argentina", en Desarrollo Económico, 23189, 1983.
"Políticas públicas y redistribución de la población en un área de frontera", en Revista Geográfica, 97, IPGH, 1983.
"El conflicto entre producción, sociedad y medio ambiente", en Desarrollo Económico, 25199, 1985 (en colab.).
"¨Por qué la Patagonia?", en CEUR-CETRA, La nueva capital, Buenos Aires, 1986.
"Migración y trabajo estacional en la Argentina", en PISPAL-CENEPCIUDAD, Se fue a volver, El Colegio de México, México, 1986.
"Les mouvements migratoires des argentins", en Problemes d'Amerique Latine, 8214, 1986, (en colab.).
"Rosario de la Frontera: expansión agrícola y funciones urbanas", en CLACSO, Boletín de Medio Ambiente, 5/17, 1986.
Nueva Capital, viejos mitos, Sudamericana/Planeta, Buenos Aires, 1987.
"Frontera exterior, frontera interior y urbanización espontánea", en 1r. Simposio Internacional de la Universidad de Varsovia sobre América Latina, Tomo 1, U. de Varsovia-Organización Pax. Varsovia, 1988.
"Migrations de travailleurs Andes-Piemontet articulation de types agraires dans le nord-Ouest de l'Argentine", en Revue de Geographie Alpine, 76/1, 1988.
"Reforma agraria en la Argentina: entre la utopía y la indiferencia", en Actas del 11 Encuentro de Geógrafos de América Latina, Tomo ll, Reforma agraria y problemas campesinos, Montevideo, 1989.
Población y ambiente en América Latina (comp.),
Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1989.
Carlos E. Reboratti
La relación del hombre y la tierra, o de la sociedad y la naturaleza en términos más globales, ha despertado siempre una serie de ideas contradictorias en la geografía. Más allá de la polémica, casi interminable, esta relación consiste básicamente en una compleja trama donde ambos elementos se modifican y condicionan mutuamente, en una situación dinámica y cambiante. Pero es posible a veces encontrar una suerte de comienzo, un punto de arranque donde sociedad y naturaleza se enfrentan por primera vez dando lugar a la creación de nuevas formas de organización del territorio. Este primer contacto es lo que entendemos por frontera.
A este fenómeno nos referiremos en este trabajo, tratando de entender sus diversas facetas, sus formas y su dinámica, y haciendo un balance de sus consecuencias en la problemática latinoamericana actual de la formación y transformación de su espacio y su sociedad.
En la primera parte, se discutirán las definiciones e interpretaciones
que ha merecido el tema, para luego adentrarse en los elementos de constitución
y en las formas posibles que puede adquirir en América Latina, para
finalmente diseñar un esquema explicativo del desarrollo de la frontera
a lo largo del tiempo1.
¿Qué es una frontera?
A través de años de uso y abuso, muchas palabras en las ciencias sociales tienden a perder su sentido, y frontera es uno de ellos. En términos generales, se refiere a una linea divisoria -concreta o imaginaria- entre algo que conocemos y que en cierto sentido nos pertenece, y algo que desconocemos, extraño e inexplorado. De ahí que hablemos, con un sentido similar, de fronteras del conocimiento, de la tecnología, etc. La frontera es, en fin, el extremo de algo, la separación.
En las ciencias sociales hay dos definiciones formales del término: la frontera política, o "la parte del país que enfrenta a otro" (Guichonett y Raffestin, 1974), y donde implícitamente la frontera encierra al límite propiamente dicho2, y una segunda definición, más confusa, que alude al borde exterior de alguna forma de asentamiento humano, "la división entre áreas habitadas y deshabitadas dentro de un estado" (Prescott, 1965). Esta última tiene un sentido más amplio, con una clara connotación cultural y social: son las llamadas fronteras de asentamiento.
El primer tipo de fronteras -las políticas-, y por supuesto los límites, son predominantemente estáticas, ya que surgen de la concreción territorial del Estado (Guichonett y Raffestin, 1974) lo que no quiere significar, por supuesto, que no puedan cambiar con el tiempo.
Por el contrario, las fronteras de asentamiento, al estar atadas a fenómenos móviles y cambiantes, son dinámicas y no siempre resultan de fuerzas claramente definidas dentro o fuera de sí mismas.
Cabe aclarar que el término fronteras de asentamiento carece de una definición universal, al tratarse de una palabra teñida por un fuerte etnocentrismo y culturalismo: la frontera aparece como la separación entre nosotros (la civilización, el ecumene), y ellos (los otros, los no civilizados, los bárbaros y ajenos). Si la frontera oeste de los EEUU puede ser tomada como ejemplo -y en muchos casos ha sido el ejemplo- es en verdad muy dudoso que la tierra al oeste de los Apalaches pudiera ser considerada deshabitada, o que no formara parte del ecumene. En ese sentido, la base eurocéntrica y racista del término frontera es clara: nuestra civilización superior mueve su frontera sobre tierras anecuménicas y pueblos salvajes3.
Frontera tiene tambien un significado de confrontación entre diferentes pueblos. En las pampas, Sudáfrica o el Lejano Oeste, frontera significó guerra de conquista, el asentamiento de una sociedad victoriosa sobre la tierra de los pueblos derrotados, el principio de una civilización y el fin de otra. Pero muchas veces es un fenómeno menos violento, que se desarrolla sobre tierras realmente vacías, o que se encontraban ocupadas por pueblos hace largo tiempo desaparecidos, no necesariamente por la influencia de la frontera misma.
¨Y qué es, entonces, la frontera? Podríamos decir que es el área de transición entre el territorio utilizado y poblado por una sociedad y otro que, en un momento particular del desarrollo de esa sociedad y desde su punto de vista, no ha sido ocupado en forma estable, aunque sí puede haber sido utilizado esporádicamente.
Es necesario hacer algunos comentarios a esta definición:
a) En primer lugar, la frontera es más un espacio que una línea.
b) La frontera es además un espacio heterogéneo, donde
continuamente se está produciendo un proceso de transición
entre dos tipos diferentes de organización espacial (Brasil-OEA,
1975).
c) El término frontera es siempre utilizado desde el punto de
vista de una sociedad especifica y en una coyuntura dada.
d) Un asentamiento estable y coherente significa el uso distintivo
y no efímero del territorio. Desde ese punto de vista, es necesario
hacer una separación entre frente y frontera, el primero siendo
simplemente la expresión territorial de la expansión económica
tendente a utilizar un recurso específico pero efímero.
e) Relacionado con lo anterior, una sociedad dada puede utilizar un
espacio sin ocuparlo en forma definitiva.
f) Finalmente, como hablamos de una sociedad particular y un momento
particular, cada paso en el desarrollo socio-económico de dicha
sociedad puede significar la apertura de nuevas fronteras, aún sobre
tierras que ya habían sido en algun momento el escenario de otra.
Las formas de interpretar la frontera
Una frontera no es sólo un fenómeno cambiante en el tiempo y en la geografía, sino que también ha significado diferentes cosas para los que la estudiaron.
La primera formalización explícita del fenómeno fronterizo proviene de Frederic Jackson Turner, hacia fines del siglo XIX (Turner, ed. 1967). Este autor no intentó una definición clara de lo que entendia por frontera, sino que vagamente se referia a ella como "el borde exterior de la ola, el crisol entre la civilización y el salvajismo"; o sea, que claramente se ubicaba en la idea de la frontera como un fenómeno no sólo espacial e histórico, sino también de confrontación cultural. En realidad, Turner iba mucho más allá del problema mismo de la frontera, a la cual hacía relativamente pocas referencias; en su tesis afirmaba más bien, que la propia historia de los EEUU giraba alrededor del tema. En realidad EEUU eran una gran frontera, y su historia y su desarrollo se explicaban por ella. Turner creía que el proceso de expansión hacia el oeste había modelado al pais, su cultura, su sociedad y su economía. La tesis de Turner atrajo en su momento muchísima atención en los medios académicos y políticos de los EEUU, y produjo una corriente de pensamiento que subsiste hasta nuestros dias. El atractivo fue tan fuerte que se intentó trasladar la idea a otros ámbitos, sin mayor éxito, cosa que el mismo Turner no había previsto (Gulley,1959).
Un tema de importancia en Turner, es su explicitación de la existencia de un cierto carácter pionero, característico de la frontera, idea que permaneció luego como uno de los varios mitos fronterizos, tanto en EEUU como en otros países. Turner hablaba vagamente de una forma de vida pionera, aunque los detalles sobre la misma se dejaban librados a la imaginación del lector, e incluso postulaba que la dinámica de la frontera se basaba en una cierta actitud pionera del propio pueblo norteamericano, que lo empujaba hacia nuevas tierras. El pionero era el hombre llamado a dominar la tierra salvaje y desconocida, a luchar contra hombres, animales y climas adversos y salir triunfante. Mito e ideología se mezclan: no es la sociedad la que avanza sobre nuevas tierras, es el individuo, y al mismo se lo erige como mito de la expansión.
Dado que mencionaba también el tema de la saturación demográfica de la costa este, algunos críticos han intentado encontrar en Turner un defensor de la idea de la válvula de seguridad según la cual la frontera actuaría como un receptáculo del sobrante poblacional, disminuyendo de esta forma las presiones sociales que tendían a producirse en las áreas sobrepobladas (Taylor,1956).
Poco tiempo después otro norteamericano, I. Bowman, focalizó su atención sobre el tema de la frontera (Bowman, ed. 1931). Aquí encontramos un enfoque diferente: Bowman estaba mucho más preocupado por el futuro que por la historia, y realizaba una especie de análisis malthusiano del avance de la sociedad sobre tierras no ocupadas, y el potencial papel de éstas como productoras de alimentos y recursos. En realidad el trabajo de Bowman se centra en las posibilidades de instalación de europeos y norteamericanos en tierras nuevas, especialmente en las áreas templadas. En una típica expresión del individualismo anglosajón, Bowman hacía depender todo el peso de la ocupación de tierras sobre los hombros de los pioneros, a los que endilgaba una serie de "cualidades": honestidad, laboriosidad, ambición y escasa preocupación por la educación y la cultura.
Estas ideas fueron continuadas por R. J. Harrison Church (Harrison Church, ed. 1951 ) tratando sobre el tema de la colonización de tierras nuevas y refiriéndose explícitamente a la ocupación de lo que hasta ese momento eran colonias británicas. Church utiliza indistintamente el término colonización para el asentamiento en tierras nuevas o para la dominación de una sociedad por otra. Tanto Bowman como Church son claros ejemplos de cómo la geografía está lejos de ser una disciplina inofensiva u objetiva. Pero también aparece claramente que la geografía estaba desubicada en el tiempo: en un mundo donde el colonialismo estaba en decadencia, los geógrafos hablaban como si todavia las tierras del mundo estuvieran a disposición de los países coloniales.
En lo que respecta a América Latina, uno de los primeros autores en referirse al tema de la frontera ha sido James (James, P. 1969), quien advierte ya en la década del 50 sobre la existencia de diversas fronteras activas (Costa Rica, Colombia, Brasil) y además hace un comentario sobre un tipo de frontera muy especial, lo que llama la "frontera hueca" desarrollada por el cultivo del café en el sureste del Brasil. James arrastra consigo algunas de las ideas que sobre colonización habia expuesto Bowman, pero advierte sobre la creciente importancia de la migración interna como dinamizadora de las fronteras y, asimismo, destaca la importancia de la tecnología como motor fronterizo.
Hay además dos trabajos de suma importancia, dedicados a analizar sendos ejemplos de desarrollo fronterizo: son los de J. J. Parsons en Colombia, y Pierre Monbeig en Brasil (Parsons, 1950; Monbeig, 1951). Ambos son trabajos de geografía histórica, sin intento de construir un marco conceptual en relación a los casos que estudian: la colonización antioqueña de las tierras bajas colombianas, y el avance del café en Sao Paulo. Ambos son trabajos de excelente factura y todavía hoy en día constituyen un ejemplo de análisis inteligente de realidades complejas, aun cuando se basen más en la intuición que en la teoría.
A partir de los 50, el tema de la frontera en América Latina se vuelve definitivamente un problema interno a los Estados. Frontera es revalorización de tierras y migración interna, es el conflicto constante en el interior de una sociedad por el control de la tierra y los recursos.
La vieja idea de la válvula de seguridad reverdece a través de la actuación de las agencias de financiamiento internacional, que ven en la colonización un posible remedio para los crecientes problemas de la urbanización salvaje, la desocupación y la pobreza. La vertiente oriental de los Andes se percibe como el nuevo Eldorado, y en todos los países con frente a la cuenca amazónica hay intentos de ocupación de las tierras cálidas. No hay pioneros rubios, valientes y empecinados, sino campesinos andinos silenciosos y más interesados en reproducir libremente su economía familiar que en introducirse a un mercado que no conocen ni están interesados en conocer. Para colmo de males, hacia la década de los 70 un nuevo producto empuja efectivamente la frontera en el Amazonas occidental: la coca. El pionero se transforma en delincuente, y no hay cultivo que pueda competir en rentabilidad y seguridad de mercado con los narcóticos.
Paralelamente, el gran empuje de Brasil a partir de los 60 para ocupar la cuenca amazónica, lleva a la reflexión sobre las relaciones entre la frontera y el desarrollo del capitalismo en el agro, con trabajos como los de O.Velho (Velho, 1972) y Bertha Becker (Becker, 1982).
Como se puede ver a través de este rápido panorama de
las interpretaciones de la frontera, las posibilidades son muchas, y los
caminos diferentes. Pero, ¨hay todavia lugar para la generalización
y la formalización de la frontera como concepto, o la realidad sobrepasa
toda posibilidad de análisis? Para acercarnos a esto, es necesario
dedicarse no sólo el fenómeno mismo de la frontera, sino
también al universo del que forma parte.
El universo de la frontera
Siendo la frontera un fenómeno complejo y cambiante, es natural que existan una serie de términos que usualmente se utilizan ligados al mismo. Los más usuales son: frente, colonización, pionero y tierras nuevas.
Un frente es un fenómeno transitorio, una línea móvil de contacto entre diferentes tipos de asentamiento y uso del espacio. El frente puede no estar ligado al desarrollo posterior de una frontera, y es tanto una forma de organizar el espacio como un momento del contacto de la sociedad con territorios hasta el momento no utilizados. Los frentes atraviesan los territorios sin dejar un rastro muy marcado, y están por lo general ligados a actividades extractivas, puntuales como en la minería, o extensas como en la extracción maderera o la ganadería de monte. Han existido en la historia de América Latina muchos casos de frentes muy activos, como los que se desarrollaron en las distintas "fiebres del oro" (en California, en Yukon, en Tierra del Fuego), o el frente extractivo del caucho en Amazonas.
Si es verdad que muchas veces un frente no arrastra a una frontera por detrás, siempre la frontera es anunciada por un frente, ya sea basado en la misma actividad, ya sea en otra. Por ejemplo, muchas fronteras agrarias de América Latina han sido precedidas por frentes dedicados a la explotación de recursos naturales, o bien por frentes ganaderos, que definieron una estructura territorial muy laxa, y fueron reemplazados por el asentamiento de población que prefigura una frontera.
Colonización es otra palabra muy unida al tema de la frontera, si bien en sus comienzos -y en alguna medida aún hoy- era un expresión que definía tanto el asentamiento en tierras nuevas de pequeños o medianos agricultores, como la ocupación de territorio por alguna potencia extranjera, con la intención de crear dominios. En realidad, la idea en el fondo es similar: transplantar, ocupar con especies nuevas; en la América Latina de hoy colonizar significa ocupar para la agricultura, dividir la tierra4.
En un primer momento colonización también significaba inmigración de extranjeros por medio de planes de colonización. De esta forma se habló en Brasil de la colonización del planalto riograndense por alemanes e italianos, en Argentina de la colonización de Misiones por los polacos o los alemanes y en Chile de la colonización alemana en Valdivia. Pero pasado el tiempo, y habiendo disminuído la afluencia real o potencial de extranjeros dispuestos a colonizar la tierra, el término comenzó a utilizarse también para cualquier esquema de asentamiento planificado destinado a la producción agraria, cualquiera que fuese el origen de los colonos.
Estos fueron en algún momento llamados pioneros, término que, como ya vimos, fuera muy utilizado en las primeras interpretaciones románticas de la frontera.
Una última expresión referida al tema de la frontera, y sobre la que valga tal vez la pena mayor discusión, es la de tierras nuevas. Tiene que ver con una pregunta fundamental: cuando hablamos de frontera, nos referimos a la frontera respecto a qué. Ya vimos que la frontera deberia tomarse siempre en relación a una sociedad y un tiempo específicos. Pero aún dentro de estas limitaciones, ¨qué cosas separa una frontera? Muy ampliamente, podriamos pensar que divide a la tierra ya ocupada (utilizada, explotada, valorizada), de otra tierra, potencialmente ocupable, que en general se podría llamar "tierra nueva" -por supuesto, nueva para los que estamos de este lado de la frontera. Según Raison (Raison, 1968) habría varias posibilidades de determinarla.
a) Por sus caracteristicas paisajísticas, dado que las tierras nuevas serían aquellas que todavía no han sido ocupadas, el equivalente del paisaje natural (Dollfuss, 1975). El problema que enfrentamos aquí es que estaríamos refiriéndonos al escasísimo -si existente- trozo del planeta que todavía se podría considerar libre de ocupación o traza de ocupación humanas. Pero si tomamos el ejemplo de la frontera agraria moderna, ésta en la mayoria de los casos se desarrolla sobre áreas que ya han sido ocupadas por alguna actividad. Y eso sin entrar a polemizar sobre lo que verdaderamente significa un paisaje natural, por ejemplo en las sociedades que practican el sistema de roza de barbecho largo (Boserup,1970).
b) Por alguna definición estadistica, como podría ser la densidad de población. Por ejemplo, la Oficina de Censos de los EEUU utilizó como parámetro para definir la línea de frontera a la que separaba las tierras de más y menos 2 habitantes por milla cuadrada. Si bien ésta es una definición útil para los que creen que los números significan algo por si solos, su debilidad y subjetividad son manifiestas.
c) Utilizando la idea de la propiedad sobre la tierra. En este sentido, tierra nueva sería equivalente a tierra fiscal, o sin dueño. Este tipo de definición podría haber sido útil hace 100 años, cuando todavía en América Latina había una gran cantidad de tierras del Estado, pero actualmente es poco relevante. Además, existe el problema de que no siempre la propiedad de la tierra significa la utilización de la misma. En el continente hay gran cantidad de ejemplos donde la tierra adueñada ha permanecido largos años sin ser utilizada y, por el contrario, muchas fronteras se han desarrollado sobre tierras fiscales, y la propiedad de la tierra fue un paso muy posterior a la consolidación de la frontera.
d) Considerando el uso de la tierra. Éste parece el modo más apropiado de definir una tierra nueva: éstas serían las que no se utilizan en la forma o con la intensidad necesarias para los procesos que tienen lugar en la sociedad que empuja la frontera en un momento dado. Por ejemplo, un área que se utiliza para la recolección de frutos silvestres, o para la ganadería extensiva, puede ser el escenario de una frontera agrícola, y desde el punto de vista de la nueva actividad ésa es la tierra nueva.
Digamos que la propia idea de tierra nueva tiene un cierto sentido mágico
para muchas sociedades, hambrientas de tierra y producción agrícola.
La idea de progreso y de tierras nuevas aparecen unidas en la ideología
que prevaleció en muchos paises de América Latina hacia fin
de siglo, cuando el "gobernar es poblar" se transformó en un dogma
para las nuevas naciones (Jara, 1969).
La frontera: escenario, actores y drama
La frontera, como fenómeno histórico, se extendió sobre ambientes muy diferentes. Si bien el escenario que más comúnmente se conoce es el de la selva tropical hecho influído por las características de los acontecimientos más recientes no siempre fue así. En realidad, las primeras fronteras activas modernas se extendieron sobre climas templados y fríos. Tal fue el caso de los EEUU, Canadá, Australia, Rusia, Argentina y Brasil en sus primeros momentos. Sobre estas fronteras se hicieron los primeros intentos de interpretación, y si tomamos a Turner como el máximo exponente, él se refería a una frontera "fría" o que a lo sumo se desplazaba por una área árida, pero nunca hizo referencia a la selva o el trópico. Sólo lo que Hennesy llama la frontera misional se extendía en algunos casos sobre las forestas húmedas, pero aún así su carácter de asentamiento efectivo es dudoso (Hennesy, 1978).
Es en realidad el siglo XX el que ha visto la gran expansión sobre las últimas reservas de tierra libre del planeta, que a no dudar se encontraban en las áreas intertropicales. Esto dió una nueva dimensión al fenómeno fronterizo: el impacto ambiental. Hasta el momento, tanto por tratarse de ambientes relativamente estables como son los de clima templados; como por utilizar tecnologías agrícolas flexibles, adaptadas y no muy agresivas, la respuesta ambiental al avance de la frontera agraria no había sido negativa, por lo menos en un principio. Téngase en cuenta, por ejemplo, que la gran erosión producida en el medioeste norteamericano por las sequías de la década del 30, se produjeron casi 50 años después de que la frontera hubiera pasado por alli. En cambio, en áreas tropicales, con ecosistemas mucho mas frágiles y de escasa adaptatividad, el impacto es rápido, fuerte y muchas veces irremediable. Es por todos conocidos el caso de la cuenca amazónica (Mueller, 1980), donde a pesar de las advertencias que se hicieron desde los primeros años de la gran expansión (Meggers,1976), la deforestación continuó y la impracticabilidad ambiental de los grandes proyectos agricolas dió lugar a otros, de tipo pecuario, con toda su secuela de frustración, emigración, desarraigo y violencia social.
América Latina se ha convertido en un gran laboratorio de las consecuencias del avance de la frontera agraria, en ámbitos diferenciados y con técnicas también distintas (Gligo y Morello,1983). Lo que sucede en la cuenca amazónica no es sólo patrimonio de Brasil: lo mismo sucede en Perú, Bolivia y Colombia (CEPAL- PNUMA, 1983; CIPAINANDEP, 1987).
Sobre estos escenarios, la frontera se desplazó y se desplaza empujada por la acción de una sociedad heterogénea y contradictoria. Esta sociedad representa de alguna manera los conflictos que se suceden en el ámbito de lo que podríamos llamar la sociedad global (Becker, 1982; Hebette, 1982). Desde ese punto de vista, tal vez habría que aceptar la idea de Lattimore (Lattimore, 1962) quien postula que en realidad, no es tanto que la frontera modele a la sociedad, como quería Turner, sino que cada sociedad modela una frontera a su imagen y semejanza, y le transfiere sus problemas y sus conflictos. En el caso de América Latina, la imagen que se tiene de la frontera es que se trata de una sociedad marginal, formada casi por los "excedentes" que la sociedad rechaza y recoloca en sus márgenes. En realidad, las fronteras, miradas de cerca, en poco se diferencian de cualquier sociedad agraria de América Latina: una estructura agudamente piramidal, polarizada, escindida entre clases o grupos sociales con intereses y acciones antagónicos. Lo que tal vez sucede en la frontera es que los conflictos asoman a la superficie con mayor claridad, frecuencia y violencia que en la sociedad central. Esto ocurre porque los controles sociales tienen una menor efectividad en la frontera. Tanto la violencia de los terratenientes como la contraviolencia de los pequeños productores se despliega libremente y, en algunos casos, a éstos se le agregan otros sectores no menos violentos: narcotraficantes, contrabandistas y, a veces, grupos guerrilleros (Rojas, 1988).
Desde el punto de vista demográfico, la sociedad de la frontera es una población casi completa. Las migraciones que afluyen a la frontera agraria son de tipo familiar, y relativamente pocos los casos de migrantes solos, aunque hay algunos migrantes que llegan "a probar suerte" para luego traer al resto de la familia. De esta forma, se construye un grupo de población joven, equilibrado en los sexos, de alta capacidad reproductiva que da cuenta de las muy elevadas tasas de natalidad que se observan en estas áreas. Sólo están ausentes los viejos, tanto por una migración que los diferencia, como por la elevada tasa de mortalidad. Esta última es fruto de las muy pobres condiciones de salud y alimentación, comunes en las fronteras latinoamericanas.
La idea turneriana era que la frontera se transformaba en una especie
de crisol de razas y de clases, y un ideal similar expresaban de alguna
manera los que implícitamente migraban a la frontera para aislarse
de los problemas de la sociedad principal. Pero en realidad, y en tiempos
modernos, poco y nada de esto ha sucedido. En la frontera se repiten y
agudizan las contradicciones que se encuentran en el resto de la sociedad,
y si se puede hablar de un crisol de razas es a través de la proletarización
y el empobrecimiento de los migrantes o de sus hijos, y su mezcla con otros
migrantes en la misma situación. Pocos se hacen ricos en la frontera,
y los que obtienen ganancias son por lo general los que ya lo eran.
Una tipologia de la frontera
¨Hay un solo tipo de fronteras o al utilizar el término nos
estamos refiriendo a varios fenómenos similares que mantienen entre
sí algunas diferencias importantes? Esto, en parte, podría
responderse haciendo referencia a la frontera no sólo como un hecho
aislado, sino también al proceso de formación y dinámica
de la misma y su relación con procesos más globales.
Tiempo y espacio en la frontera/
Si nos referimos a la frontera y su relación con la sociedad de la cual forma parte marginalmente, en todo caso podríamos seguir a Prescott cuando se refiere a dos tipos de frontera: primarias y secundarias (Prescott, 1965). Las primeras son aquellas que arrastran consigo los límites del Estado. En estos casos, fronteras políticas y fronteras de asentamiento se mezclan, y las segundas adquieren un carácter de conquista territorial. La frontera siberiana de la Rusia del siglo XVIII responde a este esquema, característico de los procesos de consolidación nacional o expansión colonial. Por ejemplo, la formacion del "mosaico" colonial de Africa en el siglo XIX resultó de este tipo de fronteras.
Las fronteras llamadas primarias son en verdad una cuestión del pasado: la formación de las naciones con un perfil territorial definitivo terminó con este mecanismo de expansión, mal que les pese a los seguidores del pensamiento geopolítico haushoferiano.
Las fronteras secundarias son internas a los estados, se producen dentro de un continente político-territorial dado. Se originan en el hecho de que, en muchos casos, los procesos de consolidación territorial dejan incluídos dentro de los estados amplias áreas con escasa o nula densidad de población, u ocupados por grupos indígenas. Cuando el estado consolida su territorio, justamente es el momento en que comienzan a mirar hacia adentro, y dan lugar, con mayor o menor rapidez, a procesos de valorización territorial de áreas sólo ocupadas hasta el momento desde el punto de vista politico. El caso del Brasil a partir del varguismo, es un muy buen ejemplo de estas fronteras, a las cuales nos referiremos con particular atención en este trabajo.
Teniendo en cuenta la dinámica de la frontera, podriamos hablar de fronteras móviles, lentas y estancadas. Aunque uno podria pensar en la frontera como un proceso de dinámica regular, no todas mantienen la misma velocidad. Esto se debe a que no siempre los factores que impulsan a la frontera actúan en forma similar y constante. En América Latina tenemos el ejemplo de dos fronteras que se desarrollaron sobre áreas naturalmente similares, pero en países y con impulsos diferentes: la frontera sobre el área de la antiguas misiones jesuíticas, en Brasil y Argentina (Reboratti,1979). El área argentina fue ocupada primero, con inmigración extranjera, y fue muy dinámica entre 1900 y 1930, para luego irse paulatinamente estancando, al cesar la inmigración. En cambio, la frontera en Brasil comenzó más tarde, hacia 1930, pero dado que estaba impulsada por la migración interna, adquirió una dinámica muy diferente, y se agotó por falta de territorio hacia 1970 (Bardy, 1977).
Hay casos de fronteras estancadas, como la que describe Riviere para la zona de Boa Vista en Roraima (Riviere,1972), que se mantuvo prácticamente inmóvil durante treinta años.
Obviamente el Brasil en la cuenca Amazónica es el mejor ejemplo de frontera rápida: un colono alemán que ocupó el Planalto Riograndense en 1880, vió a sus hijos moverse hacia el Alto Uruguay en 1930, a sus nietos instalarse en Paraná en 1960, y a esos mismos nietos migrar hacia Rondonia en 1980, y posiblemente sus bisnietos ocupen Acre en los 90.
Si miráramos, en cambio, el tipo de ocupación territorial que promueve la frontera, podríamos hablar de tres tipos: la frontera sólida, la vacia y la hueca.
Las fronteras sólidas son aquellas que basan la ocupación del espacio en el establecimiento de altas densidades de población, lo que normalmente se conoce como una colonización. La actividad económica de la frontera es llevada a cabo por pequeños y medianos productores que definen una densa red de poblacion rural y que normalmente da lugar luego a la formación de una red urbana incipiente. Estas fronteras van perdiendo poco a poco su condición de tal, para asimilarse al espacio común de la sociedad.
Las fronteras vacías son un fenomeno relativamente nuevo en América Latina: se trata de la frontera empresarial, típica de las áreas en proceso de revalorización para la producción masiva de cereales u otros productos agrícolas para el mercado, con gran apoyo tecnológico. En estos casos la frontera no significa una poblacion densa, sino una producción masiva y una inversión alta. La población ocupada reside preferentemente en centros urbanos pequeños y medianos cercanos, desde los cuales se moviliza diaria o semanalmente a la zona de producción (Reboratti, 1988).
Las fronteras huecas, son una forma de desarrollo fronterizo típico
de aquellos casos donde la dinámica de la frontera depende más
de los condicionantes externos que de los internos. En estos casos, la
frontera se moviliza por el motor económico y no por el impulso
social. La movilización de la frontera se acelera al vaivén
de los precios y las oportunidades, buscando la obtención de beneficios
rápidos, y sobrepasando de esta manera la capacidad natural de producción/
regeneración de los recursos. Esto es especialmente importante en
los ambientes tropicales y subtropicales, aparentemente fértiles
pero extremadamente frágiles. En estos casos la frontera al moverse
va utilizando y luego descartando franjas de tierra, que al perder rendimiento
se destinan a actividades menos intensivas, y por ende requieren menos
mano de obra. Así se van definiendo cinturones de diferente densidad
de población, donde los más externos están más
densamente poblados que los internos, dando lugar a la imagen de una frontera
"hueca". Por ejemplo, en el área del café descrita por James
las franjas interiores, ya degradadas, se ocuparon con ganadería
extensiva despues de años de explotación y sobrexplotación
cafetalera, dando lugar a una emigración hacia el borde exterior.
Fronteras y planificación
Podríamos hacer una distinción en las fronteras de acuerdo a cual haya sido el grado de planificación que las definió. Desde ese punto de vista, podríamos pensar en fronteras espontáneas y planificadas, más como extremos en un continuum que como tipos claramente diferenciados, y aclarando que estamos refiriéndonos a la planificación global de la ocupación, y no de la individual.
Fronteras espontáneas son aquellas que aparecen y se mueven sin una planificación previa de su dinámica y características. Resultan de la presión demográfica, del "hambre por la tierra", y hoy en Clía son posiblemente los movimientos fronterizos más importantes, tanto por el área que cubren como por la cantidad de población que involucran.
Las fronteras espontáneas aparecen y crecen por la formación en la sociedad del mito de la tierra nueva, que resurge continuamente entre los sectores campesinos sin tierra. Estos llevan a la frontera su técnica primitiva, su dependencia de la mano de obra familiar y su falta de capital. Son comunes las técnicas de cultivo itinerante en las áreas selváticas o la ganaderia extensiva en las sabanas y montes.
La frontera espontánea es un movimiento contínuo, tanto desde un punto de vista temporal como espacial: no hay grandes distancias que separen a los colonos entre sí, y esta densidad relativamente alta de población rural da lugar muy pronto a sistemas muy básicos de redes urbanas y centros de servicios. La organización del territorio es caótica: muchas veces el factor organizador es una ruta, un puesto militar, un puerto, hecho todos preexistentes a la frontera, pero a los cuales ésta les da un nuevo significado.
El proceso de transformación de la frontera espontánea es difícil: los títulos sobre la tierra son muy problemáticos, la producción tiene un destino incierto, no hay sistemas de comercialización estructurados ni formas eficientes de distribución de bienes y servicios. Muchas veces los encargados de consolidar la frontera no son los primeros colonos, sino una segunda oleada de inmigrantes que "compra" a éstos la tierra, en realidad se compra simplemente el trabajo realizado en limpieza y deforestación. De esta forma, se reproduce el sistema: los primeros vuelven a emprender la emigración hacia adelante, para repetir indefinidamente el ciclo.
Las fronteras planificadas, en cambio, son el resultado de la organización previa de la distribución y uso de la tierra. Si bien la idea de frontera planificada suele estar ligada a la de colonización, también puede ser llevada a cabo bajo otros tipos agrarios tales como la plantación.
La planificación de la frontera puede ser llevada a cabo indistintamente por el Estado o por entidades privadas, con algunos casos intermedios. En los casos de planificación oficial, es el estado el que realiza un levantamiento cartográfico de la tierra que se va a ocupar, planifica el tipo de lotes (tamaño, forma, ubicación), y por lo general también la necesaria infraestructura de transportes y centros urbanos. El estado instala a los colonos y a partir de allí, o bien puede mantener una especie de control sobre éstos -a través por ejemplo de la promoción de algunos productos o el control del manejo de la tierra-, o bien simplemente deja a los colonos hacer su voluntad.
Hay una gran cantidad de literatura sobre como debe ser planificado y administrado un asentamiento de colonias (FAO, 1961; Lewis, 1964). Lewis, por ejemplo, indica siete condiciones que deben cumplirse para lograr el éxito de una colonia: la elección de un lugar adecuado, del colono adecuado, la preparación del terreno antes de la llegada de los colonos, el capital del que deben de disponer éstos, la organización de actividades grupales, el tamaño apropiado del terreno y una forma diáfana de tenencia de la tierra. En este caso, hay una notable desviación hacia lo que podríamos definir como el "colono rico" muy similar al que caracterizó la colonización por alemanes e ingleses en diversas partes del mundo. Sin embargo, el actual desarrollo de las fronteras planificadas en América Latina o África está bastante lejos de ese modelo.
La instalación de colonias oficiales parece ser una meta muy preciada en la mayor parte de los planes de desarrollo de América Latina, y en ésto han tenido mucho que ver las agencias internacionales de financiación que ven en la ocupación de tierras nuevas el retorno de una "válvula de seguridad" a los crecientes problemas de sobrepoblación urbana.
Este tipo de planes puede llevar a dos resultados diferentes: en el mejor de los casos, la fuerza de la inmigración sobrepasa la capacidad estatal para planificar y administrar las colonias, y entonces el estado se transforma simplemente en una oficina de legalización de títulos de tierra. Pero en otros casos, la existencia de condiciones que no han sido estudiadas con cuidado -aislamiento con respecto a los mercados, tierras que pierden fertilidad rápidamente, mala adaptación de los colonos a ambientes diferentes- lleva al fracaso de la colonización.
En América Latina hay curiosamente un desarrollo inesperado que ha revitalizado a muchos sistemas de colonización: la aparición del cultivo de la coca como reemplazante de los tradicionales (maíz, banano, etc) y mucho más rentable, con mercado asegurado y sin problemas de comercialización. El único problema radica en que el honesto y activo pionero se ha transformado a los ojos de la sociedad formal, en un delincuente (Rojas, 1988).
Entre los sistemas altamente planificados y la colonización oficial muy laxa, hay un amplio espectro. Los puntos principales en los cuales éstos se diferencian son la tenencia de la tierra y el tipo y sistema de producción.
Los problemas de tenencia de la tierra son particularmente complicados, y hay aquí dos puntos de conflicto: el tamaño de los predios y la forma de tenencia que se adopte. Ambos están muy conectados con los eternos problemas de sobrepblación y aparición del minifundio al desarrollarse la colonia. En los casos de las primeras colonizaciones del Brasil, es posible ver como el sistema de pequeños predios y tenencia de la tierra en propiedad llevan muy rápidamente a la saturación del tamaño inicial del predio, ligado por lo general a lo que es capaz de cultivar una familia, y de la velocidad de crecimiento natural de la colonia. Este problema se evita a veces mediante la adopción de formas de herencia no formales, que impiden la atomización aunque no la emigración (Archetti, 1975).
En algunos casos, el estado otorga sobre la tierra una propiedad no total, sino condicionada, una especio de alquiler permanente; pero ésto sólo tiene éxito si a la vez se adopta un sistema de expansión constante de las colonias, para evitar la emgración de los que no pueden recibir más tierra.
Existe también la posibilidad de tenencia comunal o colectiva que, fuera de los casos de los países socialistas, ha sido aplicado en algunas colonizaciones muy especiales, como los menonitas en Paraguay. Aquí el éxito depende del grado de unidad que nmantenga la comunidad. En el caso anteriormente nombrado de los menonitas esa unidad se mantuvo, pero en otro, el de los socialistas utópicos en Paraguay hacia 1890, las disidencias internas llevaron la colonización al fracaso (Souter, 1968).
El tipo de producción que se realiza es otro punto de gran diferenciación. En este aspecto vamos a encontrar el rasgo más evidente en la relación entre la frontera y la sociedad central. En algunos casos, colonos y fronteras son una suerte de respuesta a demandas específicas de productos agrarios por parte de la sociedad. En otros, los primeros momentos de la frontera responden fundamentalmente a la presión demográfica y por ende la producción está más ligada a la propia subsistencia de los colonos.
Finalmente, aparece el tema de los sistemas de producción. La idea de la colonización incluye, por lo general, un ideal de "modernización", la adopción de nuevas pautas tecnológicas por los colonos. Esto no siempre se logra, y mucho menos en las fronteras espontáneas, dado que, por lo general, el inmigrante hacia la frontera no es el productor más dispuesto a adoptar nuevas tecnologías, ni el que dispone de más capital para hacerlo. Es por ésto que las colonizaciones estatales incluyen generalmente sistemas de apoyo tecnológico a los productores, a través del crédito agrícola.
Podríamos considerar cuatro tipos de agentes y sistemas productivos en la frontera: el campesino, el pequeño productor, el colono y el empresario.
El campesino, característico de los casos de Brasil, Bolivia y Perú, es por lo general un migrante que busca reproducir su núcleo familiar, para lo cual su necesidad fundamental es el acceso -aunque sea precario- a la tierra, abundante en la frontera. Emplea técnicas de baja productividad, intensivas en mano de obra y prácticamente carentes de capital. Diversifica la producción a pequeña escala, dirigida al autoconsumo y, a lo sumo, comercializa una pequeña cantidad de excedentes para contar con dinero; ocasiona un bajo impacto ambiental, y la fragilidad de su relación legal con la tierra lo convierte en un eterno migrante fronterizo.
El pequeño productor es una derivación del anterior; es, por lo general, intruso en tierras fiscales, pero dirige sus esfuerzos a la venta de sus productos, lo que lentamente lo lleva de la diversificación a la monoproducción. Carece de capital, y su tecnología es muy pobre, pero su afán de maximizar los escasos beneficios lo lleva a ejercer una fuerte presión sobre el medio. Campesinos y pequeños productores son tipicos de las fronteras espontáneas.
El colono es el producto de las colonización oficial. En su origen es un productor mediano, integrado al mercado, y que si bien no tiene capital propio, o lo tiene en una muy escasa medida, es capaz de acceder al crédito, lo que lo introduce en un mundo de tecnología más avanzada.
Por último, el empresario de la frontera es un actor que surge del acuerdo entre el Estado y los sectores privados sobre el uso de los recursos fronterizos. Es entonces un productor que no está especificamente dentro de una frontera planificada, pero se ubica dentro de un sistema de planificacion más global. Aquí el capital se traduce en grandes cantidades de tierra y tecnologia, dirigido a la obtención de beneficios rápidos, que muchas veces se contraponen con la estabilidad ambiental y social de la frontera.
La colonización de tierras nuevas por la actividad privada obedece a dos motivos diferentes: una es la colonización como una empresa comercial de bienes raíces, la otra es la colonización con fines diferentes a la mera especulación económica, por lo general ligados a problemas ideológicos o religiosos.
En el primer caso la tarea es llevada a cabo por grandes compañías de tierras. El proceso consiste en comprar -del gobierno o de particulares- grandes extensiones, que son posteriormente mensuradas, en algunos casos después de que se han extraído los recursos más importantes (madera por ejemplo). La compañía construye una infraestructura básica de caminos y centros urbanos para uso de la futura colonia, promueve la venta de tierras y procede a la misma. En algunos casos el papel de la misma termina aquí, pero en otros se extiende a controlar algunos resortes básicos de la producción y distribución de bienes. Un excelente ejemplo de este tipo de empresas es la colonización del norte del Estado de Paraná en Brasil por parte de la Companhia de Melhoramientos e Terras do Norte do Paraná, que colonizó 1.250.000 hectáreas para la producción de café entre 1930 y 1950 (Dozier, 1954). Ejemplos no tan espectaculares se pueden encontrar en la colonización del borde del Paraná en la Provincia de Misiones (Argentina), por parte de compañías de tierra que vendieron sus lotes a colonos alemanes hacia 1920 (Eidt, 1971).
El segundo tipo de colonización privada es mucho más restringido en tamaño y número de colonos. Aquí lo que se busca es aislarse y reproducir en las tierras nuevas algún tipo de ideal común. Este puede tener un origen religioso como en el caso de los menonitas (Fretz, 1953), ideológico como en el de los socialistas utópicos (Souter, 1968), étnico como con los boers y galeses en la Patagonia (Williams,1978).
Muchas colonias que se ubicaron en América Latina fueron una mezcla de empresas privadas y públicas, y estaban estimuladas por el interés de los gobiernos europeos de principios de este siglo en promover la emigración. En estos esquemas por lo general el país receptor ofrecía la tierra, que era ocupada por colonos extranjeros apoyados por sus respectivos gobiernos, y que llegaban a formar verdaderas compañias de colonización. Esto fue muy común aproximadamente entre 1880 y 1930, cuando los gobiernos latinoamericanos estaban convencidos de la superioridad de la colonizacion europea sobre la local, y apoyaban este tipo de proyectos.
Como vimos antes, el desarrollo fronterizo no siempre debe estar relacionado a proyectos de instalación de colonos: algunos tipos de empresas también pueden tener características "colonizadoras", como la plantación o la gran empresa cerealera. En estos casos el mecanismo adoptado es la compra a bajo precio de grandes áreas vacías, y su valorización a través del desmonte y la construcción de una infraestructura que garantice la entrada de insumos y la salida de productos. Aquí existe una relación muy directa con el mercado. Las empresas utilizan sólo parte de su capital territorial para la producción, dejando el resto en reserva para futuras expansiones. No hay inmigración masiva, sólo la contratación de la cantidad de mano de obra necesaria para realizar las distintas tareas, y dicha mano de obra corre siempre el riesgo de ser reemplazada por tecnología, bajo la forma de maquinaria.
También las empresas ganaderas tienen a veces una característica
"fronteriza". Esto es relativamente común en áreas áridas
y semiáridas, como fueron los casos de Australia Central, el oeste
de los EEUU o el oeste de las Pampas. En la mayor parte de los casos se
trataba de una producción extensiva, basada en la posibilidad de
manejar grandes espacios. Según los casos, la propiedad de la tierra
podía ser o no importante: lo fue en América Latina, pero
no en el caso de los EEUU (Grigg, 1977). Este tipo de fronteras ganaderas
se caracteriza por densidades muy bajas de población, y una forma
de asentamiento muy precaria, con escasa o nula capacidad para conformar
verdaderas estructuras regionales.
Las fuerzas detrás de la frontera
Una posibilidad de explicar la existencia de la frontera, es considerarla como parte de un sistema generalizado de desarrollo socioeconómico.
Uno de los principales problemas que cualquier sociedad tiene que enfrentar es el articular el crecimiento de la población con un paralelo crecimiento en la producción de alimentos, hay básicamente dos posibilidades de lograrlo. Una es expandir el área de producción, la otra es aumentar los rendimientos. Las dos soluciones no son necesariamente excluyentes, y pueden utilizarse en forma paralela.
El sistema que tan limpio y diáfano aparece en la descripción anterior, la secuencia aumento de población/aumento de producción/ aumento de tierra, en la teoría y en la práctica difieren. Y el principal problema es el factor tierra. En primer lugar hay que tener en cuenta que reserva de tierra no significa necesariamente "tierra con posibilidad cierta de ser poseída y puesta en producción".
Hay en el mundo millones de hectáreas de tierras áridas o semiáridas que sólo pueden ser puestas en producción a partir de grandes proyectos de riego. El restringido grupo social de la frontera no puede hacer frente a este tipo de inversiones, que son necesariamente responsabilidad de la sociedad toda y no sólo de la fronteriza. La puesta en valor de la tierra depende entonces de la capacidad y el interés de la sociedad por llevar a cabo este tipo de inversiones, las más de las veces ubicadas en países subdesarrollados, de muy baja o nula capacidad de inversión. En éstos la secuencia se vuelve un círculo vicioso de crecimiento de población, tierras baldías, ciudades sobrepobladas, minifundio y emigración.
También hay que tener en cuenta que, en muchos casos, las tierras baldías tienen dueño. En América Latina hay enormes extensiones de tierra potencialmente útil que está en manos de pocos dueños, que no las ponen en producción (Feder, 1972). Los magros resultados de las Reformas Agrarias de los 50 y 60 mitigaron en parte este problema, pero sigue sin solucionarse en la mayor parte de los casos. Cuando una frontera en movimiento llega a estas tierras, surgen dos tipos de soluciones.
En una aparecen intrusos ocupando las tierras vacías, que a veces terminan comprando pacíficamente la tierra a los latifundistas; pero que en muchos otros casos el final es una sangrienta disputa, que abona la fama de la frontera como un lugar peligroso y violento. En otras ocasiones, es el Estado el que se enfrenta al problema y compra o expropia la tierra a los dueños para distribuirla entre los colonos. Pero esta segunda solución se da sólo en aquellos casos donde los gobiernos responden, o por lo menos son receptivos, a las necesidades de las poblaciones fronterizas. Si, en cambio, prevalecen los intereses de los latifundistas, la violencia se adueña de la frontera.
Este tema de la frontera como símbolo de violencia social es sumamente interesante. Prácticamente en todos los casos que se pueden analizar en América Latina, frontera es sinónimo de conflicto, de ruptura de la ley y de violencia. Esto sólo en parte se debe al hecho de que, en algunos casos, la frontera ha sido el refugio de gente que escapan de la ley. Se trata simplemente que la frontera es un proceso dinámico, donde los conflictos sociales se potencian y se hacen más rápidos y radicalizados, y donde las estructuras de control y aplicación de las leyes todavia no se han asentado lo suficiente.
Existe también una estrecha relación entre la frontera y la sociedad "central" a través de las relaciones económicas entre ambas. Normalmente, y una vez que ha llegado a cierto desarrollo, la frontera produce bienes para el mercado. Estos bienes, con respecto a las áreas consolidadas del pais, tienen ventajas y desventajas. Las ventajas son normalmente un rendimiento mayor por el uso de tierras virgenes; y un menor costo de producción, por la existencia en la frontera de salarios más bajos que el promedio, y por la utilización masiva de mano de obra familiar. Pero existen también una serie de desventajas, muy notables en algunos casos. Estas son: a) altos costos de transporte de los productos hacia los mercados, en parte por las distancias y en parte por la falta de una infraestructura adecuada; b) un dificultoso acceso a la nuevas tecnologías, por la falta de centros de servicio y demostración y por la falta de crédito que permita acceder a estas tecnologías, y c) los precios que se obtienen por los productos son generalmente más bajos que lo normal, por la existencia de una red de comercialización monopólica. Por lo general las desventajas sobrepasan a las ventajas, y de esta forma, la incorporación de la frontera al territorio consolidado se hace lenta y difícil y, como ya hemos visto, incluso puede ser realizada por una nueva oleada de colonos.
Las relaciones entre la sociedad y la frontera son, como se puede ver,
complejas y difíciles, y están muy conectadas con el tipo
de ideología que sobre la frontera desarrolle una sociedad. Esta
puede tomar a la frontera como un problema marginal, una dificultad que
se salvará sola o desaperecerá, o bien puede tomarla como
un problema importante, promocionarla y desarrollarla. En la historia de
América Latina podemos encontrar a los diferentes países
manteniendo alternativamente estas dos actitudes. En algunos casos, como
en Brasil en la década del 40 y nuevamente en los 70, la frontera
es el gran emblema nacional. En otros, como es todavía el caso de
Argentina y los países andinos hasta hace relativamente poco tiempo,
pareciera tratarse de una cosa del pasado.
El desarrollo de la frontera: un esquema para América Latina
Los elementos constitutivos
En el capítulo anterior se habían planteado algunas características generales de las fronteras agrarias. Vale la pena ahora detenerse a analizar cuál es el proceso de desarrollo de una frontera agraria, como interactúan sus factores constitutivos y qué resultado van definiendo, a lo largo del tiempo y el espacio. Para esto vamos a referirnos al caso específico de América Latina y a los múltiples ejemplos fronterizos que ha tenido y tiene.
Una frontera agraria no es, según los estudios de la OEA (BRASIL-OEA, 1975) realmente un objeto de existencia tangible, sino un sistema de relaciones, un proceso de transformación. Este sistema de relaciones se concreta entre una forma específica de producción y un ámbito físico determinado. Cuando hablamos de forma de producción, englobamos a todo el sistema de relaciones sociales y económicas tendentes a la producción de bienes y, en general, a sostener la existencia de una población. Cuando hablamos de un ámbito determinado, nos referimos a un espacio individualizado, el cual es transformado a lo largo del tiempo por dicha forma de producción. En realidad, esto conforma un sistema circular, dado que la transformación gradual del espacio trae a su vez aparejada una gradual adecuación de las formas de producción, y asi sucesivamente.
Lo anterior permite definir varios planos de análisis para el
fenómeno de la frontera agraria. Unos de tipo longitudinal a la
misma, perspectivas que podriamos llamar temáticas, como pueden
ser:
a) la transformación de los sistemas de producción, desde
los más simples (basados en la subsistencia), a los más complejos
(sistemas comerciales integrados);
b) la transformación del espacio, también en grados crecientes
de complejidad, desde un espacio virgen, sin apropiación, ocupación
ni uso, a otro totalmente ocupado, con un uso intensivo y apropiación
total;
c) la transformación del ambiente, desde uno no intervenido,
con sus ecosistemas completos, a otro fuertemente intervenido, rotos los
ecosistemas y reemplazados por otros artificialmente sostenidos;
d) la transformación de las relaciones sociales, tanto dentro
de la frontera como hacia y desde fuera de ella; desde las relaciones simples
y aisladas hasta la integración total de la frontera como parte
indistinguible del resto del cuerpo social.
Del mismo modo, cabría pensar en planos transversales a los anteriores, como podría ser el análisis de los cambios en las estructuras agrarias que engloban términos de producción, ambiente y relaciones sociales, o el cambio en las formas de asentamiento, que une los planos ambientales, espaciales y sociales.
Pero en realidad, si la frontera es un proceso, un sistema de relaciones más que un objeto de existencia concreta que se pueda analizar en tal o cual perspectiva, sería más lógico pensar que el enfoque más adecuado deberia ser el más complejo posible. Por lo tanto, más que hablar de distintos aspectos, tendriamos que hablar de enfoques totalizadores de distinto tipo.
Siendo la frontera un proceso donde lo espacial y lo temporal se encuentran íntimamente ligados, se puede pensar en dos enfoques globales alternativos: fijos en lo espacial y longitudinales en el tiempo, o fijos en el tiempo y transversales en lo espacial. Claro que estas dos perspectivas parten de un supuesto que trataremos de clarificar: que el proceso de la frontera presenta una secuencia regular, cuyo mecanismo de desarrollo determina un ciclo que se repite en cada caso. Es nuestra hipótesis que la frontera genera mecanismos de desarrollo cuya regularidad puede ser establecida, y que las variaciones a este ciclo regular pueden explicarse en cada caso a través de la variación relativa de las relaciones entre los factores constitutivos de la frontera agraria y no a través de un proceso aleatorio.
Una frontera agraria es un continuum espacio-temporal, que comienza cuando el espacio se encuentra totalmente vacío de ocupación, y termina cuando este espacio ha sido completamente integrado al cuerpo social que ha promovido el avance de la frontera. Ya a priori se puede establecer que de estos dos limites extremos, es mucho más fácil establecer el primero que el último.
La frontera agraria se puede considerar entonces como un ciclo en sí misma, tendiendo a la integración de un área a una sociedad. Pero se pueden establecer momentos diferenciados dentro de ese ciclo; la pregunta es: ¨permite el proceso identificar periodos definidos de desarrollo?
De hecho, ya hemos establecido por lo menos tres períodos: uno inicial (el territorio virgen), otro final (el territorio integrado), y lógicamente entonces uno intermedio (el territorio en proceso de integración). Creemos que este período intermedio, el de la frontera propiamente dicha, permite a su vez la diferenciación de tres fases: una de apretura de la frontera, otra de expansión y una tercera de integración.
El objetivo fundamental es poder contar con un esquema básico que describa los mecanismos de desarrollo de la frontera y que a través de la variación de los insumos de este modelo se puedan determinar las variaciones a las diferentes etapas del ciclo fronterizo. Eso permitiría, tambien, poder acercarse a una predicción del futuro de la frontera o por lo menos, ofrecer diferentes alternativas a una realidad presente.
Los elementos básicos para trazar el desarrollo de una frontera se podrían resumir en tres: la tierra, la producción y la población. Las relaciones entre estos tres elementos darán como resultado dos tipos de estructuras particularmente relevantes al estudio fronterizo: las estructuras agrarias y la organización del espacio.
Cuando hablamos de tierra nos referimos al espacio concreto donde se desarrolla la frontera, su marco ambiental/territorial. Esta tierra puede ser estudiada desde varios ángulos posibles: por la utilización que se le da, por la forma en que se la distribuye y, finalmente, por el impacto que en su estructura ambiental tiene la gradual instalación humana que caracteriza la frontera.
El elemento producción se refiere a todo lo que produce la ocupación de la tierra. ésta es habitada con algún fin concreto, no sólo por el mero hecho de servir como lugar de asentamiento en la forma que se llogra, o sea, bajo que sistemas productivos, y en la forma en que se distribuye.
Finalmente la población se defina como el grupo humano que habita el área de la frontera, y los parámetros más importantes para analizarla serán su tamaño, su dinámica, distribución y organización.
Como dijimos antes, las estructuras que resultan de la combinación de estos elementos son dos: la agraria y la territorial. Una estructura agraria es un sistema de relaciones socio/ambientales ue se forma con el objeto de realizar cierto tipo de producción agrícola y/o ganadera. Sus parámetros básicos son el tamaño u forma de apropiación de los predios, el tipo y nivel de tecnología utilizada, la mano de obra empleada, el manejo de insumos y productos u la inserción en el sistema de comercialización.
La organización del territorio en la frontera es la concreción espacial de todo lo anterior, y está caracterizada por un sistema de distribución y forma de los asentamientos, su infraestructura y flujos.
La ocupación del espacio por parte de las sociedades en formación
ha sido una constante en la historia de América Latina, y tal vez
uno de sus rasgos definitorios (Hennessy, 1978). Es evidente eque esta
región no es la única donde se ha producido la ampliación
de las fronteras grarias, dado que muchos puenblos han pasado por esta
etapa en uno u otro momento de su historia. Pero en el caso de América
Latina este proceso no sólo ha alcanzado hasta nuestro dias, sino
que es en este siglo cuando ha tomado su mayor impulso.
Primera fase: la frontera potencial
La fase inicial del proceso fronterizo es un período de fuerzas latentes. La tierra se encuentra libre de ocupación y uso permanentes, pero pueden haber pasado por ellas uno o más frentes extractivos, obteniendo algunos productos sin alterar realmente las caracteristicas naturales del área. También pueden existir algunas instalaciones más o menos aisladas, ubicadas generalmente con fines de seguridad, puestos de observación cientifica o misiones religiosas. La tierra que a los fines del desarrollo fronterizo consideramos "libres de ocupacion", puede estar habitada por grupos humanos culturalmente diferentes a los de la sociedad central. La existencia de pueblos indigenas en esta fase depende de su relación con los frentes extractivos activos, y de la situación general del área con respecto a la sociedad central. Hay ocasiones en que la población nativa original fue eliminada por la simple accion militar, dejando un espacio efectivamente vacio. Tal fue el caso del Chaco argentino, por ejemplo. Hay otras en que el desplazamiento de sucesivos frentes extractivos van minando el tamaño y la capacidad de reacción de las poblaciones aborigenes, mediante su utilización como fuerza de trabajo barata, el contagio de enfermedades, la distribución de alcohol y la destrucción generalizada de la identidad tribal y étnica. Si la población aborigen es densa, o suficientemente fuerte como para sobrepasar esta fase, el conflicto latente sobrevendrá luego, cuando la ocupación de la tierra comience a hacerse efectiva (Ribeiro,1973).
La fase potencial de la frontera es un momento de reconocimiento: la sociedad que moviliza la frontera explora las nuevas tierras, estima el valor y la calidad de los recursos, calcula sus potencialidades y hace un balance -explícito o implícito- entre beneficios y pérdidas. Esta etapa de la frontera se ha desarrollado en diversos lugares de América Latina desde el fin de las guerras de la independencia hasta ahora. En ocasiones esta tarea de reconocimiento se dio como resultado de la organización de las campañas de exterminio de los indígenas. Así por ejemplo, cuando la Argentina emprendió en 1879 la ocupación de la pampa occidental y la Patagonia (lo que se conoce como la Conquista del Desierto), las avanzadas militares estaban acompañadas por un nutrido grupo de científicos, encargados de cartografiar el territorio y hacer un inventario de sus recursos potenciales. En otras, esta tarea se hace como resultado de la planificación de grandes obras de infraestructura o la delimitación de territorios en disputa.
En este período es importante señalar el papel que cumplieron las Sociedades Geográficas, creadas en América Latina a imagen y semejanza de la Real Sociedad Geográfica de Inglaterra o de sus similares en Francia y Alemania. Si bien estas últimas tenían como misión fundamental la exploración de las colonias efectivas o potenciales de los países centrales, en los casos de Brasil, Argentina, Colombia y Chile, entre otros, el papel a cumplir por estos grupos era el reconocimiento sistemático de los territorios que recién a fines del siglo XIX se podían considerar efectivamente como parte integrante de los Estados. De esta manera, se hicieron expediciones al Chaco, el Matto Grosso, el Alto Amazonas, la Patagonia, el Alto Orinoco y literalmente reflejaron estas áreas en el mapa.
El mantenimiento de un área como frontera potencial depende exclusivamente de la forma en que se desarrolla la sociedad central, la dirección y sentido de su crecimiento y las políticas demográficas y económicas adoptadas, implicita o expl~'citamente. El caso de América Latina es bien claro al respecto: mientras los paises se encontraban en su etapa de organización, mantuvieron grandes áreas (tanto interiores como en sus bordes más alejados) prácticamente desocupadas, habitadas la más de las veces por grupos indígenas totalmente aislados de la sociedad central, o en conflicto permanente con ella. Pero una vez que los países se organizaron y consolidaron sus fronteras politicas, se volvieron hacia estas zonas y comenzaron el proceso de ocupación efectiva.
Esta es la etapa en que la frontera adquiere algunas características mitológicas: sus riquezas son exageradas, sirve de refugio a marginados sociales, tanto reales como imaginarios, es vista como una tierra de promisión por algunos y como una maldición por otros, adquiere, en suma, la atracción de lo misterioso, de lo desconocido. Si a esto le sumamos la fragmentaria y deformada información proveniente de los frentes extractivos, la lucha contra los factores naturales, la brutal explotación humana, no es de extrañar que esta fase sea fuente de inspiración para la creación literaria. En la mayor parte de los paises que han tenido una frontera agraria activa, se ha formado una literatura que la refleja, a veces en forma documental (Zeballos,1945), otras como literatura testimonial (Alvarez, 1972; Hernández, 1960), las más una mezcla de ficción con historia (Quiroga, 1954; Alegría, 1985, Amado, 1986).
El paso de frentes extractivos por las tierras libres deja a veces una estructura territorial muy débil, formada por unos pocos caminos de penetración, tal vez algún centro de concentración de productos y distribución de mercaderías y, en tiempos más modernos, algunas pistas de aterrizaje, y perforaciones de exploración petrolera. Si el período que pasa entre esta fase y la siguiente es muy largo, lo que fácilmente puede suceder, esta débil estructura se pierde. Si, en cambio, las fases se suceden rápidamente, esta misma red sirve para la penetración de los primeros colonos, y muchas veces es la base para una estructura territorial más fuerte.
El más importante ejemplo actual de una frontera en su fase potencial
es, evidentemente, el Alto Amazonas, tanto en su sector brasileño
como en el colombiano, venezolano, peruano y boliviano. Pero hay ejemplos
históricos similares: la Patagonia en Argentina y Chile, los llanos
de Venezuela, el Chaco paraguayo.
Segunda fase: la apertura de la frontera
La sola existencia de un recurso libre como la tierra, no es suficiente para desencadenar el ciclo fronterizo: son muchos los ejemplos de países que han mantenido durante largo tiempo en su interior áreas no ocupadas. Es necesario que ese recurso básico se complemente con otros, que son el motor de la frontera: población y producción. Cuando finalmente se produce esta conjunción, entonces la frontera entra en su segunda etapa, la de la apertura. Para que ésta se produzca, es necesario que se cumplan dos condiciones básicas: a) la existencia de excedentes demográficos que abran esta fase; b) la existencia de productos comercializables en momentos de expansión, que requieran la utilización de nuevas tierras.
La conjunción de los dos factores puede darse tanto en el caso de una frontera planificada, como también ser el resultado de un proceso fronterizo largo, que va generando sus propios excedentes demográficos y recreando su propio mercado de productos. Por ejemplo, en el caso de la colonización de Misiones, en Argentina, a partir de un primer momento de ocupación planificada hacia fines de siglo, los propios colonos mantuvieron a la frontera en movimiento, ocupando nuevas tierras y recreando en ellas el mismo tipo de productos que se obtenían en las anteriores tierras. En estos casos, la frontera engendraria otras fronteras, y pareceria que ésta se desentiende de impulsos económicos o demográficos externos.
La fase de apertura pone por primera vez en relación directa a la sociedad y la tierra; es el momento que algunos llamaron del pionero, el hombre que penetra en la tierra virgen para asentarse y producir. Esta idea algo romántica de la frontera no tiene mucho que ver con la realidad latioamericana: en la enorme mayoría de los casos el pionero es un campesino que ha sido expulsado de su tierra por la pobreza y la degradación ecológica y que se ubica en las tierras nuevas con el simple propósito de sobrevivir, y esto sólo a veces lo logra.
La fase de apertura de la frontera agraria es un típico período de confusión, de marchas y contramarchas, de fracasos y éxitos. Es una fase que es característica en las fronteras espontáneas, y que está casi ausente, o es muy rápida en las planificadas. En la fase de apertura la primer oleada de inmigrantes llega a las tierras nuevas. No es por lo general un flujo intenso, sino una infiltración lenta. Los inmigrantes van ocupando el espacio en forma poco densa, por lo general tendiendo a un asentamiento disperso, con escasos lazos de interconexión y muy irregulares comunicaciones con la sociedad central. Difícilmente en esta etapa aparezcan centros urbanos: los colonos utilizan los servicios que prestan las ciudades detrás de las fronteras, en áreas donde ésta se encuentra en una etapa más avanzada. Puede darse el caso que dentro de la frontera existan aglomerados preexistentes, como ya vimos, y en esos casos éstos adquieren funciones más complejas, y muchas veces su actividad original desaparece.
La población de la frontera en su fase de apertura tiene generalmente un muy alto crecimiento vegetativo, dado que si bien la mortalidad es elevada -por la carencia de servicios, mala alimentación, deficiencias en la vivienda-, la natalidad también es muy alta, típica de las áreas rurales marginales. Las migraciones que movilizan esta fase son por lo general de corta distancia: en la mayor parte de los casos los primeros que se instalan en áreas virgenes son colonos que ya tienen experiencia y han participado en otros casos fronterizos. La migración puede ser interna, pero también se da el caso de que el fenómeno fronterizo se desarrolle cerca de una frontera política, e incluso que trascienda a esta. Alli los migrantes a la frontera no hacen mucho caso de los limites políticos, que por lo general son líneas imaginarias o accidentes geográficos de poca monta. En Panamá, por ejemplo, históricamente ha sido común la participación de colombianos en la ocupación de la selva y en el nordeste de Argentina la migración en esta fase de la frontera mezclaba brasileños, paraguayos y argentinos (Reboratti, 1982).
En los casos mas característicos, la fase de apertura está definida por la presencia de intrusos, pioneros que no poseen relación legalizada con la tierra. La creación de estos vínculos sobreviene poco después. Esta es una etapa de indefinición legal, de pequeños agricultores que en muchos casos se asemejan a los típicos productores de roza (Watters, 1971), por el tamaño de los predios, la racionalidad tecnológica empleada y la forma y destino de su producción.
¨Qué uso se le da a la tierra en esta etapa? Hay dos posibilidades, a veces entremezcladas: la producción pecuaria y la agrícola. En ambos casos se trata de una actividad de pequeña dimensión, fundamentalmente porque el intruso está interesado en manejar sólo la cantidad de tierra que puede poner en producción con su propio trabajo, incluyendo en esto a los familiares. En la fronteras ganaderas, el pionero llega a una especie de equlibrio con el medio: no destruye directamente el bosque o la vegetación natural, dado que no siembra pastos artificiales y la cantidad de animales que introduce es siempre escasa. En las áreas tropicales semiáridas de América Latina es común el uso del sistema de cria "a campo", casi una forma de manejar ganado salvaje. En estos casos los animales están totalmente libres en el espinal, y el ganadero aprovecha los ciclos de sequía para reunir los animales alrededor de los pocos pozos de agua. Por supuesto, en estos casos las ventajas, poca intensidad de mano de obra, son ampliamente superadas por las desventajas: mala calidad de la producción, imposibilidad de cualquier tipo de control sanitario sobre el ganado. Las fronteras qanaderas muchas veces quedan congeladas en esta etapa, y salvo que sobrevenga un cambio impulsado desde afuera, nunca pasan de este estadio. La ganaderia de monte de pequeña dimensión es común en el Chaco, el gran espacio semiárido compartido por Bolivia, Paraguay y Argentina (Bilbao, 1964/5).
El intruso ganadero de la fase de apertura se encuentra siempre marginado del sistema normal de comercialización de animales. Esto se debe no sólo a que se encuentra lejos de los mercados, sino también a que los precios recibidos son muy bajos ante la escasa calidad del producto. Esto coloca al pequeño ganadero en un circulo vicioso de falta de inversión y escaso crecimiento. Este tipo de fronteras dificilmente cristaliza en una estructura territorial concreta.
Un caso muy diferente es la fase de apertura de fronteras agricolas. Estas son las verdaderas fronteras de asentamiento y ocupación, y en América Latina se han desarrollado extensamente sobre las áreas tropicales y subtropicales, avanzando sobre las reservas de bosques y praderas (Crist, 1973; Butland, 1966).
El pequeño agricultor intruso, característico de este proceso, encuentra normalmente una tierra virgen, y entre pionero y ambiente se concreta una relación agresiva, definiendo, como dijimos, un sistema de cultivo itinerante. Este consiste en el desbosque de áreas relativamente pequeñas, entre cinco y seis hectáreas por familia en zonas tropicales. Este desbosque no es total, sino que solamente se cortan los árboles menores y el sotobosque, dejando en pie los ejemplares mayores. El material cortado se apila, se deja secar y se quema en la época seca, lo que aporta al suelo mayor cantidad de fertilizantes a través de las cenizas. El cultivo es de baja tecnología: antiguamente se utilizaba el palo cavador, más modernamente la azada y los sembradores automáticos manuales (Watters, 1971). La utilización de tecnologías tan poco avanzadas se debe a que el terreno, después de desboscado, está sembrado de raíces y troncos, lo que impide el uso del arado y de prácticamente cualquier tipo de maquinaria agricola. Los cultivos son de tipo anual o semiperenne, siendo los más comunes el maíz, la mandioca, el frijol, la batata y en algunos casos, el tabaco. Se aplica por lo general un sistema de policultivo, en parte para disminuir los riesgos de malas cosechas, y en parte para racionalizar y graduar, en una economía con escasa capacidad de almacenamiento, la producción a lo largo del año. Este cultivo se repite en el mismo terreno durante dos o tres años. A partir de este momento los suelos tropicales, sin aporte energético de ningún tipo y trabajados muy superficialmente, comienzan a perder rendimiento. El colono abandona el predio, busca otro cercano, desbosca y recomienza el ciclo. El área abandonada lentamente recupera su vegetación original, y si no es reutilizada, en un plazo razonable vuelve a tener su capacidad inicial. Esto da a las fronteras agrícolas en su fase inicial un característico aspecto de mosaico, con una gran cantidad de pequeños predios en diferentes momentos del proceso productivo.
En teoría, y en economías de subsistencia, el sistema del cultivo itinerante es racional, tanto desde el punto de vista de la producción como del manejo ambiental. Pero para que esto sea cierto se debe partir de dos supuestos: que el tamaño del grupo familiar sea estable, y que haya suficiente cantidad de tierra. Si se cumplieran estos supuestos, una familia de cinco personas puede subsistir en el trópico latinoamericano utilizando entre 60 y 80 hectáreas y realizando el ciclo completo de producción trianual y barbecho natural, y esto indicaría una densidad de alrededor de 7 habitantes por kilómetro cuadrado (Valverde, 1968).
Pero estos datos teóricos se ven en la realidad contrarrestados por varios inconvenientes: la población crece rápidamente, la cantidad de tierra útil es, por problemas diversos, mucho menor al 100% de la superficie disponible y además la tierra no es un bien ilimitado. Esto hace que, al avanzar el proceso de la frontera, los ciclos de barbecho se acorten, la productividad vaya decreciendo y esto lleve a la necesidad de una especialización productiva, lo que cierra cada vez más el ciclo.
Si bien el uso de los sistemas de roza es típico de las economías de subsistencia y de las poblaciones aborígenes o mestizas, su adaptabilidad al medio tropical hizo que fuera utilizada también por migrantes europeos como fue el caso, entre otros, de los alemanes e italianos en los estados del sur del Brasil (Waibel, 1949).
Como ya dijimos, aunque el sistema de roza es típico de las economías de subsistencia, también se extiende en economías mercantiles no muy estructuradas. Hay dos ejemplos interesantes de esto: uno es el cultivo del tabaco, como forma de obtener ingresos rápidos en la frontera; y otro es la comercialización del frijol y el maíz -que a la vez son cultivos de autoconsumo-, típicos de la expansión fronteriza en la cuenca sur del Amazonas (Souza Martins, 1975).
La utilización generalizada del sistema de roza en las áreas de frontera nos da una idea del tipo de estructura agraria que se forma en esta etapa. Ésta se caracteriza por la precariedad: los métodos de cultivo son primitivos, el uso de la tierra es poco intensivo y, sobre todo, la tenencia de la tierra es precaria. Prácticamente el único tipo de tenencia en esta etapa es la ocupación espontánea. No existen ni propietarios ni arrendatarios, salvo en casos muy excepcionales. La principal producción es la destinada a la propia subsistencia de los colonos, y sólo secundariamente es comercializada. En algunos casos muy especiales los colonos cultivan algún tipo de productos específicamente comerciales pero siempre se mantiene una base de autoconsumo. Esto se debe muchas veces a que el colono se encuentra aislado, y no puede apelar a la compra de alimentos en gran cantidad, dado que la inserción de la frontera en la economia global se dará poco después. En esta etapa el principal tipo agrario es el campesino, que da prioridad a la reproducción del grupo familiar antes que nada, sólo comercializa eventuales excedentes y reduce los riesgos mediante el policultivo.
Teniendo esto en cuenta, no se puede pensar en la existencia de sistemas
de comercialización muy extendidos o sofisticados. En esta etapa
el principal mercado para los productos de la frontera es el local o a
lo sumo las áreas inmediatamente anteriores de la vanguardia fronteriza.
Los productos fronterizos raramente llegan a la sociedad principal, dado
que carecen de calidad y no tienen un volumen de producción tales
como para justificar una organizaciónn comercial formal. Los colonos
muchas veces intercambian productos entre sí, o los cambian por
bienes que no pueden producir (herramientas, algunos alimentos) en los
pocos comercios que se pueden encontrar en el área. Estos se ubican
en las rutas de penetración y, junto con el precario sistema de
sendas internas, son los únicos elementos de la débil organización
espacial de la frontera.
Tercera fase: la expansión de la frontera
La tercera fase de la frontera es aquella donde los procesos que anteriormente se encontraban latentes o se manifestaban en pequeña extensión, hacen eclosión.
La tierra es casi totalmente ocupada, a lo sumo quedan libres aquellas áreas que presentan problemas para la instalación humana, tales como las de pendientes más pronunciadas, las anegadizas o las de suelo evidentemente pobre.
En este momento los precios de la tierra sufren un súbito aumento: habiendo más población en los alrededores, una mejor infraestructura y mejores sistemas de comercialización, se va estructurando poco a poco un mercado de tierras. En muchas de las fronteras activas de América Latina, la formación del precio de la tierra es un proceso sumamente complicado y que en pocos casos tiene que ver con el valor formal de la tierra. Son muchos los casos donde lo que se vende y compra no es realmente la propiedad real de la tierra, sino el derecho al usufructo. De esta forma, un pionero que ocupó la tierra en la segunda fase de la frontera, la desboscó e hizo producir durante pocos años, puede perfectamente "vender" esa tierra a otro colono llegado posteriormente. En realidad lo que hace es venderle el trabajo realizado para mejorar las condiciones del terreno, dado que no puede trasladar la tenencia de la tierra, que formalmente no posee. El aumento del precio de la tierra es un buen indicador tanto de que el valor económico de la misma ha cambiado, trasformándose de un simple elemento de producción en una mercancía, como que en la frontera comienzan a introducirse las leyes que gobiernan la economía en las áreas integradas totalmente a la sociedad central. Este cambio trae aparejado casi siempre un conflicto: es un momento de expansión, pero problemático, violento y doloroso.
El aumento en el precio de la tierra trae aparejada la necesidad de obtener de ella una mayor producción, y esto se logra por varios medios, superpuestos o alternativos. Uno, el más común, es la ampliación del área cultivada por parte de los colonos. Ésto, en áreas tropicales y subtropicales implica, por una parte, la necesidad de delimitación de los predios y, por otra, el acortamiento o eliminación del ciclo del cultivo itinerante. Una segunda posibilidad es cambiar los cultivos tradicionales por otros de mayor rendimiento. Ésta es una solución relativamente común, sobre todo en fronteras que gozan de cierto nivel de planificación u organización, y donde la coyuntura económica del país permite la expansión de un cierto producto. Pero en muchos casos (el de Brasil es, tal vez, el más claro), el tipo de producción del pionero no cambia sino que éste se limita a vender crecientes volúmenes de los mismos productos que usa para su consumo, cambiando la relación consumo/venta hasta que su meta se vuelve producir y no consumir (Azevedo, 1975).
Una tercera posibilidad es la intensificación de la producción, un aumento del rendimiento y de la productividad mediante el uso de la tecnología agrícola, ya sea utilización de agroquímicos, maquinaria, semillas mejoradas o todos a la vez.
En cualquiera de las tres posibilidades antes nombradas, la permanencia de los colonos que aparecían en la segunda fase es poco probable: es por ello que en esta tercera fase aparece una inmigración que no sólo cubre los espacios vacíos, sino que también empuja a los viejos pioneros a emigrar, si éstos no se avienen al cambio.
Es en esta fase cuando comienzan a aparecer las primeras limitaciones a la distribución de la tierra. En la anterior ésta no era un recurso escaso, y cada colono ocupaba simplemente lo que podía utilizar. En cambio en la tercera fase la tierra comienza a ser un recurso limitado, y los colonos se ven obligados a definir de alguna manera el alcance de su propiedad. Esto se cumple en forma relativamente fácil en las fronteras planificadas, donde la tierra es distribuída a priori, de tal forma que la llegada de los colonos los limites territoriales ya han sido fijados. Pero el caso de las fronteras con tal grado de planificación no es común. En cambio si lo es el del colono que se instala en un área y delimita su terreno como buenamente puede, generalmente en forma sólo aproximada. Cuando la tierra ha sido totalmente ocupada, comienzan entonces los problemas entre los colonos por la propiedad efectiva de las parcelas, y este conflicto no termina hasta la mensura final de las parcelas y la adjudicación a un ocupante. En el caso ya mencionado de Misiones, por ejemplo, la tarea de cartografiar los terrenos en las colonias ocupadas en forma espontánea fue y es un obstáculo casi insalvable para la defintiva consolidación de las zonas ocupadas. Cada mensura se constituye no sólo en un problema técnico, sino también económico y social, dado que normalmente dos o más colonos reclaman la misma área (Eidt, 1971).
De todas maneras la distribución de la tierra es relativamente homogénea: dado que el parámetro normalmente utilizado es la capacidad de producción de una familia sin la contratación de asalariados, no hay grandes propiedades. Por otra parte, el proceso de ocupación de la tierra es demasiado reciente como para que existan subdivisiones por herencia, de modo que tampoco hay minifundios. La aparición de estructuras agrarias más heterogéneas, se da generalmente en los casos en que se combinan en la misma frontera usos diferentes. Por ejemplo, pueden coexistir grandes explotaciones ganaderas con colonos agrícolas, o combinaciones de colonos y plantaciones.
La tenencia de la tierra es de fundamental importancio en esta etapa, y hay varias variantes sobre el tema que se pueden encontrar a lo largo del continente.
El primer caso es el de las fronteras planificadas, como los grandes esquemas de colonización de Bolivia, Perú, Brasil y Argentina (Fifer, 1982; Eidt, 1969; Micolis, 1973). Allí se pasa directamente de la tierra pública o la gran propiedad a la pequeña propiedad privada, mediante la planificación del asentamiento.
Dejando de lado estos casos más claros, los más complejos son los esquemas de colonización no planificados, o donde la planificación es externa a los mecanismos de avance de la frontera. Es aquí donde nuestro esquema de fases sucesivas de la frontera se comple en forma más completa, y donde los sistemas de tenencia van evolucionando en forma más compleja. Habíamos visto que en la segunda fase en realidad no existía tenencia sino usufructo sobre la tierra. Los pioneros recién llegados a las áreas desocupadas, no se preocupaban mayormente por definir un vínculo legal con la tierra, por varias razones, que varían de lugar a otro; por criterios culturales, como sucede en el Alto Araguaya (Ianni, 1978), por imposibilidad legal, como les sucede a los intrusos brasileños en el noroeste de Argentina, y más comúnmente, por incapacidad económica para afrontar los gastos y los trámites que implica la legalización de la tenencia de tierras fiscales.
El reemplazo de los primeros migrantes en esta tercera fase también significa, en la mayoría de los casos, un cambio en los tipos de tenencia. La nueva ola migratoria se asienta con la intención de poseer la tierra o, si el caso es el de una simple densificación de la primera oleada sin reemplazo demográfico, los primeros colonos comienzan a consolidar su tenencia mediante la obtención de un título legal. Es por esto que uno de los signos más claros de la tecera fase es la disminución estadística del peso de las tenencias precarias y la aparición de la propiedad como forma predominante de tenencia.
Esta fase de consolidación también implica un desarrollo de los sistemas de producción: la acción combinada de una creciente escasez de tierras con la mejora de los sistemas de comercialización y el inicio de la organización empresarial de los colonos hace que las técnicas vayan cambiando, tendiendo a mejorar la productividad. En la etapa de la expansión conviven los sistemas comunes de cultivo itinerante con otros más desarrollados -sin llegar todavía a la etapa de la mecanización-. El ciclo del cultivo itinerante comienza a cerrarse: al reducirse el recurso tierra, el sistema se transforma en un barbecho de ciclo cada vez más corto, hasta que llega al cultivo permanente, o con barbecho de pocos meses. Todavía los colonos nuevos utilizan la técnica de la deforestación y la quema del sotobosque, pero también buscan la eliminación de los árboles mayores, para permitir el uso del arado. La presión sobre los recursos es mayor, y la degradación ambiental aumenta.
Se diversifica el tipo de productos de especulación, potenciado por la apertura del mercado: el tabaco y el banano siguen siendo importantes, pero también pueden aparecer cultivos perennnes, que ejemplifican la voluntad de los colonos por asentarse en forma definitiva. Por ejemplo, son comunes la palma aceitera, el té y el café. En el caso de las fronteras ganaderas, la expansión se da fundamentalmente por la mejora de los rebaños, el abandono de las prácticas de cría a monte y la aparición de aguadas artificiales, alambrados y a veces forrajeras implantadas.
La etapa de expansión señala el fin de la actividad de subsistencia o de mercado local. No hay casos en la historia moderna de América Latina de fronteras de subsistencia que hayan sufrido una etapa de expansión sin cambiar su estructura económica. Por ejemplo, la ocupación del norte de Rio Grande do Sul se mantuvo como un proceso muy lento mientras los productos de los colonos se consumían localmente, pero cuando la expansión de la infraestructura hizo que los mercados nacionales estuvieran al alcance de la frontera, ésta comenzó a poblarse rápidamente, manteniendo el tipo de producción original pero en cantidades muchísimo mayores (Roche, l959).
Volviendo a los casos más característicos de la entrada gradual de los productos de la frontera en el mercado nacional, este proceso implica no sólo una intensificación en el uso de la tierrra y la aplicación de tecnologías más avanzadas: también trae aparejada la formación de un sistema de comercializacion de los productos. En América Latina esto se concreta a través de dos sistemas alternativos o paralelos, la comercialización por etapas y las cooperativas de comercialización.
El primero es un sistema de tipo dendrítico, donde las ramas menores son los productores, que venden sus cosechas a un número más reducido de intermediarios; por lo general esta tarea queda en manos de los comerclantes locales, dado que en esta etapa la especialización no es común. Estos acopiadores primarios, a su vez, entregan sus productos a los acopiadores especializados ubicados a retaguardia de la frontera o en los incipientes centros urbanos de ésta. Dichos acopiadores son los encargados de trasladar el producto hacia las zonas de consumo o manufactura, que aparecen como el tronco final en el esquema. Entre otros problemas, este sistema representa una desventaja objetiva para el productor, dado que es el que recibe los menores precios y carece de conocimiento sobre el mercado o posibilidad de negociación en el mismo. Para solucionar este problema surgen las cooperativas de comercialización.
Esquemáticamente, éstas son agrupaciones de productores que se unen a fin de acceder al mercado con sus productos sin la intervención de intermediarios. Para lograr este fin, la forma más simple consiste en adquirir en forma conjunta algun medio de transporte, construir un centro de acopio y realizar viajes periódicos, que pueden ser muy largos, hasta el lugar de venta de los productos. Dicho tipo de asociaciones por lo general surge en esta etapa y se consolida en la siguiente. El origen de estas cooperativas es diverso: pueden ser promovidas por el Estado o ser espontáneas surgidas a partir de algún nexo común entre los colonos, como raza, religión, lugar de origen o afiliación política (Blanes, 1982).
La distribución de la población en las áreas de frontera en expansión se va diferenciando notablemente con respecto a las fases anteriores: la densidad de población aumenta, sobre todo en las áreas ecológicamente más aptas, alrededor de los centros urbanos y a lo largo de las principales vías de comunicación. A partir de estas líneas, y en forma de peine, la población se extiende hacia el interior. Esta etapa es la más dinámica en términos del crecimiento demográfico. Dado que el stock poblacional original es pobre, la mayor parte de este crecimiento proviene de la inmigración, y hay numerosos casos en que la población original se multiplica en pocos años 20 ó 30 veces. La inmigración hacia la áreas de frontera no es la típica migración latinoamericana impulsada del campo a la ciudad por la falta de trabajo. En este caso la motivación principal es la tierra, y en buena medida está formada por grupos familiares enteros, ya que la principal fuerza de trabajo será la familiar. Es por esto que la estructura demográfica de las áreas de frontera presenta un perfil muy joven, sin mayor desigualdad entre sexos, lo que sí se da en las edades más avanzadas. Esta estructura, al mismo tiempo, crea una altísima tasa de natalidad, ya que los nuevos agregados por migración se encuentran en plena capacidad reproductiva, y generalmente responden a patrones de fecundidad típicos de poblaciones rurales marginales.
Teniendo en cuenta la combinación de la inmigración, la natalidad y las crecientes restricciones a la expansión agraria, no es de extrañar que las áreas de frontera lleguen en esta etapa rápidamente a una situación de saturación.
La migración hacia la frontera puede tener orígenes diversos: si es parte de un proceso fronterizo integral, los que empujan la frontera y la van poblando pueden ser los colonos expulsados de zonas ya saturadas, lo que daria como resultado una especie de autorreproducción demográfica de la frontera. Sin embargo, el caso más común es que la inmigración sea de origen diverso: los propios de la frontera, los migrantes internos de otros lugares del país y los externos. Vale la pena extenderse sobre estas corrientes migratorias, dado que son de importancia fundamental.
Los migrantes de la propia frontera son un caso que se ha repetido mucho en América Latina. Para que esta migración intrafronteriza exista, tienen que darse dos condiciones: que el proceso de desarrollo sea relativamente lento y que la frontera forme un continuum espacial amplio. Las dos condiciones apuntan a que la población que ocupa la frontera tenga tiempo y territorio suficientes como para reproducirse, saturar su área de origen y moverse dentro de la misma frontera. Si tiempo y espacio se ajustan, estas migraciones corresponden aproximadamente a generaciones demográficas. Por ejemplo, en un caso estudiado en el centro de la Provincia de Misiones, Argentina, se podían detectar en tres cohortes diferentes, tres origenes predominantes que correspondian a etapas sucesivas de la frontera. Pero este tipo de migraciones tiende a ser cada vez más raro en América Latina. A partir de la segunda mitad del siglo, la fronteras han pasado a ser en su mayoría objeto de politicas nacionales explícitas, promoción y análisis, que han hecho de las fronteras fenómenos conocidos por toda la sociedad y hacia las cuales se promueve la formación de corrientes migratorias. De esta forma, el equilibrio de la migración intrafronteriza se quiebra. Un buen ejemplo es el desplazamiento de la frontera agraria en el sur del Brasil: el proceso que comenzó en Porto Alegre hacia mediados del siglo XIX, fue muy lento. Al cabo de treinta años, las primeras colonias formadas por inmigrantes extranjeros comenzaron a enviar sus excedentes demográficos hacia el interior, poblando el centro del Planalto. A ésto sucedió una tercera oleada, que llegó hacia mediados de este siglo al Alto Uruguay. Pero a partir de allí el proceso comenzó a acelerarse y desbordó Rio Grande do Sul y Santa Catarina para poblar el oeste de Paraná y finalmente saltó hacia el sur de la cuenca amazónica. (Roche, 1959; Bernardes, 1950, 1952, y 1962; Bernardes 1953; Navarro Swain, 1988; Coy, 1988).
Actualmente es común que los migrantes sean de origen interno. El origen de éstos y las motivaciones para migrar son muy diversos. Tal vez el caso más extendido es de los campesinos que provienen de áreas radicalmente diferentes a la frontera: es el caso de los campesinos altoandinos peruanos y bolivianos hacia la cuenca del Amazonas, de los campesinos colombianos hacia el Putumayo (Rojas, 1988), de pobladores de áreas semidesérticas del nordeste de Brasil que pueblan la selva húmeda (Velho, 1972). Los campesinos provienen de áreas empobrecidas, minifundistas, con una escasa dotación de recursos, que es disputada por una poblacion densa y con una generalizada dificultad de acceso a la tierra. En algunos casos la necesidad de migrar también responde a situaciones particulares, como fue el periodo de la violencia en los Andes colombianos, que empujó a millares de campesinos hacia la zonas bajas (Molano Bravo, 1981). En otros casos, una coyuntura especifica hace de percutor a una situación latente. Por ejemplo, cada sequía en el nordeste del Brasil ha significado una nueva oleada de colonos hacia el Amazonas (IBGE, 1978).
En las fronteras planificadas el origen puede ser algo diferente: en la mayoria de los casos el organismo que hace la planificación exige ciertas condiciones básicas a los potenciales colonos, que en general sólo pueden ser cumplidas por agricultores capitalizados, procedentes de áreas donde el mediano productor es el que ha entrado en crisis. La Idea de nuscar un colono con cierto grado de preparación y alelaao de la cultura campesina ha sido la ideologia predominante entre ias agencias financieras internacionales, muchas veces responsables de! avance de ias fronteras planificadas (FAO,1961; Lewis, 1968).
La afluencia de migrantes extranjeros a las fronteras agrarias es cada
vez menos común en América Latina. Nunca fueron muy importantes
en el caso de fronteras espontáneas, pero sí tuvieron mucho
peso en las planificadas, sobre todo en el Brasil, la Argentina y el Chile
del siglo XIX y principios del XX. En los años posteriores sólo
han persistido algunos intentos de afincar colonias japonesas, pero nunca
han significado un número importante de migrantes (Hiraoka, 1980;
Fifer, 1982; Eidt, 1968; Stewart, 1967)
Cuarta fase: la integración de la frontera
La fase de expansión de la frontera, una vez desencadenada, tiene un desarrollo relativamente rápido. La interacción entre población. tierras y producción no determina una relación de largo plazo dado que su dinámica está condicionada a la disponibilidad del segundo factor. Una vez que éste se satura, los otros dos deben modificarse. Cuando un área que ha pasado por la expansión fronteriza agota sus tierras. entra en la última fase, la de integración y consolidación.
Esta fase tiene muchas variantes, pero conviene, primero, aclarar qué entendemos por falta de tierras. Más precisamente se deberia hablar de restricción en los mecanismos de acceso a la tierra: puede suceder que no toda ésta sea utilizada, pero si efectivamente ocupada y el alto precio que alcanza no la diferencia de otras tierras ubicadas ,ientro del dominio espacial de la sociedad central, lo que la elimina como factor de atracción de migrantes.
Fundamentalmente hay dos caminos para que un área de frontera se consolide y se integre a la sociedad central: uno es continuar el proceso que habíamos descrito, sin cambios radicales en su estructura agraria. El otro es integrarse a la sociedad principal mediante un cambio brusco de dicha estructura. Como ambos casos son totalmente diferentes, es válido analizarlos con detenimiento.
Que el proceso de la frontera gire hacia uno u otro lado depende de muchos factores interrelacionados: a qué grado de estabilidad llegan las estructuras agrarias formadas; cuál es la presion demográfica sobre ellas y cuál la actitud que toma la sociedad principal sobre el papel de la zona de frontera en el desarrollo general del pais; cuáles son los juegos de intereses que giran alrededor de los productos de la trorltera: qué tipos de productos son éstos; cuál es su impacto ambiental y cuál su relación con el mercado nacional e internacional. De este complejo sistema resultará el destino final de la frontera, su última fase.
Evidentemente, el caso menos confictivo es el de la gradual transición hacia la consolidación e integración: la tierra libre poco a poco se va terminando, sólo quedan sin ocupar las áreas menos aptas, y el flujo migratorio comienza a cambiar de signo. Si bien es cierto que la natalidad va decreciendo, indefectiblemente llega un momento en que la estructura agraria se satura, y comienza a expulsar población. En un primer momento, esta crisis se puede alargar mediante la concentración de población en las áreas urbanas de la frontera. Pero en contra de ésto no sólo actúa el propio crecimiento vegetativo del área sino también la indefectible tendencia hacia el cambio tecnológico y el reemplazo de mano de obra rural por capital tecnológico. La propia presión interna de la población hace que los sistemas itinerantes, aún los de ciclo cerrado, se transformen en sistemas de cultivo contínuo con la utilización de fertilizantes y otros insumos agroquimicos. Al mismo tiempo, la producción para la subsistencia se hace prácticamente nula. Si la frontera ha optado por los cultivos perennes, toda la estructura agraria se sostiene por un tiempo más largo dado que los problemas de degradación y erosión tardan en aparecer, pero si el cultivo es de tipo anual en esta etapa aparece ya el problema de la pérdida de fertilidad, lo que también empuja a la emigración.
En esta etapa la tierra se ha distribuído totalmente, y los lotes originales comienzan a ser subdivididos por herencias y traspasos. Las zonas de colonización más densas tienden rápidamente al minifundismo, a menos que la propia sociedad fronteriza utilice sistemas no formales de herencia (Archetti, 1975). La propiedad es la forma casi exclusiva de tenencia, salvo en los casos en que problemas burocráticos todavia mantienen a colonos como "ocupantes de hecho", que en poco se diferencian con los propietarios, ya que tienen derechos adquiridos sobre la tierra.
La frontera se ha integrado totalmente al mercado nacional, lo que no quiere decir que se encuentre ubicada en iguales condiciones a otras áreas. Simplemente, la frontera comienza a ser parte integrante de una sociedad, con sus desigualdades, zonas marginales y centrales. Los productos fronterizos se integran al sistema nacional de precios y retribuciones, y evolucionan de acuerdo a éstos. Los sistemas de producción son más modernos, la tierra ha sido totalmente desmontada, nivelada y parcelada. El buey y el arado han dado paso al tractor y el arado pesado, surgen sistemas de almacenamiento y recolección, galpones, silos y elevadores de granos.
Todo esto viene acompañado por un mayor refinamiento en los sistemas de comercialización. La función que antes cumplia el comerciante local como pequeño acopiador, la cumple ahora el gran comercializador que representa oficinas de la sociedad urbana y central. Las cooperativas se vuelven más complejas, grandes e impersonales: no sólo se dedican a la comercialización y transporte de la producción, sino que también compran y distribuyen insumos agricolas, comercializan productos de consumo diario, actúan como agentes financieros y financian viviendas.
La vieja zona de frontera es ahora un área densamente poblada, y se puede dar el caso que la zona rural comience a despoblarse no sólo por la emigración producida por la saturación, sino también por un movimiento generalizado de los productores hacia los centros urbanos cercanos, sin dejar la producción agricola como medio de vida.
La dinámica de la poblacion ha cambiado radicalmente: la natalidad disminuye y lo mismo sucede con la mortalidad, aunque a menor ritmo, lo que da como resultado una fuerte disminución del crecimiento vegetativo. A esto se une una corriente emigratoria desde la zona rural y un aumento relativo de las áreas urbanas. Ciudades y pueblos se organizan, mejoran y amplían sus servicios e infraestructura y se hacen más complejos los vínculos de transporte y comunicaciones con el resto de la nación. Al mismo tiempo, los centros urbanos mayores comienzan a sufrir los males propios de la urbanización latinoamericana contemporánea: aparecen cinturones de miseria y desocupación, los niveles de contaminación se elevan, la violencia fronteriza se transforma en simple violencia urbana.
Mucho más complicadas y conflictivas son aquellas fronteras donde la integración se produce debido a cambios radicales. Esta integración puede ser de dos tipos: positiva o negativa. Estos términos no tienen valor adjetival, sino simplemente reflejan diferentes tipos de organización del espacio.
Las fronteras que se integran positivamente a través de cambios bruscos son aquellas donde, una vez que han sido ocupadas en su totalidad, no llega a cristalizar una estructura agraria estable. Por ejemplo, colonos que no poseen título legal, ocupaciones de tierras particulares, procesos muy rápidos de minifundización. Estas estructuras agrarias no son, desde el punto de vista capitalista, eficientes: se mantienen bajo sistemas de producción arcaicos y generan productos tradicionales. Si dentro de la sociedad global comienza a producirse una demanda que la frontera permite satisfacer desde el punto de vista técnico, suele suceder que la estructra agraria ya formada no tenga la flexibilidad necesaria para responder a la nueva demanda. Lo que esto desencadena es una presión desde afuera para reemplazar a la vieja estructura agraria y formar una nueva, basada en el uso intensivo de tierra y capital (Martine, 1982). El crédito destinado a la nueva producción se encarrila hacia los nuevos empresarios, el precio de la tierra se eleva, lo mismo sucede con los insumos, y bajo estas presiones la vieja estructura agraria comienza a desintegrarse: la tierra se vende o se cede a los nuevos empresarios, los antiguos colonos migran hacia las ciudades o nuevas fronteras, o tratan de emplearse como asalariados en su tierra. La frontera se integra a la sociedad, pero con nuevos habitantes y nuevos productos. Este proceso ha sido especialmente estudiado en el sur del Brasil, donde la frontera productora de frijoles, maíz y cerdos fue reemplazada por otra basada en la producción masiva de trigo y soja (Campal, 1977).
Pero existe también el caso de las fronteras que se integran negativamente, lo que en apartados anteriores habiamos llamado "fronteras huecas". En estos casos la actividad que se desarrolla en la frontera en su etapa de expansión es tan intensa que sobrepasa la capacidad productiva natural del área, y los suelos se agotan y destruyen. Esto lleva al reemplazo de una estructura agraria por otra basada en un uso más extensivo de la tierra. Las tierras que antes fueron nuevas son ahora cuasi páramos, desiertas y deforestadas; donde antes había colonos ahora sólo hay unos pocos animales que continúan la obra destructiva.
En ambos casos de integración con cambio de la estructura agraria
original, el resultado es el crecimiento acelerado de la urbanización
local, por las migraciones internas. Las ciudades se transforman en receptáculo
de desocupados y su decadencia sólo se verifica tiempo después
(Margolis, 1973).
El fin de las fronteras
De esta forma llega a su fin la frontera, un fenómeno complejo,
de múltiples causas y múltiples consecuencias, que ha influenciado
e influencia en su desarrollo a muchos países de América
Latina. A su fin, queda su marca en un tipo de organización territorial,
en una mitología de su historia y de su actores, en un recuerdo
de su violento desarrollo. Las nuevas fronteras que se forman tienen muchas
veces otro cariz: los pioneros son reemplazados por tractores y topadoras,
el pequeño colono por el gran empresario agrícola. La frontera
pierde su magia y, como en el caso del Brasil, la miseria, la violencia,
el despojo de los campesinos y la destrucción del ambiente parecen
quedar como único saldo. La frontera es un mundo que se va, y que
posiblemente, por su propia lógica y por su propio escenario -la
tierra libre- está destinada a desaparecer en un lapso de tiempo
no demasiado largo. Pero su importancia en la formación y desarrollo
de los paises de América Latina, en la organización de sus
territorios y en el manejo de sus recursos naturales y humanos ha sido
y es evidente. Tal vez no tanto como lo pensaba Turner, la frontera es
un rasgo típico de este continente, y se ha modelado en forma diferente
según diversos lugares y momentos. Eso sólo justifica que
se le dedique atención, pero además es uno de los pocos fenómenos
de nuestra sociedad que todavía conservan el misterio de lo desconocido,
la lógica impenetrable de lo violento y la atracción de lo
impredecible.
Notas
1. Agradezco a Claudia Natenzon sus minuciosos comentarios sobre este trabajo.
2. "El término límite denota una línea, tal como muchas definidas punto a punto en un tratado, arbitraje o informe de comisión limítrofe. Una frontera, en cambio, es con más propiedad una zona o región, que tiene tanto largo como ancho." (Stamp, 1 968).
3. La escuela francesa de Geografía ha desarrollado una definición más amplia, y a la vez más precisa de frontera de asentamiento, utilizando la idea de puesta en valor. Frontera, en la acepción que le estamos acordando, sería la traducción de front pionnier"...un área escasamente poblada y en proceso de ocupación, implicando la desaparición del paisaje natural y la construcción de otro, humanizado. El frente pionero es la frontera móvil que separa las regiones pobladas de aquellas que lo serán en el futuro" (George, 1970).
4. Vale la pena al respecto revisar las varias acepciones al término
que se encuentran en la obra de T. Lynn Smith (Lynn Smith, 1969).
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