Cisneros, Sandra
La figura de la mujer ventanera ha sido muy recurrente tanto en la historia del arte visual como en la literatura. Las múltiples representaciones de este motivo, como por ejemplo Dona finestrera de Eulàlia Lledó, nos cuentan historias de mujeres confinadas en el espacio familiar; historias de domesticación y servidumbre, pero también de anhelo y expectación. Mientras la vida pública ha sido reservada para el hombre, el hogar, asociado a la castidad y a la vida familiar, siempre ha representado el lugar de la mujer.
Sandra Cisneros nos presenta a una serie de mujeres que, aprisionadas en el hogar, observan la actividad del exterior a través de sus ventanas. El género no es su único condicionante, sino que deben lidiar también con las limitaciones socio-económicas y culturales impuestas por la cultura dominante, que constituyen además las fronteras que definen la extensión de sus barriadas. En Mango Street, las barreras raciales, culturales, de clase y de género levantan los muros delimitadores de espacios, que se alzan integrándose unos dentro de otros, como si de una matrioska se tratase.
Como afirma Monica Kaup, las viviendas donde residen las mujeres de Cisneros difieren ligeramente de las nociones de hogar determinadas por los estándares socioculturales de clase media blanca (1997: 385). Su nivel adquisitivo y educativo es mucho menor y sus hogares son inseguros, compartidos y carentes de privacidad. Desprovistas de “dinero y una habitación propia” (Woolf 2008: 6), viven en espacios donde no hay lugar para la reflexión y mucho menos para la emancipación. La hostilidad y el rechazo que Esperanza, la narradora, siente por su propio hogar sirven como metáfora para rehusar la identidad que le ha sido impuesta, del mismo modo que su afán por imaginar un espacio personal evidencia su necesidad de desarrollar una identidad propia.
Esperanza nos presenta, una a una, a las mujeres de Mango Street. Sally, Minerva, o Rafaela son algunas de las tantas ventaneras atrapadas entre cuatro paredes y en una identidad ajena y, en la mayoría de los casos, la ventana es el único elemento que nos permite visualizarlas. La ventana constituye un espacio fronterizo, el límite entre el espacio interior y el exterior, entre lo conocido y lo inexplorado. Es un lugar de subversión, que ofrece la posibilidad de analizar la realidad e imaginar otra distinta, de convertir en activo lo pasivo, de adquirir una identidad propia y desarrollar una conciencia colectiva.
Según Kaup, la arquitectura y la distribución de los espacios expresan los valores y aspiraciones sociales de las comunidades (1997: 361) y, en el caso de Mango Street, nos encontramos con una sociedad patriarcal y excluyente. Es esta misma la que, regida por los discursos androcéntricos y aislando a gran parte de sus integrantes, obstaculiza la creación de una identidad cultural común. En resumen, nos encontramos con una comunidad excluida por la cultura angloamericana y excluyente en sí misma. Sin embargo, al renunciar a su obligación de aceptar y transmitir la norma, Esperanza da el primer paso hacia “el camino de la mestiza”, que Anzaldúa define como la ruptura con las tradiciones opresivas, la reinterpretación de la historia y la reescritura de nuevos mitos que ofrezcan la posibilidad de reconstruir la cultura chicana (1987: 104).
En Mango Street, las ventanas constituyen un elemento fundamental para la regeneración de la comunidad. Esperanza despoja a las ventaneras de su función de observadoras, fijando la mirada de fuera hacia dentro e invirtiendo su orden habitual. En dicho intercambio, reconoce a las mujeres ventaneras como sujeto, revela su agentividad y las integra en la comunidad haciéndolas partícipes del mundo exterior. La ventana permanece como un elemento liberador para las mujeres recluidas en el hogar, e impulsor para Esperanza, quien pudo conocer las alternativas del mundo exterior. Es a través de esas ventanas que Esperanza se compromete con estas mujeres y adquiere lo que Anzaldúa define como “la conciencia de la mestiza” (1987: 199), que le otorga la responsabilidad de deconstruir las normas que rigen su cultura y caminar hacia la reconstrucción de una nueva comunidad basada en la integración, la tolerancia y la aceptación de contradicciones.
Bibliografía Citada
Anzaldúa, Gloria (1987), Borderlands = La Frontera: The New Mestiza, San Francisco, Aunt Lute.
Cisneros, Sandra (2004), The House on Mango Street, London, Bloomsbury Publishing Plc.
Kaup, Monica (1997), “The Architecture of Ethnicity in Chicano Culture”, American Literature, 69. 2 (June): 361-397.
Woolf, Virginia (2008), Una habitación propia, Barcelona, Seix Barral.
Nebot Garrigó, Anna (2014), "La ventana en Mango Street: lugar de resistencia de la mujer chicana", Lletra de Dona in Centre Dona i Literatura, Barcelona, Centre Dona i Literatura / Universitat de Barcelona.