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Marietta Tintorella (V)

Robustiana Armiño Gómez (texto original de Eugenia Foa, traducido al castellano por Robustiana Armiño Gómez)

El Correo de la Moda
Lengua
Castellano
Género
Novela por entregas
34
Páginas
268-270
Fecha
1853

Resumen

Dominico y Marietta llegan a casa cuando nadie se había levantado aún. Él se va a dormir y a Marietta la llama su padre, que le pide que le cante. Le dice que no se encuentra bien, pero su padre insiste en que, al menos, le toque la guitarra para distraerlo. Debido a su insistencia, Marietta empieza a tocar, pero al no poder dejar de pensar en todos los problemas que tiene, causados por su hermano, al que su padre idolatra, empieza a llorar. El padre, encolerizado, la insulta, le rompe la guitarra y la lleva a empujones a su habitación, donde la golpea contra un mueble y seguidamente la encierra con llave durante ocho días. La autora añade como frase final del capítulo: “Dejémosla llorar y reflexionar sobre los medios de prevenir los males que temía, y volvamos al Tintoreto”. 

Violencias de/contra la mujer

Estereotipos patriarcales de género (hermanita, angelica)

Escucha, hermanita, dijo Dominico con un tono dulce y mimado, si no duermo, me pondré enfermo; y tu no querrás que eso suceda, ¿es verdad? 

- La madona sabe bien que no, respondió Marietta con espresion angélica. 

Fórmulas de captatio benevolentiae que conllevan auto-humillación

- (…)¿ Es decir que cuentas conmigo para concluirle? 

- Tienes una prespicacia admirable, Marietta. 

- Y tú una confianza sin límites, Dominico... (…)

Estereotipos patriarcales de género, violencia familiar (hija al servicio del padre); violencia física directa (insiste, aunque esté casi llorando, la menosprecia, le grita y le rompe la guitarra, la empuja y arroja contra un mueble, la encierran ocho días) 

- (…) cántame otra cancion, Marietta, te lo suplico, hija , no te hagas mas de rogar. 

- Es qué... estoy un poco incomodada esta mañana, dijo la jóven casi llorando. 

-Entonces es muy diferente... Marietta, muy diferente; y cuando Marietta respiraba ya al oir estas palabras, y se dirijia al cuarto de su hermano, su padre la detuvo, añadiendo: Vé, vé á buscar tu guitarra, y toca al menos, ya que no puedes cantar... 

-Os lo suplico, padre mio, esclamó Marietta tomando al fin su resolucion, como vulgarmente se dice con ambas manos; no me hableis de música esta mañana; no tengo tiempo. 

- ¿Y qué tienes tú que hacer mas que dar gusto á tu padre? replicó Tintoreto, cuya frente se oscurecía ya, ¿qué otra ocupacion te llama, cuando mi voluntad es que te quedes? Con el pretesto de que tu salud es delicada, todo te se permite, todo te se pasa, te se deja hacer cuanto quieres, te se hecha á perder, y ya es tiempo de que esto se acabe... ¿qué vas á hacer en tu cuarto'? Mirarte al espejo, adornarte, alisar tus cabellos negros, ponerte un corsé nuevo, ó arrimarte á la ventana para ver deslizarse las góndolas sobre el canal. Siempre estás repitiendo; "estoy haciendo el retrato de la condesa Grimani; voy al palacio Grimani, vengo del palacio Grimani. ¡Mucho quisiera ver el retrato de la princesa! ¡qué cortezon! ¡qué pastel debe de ser!...

- Pero, padre mio, ¿acaso una mujer no puede pintar tan bien como un hombre? 

- No, señora impertinente, no; ¿puede una mujer estudiar ana tomía? ¿cogerá un muerto para despedazarle y cortar sus miem- bros?... ¿se atreverá siquiera á mirarle de frente? 

- P ero al menos puede limitarse á retra- tar... observó tímidamente Marietta. 

-Mas... sí... pero... estas niñas, Diosme perdone, tienen siempre una provision de observaciones de reserva para hacer deses- perar á todo el mundo. 

- Vos no sois aquí mas princesa que yo, señorita, ni mas duquesa que vuestro hermano, que trabaja como un peon desde que amanece. Vos sois una simple particular descendiente de buenos y honrados Tintoreros, y si hay un pintor en la familia, como dice mi querida madre, esto no es salir de los colores… con que asi, id á buscar vuestra guitarra, y si no podeis cantar, al menos tocareis, señora... tocareis... y no me irriteis mas la bilis.

No habia medio de hacer una observacion, se levautó, descolgó la guitarra, que estaba suspendida en la pared con un lazo, y se puso á preludiar. 

Pero su espíritu vagaba por otra esfera; su imaginacion pasaba del cuadro de su hermano al retrato que la ocupaba; veía al padre Ambrosio volver y revelar á Tintoreto la vida disipada de su hijo con solo pronunciar una palabra; oia las reprensiones que la condesa Grimani le haría por su negligencia; y sus lágrimas, que no se cuidaba de retener, corrían sobre sus manos, que se paseaban al 

azar sobre las cuerdas, sin producir mas que sones vagos, oscuros, sin armonía, tales en fin, que la mas ruda aprendiz los despre- ciaría. 

¡Pero cuál se quedó, cuando de repente vió la guitarra volar en astillas! la mano que rompió́ la guitarra la cogió́ por la espalda, la empujó bruscamente fuera del taller, y la condujo hasta su habitacion , arrojándola sobre el primer mueble que halló... despues, todo desapareció, y Marietta pudo oir el ruido de la llave, que dió dos vueltas en la cerradura. Ni una palabra se babia oído entre ella y su padre; y la pobre niña se halló́ encerrada antes de haber visto siquiera levantarse la tempestad sobre la frente paterna; y solo cuando oyó la voz de su padre, que gritaba al través de la puerta, os prohibo salir en ocho dias, pudo comprender el estremo de su desgracia. 

Localización de originales

Biblioteca Nacional de España, Sede de Alcalá

Fecha

18 Oct 2024

Espacio(s)

Venecia

Personajes

Jacobo Robusti (pintor, tintorero, hijo de la Señora Robusti), Marietta Robusti (hija de Jacobo)

Autoría

Antonio Terrón Barroso