La historia de la ciudadanía en la época moderna es una lucha entre dos concepciones diferentes de Estado y sociedad. La modernidad se inicia con un fortalecimiento del absolutismo en algunos países y con la experimentación de nuevas formas políticas en otros.

La gran pregunta política que subyace a todo el pensamiento de la modernidad es: ¿en qué debe basarse un sistema político cuando ya no puede fundamentarse en Dios? El paso previo a la resolución de esta cuestión es la separación entre política, moral y ética de la reforma protestante y la invención del Dios de la modernidad: el racionalismo. Tanto el pensamiento ilustrado como los autores contractualistas o la escuela del derecho natural se basaron en la creencia de que un buen sistema político es aquel que surge de la razón.

Entre las consecuciones de la ciudadanía moderna cabe destacar el reconocimiento, por primera vez, de los derechos civiles y el establecimiento de los fundamentos teóricos sobre los que se basa la época contemporánea.