Bélgica.
La despenalización de la eutanasia en Bélgica se produjo tras un amplio debate entre los partidarios y detractores de la medida, un debate social muy participativo y difícil. Bélgica es un país donde una de las tradiciones católicas más arraigadas del viejo continente, convive con iniciativas sociopolíticas de tono marcadamente liberal.
Los obispos, de forma activa, encabezaron los movimientos contrarios a la legalización, mientras que la asociación para el derecho a una muerte digna, una organización con ramificaciones en otros países de Europa, fue la punta de lanza a favor de la ley.
La Eutanasia a pesar de ser ilegal, fue durante años una práctica habitual y tolerada. Según datos, recopilados por el Consorcio Europeo, un 38% de los médicos belgas, en su mayoría de medicina general, admitía haber practicado la eutanasia a petición de alguno de sus pacientes o de algún familiar de un enfermo terminal. Además, un 89% admitía también haber abandonado o evitado comenzar un tratamiento con el fin de no prolongar de forma inútil la vida de un paciente, y un 25% de los médicos y un 42% de las enfermeras encuestados consideran que la eutanasia activa es una práctica corriente en Bélgica. Sólo un 20% de los médicos y un 36% de las enfermeras afirmaron no haberse enfrentado nunca con esta situación.
La práctica de la eutanasia fue aumentando, independientemente de su ilegalidad. Según un informe, facilitado por la BBC, sobre muertes registradas durante los cuatro primeros meses de 1998, más de un diez por ciento de las muertes en Bélgica se debió a la eutanasia o a fármacos proporcionados por médicos para acelerar la muerte.
La mayoría de los belgas, más del 70% de la población, ha apoyado su legalización. De hecho, mucha gente opina que este método se ha llevado a cabo en numerosos hogares, de forma encubierta, mientras estaba penalizado y que con su legalización se ofrecen más garantías y un mayor control.
Las autoridades belgas empezaron en 1.999 a debatir formalmente la posibilidad de legalizar la eutanasia. Tras largos debates, durante más de año y medio, la Comisión de Justicia y Asuntos Sociales del Senado, el 15 de enero de 2.001, aprobó el texto en el que se indicaban los requisitos necesarios para que los médicos pudieran ayudar a una persona a quitarse la vida sin ser perseguidos judicialmente. El texto legislativo ha sido objeto de un largo debate en el Senado con intervenciones de médicos, filósofos, representantes de la sociedad, en sesiones que han sido televisadas para informar a la opinión pública. Fue un proceso duro, según manifestó el propio redactor de la ley, el senador socialista Philippe Mahoux.
La Ley que despenaliza la Eutanasia, es menos permisiva que la aprobada en Holanda al exigir mayores requisitos y garantías antes de adoptar una decisión, y fue aprobada, con el respaldo de la mayoría liberal y socialista, (86 votos a favor y 51 en contra), por la Cámara de Representantes de Bélgica en julio de 2002, y desde ese momento hasta el 23 de septiembre de ese mismo año, momento en que entró en vigor, la administración desarrolló los trámites necesarios para su aplicación.
Se constituyó una Comisión de Control y Evaluación, encargada de velar por el correcto entendimiento de la ley en cada uno de los casos. Entre sus miembros, hay médicos, académicos, juristas, y especialistas en tratar con los pacientes incurables. En su composición se han respetado aspectos políticos y lingüísticos del país, donde los enfermos del norte se expresan en neerlandés y los del sur en francés. La constitución de esta comisión de control dio vía libre a las solicitudes.
La llegada de la ley sobre la eutanasia supuso una alternativa para que enfermos crónicos pudieran decidir cuándo y en qué condiciones desean poner fin a sus vidas. Pero sobre todo, según sus defensores, esta Ley tiene la virtud de regular una actividad que ya existía, que era relativamente frecuente, pero que ha sido secreta y, por tanto, susceptible de excesos, y para evitar estos excesos, la ley incluye condiciones estrictas.
A partir del momento de su entrada en vigor, el médico belga que practique la eutanasia no estará cometiendo una infracción, siempre que la dolencia del interesado sea incurable y le ocasione un sufrimiento físico o mental constante e insoportable y cuando se haya asegurado previamente de que el paciente es mayor de edad (18 años), está consciente y en pleno uso de sus facultades en el momento de la demanda. Deberá estar claro, que la petición es voluntaria y firme, en ningún caso sujeta a presiones exteriores. En caso de que no esté consciente, abre una vía a la excepción al prever la existencia de una "declaración anticipada" o "testamento vital". Esta declaración de voluntades anticipadas para que sea válida tiene que tener como mínimo una antigüedad de un año. Entre la demanda escrita del paciente, que en todo momento puede echarse atrás, y la ejecución de la eutanasia deberá respetarse el plazo mínimo de un mes.
Para reducir el riesgo de que se tomen decisiones de forma precipitada, el médico deberá mantener al paciente permanentemente informado sobre su estado de salud y su esperanza de vida, evocando en todo momento las alternativas que puedan sanarle o paliar su mal.
Los enfermos que así lo deseen podrán solicitar la aplicación de la eutanasia a su médico de cabecera, quien podrá controlar el proceso. Además, se precisa de la opinión de un segundo doctor, e incluso de hasta un tercer facultativo si la dolencia no es mortal. Mientras tanto, un comité de seguimiento vigilará el cumplimiento de la nueva ley.
Esta legislación permite combinar dos libertades, la del paciente y la del médico. Ninguno de los dos está obligado a recurrir a la eutanasia.