‘De acuerdo’, dijo el Gato. Y esta vez se desvaneció muy despacio, empezando por la punta de la cola y terminando por la sonrisa, que permaneció flotando en el aire un rato, después de que el resto de su cuerpo hubiese desaparecido.
‘Vaya’, pensó Alicia, ‘he visto muchas veces un gato sin sonrisa, ¡pero una sonrisa sin gato! ¡Es lo más raro que me ha pasado en mi vida!’.
(Alicia en el País de las Maravillas, VI)
Falsa Tortuga: Hubo un tiempo en que fui una tortuga de verdad.
Grifo: ¡Hjckrrh!
Falsa Tortuga: De pequeñas, íbamos a la escuela del mar. La maestra era una vieja tortuga, a la que llamábamos Tortuga de Jardín.
Alicia: Si de verdad no lo era, ¿por qué la llamaban así?
Falsa Tortuga: La llamábamos así porque nos daba clase. ¡Mira que eres estúpida!
Grifo: Debería darte vergüenza hacer una pregunta tan tonta.
Falsa Tortuga: Sí, íbamos a la escuela que estaba en el mar. Aunque yo sólo seguí las materias obligatorias.
Alicia: ¿Cuáles eran?
Falsa Tortuga: Para empezar, aprendíamos a Tambalearnos y a Retorcernos, como es natural. Después, las cuatro reglas de la Aritmética: Ambición, Distracción, Afeamiento e Irrisión.
Alicia: Nunca había oído eso de ‘Afeamiento’. ¿En qué consiste?
Grifo: ¿Que no habías oído la palabra ‘afear’? Supongo que sabes el significado de embellecer.
Alicia: Sí… Quiere decir… hacer… que una cosa… sea más bonita.
Grifo: En ese caso, si no sabes qué es afear, es que eres aún más tonta de lo que pensaba.
Alicia: ¿Cuántas horas de clase tenían al día?
Falsa Tortuga: Diez horas el primer día; nueve, el siguiente, y así sucesivamente.
Alicia: ¡Qué horario más raro!
Grifo: Por eso se llaman horas lectivas , porque su predilección es ir a menos de día en día.
Alicia: De modo que al undécimo día, vacaciones.
Falsa Tortuga: Pues claro.
Alicia: ¿Y qué pasaba el duodécimo día?
Grifo: Ya basta de hablar de clases.
(Alicia en el País de las Maravillas, IX)
Twas brillig, and the slithy toves
Did gyre and gimble in the wabe;
All mimsy were the borogoves,
And the mome raths outgrabe.
'Beware the Jabberwock, my son!
The jaws that bite, the claws that catch!
Beware the Jubjub bird, and shun
The frumious Bandersnatch!'
He took his vorpal sword in hand:
Long time the manxome foe he sought--
So rested he by the Tumtum tree,
And stood awhile in thought.
And as in uffish thought he stood,
The Jabberwock, with eyes of flame,
Came whiffling through the tulgey wood,
And burbled as it came!
One, two! One, two! And through and through
The vorpal blade went snicker-snack!
He left it dead, and with its head
He went galumphing back.
'And hast thou slain the Jabberwock?
Come to my arms, my beamish boy!
O frabjous day! Callooh! Callay!'
He chortled in his joy.
'Twas brillig, and the slithy toves
Did gyre and gimble in the wabe;
All mimsy were the borogoves,
And the mome raths outgrabe.
[Traducción]
Brillaba, brumeando negro, el sol;
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas;
mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas murgiflaba.
¡Cuidate del Jabberwocky, hijo mío!
¡Guárdate de los dientes que trituran
Y de las zarpas que desgarran!
¡Cuidate del pájaro Jubo-Jubo y
que no te agarre el frumioso Zamarrajo!
Valiente empuñó la espada vorpiana;
a la hueste manzona acometió sin descanso;
luego, reposóse bajo el árbol del Tántamo
y quedóse sesudo contemplando...
Y así, mientras cavilaba firsuto.
¡¡Hete al Jabberwocky, fuego en los ojos,
que surge hedoroso del bosque turgal
y se acerca raudo y borguejeando!!
¡Zis, zas y zas! Una y otra vez
zarandeó tijereteando el gladio vorpial!
Bien muerto dejó al monstruo, y con su testa
¡volvióse triunfante galompando!
¡¿Y lo has matado?! ¡¿Al Jabberwocky?!
¡Ven a mis brazos, mancebo sonrisor!
¡Qué frabulloso día! ¡Jujurujúu! ¡Jay, jay!
Carcajeó, anegado de alegría.
Pero brumeaba ya negro el sol
agiliscosos giroscpiaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas,
mimosos se fruncian los borogobios
mientras el momio rantas necrofaba...
(Jabberwocky, A través del espejo)
Ahora está soñando -contestó Tweedledee-: ¿con qué crees tú que está soñando?
Alicia respondió: -Eso nadie lo puede saber.
-¡Claro que sí! ¡Está soñando contigo! -Exclamó Tweedledee, dando palmas con aire triunfal-. Y si despertase ¿dónde crees que estarías?
[…]
-Bueno, es inútil hablar de despertarle –dijo Tweedledum-, porque sólo eres una de las cosas que hay en su sueño. Sabes que no eres real.
-¡Claro que soy real! -gritó Alicia, y rompió a llorar.
(A través del espejo, IV)
Reina Blanca: Para empezar, veamos, ¿cuántos años tienes?
Alicia: Siete y medio, exactamente.
Reina Blanca: No hace falta que lo digas ‘con precisa exactitud’.
Puedo creerte sin tanta puntualización. Permíteme que te comente algo que tendrás que creer: tengo ciento un años, cinco meses y un día.
Alicia: ¡Eso sí que no me lo creo!
Reina Blanca: ¿De veras? Inténtalo de nuevo: respira hondo y cierra los ojos.
Alicia: No merece la pena. No se puede creer en algo que es imposible.
Reina Blanca: A lo mejor es que no estás muy habituada. Cuando yo tenía tu edad, practicaba por lo menos media hora al día. A veces, llegué a creer hasta en seis cosas imposibles antes de desayunar.
(A través del espejo, V)
Humpty: Dime tu nombre y qué quieres.
Alicia: Me llamo Alicia, pero…
Humpty: ¡Qué nombre tan necio! ¿Qué significa?
Alicia: ¿Acaso un nombre tiene que significar algo?
Humpty: Naturalmente. El mío significa la forma que tengo… y una forma bien bonita. Tú, en cambio, con un nombre como ése, podrías tener cualquier forma. ¿Qué edad has dicho que tenías?
Alicia: Siete años y seis meses.
Humpty: ¡Incorrecto! No me has dicho nada parecido.
Alicia: Pensé que me preguntaba qué edad tenía .
Humpty: Si hubiese querido decir eso, lo habría dicho.
Alicia (tras una pausa) : ¡Qué bonito cinturón lleva usted! O más bien, qué bonita corbata…, no, cinturón, mejor dicho… ¡en fin, lo que sea!
Humpty: Es una corbata, niña, y bien bonita, como dices. Es un regalo que me hicieron el Rey y la Reina Blancos. Un regalo de no cumpleaños.
Alicia: ¿Perdón?
Humpty: No me has ofendido.
Alicia: Quiero decir, ¿qué es un regalo de no cumpleaños?
Humpty: Un regalo que te hacen cuando no es el día de tu cumpleaños, como es natural.
Alicia: Prefiero los regalos de cumpleaños.
Humpty: ¡No sabes lo que dices! A ver, ¿cuántos días tiene el año?
Alicia: Trescientos sesenta y cinco.
Humpty: ¿Y cuántos de esos días son tu cumpleaños?
Alicia: Uno.
Humpty: Y si restas uno de trescientos sesenta y cinco, ¿cuántos
te quedan?
Alicia: Trescientos sesenta y cuatro, claro está.
Humpty: Más vale que lo pongamos por escrito.
Alicia: Trescientos sesenta y cinco… Menos uno… Nos da trescientos sesenta y cuatro
Humpty: Parece que está bien…
Alicia: ¡Pero si lo está leyendo del revés!
Humpty: ¡Ya decía yo que me parecía un poco raro! Como iba diciendo, parece que está bien, aunque no tengo tiempo de repasar la resta a fondo, lo que demuestra que hay trescientos sesenta y cuatro días en los que podrías recibir un regalo de no cumpleaños…
Alicia: Desde luego.
Humpty: Frente a sólo un regalo el día de tu cumpleaños. ¡Te has cubierto de gloria!
Alicia: No sé qué entiende por ‘gloria’.
Humpty: Naturalmente que no, hasta que no te lo diga… ¡Significa que es un argumento irrefutable en tu contra!
Alicia: Pero ‘gloria’ no significa ‘argumento irrefutable’.
Humpty: Cuando yo empleo una palabra, significa exactamente lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos.
(A través del espejo, VI)
Rey Blanco: ¡A todos di la orden de partir! Dime, pequeña, ¿te has
cruzado por casualidad con unos soldados, cuando venías por el
bosque?
Alicia: Sí, con varios miles, me parece.
Rey Blanco: Cuatro mil doscientos siete, para ser exactos. No pude enviar todos los caballos porque, como sabes, tenía que reservar dos para jugar la partida. Tampoco mandé a los dos mensajeros, que han ido a la ciudad. Echa un vistazo al camino, y dime si ves a alguno de ellos.
Alicia: No, no veo a nadie.
Rey Blanco: ¡Ah, si yo gozase de una vista tan prodigiosa! ¡Mira que ser capaz de ver a Nadie! A tanta distancia y con esta luz, ¡bastante tengo yo con llegar a ver a alguien!
[...]
Rey Blanco: ¿A quién has adelantado por el camino?
Haigha: A nadie.
Rey Blanco: Muy bien. Esta damita también lo asegura. Así que Nadie anda más despacio que tú.
Haigha: Hago todo lo que puedo. ¡Seguro que nadie va más deprisa que yo!
Rey Blanco: Así es. De lo contrario, habría llegado antes.
(A través del espejo, VII)
Caballero Blanco: Pareces triste; voy a cantarte una canción para
que te animes.
Alicia: ¿Es muy larga?
Caballero Blanco: Es larga, sí, pero muy, muy bonita. Todos los que
me la oyen cantar… o prorrumpen en llanto , o…
Alicia: ¿O qué?
Caballero Blanco: O no, claro está. El título de la canción es Ojos
de bacalao .
Alicia: Pues, vaya; ¿así que ése es el título?
Caballero Blanco: No, no me entiendes. Así es el nombre que le
da título , pero en realidad se llama Un hombre viejo, muy viejo .
Alicia: En ese caso, lo que tendría que haber preguntado es si
‘así es como se llama la dichosa canción ’.
Caballero Blanco: Claro que no. ¡Eso es otra cosa! La canción se
titula Medios y maneras , pero ¡es sólo una de forma de decirlo !
Alicia: Entonces, ¿cuál es la canción?
Caballero Blanco: A eso iba. La canción es, realmente, En una cerca
sentado , y yo mismo compuse la melodía.
(A través del espejo, VIII)
Reina Roja: Como sabes, no puedes ser Reina hasta que no apruebes
el correspondiente examen. Así que, cuanto antes empecemos,
mejor.
Reina Blanca: ¿Sabes Sumar? ¿Cuánto es uno más uno más uno
más uno más uno más uno más uno más uno más uno más uno?
Alicia: No lo sé. He perdido la cuenta.
Reina Roja: No sabe Sumar. ¿Sabes Restar? Resta nueve de ocho.
Alicia: No se puede restar nueve de ocho, pero…
Reina Blanca: No sabe Restar. ¿Sabes Dividir? A ver, divide un
pan con un cuchillo, ¿qué sale?
Alicia: Me imagino que…
Reina Roja: Pan con mantequilla, naturalmente. Vamos a probar con otra Resta. Si le quitas un hueso a un perro, ¿qué te queda?
Alicia: Si se lo quito, el hueso no queda, claro está… Y el perro tampoco, porque trataría de perseguirme para morderme… ¡Y entonces yo tampoco me quedaría, desde luego!
Reina Roja: O sea, que no quedaría nada.
Alicia: Creo que ése sería el resultado.
Reina Roja: Como de costumbre, te has vuelto a equivocar. Quedaría la paciencia del perro.
Alicia: Pero no entiendo cómo…
Reina Roja: ¡Pues escucha! El perro perdería la paciencia, ¿no es así?
Alicia: Es posible.
Reina Roja: Aunque el perro se fuese, ¡se dejaría allí la paciencia!
Ambas Reinas: ¡No sabe ni palabra de las cuatro reglas!
(A través del espejo, IX)
Un estridente graznido rasgó el cielo estremecido,
y comprendieron que, próximo, acechaba el peligro:
de la cabeza hasta la cola el Castor empalideció,
y también desasosegado el Carnicero pareció…
‘¡Es el grito del Jubjub!’, gritó a voz en cuello
ese hombre al que solemos llamar ‘Zopenco’.
‘El Hombre de la Campana diría’, ufano añadió,
que ya me pronuncié en determinada ocasión’.
‘¡Es el canto del Jubjub! Contad, os lo ruego:
veréis que hasta dos veces os lo he indicado.
¡Es el canto del Jubjub! No haya dudas, pues
asegurado lo he con ésta, en veces, hasta tres’.
Con celoso cuidado había contado el Castor,
midiendo cada sílaba con profunda atención;
pero perdió la fe en sí mismo y se desesperó,
al escuchar, por vez tercera, la repetición.
A pesar del empeño y esmero puestos,
la cuenta había llegado hasta a olvidar.
Los sesos tendría que devanarse, seguro,
si quisiera recordar de memoria el total.
‘Dos más uno… ¡Si al menos’, gimió, ‘contar
pudiera con los dedos de la mano y el pulgar!’.
Con los ojos llorosos, recordó años pasados,
cuando ni por las sumas se había molestado.
‘Se puede’, el Carnicero aseveró,
‘sin duda que se puede hacer.
Procuradme tinta y papel, pues,
los mejores que pueda haber’.
El Castor aportó papel y secantes,
plumas y tinta en cantidad, mientras,
fuera de sus guaridas, y asombrados,
turbadores seres salían a observarlos.
Absorto, pluma en mano,
el Carnicero ni se percató,
y en lenguaje llano y claro
al Castor de explicarle trató.
‘Pongamos que Tres nuestra cifra es,
número fácil a la hora de calcular;
si sumamos Siete y Diez, y todo
lo multiplicamos por Mil menos Ocho,
y el resultado que nos dé, lo dividimos,
como ve, por Novecientos Noventa y Dos,
le restamos Diecisiete, y exacto ha de ser,
y cierto, sin duda, el resultado a obtener’.
(La Caza del Snark, Quinto arrebato)
Yo Mismo: ¡Qué útil es disponer de un mapa de bolsillo!
Mein Herr: Ésa es otra cosa que aprendimos de su Nación, el arte de la cartografía. Pero hemos ido mucho más allá que ustedes. ¿Cuál creen que pueda ser la escala mayor de un mapa para que éste siga siendo realmente útil?
Yo Mismo: Uno proyectado a escala de un metro y medio por cada kilómetro.
Mein Herr: ¿Sólo un metro y medio ? No tardamos en hacerlos a escala de cuatro metros por cada kilómetro. Ahora tratamos de dibujarlos a escala de unos cien metros por kilómetro. ¡Y lo más increíble! Hemos trazado un mapa de nuestro país a escala real.
Yo Mismo: ¿Lo han utilizado con frecuencia?
Mein Herr: Todavía no hemos tenido ocasión de desplegarlo por completo, por la oposición de los agricultores. Son de la opinión de que, como cubriría todo el país, impediría que llegase la luz del sol. Así que hemos optado por recurrir al país como tal, como si fuera un mapa de sí mismo, y les aseguro que resulta casi igual de útil.
(Silvia y Bruno: Conclusión)