Prólogo. Lo femenino libre es revolucionario. Carla Lonzi y los Manifiestos de Rivolta Femminile
La vida de Carla Lonzi (1931-1982) o la autenticidad del gesto de revuelta
Carla Lonzi fue una mujer muy dotada ya desde niña para la rebeldía y para la libertad: como todas, pero más, en mayor grado, más en las profundidades del sentir, sentir que es una función psíquica primordial de la criatura humana, más femenina que masculina, que se puede cultivar desde la infancia porque da una rebeldía y una libertad que no depende mas que de una misma. No depende de los derechos, noción –la de derecho– que la niña no entiende, aunque la oiga y la repita con pasión porque algo le resuena dentro, pero poco, porque la noción de derecho y derechos es históricamente y también hoy, masculina patriarcal. La rebeldía y la libertad de Carla Lonzi, la del sentir, sentir descifrado, que hace simbólico, que "ata a las palabras los cuerpos y el sentido"1, y, por ello, es verdadero, originario, puro, entroncan con el Espíritu Libre de la Europa cristiana medieval, moderna y de hoy. Espíritu libre de jerarquías patriarcales y de dogmas católicos, porque el cristianismo y el catolicismo no son lo mismo, como muestra, por ejemplo, la película María Magdalena 2. En el Espíritu Libre, llamado movimiento del Libre Espíritu, estuvieron las beatas o beguinas como Frau Ava de Melk, Hadewijch de Amberes, Juliana de Norwich, Margarita Porete o Elisabet Cifre, y las alumbradas del siglo XVI, y contemporáneas nuestras como Edith Stein, Simone Weil, María Zambrano o Luisa Muraro. ¿Qué las une? Abreviando mucho pero diciendo lo esencial, las une la conexión nunca perdida de lo femenino libre con la visión, con la poesía, con la autenticidad: o sea, la Razón iluminada por Amor, que dijo la mística femenina o teología en lengua materna. Carla Lonzi se llevó mal con su padre desde la primera infancia, y solo regular con su madre, aunque supo reconocer su deuda con ella. “"Mi padre conocía la libertad y la reprimía en sus hijos, mi madre no la conocía pero quería darla, habiendo experimentado lo contrario sobre ella"” 3. Carla se sentía fuera de lugar en su familia, buscando durante años el porqué, un porqué que convertiría en el núcleo o pepita de verdad pura (que decía Virginia Woolf en Un cuarto propio) de su vida y de su política. Su pepita de verdad pura fue la autenticidad: su autenticidad, sin universos ni colectivos ni paradigma de lo social. En su familia no era posible la autenticidad: había que esconder las emociones, el sentir. En los partidos políticos, que eran lo social entonces y ahora, tampoco era posible la autenticidad porque lo que importaba era lo colectivo, no lo personal, considerado insignificante. Carla resintió mucho desde pequeñísima que, cuando tenía dos años y medio, naciera su primera hermana, Lidia , como suele ocurrir con la primogénita. Pero era un sentir que no se podía mostrar en la familia porque, sobre todo el padre, la reñía si lo expresaba. Escribió en su Diario : "Cuando, de pequeña, a los dos años y medio, nació mi hermana segundogénita, recuerdo la tensión por intentar dejar mal a la recién nacida [...] y mi sensación de impotencia al constatar que eso era imposible. Recuerdo mi insistencia, mis celos, y los reproches de los adultos, su sorpresa ante tanta ‘perfidia’, que me hacía indigna de su afecto. Seguro que probé el instinto de abandonarles para castigarme y que vieran qué era lo que creían. También fantasearía con una familia ideal reconstituida, con ellos o con otros, en la que ponía afecto y predilección. Con otros sobre todo, para revelar a mi padre y mi madre lo injustos que eran conmigo, que no lo merecía. Así, desde pequeña, fui famosa por adaptarme a los ambientes más dispares, pero también por cansarme de ellos, desilusionando a quien me había acogido. Mi padre desaprobaba esta característica mía como ejemplo evidente de excesos y de volubilidad."4 Pero las entrañas no son facultativas, no se dejan ignorar ni negar, porque enferman; “"las entrañas son la sede de los sentimientos"”, escribió María Zambrano. Y sigue: “"los sentimientos [...] constituyen la vida toda del alma [...] son el alma misma. ¿Qué sería de un ser humano si fuera posible extirparle el sentir? Dejaría hasta de sentirse a sí mismo. Todo, todo aquello que puede ser objeto del conocimiento, lo que puede ser pensado o sometido a experiencia, todo lo que puede ser querido, o calculado, es sentido previamente de alguna manera; hasta el mismo ser que, si solamente se le entendiera o percibiese, dejaría de ser referido a su propio centro [...]. El sentir, pues, nos constituye más que ninguna otra de las funciones psíquicas, diríase que las demás las tenemos, mientras que el sentir lo somos. Y así, el signo supremo de veracidad, de verdad viva, ha sido siempre el sentir; la fuente última de legitimidad de cuanto el hombre dice, hace o piensa."” 5 Sin probablemente haber conocido ni leído a María Zambrano (a pesar de que ambas vivieron en Roma al mismo tiempo, María entre 1953 y 1964 , Carla entre 1955 y 1958 ), Carla Lonzi coincidió con el pensamiento de María a través de la vivencia común de lo femenino libre, libre del patriarcado, su contrato sexual, sus jerarquías, sus instituciones y sus estereotipos de género 6. Lo femenino libre es un hilo de oro que atraviesa los tiempos, con quilates, tonos y grosores distintos. Existe y ha existido siempre entre las mujeres. Existe porque es constitutivo del ser, del ser humano femenino. Su alcance es ontológico, por decir lo mismo con otras palabras. María Zambrano lo llamaba el sentir, el sentir originario, la vida del alma, la vida de las entrañas. Carla Lonzi lo llama autenticidad y, también, "mujer clitórica", distinta de "mujer vaginal", su invención simbólica más radical, osada, precisa y eficaz, una invención simbólica de consecuencias políticas incalculables todavía hoy para nuestra forma de civilización. El Diario de Carla Lonzi, titulado Taci, anzi parla (Calla, o más bien habla) empieza ya con esta entrada: “" 1 de agosto - 4 de agosto . Macari (Trápani). Otra mujer, clitórica, me ha reconocido como mujer, clitórica, a la vez que yo la reconocía en los mismos términos. Esto ha ocurrido en la primavera de 1972 . Ahora sé quién soy y puedo ser conscientemente yo misma. Me doy cuenta de cuánta parte de mi pensamiento y de mi comportamiento estaba destinada a esquivar o a mimetizar la expresión directa de mí: también en el feminismo y en los escritos feministas me mantenía de incógnito. En ese incógnito una mujer ha descubierto las premisas de su autoconciencia y ha hecho posible la mía. Históricamente yo represento a la mujer clitórica que se ha identificado a sí misma como misterio viendo imposible toda confirmación en las otras mujeres, sin perspectiva de considerarse salvo un ser remoto en su autenticidad. Me he manifestado en el feminismo por la repentina intuición de que la nada desconocida en la que me había refugiado antes, se revelaba ahora como el nuevo campo de la subjetividad de la mujer. Pero el reconocimiento del que nace el sujeto, en tanto que expresa otro sujeto en grado de ser a su vez reconocido, ha sido el proceso que ha llevado mi proceso a la meta de la autoconciencia. Cosechando admiración y su contrario, la envidia, en el grupo de Rivolta, quedaba bloqueada: ni las reservas ni la aceptación incondicional me impulsaban a abrirme: el peligro de ser malentendida permanecía y tenía el mismo poder intimidatorio de siempre. No podía perorar comprensión ni olvidar que no la iba a tener: así corría el riesgo de seguir recogiendo en mí misma datos de conciencia generales para el feminismo, con la seguridad que tenía de estar en el buen camino, más que reconstruir los momentos que los habían producido. Un día Sara me había dicho en el grupo: ‘Lo que no se entiende es de dónde te viene tanta seguridad’. Tampoco yo lo entendía, y el hecho de que siguiera adelante sin buscar hasta el fondo el origen de esto, me tenía en suspenso."” 7 Así habla una visionaria o una poeta, sin saber bien lo que dice, si bien gracias a su mediación viviente, a su hacer de tertium vivo, no cristalizado en un corpus interpretativo o ideológico, lo sabrán quienes la lean o escuchen. Que existían y existen mujeres clitóricas y mujeres vaginales fue su visión. La donna clitoridea e la donna vaginale es un texto escrito en verano de 1971 , publicado primero suelto, que en 1974 daría el segundo título al libro Escupamos sobre Hegel 8. Es una visión que va de sexualidad, va de placer, va de orgasmo femenino, va del ser y va de política, inseparables, y sin que una cosa sea más importante que otra. Pero no videnta de identidad, y menos de identidad sexual (que son nociones altamente patriarcales): no entra para nada en la política de la identidad9. Sabe que en el hombre la fecundidad y el orgasmo están en un solo órgano y un solo acto. Sabe que en la mujer, la fecundidad y el orgasmo están en dos órganos y en dos actos separados, en la vagina la fecundidad, en el clítoris el orgasmo. Entiende que el orgasmo vaginal no existe salvo como recepción y aceptación del placer del hombre. El placer clitórico es, pues, el placer femenino, no teniendo el clítoris más función que esta en la vida entera de las mujeres. Las consecuencias de todo ello para la pervivencia o la desaparición del patriarcado y su contrato sexual son evidentes. ¿Qué es el contrato sexual? Es un pacto no pacífico entre hombres que practican la heterosexualidad para repartirse entre ellos el acceso al cuerpo de las mujeres fértiles y el dominio de sus frutos. Se reinstaura mediante el matrimonio. Escribe Carla Lonzi en La donna clitoridea e la donna vaginale: “"La mujer clitórica no tiene nada esencial que ofrecer al hombre, y no espera de él nada esencial. No sufre con la dualidad y no quiere convertirse en uno. No aspira al matriarcado, que es una época mítica de mujeres vaginales glorificadas. La mujer no es la gran-madre, la vagina del mundo, sino la pequeña clítoris para su liberación. Ella pide caricias, no heroísmos; quiere dar caricias, no absolución y adoración. La mujer es un ser humano sexuado. Fuera del vínculo insustituible empieza la vida entre los sexos. Ya no es la heterosexualidad a cualquier precio, sino la heterosexualidad si no tiene precio. Todos los ingredientes van mezclados y la mujer los asume en cuanto ello afecta a la constitución de su persona y no por lo que le es destinado por el patriarca en su pertenencia al sexo. En la escuela se enseña a los jóvenes el funcionamiento de la procreación, no el placer sexual."” 10 Es decir, la mujer clitórica, aunque esté en una relación heterosexual, es en su sentir, o sea, ontológicamente, en su vida del alma, independiente del patriarcado. Su placer es más importante que la república. Ella tiene independencia simbólica, entendiendo que lo simbólico, el símbolo, es, como indica su etimología, "lanzar con", proyección palpable, lanzar palabra con vida pasiva, con lo que no es palabra sino sentir, por ejemplo, en este caso, placer sexual; o sea, lo sentido y el sentido, inseparables. La mujer vaginal sostiene el patriarcado y se vuelve ontológicamente dependiente de él ("No soy feliz pero tengo marido", oía yo decir de pequeña a algunas mujeres, perpleja, sintiendo que era importante pero no veía la conexión). La mujer vaginal no tiene independencia simbólica. Por eso, porque hay mujeres clitóricas, puedo decir y digo que el patriarcado no ha ocupado nunca la realidad entera ni tampoco la vida entera de una mujer o de un hombre, aunque haya deseado ocuparlas. Ejemplos de mujeres clitóricas: uno, bello como las leyendas medievales, es el de santa Isabel de Hungría, princesa del siglo XII-XIII cuyo padre, rey de Hungría, prohibió que se diera de comer a los prisioneros que tenía en las mazmorras de su castillo, pero ella, que tenía sus propias ideas sobre la piedad, la política y la guerra, iba a llevarles pan con el halda llena de hogazas; un día, por el camino, se encontró con su padre, que le preguntó ¿qué llevas? Ellaquiere contestó: rosas, se encomendó a su divinidad y abrió el halda. En los frescos románicos y góticos Isabel aparece con el halda abierta mostrando las rosas, guapísima y serena, porque el milagro, la alegoría, la revolución simbólica, está en que el padre vio rosas y no panes aunque siguieran siendo panes: se le abrieron los ojos, como se suele decir. La rosa es la vulva, entonces y ahora, y aquí está por el orden simbólico de la madre; sin panes los presos se habrían muerto de hambre e Isabel no habría hecho lo que tenía que ser hecho por ella. Otro ejemplo es de la reina Juana I de España, mal llamada La loca: de viuda, siendo como era la reina o rey más poderosa de Europa, tenía muchos pretendientes, entre ellos Carlos VII de Inglaterra, fundador de la dinastía Tudor. Él persistía, ella, que tenía sus ideas sobre la monarquía, el poder y el matrimonio o contrato sexual, no decía ni que sí ni que no, de modo que Carlos recurrió al padre de Juana, Fernando el Católico, para que la convenciera; Fernando lo intentó sin éxito y le dio esta explicación a Carlos en una carta: le dijo simplemente que Juana era "muy difícil de ‘traer a lo que el hombre quiere’"11. Carlos entendió enseguida que Juana era una mujer clitórica. Pero volvamos a la vida de Carla Lonzi. En su búsqueda de autenticidad, Carla tomó de niña un camino aparentemente contradictorio pero, en realidad, sabio y coherente. Ella buscaba su ser mujer, su ser original y originario, y lo buscó entre mujeres. En las familias hay o suele haber mujeres y hombres, en el colegio de monjas, adonde ella decidió ir, había solo mujeres. Fue un primer paso acertado y decisivo en términos del ser. Lo hizo así: a los nueve años, al terminar un verano pasado con su hermana Lidia en el castillo de Rignalla, sitio de veraneo del colegio de la Abadía de Ripoli, decide quedarse, ella sola, a estudiar como alumna interna en este monasterio femenino y escuela fundado junto a Florencia a finales del siglo VIII por y para nobles lombardas. Ahí, entre paredes y ventanas impregnadas de genealogía femenina, empezó a escribir cartas, diarios y meditaciones. Escribe sobre esta experiencia en su Diario : "En tres años de colegio interna conocí un poco más a fondo el mundo femenino, y me identifiqué con él hasta el punto de no querer alejarme nunca más, pero en cuanto salí, hacia los trece años, lo abandoné de golpe, toda engolfada en mi reaparición en el mundo. En el internado había adquirido rasgos que en aquel momento no sabía que tenía: irían saliendo poco a poco en una dirección que no era la que las monjas habían previsto. En el colegio estaba sola por primera vez, nadie con quien contrastar, nadie a quien perseguir mientras me perseguía a mí, sola, igual que otras muchas, sola conmigo misma. [...] Me gustaba mucho el órgano con su voz potente e irrefrenable. No sería la que soy si no hubiera podido experimentar en el colegio tantas posibilidades espirituales, tantas emociones fuera de la relación con la familia, precisamente en mí misma para mi reactivación."12 Otra genia, la realizadora de cine Margarethe von Trotta, lo decía con estas palabras en una entrevista de 1995 , refiriéndose a su matrimonio: “"tenía que dejar aquella prisión, porque allí, de alguna manera, yo no sabía quién era yo, lo que podía hacer sola... Si tú tienes un talento tienes el deber de desarrollarlo, de darle libertad."” 13 En el colegio, Carla Lonzi leyó muchos textos espirituales y vidas de santas, en especial las de Teresa de Jesús y Teresa de Lisieux, que le influirían durante toda su vida dándole la independencia simbólica, o sea, la independencia de sentido y de criterio necesaria para socavar los cimientos de la cultura que la asfixiaba: Hegel, Marx, Lenin, Freud y "todos los demás", incluido el feminismo ideológico: en general, todo lo que ella llama “"los caminos de una vistosa rebelión dentro de los cánones de la vaginalidad"” 14. Para Carla Lonzi hay, pues, revoluciones y revoluciones. Como decía santa Teresa, “"va mucho de estar a estar"” 15. El feminismo ideológico es revolucionario dentro de los cánones de la vaginalidad. O sea, propone y persigue una revolución masculina clásica, al modo del racionalismo griego y europeo y del materialismo histórico, una revolución enmarcada dentro de las antinomias del pensamiento, revolución que consiste en invertir los términos de la jerarquía, en este caso de la jerarquía entre los sexos, mediante la lucha entre los sexos y la toma del poder por las mujeres. Carla Lonzi, en cambio, propone una revolución femenina, sin hombres ni antinomias ni dialéctica, sin poder social ni derramamiento de sangre, sin heterosexualidad a toda costa, una revolución nacida de la relación dual entre mujeres en la que tanto la una como la otra alcanzan el ser, su ser, su independencia simbólica, su autenticidad, su placer, sin marcos ni paradigmas. ¿Es esto una utopía, un no lugar? No. Es algo palpable con los sentidos, algo que ha estado siempre en la historia, en la vida, aunque no en el relato o narración típica de los libros de historia. No está tampoco hoy en los libros de historia ni en los relatos periodísticos típicos porque, como ha escrito Lia Cigarini en el último "Sottosopra" (2018) en el artículo La batalla por el relato 16, hay un nexo entre el relato y el contrato sexual; un nexo que –añado– las mujeres no hemos captado y los hombres sí. Lo han captado porque es su táctica milenaria para tapar bien tapado el contrato sexual y convertirlo en un hecho natural. Por eso, una vez terminado el patriarcado, la cuestión política más grave que tiene Occidente es precisamente la del relato, la narración, lo Fake (Trump es fake él mismo). Un ejemplo es lo que hicieron en enero de 2019 unos periodistas de Radio Nacional de España, hombres progresistas, que no citaron ni a la Condesa de Paredes ni a mí al hablar ampliamente de los Enigmas de La Casa del Placer de Sor Juana Inés de la Cruz en un programa de máxima audiencia, y sí en cambio a todos los hombres que se les ocurrieron17. El relato masculino está hecho para tapar y enterrar ese vínculo, el vínculo entre la narración y el contrato sexual, el vínculo entre su relato y los cánones de la vaginalidad. Juana Inés de la Cruz y la Condesa de Paredes, la que fue virreina de México, fueron mujeres clitóricas. Pero la mujer clitórica sigue siendo tabú, por extraño que nos parezca porque creemos que ya no hay tabús. El hombre como sexo teme instintivamente que la mujer clitórica desenmascare y ponga en evidencia el contrato sexual. La vaginal lo da por bueno. Hay muchos intereses en juego. Volvamos a la vida de Carla Lonzi. A los trece años, su padre la sacó del colegio. Era el otoño de 1943 . Aunque usó la excusa del riesgo de bombardeos, la hizo regresar a casa por miedo de que, demasiado independiente, no quisiera volver nunca más con la familia y esquivara su dominio. Escribe Carla: “"Para mí fue un dolor, pero no había nada que hacer. Reincorporada a la familia, aún más extraña que antes porque me había perdido etapas preciosas del desarrollo de mis hermanos, mi malestar se volvió enseguida insoportable. De los trece a los veinte años mi presencia en casa fue dramática e insoluble"” 18. Probablemente, el sufrimiento por la imposibilidad de expresión auténtica de sí durante esos siete años radicalizó sus grandes anhelos y sus grandes búsquedas infantiles: la rebelión y la libertad, que Carla Lonzi hace coincidir con la autenticidad 19. La autenticidad tiene la mágica facultad de acabar con la economía de la miseria femenina, plaga que seguimos sufriendo a diario en la cultura política y mediática actuales: eso, por ejemplo, que repiten continuamente, de que el hambre, la pobreza o la renta mínima o toda porquería pensable causada por la violencia masculina "tiene rostro de mujer". ¿Por qué tiene la autenticidad la mágica facultad de acabar con la economía de la miseria femenina? Porque en mí, en una, en cada mujer, además de los traumas y de los nudos y grumos del desorden simbólico 20, está el talento: el talento femenino que es a un tiempo decible e indecible, porque ella es la depositaria y autora del orden simbólico de la madre, de la lengua materna, la lengua que hablamos y la voz que tenemos para decir; y la lengua no está nunca quieta. En su búsqueda de la autenticidad, Carla Lonzi tuvo precisamente el talento de partir del reconocimiento a su madre, a su origen, cuna de su originalidad a pesar de las dificultades de relación con ella, mujer concreta y, finalmente, una mujer cualquiera. Dando el doble salto propio de la alegoría femenina, escribió en su Diario : “"Ahora entiendo que mi madre fomentaba la libertad también sin querer, incluso arrepintiéndose de ello, así que ahora sé que le soy deudora aunque ella no lo sabe y piensa que no tengo muy en consideración sus métodos educativos. Ahora me doy cuenta de que si me hubiese apoyado me habría sentido atada a ella y no habría sentido esa necesidad enorme de libertad que me ha salvado. No habría tenido en la cabeza la imagen de una mujer inexpresada que rescatar expresándome sin traicionarle la autenticidad"” 21. ¿Qué quiere decir? Que también la imposibilidad, el muro en la relación con la madre, puede ser y es origen de libertad, de creatividad, de simbólico. La "mujer inexpresada" es su madre y es ella misma. Carla Lonzi se licenció en Historia del Arte en la Universidad de Florencia. En 1952 se marchó como a Paris, con la aprobación de su madre, para trabajar, ampliar estudios y también evitar la relación que estaba naciendo entre su primer novio serio y su hermana Lidia . Escribió en una carta a Gabriella Kristeller: “"Sentía siempre el riesgo de que fuera preferida sobre mí una chica dócil y soñadora: curioso que mi primer amor importante, después de un par de años se enamorara de mi hermana y le pasara a ella, exactamente, como había hecho mi padre. No entendí que esa era una ley del mundo patriarcal y que después iba a descubrir que Freud prefería a la mujer vaginal y que la literatura y el psicoanálisis estaban llenos de juicios negativos sobre mujeres como yo. Pero el haber vivido este avatar típico me proporcionó el material para hoy verlo claro."” 22 En París frecuentó con éxito los ambientes artísticos y teatrales de las vanguardias. Pero al cabo de algunos meses cayó enferma, con síntomas de tuberculosis, y en marzo de 1953 tuvo que regresar a Florencia. De su enfermedad, que ella consideró una enfermedad política, del alma, del sentir, de lo indecible de su experiencia femenina, escribió en su Diario el 26 de septiembre : "esa angustia que esquivaba un contenido concreto expresaba también y auténticamente una experiencia constante de mi vida hasta entonces. En ese momento enfermé de los pulmones en París y con este signo evidente de sufrimiento regresé a Florencia. Unos meses después conocí a Marion y tuve por fin una relación serena y satisfactoria por primera vez en mi vida. Pero me quedaba debajo una sensación de mí asociada con la superación de pruebas tremendas [...]. Por eso es importantísimo para mí el reconocimiento entre clitóricas: me libera de ese sentido de destino ‘especial’ que oscila entre la inferiorización frente a la mujer normal [...] y la superioridad. En el grupo, desde el momento en que yo me afirmaba, parecía superioridad, y efectivamente la experiencia de igualdad me faltaba, pero ahora me da felicidad el reconocer en otras esa diversidad que me ha exaltado y alarmado, y reencontrarme con ellas finalmente en el mismo plano"23. Tuvo relaciones significativas, sexuales o no, con mujeres, se casó con un hombre, fue madre de un niño, Battista, nacido en 1959 . Llegó a ser una importante crítica de arte, se separó, tuvo otra relación con un hombre, un cáncer que ella vivió como salida a una existencia imposible, imposible por la falta de autenticidad, por “"la insconsistencia"” –dice– “"de una posibilidad de expresión de mí en ningún campo"” 24. En 1970 , cuando tenía 39 años, dejó la profesión de crítica de arte para dedicarse entera al feminismo, que ella vivió como la gran fiesta de su vida, como la coincidencia entre sí y el mundo que nunca había conocido antes, a pesar del éxito profesional: "Cuando surgió la posibilidad de un movimiento de mujeres" –escribió en su Diario – “"sentí que lo tenía todo listo para ofrecerlo: conocimiento del hombre y un camino de búsqueda en el que me había concentrado como contenido implícito de mi vida. Y en esta desembocadura me di cuenta de que se daba automáticamente una identificación de mí hasta entonces dejada en suspenso y en cuya imposibilidad había gastado infinidad de energías. Así llegué al feminismo y fue mi fiesta."” 25 Carla Lonzi moriría en Milán doce años después, a los 51 años, de otro cáncer, el 2 de agosto de 1983 .El Manifiesto de Rivolta Femminile (Roma 1970 ): Comunicamos solo con mujeres
El primer manifiesto de Rivolta Femminile apareció pegado por las paredes de la ciudad de Roma una mañana de julio de 1970 26. La redacción del texto la hicieron conjuntamente Carla Lonzi, la artista Carla Accardi y la que después sería una famosa agitadora feminista, Elvira Banotti. El Manifiesto mostró en público las características originales del grupo Rivolta Femminile, que se acababa de formar en Roma en la primavera de ese mismo año 1970 , cuando empezaron a aparecer en Roma las primeras reuniones feministas del último tercio del siglo XX. Yo me fui a estudiar a Roma con una beca predoctoral en septiembre de ese mismo año y allí estuve más de tres. Recuerdo la efervescencia fascinante del feminismo espontáneo y autónomo, la felicidad de reconocerte por fin y sentirte existir como mujer libre en el mundo, la autoconciencia, la exploración vaginal en grupo con el espéculo, el psicodrama, las manifestaciones de mujeres..., de las que recuerdo todavía, por lo que me impactó en términos de lo que ahora llamamos una revolución simbólica, una pancarta que decía "Si los hombres se embarazaran, el aborto sería un sacramento" (Italia era todavía un país católico). De entre los grupos feministas de Roma, Rivolta Femminile destacó enseguida y sigue destacando, ahora ya con sus escritos, por su absoluta radicalidad, en particular Carla Lonzi. Tan radical como esto: "Los contenidos que lo distinguen" –y cito lo que escribió del Manifiesto Marta Lonzi en la biografía de su hermana Carla– “"son sobre todo el rechazo de cualquier ideología, la reapertura del debate sobre el socialismo y sobre la dictadura del proletariado, el rechazo de la cultura para descubrirse a sí mismas, la autenticidad que no se sacrifica en aras de la organización ni del proselitismo y, por último, el ‘Comunicamos solo con mujeres’, versículo final y concluyente del Manifiesto."” 27 Casi nada. Ya la palabra "femenina" del nombre "Rivolta Femminile", o sea, lo de revuelta o rebelión femenina, era y sigue siendo en parte todavía algo altamente revolucionario, no por la palabra revuelta, ya casi banal, sino por la palabra "femenina". En 1970 , en el feminismo, lo femenino estaba prohibido; estaba prohibido porque se consideraba oprimido y retrógrado por naturaleza. Lo obligatorio era "feminista". Carla Lonzi y sus compañeras, pero sobre todo ella, se dieron cuenta de que la palabra "feminista" había sido convertida en una trampa masculina patriarcal alienante para una mujer, una trampa propia de los partidos políticos, los de los "-ismos", partidos que habían nacido en la Francia revolucionaria de finales del siglo XVIII precisamente en contra de los Salones de las Preciosas, no tanto por motivos de clase sino de política sexual, como organizaciones de lucha y opinión exclusivamente de hombres28. En los Salones las Preciosas hacían política mixta con mediación femenina, mediación que sigue sin estar en los partidos aunque haya en ellos mujeres. Las de Rivolta Femminile no se dejaron seducir por los partidos. Por eso se puede decir y se ha dicho (Michèle Causse) que el Manifiesto de Rivolta Femminile y la obra de Carla Lonzi en general son uno de los momentos fundadores de la historia y de la política de las mujeres del siglo XX, momentos anteriores y más radicales y lúcidos que los textos teóricos feministas en lengua inglesa, que han circulado más fuera de Italia. Poco después del Manifesto, Carla Lonzi publicó su texto Escupamos sobre Hegel y, al año siguiente, La mujer clitórica y la mujer vaginal , que resultaron, ya desde el título, altamente peligrosos, provocando rupturas y abandonos dentro del grupo Rivolta Femminile. Escupamos sobre Hegel “"marca la fractura entre el planteamiento revolucionario marxista y una nueva conciencia feminista"” 29. Para entender el primer Manifiesto de Rivolta Femminile hay que tener en cuenta la necesidad política de la que nació. Como lo que poco después se llamará el feminismo de la diferencia, Rivolta Femminile nació de la necesidad de existencia simbólica de un número indeterminado de mujeres. Existencia simbólica significa sentido libre del ser mujer, sentido libre del referente patriarcal, incluyendo en el referente patriarcal la oposición al patriarcado, lo que entonces se llamaba liberación de la mujer. La necesidad de existencia simbólica, de significarse, la sintieron las mujeres que en los años cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo XX no estuvieron de acuerdo con El segundo sexo de Simone de Beauvoir, un libro publicado en 1946 que fue aclamado enseguida precisamente por su subalternidad, por su vaginalidad30. Ellas no estuvieron de acuerdo con las interpretaciones de Simone de Beauvoir porque se trataba de mujeres que no se consideraban el segundo sexo; ni querían tampoco ser el primero, ni tampoco un sexo indiferente. Considerarse el segundo sexo implicaba, aunque Simone de Beauvoir no lo viera, hacerle el juego al patriarcado, dándole –al patriarcado– una importancia en tu vida que ya no tenía porque lo vivías como una injusticia: implicaba e implica una lealtad simbólica al patriarcado que, en vez de disminuir su poder y su influencia, la acrecienta; o la acrecentaba, ya que el patriarcado ha terminado. Considerarse un sexo indiferente no interesó a esa parte del feminismo, el feminismo llamado luego de la diferencia, por un hecho muy sencillo: nos gustaba ser mujeres, no queríamos ser hombres ni vivir como los hombres vivían. Por eso no nos interesó la posibilidad de dejar de ser mujeres ni definitivamente ni a veces, ni para deportarnos en la igualdad o en la equiparación con lo masculino ni tampoco para vivir o considerar la sexuación humana como un acto performativo de la voluntad personal, algo que es propio de la agonía del postmodernismo. Nos interesó más, como a María Zambrano, el ir al rescate de la pasividad, de la receptividad31, de las pulsiones pasivas en la interpretación de su dinamismo y de su creatividad ofrecida por Lou Andreas-Salomé, entre otras32. En su libro Escupamos sobre Hegel , Carla Lonzi lo explicó con estas palabras: “"La diferencia de ser mujer consiste en haber estado ausente de la historia durante miles de años. Aprovechémonos de esta diferencia: una vez lograda la inserción de la mujer ¿quién puede decir cuántos milenios transcurrirán para sacudir este nuevo yugo? [...]. La igualdad es todo lo que se les ofrece a los colonizados en el terreno de las leyes y los derechos. Es lo que se les impone en el terreno cultural. Es el principio sobre cuya base el colono continúa condicionando al colonizado"” 33. Del primer Manifiesto en concreto, escribió Carla Lonzi: “"Nuestro Manifiesto contiene las frases más significativas que la idea general del feminismo nos trajo a la conciencia durante los primeros acercamientos entre nosotras. La clave feminista operaba como una revelación. La necesidad de expresarse fue acogida por nosotras como el sinónimo mismo de la liberación"”. Con esta preparación, acerquémonos ahora al Manifesto di Rivolta Femminile. Empieza con una cita de 1791 de Olympe de Gouges, la escritora y política guillotinada por los revolucionarios franceses por su texto Reivindicación de los derechos de la mujer y de la ciudadana. Dice: “"Las mujeres ¿estarán siempre divididas las unas de las otras? ¿No formarán nunca un único cuerpo?"”. Sigue el Manifiesto: “"La mujer no ha de ser definida en relación con el hombre. En esta conciencia se fundan tanto nuestra lucha como nuestra libertad"”. Y sigue: “"La mujer es lo otro con respecto al hombre. El hombre es lo otro con respecto a la mujer. La igualdad es un intento ideológico de subordinar a la mujer en niveles más altos"”. Y sigue: “"Identificar a la mujer con el hombre significa anular la última vía de liberación"” Y sigue: “"Para la mujer, liberarse no quiere decir aceptar la misma vida que el hombre, porque es invivible, sino expresar su sentido de la existencia"” Sigue: “"La mujer como sujeto no rechaza al hombre como sujeto, pero lo rechaza como rol absoluto. En la vida social lo rechaza como rol autoritario"”. Estos seis versículos fueron altamente revolucionarios y siguen plenamente vigentes hoy. Señalan un cambio de orden simbólico, que ya se había dado en las vidas de algunas –no de todas– de las que componían el grupo Rivolta Femminile en 1970 , cuando redactaron el primer Manifiesto. El cambio de orden simbólico consistió en el paso del régimen patriarcal de significado a lo que mucho después (en 1991), Luisa Muraro y la comunidad filosófica femenina Diotima de la Universidad de Verona llamarán el orden simbólico de la madre 34. ¿Qué quiere decir esto? Que una mujer libre no está en relación dialéctica con el otro sexo: una mujer libre no se mide con el hombre, ni le sirven sus logros ni sus derechos ni sus miedos ni sus deseos ni sus libros para saber quién es ella, qué necesita y qué desea. Por tanto, el principio de igualdad de los sexos no le da libertad a una mujer. Tampoco se la da la lucha contra el patriarcado. Se la da el esquivarlo. Como ha escrito Lia Cigarini, un poco más joven que Carla Lonzi pero que conoció a Carla Accardi y al propio grupo Rivolta Femminile, el estar a favor o en contra de algo son la misma operación: no hay interpretación libre de sí. Para las mujeres que escribieron estos primeros versículos del Manifiesto (y otros que veremos, pero no todos), el patriarcado había terminado, aunque no se tomara conciencia de ello ni se pudiera poner en palabras hasta 1995, ya en la Librería de mujeres de Milán 35. En los nueve versículos siguientes, se nota menos el pensamiento de Carla Lonzi y más el del feminismo ideológico, vaginal, el de las reivindicaciones y la denuncia. Dicen: “"Hasta ahora el mito de la complementariedad ha sido usado por el hombre para justificar su poder."” “"Desde la infancia las mujeres son persuadidas de que no tomen decisiones y dependan de una persona ‘capaz’ y ‘responsable’: el padre, el marido, el hermano...”. “"La imagen femenina con la que el hombre ha interpretado a la mujer ha sido una invención suya."” “"La virginidad, la castidad, la fidelidad, no son virtudes sino vínculos para construir y mantener la familia. El honor es su consiguiente codificación represora."” Siguen: “"En el matrimonio la mujer, privada de su nombre, pierde su identidad significando el traspaso de propiedad ocurrido entre su padre y el marido."” “"Quien genera no tiene la facultad de atribuir a sus hijos su propio nombre: el derecho de la mujer ha sido ambicionado por otros y se ha convertido en privilegio de ellos."” “"Nos obligan a reivindicar la evidencia de un hecho natural."” “"Reconocemos en el matrimonio la institución que ha subordinado a la mujer al destino masculino. Estamos en contra del matrimonio."” “"El divorcio es un empalme de matrimonios del que la institución sale reforzada."” ¿Por qué digo que estos versículos están más en el feminismo ideológico? Porque son principalmente denuncias, inteligentes, sí, pero que se quedan en la economía de la miseria femenina. En otras palabras, acaban, por la fuerza de la repetición, reduciendo la experiencia femenina a la falta de libertad, a la opresión y la subordinación, hasta el punto de resultar deprimentes o, incluso, de hacer que una mujer se avergüence de serlo, cosa gravísima. Son reivindicaciones útiles dentro de la vaginalidad pero sin misterio ni espíritu de transcendencia, que pueden llevar a arrasar enormes áreas de la experiencia histórica femenina libre, la experiencia de la mujer clitórica. Por ejemplo, la virginidad, la castidad y la fidelidad son virtudes o, sea, valores, muy apreciados por las mujeres que aman y han amado a mujeres a lo largo de la historia de la Europa y la América cristianas, porque el cristianismo entendió la castidad (práctica común entre beguinas o beatas, voto entre canonesas, monjas y monjes) como inhibición del deseo heterosexual y modo de esquivar el contrato sexual 36. El primer Manifiesto sigue, mostrando en sus vaivenes expresivos la disparidad entre las integrantes del grupo Rivolta Femminile, unas mujeres clitóricas, otras vaginales, como escribiría Carla Lonzi un año después. Dice: “"La transmisión de la vida, el respeto a la vida, el sentido de la vida son experiencia intensa de la mujer y valores que ella reivindica"”. “"El primer elemento de rencor de la mujer hacia la sociedad está en su ser obligada a afrontar la maternidad como una falsa alternativa"”. Sigue: “"Denunciamos la desnaturalización de una maternidad pagada al precio de la exclusión"” En estos párrafos vuelve al texto la genialidad de Carla Lonzi y de otras del grupo. En ellos están tres intuiciones políticas geniales que han dado muchísimo de sí en la práctica y el pensamiento de la diferencia sexual de los casi 50 años posteriores al Manifiesto de Rivolta Femminile. En primer lugar, está el germen de lo que en 2006 será denominado "el pensamiento de la experiencia". Repito: "la transmisión de la vida, el respeto a la vida, el sentido de la vida son experiencia intensa de la mujer", dicen las del Manifiesto en 1970 . Reconocer y declarar la existencia del pensamiento de la experiencia es o, mejor, está siendo una revolución de la filosofía hecha en nuestro tiempo por la comunidad filosófica femenina Diótima de la Universidad de Verona, una revolución inaugural, presentada y discutida en el XII Congreso de la Asociación Internacional de Filósofas (IAPh), celebrado en Roma en agosto de 2006 37. Se dijo en este congreso que hay un pensamiento del pensamiento, el que piensa lo ya pensado, algo propiamente masculino y fundamento del conocimiento universitario desde que las universidades existen, o sea, desde finales del siglo XII; y hay un pensamiento de la experiencia, más propio del saber y el conocimiento de las mujeres, sin excluir a los hombres, que tiene sus propias vías de creación, expresión y transmisión, y que interesa decisivamente al presente. El reconocimiento del valor político de la experiencia personal fue esencial, por ejemplo, en la obra de santa Teresa de Jesús, muy leída, como he dicho, por Carla Lonzi y, también, por millones de personas, religiosas o no. Pero la modernidad fue negando progresivamente valor político a la experiencia, que sustituyó o intentó sustituir con la ideología. Lo hicieron en términos extremos la Ilustración en el siglo XVIII y el materialismo histórico en los siglos XIX y XX, reduciendo la política al ejercicio del poder social y a su experiencia, ahora mutilada porque reducida a sometimiento. Por eso fue tan revolucionario que en el feminismo del último tercio del siglo XX las mujeres dijéramos: lo personal es político. No "lo privado es político", que hubiera implicado resbalar en el pensamiento binario y su antinomia público/privado. En otras palabras, el feminismo reconoció que lo más personal que hay, que es la experiencia vivida en su integridad, hace conocimiento y hace política. Descubrió que la experiencia personal es mía y es un tesoro; la ideología, en cambio, es y será siempre prestada y, a veces, impuesta y pagada con la vida por la causa. Esto cambió radicalmente el sentido del conocimiento y de la política porque uno y otra pudieron empezar a dejar de confundirse con el poder 38. En segundo lugar, en esos párrafos del Manifiesto está el germen de la revolución simbólica llamada "el doble sí", doble sí a la maternidad y al trabajo pagado, una revolución simbólica hecha en el Gruppo Lavoro o Grupo Trabajo de la Librería de mujeres de Milán en 2009 . Consistió en poner en palabras el deseo femenino de ser madre a tiempo completo y estar en el mercado del trabajo a tiempo completo, no sucesivamente sino simultáneamente: una paradoja, sí, para el hombre, pero perfectamente pensable por una mujer cuando lee el texto que lo expone, titulado Imagínate que el trabajo 39. Decía, como hemos visto, el primer Manifiesto ya en 1970 : "El primer elemento de rencor de la mujer hacia la sociedad está en su ser obligada a afrontar la maternidad como una falsa alternativa." Se trata de revolucionar el sentido y la organización del trabajo de modo que deje de estar hecho a la medida del cuerpo del hombre y esté hecho a la medida del cuerpo que da la medida del mundo, que es el cuerpo de mujer. Con la osadía de proponer que este será el modo en el que desearán trabajar también los hombres, un modo que dé cabida y tiempo a la producción de mercancías y servicios y, también, simultáneamente, a las prácticas de creación y recreación de la vida y la convivencia humana, como las hemos llamado en el Centro de Investigación Duoda de la Universidad de Barcelona, superando las prosaicas y patriarcales "prácticas de mantenimiento"40. Si los economistas pudieran entender el "doble sí" de las mujeres, caerían en la cuenta de que es la oportunidad de revolucionar la organización del trabajo que brinda lo que llaman la Cuarta Revolución Industrial, la de la robótica. La Cuarta Revolución Industrial está reduciendo la necesidad de horas de trabajo humano, sustituido por robots. Esta revolución, si es administrada con justicia y sin añadir desequilibrios entre capital y trabajo, permitirá trabajar menos horas por el mismo salario, dejando tiempo y energía al Primum vivere, "Lo primero, vivir" propuesto en el texto Imagínate que el trabajo de la Librería de mujeres de Milán. Remata el párrafo siguiente, que hemos leído también: "Denunciamos la desnaturalización de una maternidad pagada al precio de la exclusión," refiriéndose con "exclusión" al trabajo asalariado, dado que el mundo del trabajo es desde la segunda mitad del siglo XX el nuevo y principal eje de lo político. Esta última frase del primer Manifiesto me trae a la cabeza la consecuencia mortífera de la desnaturalización patriarcal de la maternidad: el alquiler de úteros. La desnaturalización de la maternidad ha tenido una consecuencia impensable en 1970 incluso por las de Rivolta Femminile: la exclusión de las mujeres de su propia maternidad. Por ello, las mujeres necesitamos urgentemente hacer orden simbólico de la madre en estos asuntos, simbólico radical que desbarate las rutinas generalizadas del pensamiento, simbólico del estilo de este de Luisa Muraro que, hablando de un libro reciente suyo, dijo: "el permiso de maternidad es degradante para una mujer". El libro es El alma del cuerpo. Contra los úteros de alquiler 41, un libro que enseña la importancia para la vida y la convivencia humana de la relación entre la madre y su criatura antes y después de darla a luz: la relación con la madre, relación necesaria para la vida, es el alma del cuerpo. Prosigue el primer Manifiesto de Rivolta Femminile con registros menos inspirados pero siempre radicales. Dice: "La negación de la libertad de aborto forma parte del veto global puesto contra la libertad de la mujer." "No queremos pensar en la maternidad toda la vida y seguir siendo instrumentos inconscientes del poder patriarcal." "La mujer está harta de criar a un hijo que se le convertirá en un mal amante." "En una libertad que se ve con ánimo de afrontar, la mujer libera también al hijo y el hijo es la humanidad." "En todas las formas de convivencia, alimentar, limpiar, atender y cada momento del vivir cotidiano deben ser gestos recíprocos." "Por educación y por mímesis el hombre y la mujer están ya en sus roles en la primerísima infancia." ¿Por qué digo "registros menos inspirados"? Porque el aborto libre deja intacto el problema principal, que es la heterosexualidad patriarcal o, como la llamó Adrienne Rich, la heterosexualidad obligatoria42. Dicho de otra manera: las mujeres no queremos abortar; lo que queremos es no embarazarnos cuando no queremos ser madres. Y, pasando a otro versículo, digo registros menos inspirados porque la reciprocidad en la vida de pareja o de familia heterosexual, que es donde están los principales problemas de desigualdad en casa, borra o merma la disparidad y su práctica, disparidad (distinta de la desigualdad) que es la sustancia de la autoridad femenina y materna, autoridad (lo aclaro para quien le choque esta palabra) que es distinta, muy distinta, del poder 43. No puede haber solo reciprocidad en la casa heterosexual porque el ama de casa existe y es una ama. El amo de la casa, como ya mostró Carl Theodor Dreyer en la película del mismo nombre (1925), es un error de epistemología, es decir, introduce una contradicción en las verdades superiores de la cultura. Sigamos con el texto del primer Manifiesto, de momento sin comentar: “"Reconocemos el carácter mistificatorio de todas las ideologías, porque a través de las formas razonadas de poder (teológico, moral, filosófico, político) han forzado a la humanidad a una condición inauténtica, oprimida y conformista."” “"Detrás de todas las ideologías nosotras entrevemos la jerarquía de los sexos."” “"No queremos de ahora en adelante entre nosotras y el mundo ninguna pantalla."” “"El feminismo ha sido el primer momento político de crítica histórica de la familia y de la sociedad."” “"Unifiquemos las situaciones y los episodios de la experiencia histórica feminista: en ella la mujer se ha manifestado interrumpiendo por primera vez el monólogo de la civilización patriarcal."” “"Nosotras identificamos en el trabajo doméstico no retribuido la prestación que permite que el capitalismo, privado y de estado, subsista."” “"¿Permitiremos lo que continuamente se repite al final de cada revolución popular cuando la mujer, que ha luchado junto a los demás, se ve relegada con todos sus problemas?"” “"Detestamos los mecanismos de la competitividad y el chantaje ejercido en el mundo por la hegemonía de la eficiencia. Nosotras queremos poner nuestra capacidad laboral a disposición de una sociedad que esté inmune de eso."” “"La guerra es desde siempre siempre la actividad específica del varón y su modelo de comportamiento viril."” “"La paridad retributiva es nuestro derecho, pero nuestra opresión es otra cosa. ¿Nos basta la igualdad salarial cuando tenemos ya sobre los hombros horas de trabajo doméstico?"” “"Reexaminemos las aportaciones creativas de la mujer a la comunidad y derribemos el mito de su laboriosidad subsidiaria."” “"Dar alto valor a los momentos ‘improductivos’ es una extensión de vida propuesta por la mujer."” “"Quien tiene el poder afirma: ‘Es parte del erotismo el amar a un ser inferior’. Mantener el status quo es, por tanto, un acto suyo de amor."” “"Acogemos la sexualidad libre en todas sus formas, porque hemos dejado de considerar la frigidez una alternativa honorable."” “"Seguir reglamentando la vida entre los sexos es una necesidad del poder; la única opción satisfactoria es una relación libre."” “"La curiosidad y los juegos sexuales son un derecho de la infancia y de la adolescencia."” “"Hemos mirado durante 4.000 años: ahora ¡hemos visto!"” “"A nuestras espaldas está la apoteosis de la milenaria supremacía masculina. Las religiones institucionalizadas han sido su pedestal más firme. Y el concepto de ‘genio’ ha constituido su inalcanzable peldaño."” “"La mujer ha tenido la experiencia de ver destruido cada día lo que hacía."” “"Consideramos incompleta una historia que se ha constituido sobre huellas no perecederas."” “"Nada o mal ha sido transmitido de la presencia de la mujer: a nosotras nos corresponde redescubrirla para saber la verdad."” “"La civilización nos ha definido inferiores, la Iglesia nos ha llamado sexo, el psicoanálisis nos ha traicionado, el marxismo nos ha vendido a la revolución hipotética."” “"Pedimos referencias de milenios de pensamiento filosófico que ha teorizado la inferioridad de la mujer."” “"De la gran humillación que el mundo patriarcal nos ha impuesto, nosotras consideramos responsables a los sistemáticos del pensamiento: ellos han mantenido el principio de la mujer como ser adicional para la reproducción de la humanidad, vínculo con la divinidad o umbral del mundo animal; esfera privada y pietas. Han justificado en la metafísica lo que era injusto y atroz en la vida de la mujer."” “"Escupamos sobre Hegel."” “"La dialéctica amo/esclavo es un ajuste de cuentas entre colectivos de hombres: no prevé la liberación de la mujer, el gran oprimido de la civilización patriarcal."” “"La lucha de clases, como teoría revolucionaria desarrollada por la dialéctica amo/esclavo, también excluye a la mujer. Nosotras volvemos a poner en discusión el socialismo y la dictadura del proletariado."” “"No reconociéndose en la cultura masculina, la mujer le quita la ilusión de universalidad."” “"El hombre ha hablado siempre en nombre del género humano, pero la mitad de la población terrestre lo acusa ahora de haber sublimado una mutilación."” “"La fuerza del hombre está en su identificarse con la cultura, la nuestra en rechazarla."” “"Después de este acto de conciencia, el hombre será distinto de la mujer y tendrá que escuchar de ella todo lo que la concierne."” “"No saltará el mundo si el hombre ya no tiene el equilibrio psicológico basado en nuestra sumisión."” “"En la ardiente realidad de un universo que no ha desvelado nunca sus secretos, nosotras retiramos mucho del crédito dado a los empeños de la cultura. Queremos estar a la altura de un universo sin respuestas."” “"Nosotras buscamos la autenticidad del gesto de revuelta y no la sacrificaremos ni a la organización ni al proselitismo."” “"Comunicamos solo con mujeres."” “"Roma, julio 1970 .” “RIVOLTA FEMMINILE."” Brevemente, para concluir con el primer Manifiesto, destaco una idea muy importante de entre las muchas de estos versículos del Manifiesto, idea que lo conecta de nuevo con nuestro presente. Es la insistencia en la autenticidad y el entre-mujeres: "las ideologías [...]" –repito– "han forzado a la humanidad a una condición inauténtica, oprimida y conformista"; o "No queremos de ahora en adelante entre nosotras y el mundo ningún filtro"; o "Nosotras buscamos la autenticidad del gesto de revuelta y no la sacrificaremos ni a la organización ni al proselitismo"; o el colofón: "Comunicamos solo con mujeres". Donde el Manifiesto dice "autenticidad", después dijimos "autoconciencia", palabra conflictiva para Carla Lonzi, como veremos al hablar del Segundo Manifiesto, porque, en su opinión, fue tergiversada en el feminismo44; y ahora –propongo– podemos volver a la autenticidad. ¿Por qué? Los años setenta del siglo XX fueron tiempo de triunfo del nihilismo. El nihilismo es masculino y ha prestado servicios importantes al patriarcado. Pero las mujeres no somos nihilistas. Las mujeres conocemos la nada y la vivimos bien, sin "-ismos" ni latines; la vivimos como una catarsis o purificación preparatoria del placer y, también, como una mediación entre el vacío y lo que puedo recibir, incluido el todo; y, también, como mediación entre entre el sentir y la palabra, entre el sentir, lo sentido y el sentido, entre el sentir y la expresión de lo sentido. El nihilismo despreció la autenticidad y fue su precio. Muchas feministas tuvimos miedo y la dejamos a la espera, entre las sensaciones prohibidas. Pero la autenticidad le defiende a una mujer, a una niña, de "los cánones de la vaginalidad". La autenticidad es, para muchas mujeres, el ser, su ser, mi ser. Hace algún tiempo, una artista feminista que se llama Raquel Ro me escribió: "¿Por qué las mujeres tenemos certezas y los hombres no?" Yo le contesté: "Las mujeres tenemos certezas cuando son del sentir. Son certezas de las entrañas, que los hombres, si bien tengan también entrañas (distintas de las femeninas) no las consideran estables si están (ellos) en la tradición del racionalismo griego y europeo (esos que dicen ‘es lógico’ para todo, como loros)." La autenticidad dice nuestras certezas. La autenticidad viene de las entrañas, nace del sentir, el sentir que la filósofa María Zambrano rescató, redimió y restituyó a la filosofía del siglo XX. "Pensar es ante todo –como raíz, como acto– descifrar lo que se siente, entendiendo por sentir el sentir originario", escribió María en una nota a su Claros del bosque 45. Por su parte, Carla Lonzi dedicó la vida entera a la autenticidad, a rescatar sus certezas, a su pasión por expresarse como una es, en su sentir, libre de todo rol, libre de toda mediación de la cultura considerada tal, de la cultura construida sin madre. A ello le dedicó en 1959 una poesía titulada Fragancia que, según dice en el Diario , “"es sobre la autenticidad"”. Y añade: “"También el otro día me referí al perfume de ciertos momentos, y además está el olor de santidad"” 46. Dice de ella en el poema 47: “ Era tan fragante, nada menos quela fragancia en sí cuando la barca
se volvió con el golpe en la vela y en el bosque
el azul crecía bajo los pies
o peinando cabellos de miel se indagaba
con narinas arqueadas por qué aquel año
la primavera se soltaba en mechones de mimosas
que iban endiabladamente bien
con el abriguito de paño azul aunque
un árbol era ornamento excesivo
y un ramillete pérdida de tiempo. Sentía
que había nacido para ondear
ni demasiado alto ni demasiado bajo
pero sin interrupción, así que no tomó
las debidas precauciones y el tiempo afrontado
sin malicia no le reservó
un tratamiento especial. Las cosas
se emprenden para no salir perdiendo,
y donde se posa el pie hay que
posar el corazón; ondear es una idea
de entre todas la más absurda, fragancia
fragancia ¿qué querrá decir?
”
El Segundo Manifiesto de Rivolta Femminile. Yo digo yo (Roma 1977 ): La autoconciencia es la otra
El primer Manifiesto de Rivolta Femminile desmenuzó, desde el ser mujer, el patriarcado occidental y el marxismo revolucionario, y propuso una revolución femenina libre, sin acabar de precisar su sentido. Siete años después, en marzo de 1977, las que entonces formaban el grupo Rivolta publicaron en Roma el Segundo Manifiesto de Rivolta Femminile, titulado Yo digo yo 48. Este Manifiesto propone con claridad una revolución clitórica. Se la propone a las propias mujeres, a las propias feministas, una vez dejado atrás, aparentemente, el referente masculino. Pero ocurría que este referente no había sido dejado atrás del todo. Ocurría que en los grupos feministas, también en Rivolta, había mujeres clitóricas y había mujeres vaginales. Y esto entorpecía la política, la política de las mujeres (que es la práctica de la relación), como la entorpece todavía hoy, desembocando en conflictos incomprensibles y en traiciones y rupturas dolorosas, destructivas y no significables: sentir crudo, sin lo que María Zambrano llamó "epifanía de la realidad", o Marie Cardinal "las palabras para decirlo"49. El Segundo Manifiesto recoge así, y pone en palabras, lo aprendido en esos siete años de feminismo dedicados en Rivolta a practicar relaciones entre mujeres que buscaban su autenticidad en relaciones duales en las que el hallazgo del sentido de sí coincidiera; o sea, relaciones en la que la una encontrara y viviera su proceso de autenticidad en el proceso de hallazgo de su autenticidad por parte de la otra, la otra que es clitórica, no vaginal. De ahí el subtítulo "Yo digo yo", que no es el apego al yo que tanto criticó Teresa de Jesús, por ejemplo, ni nada que tenga que ver con el freudismo, sino el lograr una mujer la expresión auténtica de sí: el saber quién soy y saberlo en el acto mismo de la relación con la otra. Sin que ninguna ni nadie dé la respuesta a mi pregunta por quién soy sino que la propia respuesta aflore en cada una en el proceso de epifanía de la otra. Como un milagro, que es algo con lo que las mujeres tenemos bastante familiaridad, aunque quizás todavía quede mal el decirlo. Por eso escriben en uno de los versículos del Segundo Manifiesto: "La autoconciencia es la otra". La apuesta es tan alta que se mueve en los límites de la locura, no sé ahora pero sí en el contexto cultural de cuarenta años atrás. Había escrito Carla Lonzi el mismo año 1977 , en su Itinerario di riflessioni: “"No hay cultura, por más prestigiosa que sea, que no sea engañosa para una mujer, no hay mujer de cultura para la cual no se llegue a la constatación de que ella lleva, poco o mucho, vasos a Samos"” 50 Llevar vasos a Samos (como "llevar leña al monte") significa llevar algo adonde abunda, o sea, hacer o decir cosas superfluas, ociosas. En términos del orden simbólico, decir cosas superfluas es muy doloroso para quien las dice, como el hacer comparaciones ociosas (no "odiosas", como se dice a veces erróneamente), porque no suelen encontrar interlocución válida. La revolución clitórica desmantela los presupuestos de toda cultura que no sea femenina libre, que no nazca de la expresión auténtica de sí de cada mujer concreta, de su talento, de lo que ella sabe que es o en ese momento descubre que es y dice que es, ella y el mundo. Dicen unos versículos del segundo Manifiesto: "¿Quién ha dicho que la cultura es una meta sublime? / Es la meta sublime de la autodestrucción." ¿Por qué la necesidad de decir "yo digo yo"? Porque en esos años los grupos feministas, también Rivolta, imponían una solidaridad /sororidad (ideológica) que impedía que aflorara y se presentara, a una misma y a la política, el ser de cada una de nosotras, su singularidad, su talento, su disparidad, su negativo, su riqueza, su vivencia y experiencia irrepetibles. Yo he recordado en algún sitio mi experiencia, en los años 80, en el feminismo español, de que hablar a un grupo de mujeres en el movimiento político, y hablar ante una clase en la universidad, aunque fueran en su mayoría mujeres, era una experiencia completamente distinta. En un aula, el grupo se fundía en un aglomerado fácil de tratar; en el feminismo, notabas que cada mujer estaba allí como una, en su singularidad, sin tendencia al uno. Carla Lonzi podría haber dicho, quizás, que la primera experiencia era vaginal, la segunda, clitórica. ¿Quiere esto decir que solo entre mujeres clitóricas hay cultura femenina libre? Pues sí. Esta es la revolución de Carla Lonzi, todavía vigente o, mejor, vigente precisamente ahora, una vez terminado el patriarcado. Había escrito Carla en 1976, un año antes del Segundo Manifiesto: “"En la época de La mujer clitórica y la mujer vaginal , aun haciendo palanca sobre mí misma, no era todavía consciente de que todo se decidía precisamente en ese punto. No fue sencillo darme cuenta de que esa falta de identidad que he sentido siempre como típicamente mía y de la que he sacado satisfacción y desesperación, era yo misma, mi única posibilidad de serlo. Ciertas poesías mías escritas entre el 58 y el 63 bajo el título general de Scacco ragionato (Fracaso o Jaque razonado) me ayudan a entender cómo conseguí mantener a raya el momento en el que esto se me revelaba por primera vez como un dato irrefutable. No quise publicarlas nunca porque no veía quién las habría podido leer; solo sabía que habrían sufrido una suerte extraña en la cultura. Era inútil que me dirigiera a quien no podía devolverme escucha; seguí otros caminos. Ahora soy consciente de que fueron el medio para entrenarme a resistir en una condición de la que todo me empujaba a renegar y a resolver adaptándome. Eran los años en los que Sylvia Plath escribía sus versos y se familiarizaba con la muerte. Ella buscaba una salida en las poesías, yo a través de las poesías buscaba una salida en la realidad"” 51. El Segundo Manifiesto de Rivolta Femminile está redactado en forma de poema de siete estrofas, número mágico, poesía sin convención alguna de rimas o tipo de estrofa, sin puntuación. La voz que habla es voz de mujer clitórica y está todo él dirigido a una o más mujeres vaginales. La primera estrofa dice: “ ¿Quién ha dicho que la ideología es también mi aventura?Aventura e ideología son incompatibles
Mi aventura soy yo
Un día de depresión un año de depresión cien años de depresión
Dejo la ideología y ya no sé nada
El desconcierto es mi prueba
No volveré a tener un momento prestigioso a disposición
Pierdo atractivo
No tendrás en mí un punto fijo
” ¿A qué se refiere esta estrofa? Las ideologías eran entonces onmipresentes y omnipotentes. Las confundíamos con el pensamiento. Creíamos que eran libres y éticas, cada cual la suya. Creíamos que el poder lo ocupaba todo, que nada ni nadie quedaba al margen del tenerlo, del desear tenerlo, del querer conservarlo por todos los medios; se nos inculcaba que era una ingenuidad el creer que podías quedarte o irte fuera del control del poder. No habíamos leído a Simone Weil, y no sé cuántas la habríamos entendido si la hubiéramos leído. Yo misma, en realidad, la conocía, porque mi madre la leía y me hizo leer lo que escribió sobre la atención, sobre todo la atención sobrenatural, pero no la entendí, o no lo suficiente. Lo mejor de la cultura masculina estaba en la ética, Carla Lonzi, en cambio, estaba más allá: estaba en lo simbólico. Decir "mi aventura soy yo", la izquierda lo despreciaba a muerte por pequeño-burgués e insolidario, por individualista (no colectivo); en realidad, porque se salía del guión, del control ideológico patriarcal, fuera de izquierda, de derecha o de centro. El desconcierto, en cambio ("El desconcierto es mi prueba", dice el Manifiesto), es una vivencia exquisita y muy fecunda del orden simbólico: abre un vacío para su advenimiento, el advenimiento de lo simbólico, su acogida, su reconocimiento, su disfrute. La segunda estrofa: “ ¿Quién ha dicho que la emancipación ha sido desenmascarada?
Ahora me cortejas porque temes que esa interlocutora con el mundo que no has sabido ser lo seré yo
Esperas de mí la identidad y no te decides
Has tenido del hombre la identidad y no la dejas
Vuelcas sobre mí tu conflicto y me eres hostil
Atentas contra mi integridad
Querrías ponerme en el pedestal
Querrías tenerme bajo tutela
Me alejo y no me lo perdonas
No sabes quién soy y te haces mi mediadora
” La emancipación no fue desenmascarada por el feminismo porque muchas feministas, mujeres vaginales, siguieron y siguen teniendo en el hombre su fuente de placer (el placer de recibir y acoger el placer de él) y de identidad. Pensad que en ese momento (no sé si en España pues yo estudiaba entonces en otros países, pero sí en Italia) el feminismo aparentemente más radical estaba volcado en la exploración vaginal en grupo. Muchas o bastantes, no lo sé, nos familiarizamos, no sin dificultad ni sin una resistencia oscura e inquietante, con el espéculo, el espéculo de la ginecología. Incluso Luce Irigaray tituló su tesis doctoral en 1974, como es sabido, Speculum de l’autre femme. Pero el error era letal: ahora se obtenía nuestro consentimiento y beneplácito con el orgasmo vaginal, cosa que la frígida nunca se dejó. No era exploración de la vulva, sino de la vagina. Pero la vagina no es la sede del placer femenino propio, sino la sede del placer del hombre que practica la heterosexualidad del coito. Escribía Carla Lonzi poco antes del Segundo Manifiesto: “"Muchas feministas afirman: ‘Redescubramos nuestro cuerpo, redescubramos la vagina’, e intentan tomar posesión, a través del conocimiento, de esta parte anatómica de su cuerpo. Pero lo que impide sentirla propia no es de naturaleza sensorial, debido a la represión, sino de naturaleza cultural y estructural. ¿Cómo se puede redescubrir si no vuelve antes a ser terreno neutro? Ahora es una zona marcada de nuestro cuerpo que nosotras aceptamos, para permitir al hombre su cultura y su Yo. Esa zona marcada impide nuestra cultura y el constituirse de un yo nuestro. Como dice justamente Valerie Solanas, nuestro Yo se ha convertido en lo que el suyo no quiere ser, y esta operación ha podido hacerla gracias al hecho de que ‘nuestra’ vagina forma parte de ‘su’ cultura. En esta cultura, amarla es amar la identidad que presupone"” 52. Dice la tercera estrofa: “ ¿Quién ha dicho que has beneficiado a mi causa?
Yo he beneficiado a tu carrera
Pero mi aparición te ha aguado la fiesta
La provocación es un gesto de apego
Me haces asistir a penosas revanchas en clave de desafío
Celebras un mito que conmigo ha caído
” La cuarta estrofa: “ ¿Quién ha dicho que la cultura es una meta sublime?
Es la meta sublime de la autodestrucción
>Culturizándote te has adherido sin reservas a una solicitud que te excluye
Has querido participar sin existir personalmente
Al final eres irreconocible
Entretanto sufres de inadecuación
Pretendes solidaridad por haberte metido en la boca del lobo
En mi opinión te has metido en un lío
Has dado la vida por demostrar que somos mediocres
Te has quedado averiada en la escalada al falo
Parecía cuestión de tiempo y lo conseguirías
Te siguen diciendo que la mediocridad es temporal
Contigo la veo perenne
Llegarás a envidiar mi nada
” La quinta estrofa: : “ ¿Quién ha dicho que el poder no lo conoces?
"Ocuparse de" es arrogancia intelectual
Cuanto más te ocupas de la mujer, más extraña me resultas
¿Sabes qué es exponerse en primera persona?
Tú buscas el error sin estar dispuesta a arriesgar
” La sexta estrofa: “ ¿Quién ha dicho que la autoconciencia es eso?
Eso es una pantomima para tontos
Acabaría antes de empezar
Está inundada de equívocos
Se ha convertido en aire
No hables conmigo si has "hecho autoconciencia"
La autoconciencia es la otra
” Como he sugerido ya, va mucho de autoconciencia a autoconciencia. La autoconciencia habitual entonces, que se hacía en grupo, a Carla Lonzi no le convenció. ¿Por qué? Porque ahí no alcanzaba a expresar su autenticidad: sus traumas, sus deseos, sus talentos. La mezcla en el grupo de mujeres clitóricas y vaginales no se lo permitía. La tensión de esta mezcla la acallaba, asustaba a la confesión. En cambio, sí alcanza su autenticidad en la otra autoconciencia, la que se da entre dos mujeres clitóricas que, en la relación dual, descubren ambas su autenticidad, no simultáneamente, o sí, da igual, pero compartiendo los procesos de ambas. Esta es una autoconciencia distinta porque implica a las dos mujeres en primera persona de manera más satisfactoria, creativa, placentera, confiada y política que en los grupos. En los grupos, el sentir de las dos partes no sa daba, se daba el tuyo, contrastado por el grupo. Este es el sentido, en mi opinión, de ese verso tan difícil a primera vista del Segundo Manifiesto: "La autoconciencia es la otra". Reconocer tu autenticidad en el proceso o en el momento en el que la otra reconoce la suya. La envidia, mal sagrado frecuente, destructivo y doloroso entre mujeres, no entra aquí en juego. ¿Os gusta la iconografía de la Visitación? Ahí pasa algo de este tipo, también sexual, placentero, como indica el signo de la mano sobredimensionada en el abrazo entre las dos mujeres embarazadas, María e Isabel. Que Bill Viola, por cierto, no captó en su por lo demás preciosa Visitación . ¿Dónde está el punto clave? ¿Por qué es una autoconciencia distinta? Porque la mujer vaginal trae simbólicamente el hombre al grupo; lo trae con su vaginalidad. Esta presencia del hombre, aunque indirecta, obstaculiza la exploración a fondo en el propio ser, impide su apertura plena, el aflorar de la autenticidad, el desprenderse del todo de la cultura de él. Este es el sentido –pienso– del sorprendente título del libro en el que Rivolta Femminile publicó el Segundo Manifiesto: La presenza dell’uomo nel femminismo, (La presencia del hombre en el feminismo). Se refiere a esta presencia fantasmática y muy real al mismo tiempo, no a lo que planteaba entonces el feminismo ideológico, que era la pregunta de qué hacer con los hombres y con los feministos. La séptima y última estrofa: “ ¿Has oído eso de la "doble militancia"?
¿Y eso de "lo privado es político"?
¿Y eso de "no estáis haciendo bastante"?
He encontrado mi fuente de humor>.
” Se refiere ahora a lo evidente: la doble militancia de bastantes feministas de entonces y de ahora (aunque no solo estas sean vaginales), mujeres que militaban en un partido político y a la vez eran feministas que convertían el feminismo, de práctica, en militancia, palabra crudamente patriarcal, de miles, –itis, "soldado" en latín. Pero la estrofa se refiere también –pienso–, en el segundo verso, a la práctica del inconsciente, que es la que hicieron otras feministas de la diferencia, como algunas de la Librería de mujeres de Milán, cuando se les agotó la autoconciencia. Carla Lonzi criticó esta práctica porque la consideraba vaginal. Yo no puedo opinar porque nunca la he hecho ni la he conocido de primera mano, aunque sí estoy de acuerdo con esta frase de Marta Lonzi escrita en diciembre de 1977 : “"¿Por qué pasar por Lacan para verse a sí mismas? ¡Lacan sirve para conocer a Lacan!"” 53 (creo que bastantes psicoanalistas del feminismo eran lacanianas). Lo que sí sé es que Carla Lonzi escribió esto en El mito de la propuesta cultural: “"Esta desviación de las relaciones, en los grupos feministas, hacia el análisis de lo profundo o práctica del inconsciente, no me va por varios motivos, pero sobre todo porque es mucho decir que ya no hay analista y analizada, que hay circularidad, etc. No es verdad: existe la cultura del psicoanálisis. O sea, lo que es dicho se abandona y queda solo lo que es elaborado como teoría. Me ha impresionado siempre como característica de una relación institucional el hecho de que ni la iglesia ni el psicoanálisis hayan sabido qué hacer con ese momento de contacto individual representado por la práctica del confesionario y del diván. La cultura del pecado y de la enfermedad mental estaban ahí para destruir la expresión de una vivencia que se desbordaba bajo los empujones incontenibles del sufrimiento. Si pienso en los momentos en los que la decepción humana puede haber tocado sus cimas, me vienen a la cabeza estos dos tipos de confesión. [...] ¿Por qué la autoconciencia ha sido tergiversada y abandonada en muchos grupos que dicen que la han hecho sin haberla hecho? ¿Por qué se ha considerado un paso adelante el haberla sustituido con la práctica del inconsciente? Porque en la cultura masculina y en sus derivados en femenino nadie entiende nada de la expresión de sí en cuanto tal. [...] Y a esto llamo autoconciencia: hacer de manera que quien habla tome conciencia de que encontrarse a sí mismo es reconocerse en la expresión de sí, que no existe verdad afuera, en la adhesión o en el uso de claves interpretativas. Ciertamente no es fácil, a menudo es desesperante, pero ¿quién ha dicho que iba a ser fácil y no desesperante?"” 54. Veo un nexo entre la mujer clitórica y la autenticidad, no como conceptos sino como vivencias, por una parte, y, por otra, la historia viviente, práctica inventada en 2005 por Marirì Martinengo y continuada hasta hoy por la Comunidad de historia viviente que ella fundó en 2006 en la Librería de mujeres de Milán, comunidad en la que están ella misma, Laura Minguzzi, Luciana Tavernini y Marina Santini, más otras que entran y salen según el deseo o la necesidad 55. Veo el nexo en lo que acabo de decir y citar y, también, en esta afirmación de Carla Lonzi: “"La mujer clitórica no es la mujer liberada, ni la mujer que no ha sufrido el mito masculino –ya que estas mujeres no existen en la civilización en la que nos encontramos– sino la que ha afrontado momento a momento la injerencia de este mito y no se ha quedado presa de él. Su operación no ha sido ideológica, sino vivida a través de todo tipo de desviaciones de la norma, desviaciones que en la cultura masculina eran interpretadas como manifestación obvia de las veleidades de quien es inferior"” 56. El que no sea una operación idelógica sino vivida, sentida, es, en mi opinión, la puerta estrecha de la política de las mujeres, entonces y también hoy, hoy todavía más porque ha terminado el patriarcado, que tanta guerra nos ha dado, en todos los sentidos, final que deja mucho desconcierto político en el que intervenir. La propia Carla Lonzi habló de su dificultad de decir lo vivido en muchos sitios de su extensísimo Diario , por ejemplo en este fragmento del 2 de enero de 1974 , referido a un encuentro en Pietrasanta. Dice: “"Yo estoy siempre desequilibrada, reviento de cosas que comunicar, los demás lo intuyen y me abandonan mientras estoy en medio de la emoción de sacar. Cuando he aludido a la teoría reichiana del orgasmo vaginal, he tenido que controlarme porque sentía que me temblaba la voz y me fallaba el aliento; aunque hubiera escrito de ello clarísimamente, me resultaba difícil decirlo clarísimamente que soy clitórica. Pasar al plano personal es entrar en zona tabú. ¡Y pensar que las vaginales se consideraban discriminadas en los grupos de Rivolta!.” Y añade este breve poema: “ "A Emily Dickinson
Adorada Emily
¡maravilloso aislamiento!"
” 57 “ [A Emily Dickinson
Adorata Emily
meraviglioso isolamento!]
” La revolución clitórica es auténtica porque no es abstracta ni abstraíble. Está apegada a las vivencias del día a día, impregnando el sentir de pensamiento. Es un gesto y una acción sencillas, de consecuencias incalculables.