Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y
Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona, nº 44, 30 de julio de 1997. |
HUGHES, Thomas Parker. Networks of Power. Electrification in Western
Society, 1880-1930. 3ª ed. Baltimore and London: The Johns Hopkins
University Press, 1993. 474 p.
[ISBN 08018-2873-2; 08018-4614-5 (pbk.)]
Mercedes Arroyo
Además del desarrollo de la electricidad como proceso tecnológico,
Networks of Power explica los vínculos entre las variables
económicas y el desarrollo de la tecnología y entre ésta
y las condiciones legales de los distintos países a los que se incorporó
tempranamente la electricidad, así como de la competencia entre
energías y entre distintos tipos de tecnologías; de los conflictos
generados por la propiedad intelectual; del papel de los medios de comunicación
y del diferente grado de poder de decisión desempeñado por
las élites políticas y económicas y sus diferentes
características en distintos países.
Constituye, también, una historia singularmente atenta de la eterna
dicotomía que afecta a las infraestructuras urbanas entre negocio
privado y servicio público, un debate de larga tradición
en el pensamiento político y económico de finales del siglo
XIX e inicios del XX, y que vuelve a tener hoy particular trascendencia,
debido a la difusión de los procesos ultraliberales. Debemos añadir
que el autor de este libro -publicado antes de la caída del Muro
de Berlín- se muestra decidido partidario de los presupuestos liberales
y que otorga un papel esencial a la iniciativa privada.
Para el autor, un sistema se caracteriza por estar compuesto por partes
diferentes relacionadas entre sí. El sistema eléctrico es
un sistema completo en sí mismo, ya que incluye diferentes componentes:
generación, transformación control, redes de distribución
y transmisión y utilización. Destacamos la distinción
entre transmisión y distribución de la electricidad ya que
ambos términos se encuentran relacionados con la mayor distancia
y con el mayor voltaje de la transmisión respecto a la distribución.
El modelo de desarrollo del sistema eléctrico que propone Hughes
evoluciona en cinco fases diferenciadas a cuyo avance se ciñe, también,
la estructura de su libro. La primera se distingue por los procesos de
invención y desarrollo. En la misma, desempeña un papel destacado
el inventor-empresario, cuyo prototipo está representado para el
autor por Thomas Alba Edison, el hombre que entendió el nuevo sistema
como un todo en el que debían tenerse en cuenta tanto las variables
tecnológicas como las organizativas y las económicas. La
segunda, se caracteriza por la transferencia de la nueva tecnología
a otros países.
El crecimiento del sistema dará lugar a la aparición de la
tercera fase, que se distinguirá por la necesidad de solventar nuevos
retos relacionados con ese crecimiento, lo que dará lugar al inicio
de la cuarta fase, el momento preciso en el que los conocimientos relacionados
con la nueva tecnología deberán institucionalizarse para
crear la "cultura del sistema". La quinta y última fase
significa la aparición de los sistemas regionales y la creciente
importancia de los factores financieros, políticos y legislativos.
El libro que comentaremos a continuación se divide en quince capítulos
en los que se incluyen la Introducción y las Conclusiones. Destacamos
el doble sentido del título, pues aunque, evidentemente, se refiere
al desarrollo de las redes de energía, no hay duda de que también
sugiere que en la construcción de esas redes se crearon otras, en
las que se vincularon diferentes relaciones personales y de poder a partir
de las cuales determinados individuos tuvieron la oportunidad de ejercer
su influencia.
Las redes eléctricas reflejan para Hughes el influjo del contexto
cultural en que se organizaron. Se trata de ingenios técnicos en
los que se reflejan las aspiraciones y la influencia de grupos e individuos.
Por esta razón, el autor introduce en su estudio el concepto de
sistema, también entendido como un todo constituido por diferentes
componentes relacionados entre sí -económicos, técnicos
o institucionales, entre otros- que interactúan y que se encuentran
bajo un control central, cuya extensión determina los límites
del sistema mismo.
.Las dos primeras fases: invención, desarrollo y transferencia
de tecnología
Edison the Hedgehod: Invention and Development (capítulo
2) explica la metodología de Edison. Otros "inventores de componentes",
como Joseph Swann, el inventor inglés de la lámpara de filamento
o del mismo Paul Jablockhoff, se plantearon inicialmente la búsqueda
de un elemento que se adaptase a lo ya inventado, por ejemplo, la máquina
Gramme. En lugar de ello, Edison y sus colaboradores de Menlo Park, en
especial Francis Upton, partieron del razonamiento opuesto: en vez de trabajar
sobre elementos aislados, se propusieron trabajar sobre sistemas, es decir,
sobre el conjunto de los componentes de éste.
El primer problema se encontraba en hallar un componente que proporcionase
mejores prestaciones que el gas, y a ello dedicaron prioritariamente su
atención. Pero para ello debían solucionar la relación
entre la resistencia del filamento de la lámpara incandescente y
el voltaje de la corriente. Una vez resuelto ese paso -debió de
ser "un bello momento", escribe Hughes- Edison y Upton se podían
dedicar al siguiente, esto es, al diseño del generador apropiado
para la lámpara. Más tarde vendrían los planes para
construir la primera central generadora, bajo el supuesto de la comparación
entre el coste de 5 horas sobre 24 del gas y el mismo período diario
para la luz eléctrica. Así se explica la cuidadosa estimación
económica que efectuaron para eludir el reverse salient(1)
que les impedía crear un sistema coherente.
De igual manera que el cambio tecnológico supone cambios en los
factores científicos y técnicos, también implica cambios
en otros factores, como los de carácter económico y legal.
Por esta razón, Edison, que supo formar un equipo de profesionales
de gran valía, atrajo también a su círculo a un jurista
prestigioso, Grosvenor P. Lowrey, con contactos en el mundo de las finanzas
y en el de la política, que actuó como consejero legal del
grupo Edison.
Ese grupo inicial acometería la creación de diferentes industrias
que servirían para controlar todos los componentes del sistema.
En 1878 se funda la Edison Electric Light Company y dos años más
tarde la Edison Electric Illuminating Company of New York cuyo objetivo
inmediato sería la construcción de una central generadora
en esa ciudad, concretamente en Pearl Street, la cual entraría en
funcionamiento en 1882.
Edison organizaría, además, diversas empresas que deberían
suministrar los diferentes componentes de su sistema: la Edison Machine
Works para construir dinamos, la Edison Electric Tube Company para fabricar
conductores subterráneos y la Edison Lamp Works para fabricar lámparas
incandescentes.
Una vez construída y en funcionamiento la primera central, había
llegado el momento de trasladar la tecnología fuera de las fronteras
nacionales. Para ello era preciso contar con los recursos financieros necesarios.
Edison's System Abroad: Technology Transfer, (capítulo 3)
aborda la segunda fase de crecimiento del sistema. Ésta se caracteriza
por la tranferencia de conocimientos de una región a otra y de un
grupo social a otro. Durante dicha fase, son varios los agentes del cambio:
inventores, empresarios, organizadores de empresas y financieros. De ellos
depende el grado de aceptación de la nueva tecnología y las
diferencias en la aceptación de la innovación de un país
a otro.
En ese momento, ejercen también una importancia decisiva diversos
factores no propiamente tecnológicos, tales como los medios de información,
las características sociales de los diferentes países, la
disponibilidad de las élites dominantes para aceptar la innovación
y promover su utilización y hasta los sentimientos nacionalistas
más o menos marcados. Para ilustrar estas consideraciones el autor
analiza el contraste que se produjo en la aceptación de la electricidad
en dos países europeos industrializados, Gran Bretaña y Alemania.
En el Reino Unido, y esencialmente en Londres, las élites dominantes
estaban formadas por científicos, aristócratas y financieros
que esperaban obtener beneficios inmediatos de su inversión. La
primera planta suministradora de electricidad que instaló la empresa
de Edison en el extranjero se localizó precisamente en Londres,
en Holborn Viaduct, y sirvió como ejemplo de rápida ganacia
para otras muchas empresas, como lo demuestra el hecho de que se diesen
de alta dieciséis compañías eléctricas en las
dos semanas posteriores a su instalación.
Pero de igual manera que había ocurrido con la gestión del
gas, de los tranvías o de la conducción de agua, la intervención
del Parlamento se mostró decisiva para el desarrollo de la electricidad.
La legislación inglesa estableció los mecanismos necesarios
para evitar en lo posible los abusos de la propiedad privada contra los
derechos de la comunidad. En consecuencia y como también había
sucedido con el gas, a cambio de que el capital privado se hiciese cargo
de la inversión económica para poner en funcionamiento un
sistema de carácter novedoso -y en consecuencia, de arriesgado pronóstico
bajo el punto de vista económico- se le ofrecía la oportunidad
de desarrollar su actividad en régimen de monopolio durante siete
años, al cabo de los cuales, los respectivos ayuntamientos podrían
ejercer su derecho de recompra a un precio que sería considerado
por los futuros empresarios como "de chatarra". Estos deseaban
prolongar el período de privilegio hasta los 21 años. Según
Hughes, ese "socialismo municipal" sería el causante de
que el capital privado se retrajese y dando lugar a una primera dificultad
para el desarrollo de la electricidad en Londres. A lo cual se uniría
el período de estancamiento industrial que se inició a finales
de 1884 y el elevado grado de implantación del gas y su menor precio
respecto de la electricidad.
Esas fueron las principales razones de que Londres no constituyese la "caja
de resonancia" que esperaban Edison y sus colaboradores. Mientras
que en Estados Unidos el precio del gas representaba un 60 por ciento del
de la electricidad, en Inglaterra era sólo la mitad.
Así pues, en Gran Bretaña, el peso de la política
pudo frenar o, al menos, moderar la capacidad de acción de la alianza
del dinero, la aristocracia y el conocimiento científico, En Alemania,
en cambio, una política económica coherente con el desarrollo
industrial permitió el rápido despegue y la aceptación
de la electricidad. En ambos países las diferencias de precios entre
el gas y la electricidad eran idénticos; en consecuencia, la situación
entre las dos fuentes de energía hubiese debido ser también
idéntica. Según Hughes, lo que explica el desarrollo diferencial
de la industria eléctrica en Alemania fue, en definitiva, el poder
del capital financiero en este último país, combinado con
una legislación no intervencionista.
La historia de la introducción de la electricidad en Alemania y
las rápidas alianzas entre empresas se inicia con la Exposición
Internacional de Electricidad de París, en 1881. A ésta asistieron
tres ingenieros que tendrían una importancia decisiva en la introducción
de la electricidad en dicho país: Emil Rathenau, Werner von Siemens,
y Oskar von Miller. El primero decidió adquirir los derechos de
las patentes de Edison, para fabricar aparatos eléctricos y construir
instalaciones bajo el nombre de Deutsche Edison Gesellschaft für Angewandte
Elektrizität, a cuya empresa se unió desde el inicio Oskar
von Miller. Los capitales necesarios para esa iniciativa realizada en 1882
serían proporcionados por tres bancos alemanes: Gebrüder Sulzbach,
de Frankfurt am Main, Jakob Landau, de Berlín y el National Bank
für Deutschland.
Por otra parte, la compañía Siemens und Halske había
obtenido recientemente la patente de fabricación de lámparas
incandescentes del inventor europeo de éstas, Joseph Swann, el competidor
de Edison. Esta circunstancia no fue obstáculo para que en 1883
Deutsche Edison Gesellschaft y Siemens und Halske se fusionasen. La primera
suministraría a la recién formada sociedad los generadores
y otros componentes para las instalaciones; la segunda fabricaría
lámparas incandescentes. El soporte económico para esa operación
sería facilitado por los tres bancos ya citados anteriomente.
De la misma manera que sucedió en las centrales de Pearl Street
en Nueva York y Holborn Viaduct en Londres, también en Berlín
se inició la construcción de una central modelo en la confluencia
entre Friedrichstrasse y Unter den Linden. Pero, a diferencia de las anteriores
ciudades, el ayuntamiento de Berlín era propietario de su propia
red de gas y Deutsche Edison sólo fue autorizada a suministrar electricidad
a una zona claramente delimitada en el centro de la ciudad. Como había
sucedido en Londres, los riesgos de esta operación deberían
ser asumidos por la empresa privada, mientras que las ventajas revertirían
en la ciudad.
Para llegar a esa autorización, el ayuntamiento de Berlín
y Deutsche Edison llegarían a un acuerdo según el cual la
nueva empresa que suministrase electricidad a la ciudad tomaría
el nombre de Städtische Elektrizitäts Werke, (Fábrica
Municipal de Electricidad). Esta empresa fue fundada en 1884 con un capital
de tres millones de marcos. Muy pronto, la pequeña planta de Friedrichstrasse
se mostró insuficiente y en agosto de 1885, se inauguraría
una nueva central en Markgrafenstrasse. Las dos centrales, situadas en
el centro de Berlín, potenciarían los usos de la electricidad.
Como había sucedido con el alumbrado a gas, los primeros clientes
fueron las actividades relacionadas con el prestigio, el dinero y el ocio.
En 1886, un 26 por ciento de la demanda de electricidad procedía
de los teatros de la ciudad; un 20 por ciento estaba constituído
por la demanda procedente de restaurantes y cafés; otro 20 por ciento
procedía de bancos; un 17 por ciento de comercios, mientras que
el alumbrado público ocupaba una franja de demanda del 7,5 por ciento
seguido por la industria con un 2 por ciento. El resto quedaba repartido
entre los hoteles con un 8 por ciento y el uso residencial con un 1 por
ciento. Como indica el autor, "la electricidad en Berlín, Londres
y Nueva York, no era para los pobres". Para que la electricidad estuviese
al alcance de la mayor parte de la población se necesitaría
que la tecnología experimentase un cambio cuantitativo y cualitativo
importante. El cambio cuantitativo se realizaría con algunas fusiones
de carácter estratégico entre empresas y con la entrada masiva
de capitales procedentes de la banca. Por una parte, en 1887 se reorganizaría
la Deutsche Edison bajo el nombre de Allgemeine Elektrizitäts Gesellschaft
con un aumento paralelo de su capital social de cinco a doce millones de
marcos Por otra parte, AEG(2) adquiriría
una posición dominante en Städtische Elektrizitäts Werke,
que cambió su nombre por Berliner Elektrizitäts Werke. Ese
segundo cambio de nombre estaba vinculado a la tercera fase del desarrollo
del sistema del que hablaremos a continuación y en la que se produce
el cambio cualitativo a que nos hemos referido más arriba. Este
está relacionado con la creación de la "cultura de los
sistemas".
La tercera fase, hacia la institucionalización de una nueva disciplina
La característica esencial de la tercera fase del crecimiento de
un sistema implica un crecimiento considerable del mismo y por esa razón
se debe insertar en el complejo proceso del desarrollo de las ideas. Se
trata de un cambio cualitativo importante y eso implica considerar dos
tipos de dificultades que el científico deberá solventar.
El capítulo 4, titulado Reverse Salients and Critical Problems,
se aplica a ese análisis. El autor identifica en esa tercera fase
un estadio inicial que califica como reverse salients, es decir,
aquellos puntos de fractura del sistema o, para utilizar una terminología
militar, los puntos débiles del sistema que le impiden desarrollarse.
Los reverse salients se caracterizan por ser tan evidentes que no
precisan de imaginación para solventarlos. En el caso de los primeros
tiempos de la electricidad, el reverse salient que tuvieron que
abordar Edison y sus más inmediatos colaboradores fue de carácter
económico. Era evidente que para tener éxito, un sistema
nuevo de iluminación debía ser, en las condiciones tecnológicas
de finales del XIX, más barato que el gas.
Para otros inventores de la época, sin embargo, el reverse
salient de mayor envergadura se encontraba vinculado a la legislación
existente en algunos países. El transformador de Gaulard y Gibbs
sirve al autor para ejemplificar los vínculos entre invención
y legislación. En Inglaterra, existía desde 1882 la Electric
Lighting Act, en la que se establecía que "no se otorgaría
permiso alguno a los fabricantes de elementos eléctricos que no
fuesen utilizables por cualquier empresa o persona". En consecuencia,
si Gaulard y Gibbs deseaban mantenerse en la legalidad, deberían
fabricar un transformador que fuese adaptable a otros sistemas, a diferencia
de Edison, que había diseñado un sistema completo de iluminación
eléctrica del principio al final. Por esa razón, los inconvenientes
de carácter técnico en el transformador de Gaulard y Gibbs
-la diferencia de voltajes y su regulación- eran su reverse salient
de mayor envergadura, mientras que para Edison y sus colaboradores el
reverse salient se encontraba vinculado, como se ha dicho, a inconvenientes
de carácter económico
En contraste con lo que sucedió en Gran Bretaña, en Alemania,
la innovación no se vió limitada por la legislación.
En ese país, no existían las restricciones de la Electric
Lighting Act, y esa es una de las razones del éxito del transformador
de la empresa austríaca Ganz y compañía, precisamente
donde Gaulard y Gibbs habían fracasado. A la manera de Edison, también
Ganz y compañía diseñaron un sistema completo.
Según Hughes, un invento se caracteriza por la definición
de un problema y de la tecnología precisa para su resolución.
De hecho, los inventos son soluciones puntuales para problemas críticos
puntuales, definidos en el contexto de lugar, tiempo y otras circunstancias,
entre las que no son las de menor entidad los caracteres de los inventores,
sus simpatías y antipatías personales o el soporte que les
puedan ofrecer las empresas. El caso de la introducción del transformador
y su relación con la corriente alterna es un ejemplo de lo que se
quiere indicar.
Se cree comúnmente que el primer transformador comercializado se
debe a la empresa norteamericana Westinghouse, y eso es verdadero sólo
hasta cierto punto. En esa empresa trabajaba un ingeniero eléctrico
llamado William Stanley, con una ya larga trayectoria de trabajo en el
mundo del telégrafo, primero, y de la electricidad, después.
En 1884, entró a trabajar en Westinghouse bajo la condición
de que sus invenciones deberían quedar como propiedad de la empresa.
Ésta, a cambio, financiaría sus experimentos, aunque no serían
llevados a la práctica hasta que se hubiese comprobado su utilidad,
en cuyo caso, Stanley recibiría un diez por ciento de los beneficios
de la comercialización de su invento. La empresa había obtenido
recientemente la patente del transformador de Gaulard y Gibbs, pero éste,
como ya se ha indicado, había experimentado serios problemas de
adaptación a la corriente que por entonces se encontraba generalizada,
la corriente continua. Stanley inició sus experimentos con el transformador
de Gaulard y Gibbs con ese tipo de corriente pero pronto observó
que ése era el escollo que debía vencer. Por esta razón,
inició nuevos experimentos con la corriente alterna, susceptible
de ser transportada a mayores distancias que la continua.
Este ejemplo indica que la tercera fase del desarrollo de los sistemas
no se agota con la identificación de los reverse salients. Queda
todavía por resolver un numeroso grupo de problemas críticos
de carácter marcadamente técnico que precisan de dosis importantes
de imaginación y de medios económicos y científicos
considerables, tales como un equipo humano altamente cualificado y una
compleja estructura de lo que hoy se conoce como Investigación y
Desarrollo.
Entre los problemas críticos que señala Hughes no son los
de menor importancia los que se refieren a los cambios económicos,
legales, científicos y técnicos a que dio lugar el cambio
tecnológico del sistema de producción y distribución
de electricidad. Entre los de esta última categoría, el mayor
de todos se encontró en el alto coste de la transmisión de
corriente continua. Ese problema crítico adquiriría importancia
crucial en las pugnas entre los propios inventores y constituyó
uno de los primeros pasos hacia un nuevo sistema de distribución.
Como se ha visto, el transformador salvó el primero de los problemas
críticos con la utilización de la corriente alterna, pero
no llegaría a esa situación antes de vencer dos obstáculos
más: la influencia contraria que, en contra de las ideas de Stanley,
ejercería en la propia empresa otro experto, Guido Pantaleoni, y
la oposición que el propio Edison presentó a la corriente
alterna. Entra dentro de la lógica que Edison, después de
organizar todo un sistema basado en la corriente continua, se resistiese
ante la aparición de un nuevo tipo de corriente que debía
revolucionar, de nuevo, el mundo de la electricidad, a la vez que generar
un amplio debate entre los partidarios de ambos tipos de corriente.
Conflict and Resolution (capítulo5) trata precisamente de
ese debate y de la pugna que tuvo lugar en pro y en contra de la corriente
alterna. Hacia finales de la década de los 1880, se desarrolló
la "batalla de los sistemas"; ambos tenían sus ventajas
e inconvenientes: el sistema de corriente continua tenía a su favor
su bajo voltaje, mientras que tenía en su contra el alto coste económico
de su transmisión a largas distancias. Por su parte, la corriente
alterna tenía a su favor la capacidad de transmisión; pero
en contra su elevado voltaje. En relación con estas cuestiones,
Hughes señala las tácticas "poco ortodoxas" de
Edison para mostrar las grandes desventajas de la corriente alterna. El
ejemplo de la primera electrocución legal de un condenado a muerte
en la prisión estatal de Nueva York, en 1890, le serviría
para mantener que ésa y no otra era la mayor utilidad que se podía
esperar de la corriente alterna.
Pero no era sólo ése el problema que se presentaba a los
partidarios de la corriente alterna. Vinculado a su alto voltaje, se encontraba
el problema de los motores existentes en el momento, aptos para utilizar
voltajes menores. Ese es uno de los episodios que utiliza Hughes para mostrar
que una vez superado un reverse salient -en este caso, la transmisión
de la corriente a mayores distancias, es decir, el sistema general de distribución-
y una vez solventado éste gracias al transformador y la corriente
alterna, quedaban problemas críticos por resolver, en este caso,
el tipo de motores a utilizar. La solución vendría de la
mano de Nikola Tesla, y su motor de inducción. Tesla sería
el primero de una larga lista de inventores que aplicarían su imaginación
a los problemas que quedaban. Le acompañarían, entre otros,
Ferraris, Haselwander, y Bradley, cada uno de ellos autor de diferentes
generadores polifásicos.
En Estados Unidos, hacia 1890, los grandes fabricantes habían asentado
ya su producción en el sistema trifásico aplicado al motor
de inducción. Si se produjo retraso en la adopción generalizada
del nuevo sistema, éste se encontró sin duda relacionado
con algunos factores extra-tecnológicos, tales como las inversiones
no amortizadas de quienes habían adoptado el anterior sistema de
corriente continua, las patentes en vigor, las ventajas de las economías
de escala de un sistema único, y la exigencia de amortización
por parte de las propias compañías eléctricas. Todo
ello da a entender que el cambio tecnológico de la corriente continua
a la alterna se retrasó por la "institucionalización
de la corriente continua en la década precedente". El conflicto
se resolvió por síntesis y acoplamiento de los diferentes
componentes del sistema. Una vez resuelto, se estuvo en condiciones de
completar la transición de la era de la luz eléctrica a la
era de la luz y fuerza. Se pudo, entonces, dar el importante paso de hacer
llegar la electricidad producida por los saltos de agua a las grandes ciudades.
En 1891, la ciudad de Frankfurt am Main construyó una línea
de 175 kilómetros desde Lauffen para aprovechar la energía
hidráulica, por la misma época en que la ciudad de Colonia
se había decidido por la corriente alterna. La "batalla de
los sistemas" estaba ganada. Dos años más tarde, sería
la ciudad de Chicago la que iniciaría el proyecto que debería
aprovechar la energía de las cataratas del Niágara, y por
el mismo tiempo, se realizaría lo propio en la ciudad de Buffalo,
a la que llegó la electricidad en 1895. En ese proyecto se integraron
todos los componentes del sistema eléctrico universal: la larga
distancia, la transmisión de alto voltaje, transformadores, acopladores
de distintas tensiones, motores de inducción y generadores magnéticos.
En el proyecto de Niágara Falls ya no fue posible hablar de individuos
sino de grandes compañías que llevarían a cabo las
distintas fases de la construcción.
Frankfurt en 1891, Chicago en 1893 y Niágara Falls en 1895 fueron,
en palabras del autor, "substancia y símbolo" del nuevo
sistema. Al demostrar la utilidad tecnológica del método
polifásico, se había producido un cambio sustancial en la
trayectoria del sistema. Es decir, a partir de la transmisión de
electricidad a largas distancias -"punto a punto"- se produjo
un antes y un después en el desarrollo del sistema eléctrico.
Ese cambio de trayectoria es lo que caracteriza la cuarta fase de desarrollo
de un sistema. En el caso de la electricidad, el objetivo del cambio de
trayectoria se centró en la creación de un sistema universal
de distribución y transmisión. Como en el crecimiento de
todos los sistemas, adquirieron una importancia capital algunos elementos
del mismo, como la masa, el impulso, la velocidad y la dirección.
En el caso del crecimiento del sistema eléctrico hacia un modo universal
de distribución, la masa consiste en las máquinas, ingenios,
estructuras y otros mecanismos físicos. El impulso viene dado por
la estructura profesional y las organizaciones, económica, política
y legal, esencialmente. La velocidad y la dirección deben ser proporcionales
al impulso y a la meta fijada previamente, es decir, la creación
del sistema universal de distribución. El hecho de que en esta fase
se cuente con un volumen importante de conocimientos favorece su institucionalización
académica.
Para los estudiosos del progreso de las ideas el capítulo sexto,
titulado Technological Momentum es particularmente valioso, pues
en él se asiste a los inicios de una nueva disciplina académica,
la ingeniería eléctrica, y las circunstancias que favorecieron
-de manera diferenciada, según los países- el proceso que
se desarrolló y que llevó a dicha disciplina desde una posición
marginal dentro de los estudios de Física hasta otra en la que adquirieron
entidad propia. El proceso fue, en palabras del autor "de carácter
eminentemente práctico". En contraste con el desarrollo de
la institucionalización de otras áreas del conocimiento científico,
se partió de la observación de la realidad hacia la generalización.
El análisis del proceso en tres países, Estados Unidos de
Norteamérica, Alemania y el Reino Unido, muestra que ejercieron
una influencia decisiva los factores legales, las instituciones -técnicas
y no técnicas- los factores económicos, el grado de desarrollo
industrial y, evidentemente, el tipo de científicos que asumieron
las responsabilidades académicas.
La formación de departamentos académicos especializados y
la fundación de revistas en las que los científicos pudiesen
dar a conocer sus progresos serían dos de los mecanismos más
importantes para la profesionalización de los ingenieros eléctricos.
En todas esas instituciones los programas y los curricula se fueron
ampliando a medida que avanzaron los conocimientos sobre el campo de la
ingeniería eléctrica. En Alemania, las Technischen Hochschule
gozaban ya de una larga tradición. En 1865, iniciaría sus
actividades la de Karlsruhe, a la que seguirían las Hochschule
de Munich en 1868, Aquisgran en 1870, Brunswick en 1877 y Berlín;
en 1879. Sin embargo, sería la Technische Hochschule de Darmstadt
la primera escuela técnica alemana que ofrecería un ciclo
de cuatro cursos en 1884. En Estados Unidos, el Massachussets Institute
of Technology estableció el primer ciclo de cuatro años dedicado
a la ingeniería eléctrica en 1882 y un año más
tarde haría lo propio el Cornell Institute. En Gran Bretaña
sería el Institute for the Advancement of Technical Education de
Londres la institución académica que inauguraría,
en 1884, sus cursos dedicados a la ingeniería eléctrica.
A éste le seguiría, en 1890, el King's College con propósitos
similares. Se debe subrayar el papel pionero que asumieron las Technische
Hochschule para el resto de instituciones académicas de los
otros países. Por ejemplo, el programa del MIT para el curso 1884-85
señalaba la necesidad de que los estudiantes tomasen clases de idioma
alemán "avanzado".
En lo que respecta a las revistas especializadas, constituyeron la tribuna
en que se pusieron en cuestión los temas de mayor actualidad dentro
de una disciplina que, como ya se ha dicho, se perfiló desde sus
inicios como de carácter marcadamente práctico. Esa es la
razón de que entre 1890 y 1914 no se realizasen grandes hallazgos,
ya que los debates se centraron en los problemas que se presentaban para
desarrollar el sistema urbano universal y los escollos que presentaba la
transmisión "de punto a punto", es decir, los problemas
de transmisión de alto voltaje y las condiciones de su distribución
a las grandes ciudades. Otros temas que también merecieron la atención
de los científicos eléctricos fueron las cuestiones relacionadas
con la competencia que todavía planteaba el gas a la electricidad,
principalmente por la razón de que los empresarios gasistas de entonces
-1890-1914- no dejarían de presentar batalla ante la nueva fuente
de energía, fuese a partir de políticas económicas
o por medio de la investigación de nuevas aplicaciones para éste
a las que, de momento, no podía llegar la electricidad(3)
En Estados Unidos, antes de la institucionalización de los estudios
de ingeniería existían ya algunas revistas de carácter
general, como la Electrical Telegraphic Journal and Electrical Review
desde 1872 y The Electrician, desde 1878. Pero fue la American
Institute of Electrical Engineers Transactions la revista que desde
1884 centró los debates de los ingenieros norteamericanos. Igualmente
en Inglaterra, por su larga tradición industrial se habían
fundado otras dos revistas también de carácter general, como
The Engineer, en 1856 y Engineering, en 1866. La nueva revista,
Electrical Engineer, sería desde 1882, el protavoz de los
ingenieros ingleses, a la que se añadiría en 1891, Electrical
Times.
Sin embargo, serían las revistas alemanas las que se constituirían
el punto de referencia para el resto de los ingenieros de Europa y Norteamérica.
Desde 1880, se editarían con regularidad la prestigiosa Elektrotechnische
Zeitschrift y su contemporánea Zeitschrift für angewandte
Elektrizitätslehre. En 1883, la primera cambiaría su nombre
por el de Centralblatt für Elektrotechnik . Finalmente en 1889,
se unieron las dos publicaciones para liderar las revistas especializadas
en el campo de la ingeniería eléctrica.
El peso de las estructuras políticas y financieras en el desarrollo
de la tecnología
Una vez institucionalizada la nueva disciplina, ésta formará
parte de lo que el autor define como "la cultura del sistema",
en el que tendrán una importancia decisiva las diferentes estructuras
políticas, financieras y tecnológicas de los distintos países
en los que se desarrolle el nuevo sistema. Volveremos a encontrar más
tarde el análisis de ese concepto.
Para poner a prueba su teoría, el autor dedica tres capítulos
sucesivos en los que muestra la evolución diferenciada en
tres grandes ciudades industrializadas con diferentes estructuras políticas,
financieras y tecnológicas: Berlín, Chicago y Londres. Sin
duda, los condicionantes y los factores de carácter económico,
legal y político tuvieron una importancia decisiva para frenar o
por el contrario potenciar el desarrollo de la electricidad.
Berlin: the Coordination of Technology and Politics, (capítulo
7) el primero de los tres, se inicia con una rápida ojeada a la
evolución de la Revolución Industrial en Europa. Iniciada
en Inglaterra -principalmente en Birmingham y Manchester- a finales del
siglo XVIII, una primera fase se extendió por buena parte del XIX
asociada a un sistema de transporte y de producción dependiente
del carbón, el vapor y el hierro. La segunda fase, iniciada en los
años setenta del ochocientos, tuvo dos centros, según Hughes,
Alemania y los Estados Unidos. Como características principales
señala el uso del acero, el inicio de la producción industrial
de productos químicos y el auge de la transmisión de la electricidad
a distancias cada vez mayores.
Las estructuras políticas ejercen también, una influencia
decisiva. En 1881, Berlín pasó de ser la capital de la provincia
prusiana de Brandenburg a adquirir la categoría de capital del Imperio
Alemán, transformándose en una ciudad cosmopolita y de importancia
internacional. El área de Berlín se diferencia del Land de
Brandenburg; su ayuntamiento se define como un gobierno ilustrado, eficiente
y de contenido social; la ciudad se idealiza como una gran familia. La
organización municipal se divide en dos grandes divisiones: el Consejo
Municipal, de 144 miembros y el Parlamento municipal, compuesto por 32
miembros.
No sólo era progresista y eficiente la organización del municipio,
sino que Berlín era, en los años 80 del XIX, una ciudad industrial
en la que coincidían las corporaciones industriales y las instituciones
financieras. Hacia 1900, la ciudad contaba con cerca de dos millones de
habitantes que se extendían rápidamente por sus alrededores,
en el llamado "Gran Berlín", en una distancia de diez
millas desde el centro de la ciudad. A Berlín se la llamó
"Elektropolis", ya que fue la ciudad que vio desarrollarse más
rápidamente y con mayor volumen la industria eléctrica. No
sólo por las manufacturas eléctricas, sino muy principalmente
por el suministro eléctrico a la ciudad.
Dos de las mayores empresas eléctricas del mundo fueron alemanas:
Allgemeine Elektrizitäts Gesellschaft (AEG) y Siemens und Halske.
El autor define al fundador de ésta última, Werner von Siemens,
como un individuo que "estimuló la ética de la ciencia
y la profesionalización tanto como la invención y la industria".
Siemens urgió al Gobierno a que fundase un instituto dedicado a
la investigación de base, afirmando, en 1883, que "la investigación
es el fundamento más firme del progreso tecnológico".
El Parlamento alemán, sin duda influído por la presión
de Werner von Siemens aceptó crear, en 1887, el Physikalisch-Technische
Reichanstalt (Instituto Imperial Físico-técnico), cuyo primer
presidente sería el científico Hermann von Helmholtz.
Mientras que la actividad más importante de Siemens und Halske fue
por entonces la de manufacturas y equipamientos, en 1887, AEG era una empresa
mayoritariamente dedicada al suministro de material eléctrico y
de lámparas incandescentes. Diez años más tarde, había
extendido sus actividades también a los equipamientos y la maquinaria.
AEG creció principalmente gracias a dos tipos de acciones económicas:
por fusión o absorción de otras empresas menores -Interessengemeinschaft-
o por medio de una política de acuerdos puntuales con otras empresas
sobre los precios y el reparto del mercado y, en consecuencia, de los beneficios.
Mientras que Siemens representa la invención, los conocimientos
de ingeniería y la ciencia industrial, Rathenau, el presidente de
AEG representó el poder y la amplia interacción entre el
capital inversor, la gran empresa y la organización del mercado.
Para atender sus necesidades industriales, Berlín desarrolló
un ejemplar sistema de transportes. Desde los primeros momentos de la capitalidad
de la ciudad, se planificó el tránsito para favorecer la
localización de las industrias, los movimientos de la población
y los asentamientos suburbanos de la clase media. En 1872, se habían
iniciado los primeros trabajos para construir un trazado circular y exterior
a la ciudad que conectaba con la vía de ferrocarriles urbanos que
la atravesaba de Este a Oeste. Una sección de esa línea se
encontraba elevada unos siete metros por encima del nivel de la calle desde
Friedrichstrasse hasta Alexander Platz. A pesar de ese despliegue de vías,
en 1896 se iniciarían las obras para la construcción del
metro subterráneo, con lo que se eliminarían muchas de las
barreras que se habían creado con los trenes elevados.
La historia del suministro de electricidad a Berlín está
marcado por dos entidades diferentes: el gobierno municipal y la empresa
privada que llevó a cabo la electrificación: Berliner Elektrizitäts
Werke (BEW). Esa empresa era el resultado de la posición dominante
que había adquirido AEG sobre la empresa berlinesa Städtische
Elektrizitäts Werke en 1887 y se ha indicado que la ciudad de Berlín
era propietaria de la fábrica de gas de hulla, energía que,
de momento, en 1890, se mostraba todavía imbatible.
El gobierno municipal tenía un interés relativo en la instalación
de la electricidad, ya que, por una parte, era el propietario de la fábrica
de gas de la ciudad, pero, además, no creía necesario correr
riesgos en una empresa de tecnología nueva cuyos resultados no estaban
demostrados suficientemente. Como el ayuntamiento de Londres, el gobierno
municipal optó por dejar los riesgos de la inversión a la
empresa privada y que fuese la ciudad la que recibiese los beneficios.
El primer acuerdo entre Deutsche Edison Gesellschaft y el municipio de
Berlín estipuló que el ayuntamiento recibiría un 10
por ciento del beneficio bruto de la empresa y un 25 por ciento de los
beneficios netos anuales por un período de quince años, después
de los cuales el ayuntamiento podría optar a la compra de la empresa
A cambio de esto, la empresa actuaría en régimen de monopolio
durante esos años en toda la ciudad y su perímetro exterior
hasta una distancia de un kilómetro desde el límite del municipio.
En el Consejo Municipal hubo algunas opiniones enfrentadas: los que creían
que un monopolio era un golpe contra la práctica municipal progresista
y la postura de quienes creían difícil mantener en manos
privadas la electricidad mientras que la fábrica de gas era de propiedad
municipal.
Precisamente, el término del período de monopolio coincidió,
en 1894, con la entrada en firme de la corriente alterna, lo cual significó
en la práctica que "la nueva tecnología hizo quedar
obsoleta a la legislación". El nuevo contrato de 1899, sería
una fuente de negociaciones largas y difíciles, principalmente para
puntualizar sobre la futura opción de compra por parte del ayuntamiento.
Esa contradicción entre tecnología y legislación se
acentuaría todavía más cuando la empresa pretendió
electrificar las líneas de tranvías. La ciudad deseaba que
el transporte en tranvía fuese barato, principalmente para que pudiese
ser asequible a las clases trabajadoras y la empresa deseaba incrementar
la potencia para utilizar mejor la electricidad de sus plantas de producción.
Finalmente, llegarían a un acuerdo para que BEW mantuviese su monopolio
por quince años más. Una cuestión significativa es
que en ese contrato, el radio exterior del alcance de BEW se alargó
del kilómetro establecido en 1884 a treinta kilómetros, lo
cual indica que no sólo la empresa estaba en disposición
de aumentar su alcance sino que también aumentaba la influencia
de Berlín sobre áreas crecientemente más alejadas.
El consumo industrial también iba en aumento y eso hizo que BEW
iniciase la construcción de una gran central a orillas del río
Spree, central que se integraría en las seis con que Berlín
llegaría a contar.
En vísperas de la I Guerra Mundial, Berlín era una ciudad
prácticamente electrificada en su totalidad. El consumo per cápita
era superior al de Londres o Chicago y los costes de producción
de electricidad eran los más bajos. La empresa contaba con 6 centrales
y 24 subestaciones, sin tener en cuenta las centrales y las estaciones
de consumo particular y 7.740 Km de líneas eléctricas. En
1915, finalmente, el ayuntamiento de Berlín se haría con
el control de la empresa de electricidad. Los socialdemócratas en
el poder municipal abogarían por la adquisición de esa propiedad,
ya que los beneficios que se obtuviesen se podrían dirigir a objetivos
sociales. También creían que el control del ayuntamiento
sobre el suministro de electricidad podría favorecer el control
sobre el desarrollo industrial de la ciudad. El 1 de octubre de 1915, la
empresa sería definitivamente del municipio, precisando el autor
que "el 20 de junio de aquel año había fallecido Emil
Rathenau".
Si Berlín simboliza la transición de la ciudad hacia una
rápida industrialización, Chicago es ya un producto de la
época industrial. Si en Londres el clientelismo arruinaría
los inicios de la electricidad y en Berlín un gobierno municipal
fuerte favorecería la actividad industrial, Chicago fue, según
Hughes, una ciudad abierta a todas las influencias y esa es una de las
la razones de que transporte, electricidad e industria interactuasen entre
sí con mayor fuerza que en otras grandes ciudades.
El título del capítulo octavo, dedicado a analizar en profundidad
el proceso de electrificación de esta ciudad -Chicago: the Dominance
of Technology- hubiese muy bien podido titularse "La subordinación
de la política a la tecnología". Chicago, a diferencia
de Berlín, no fue precisamente conocida por la eficiencia y honestidad
de sus dirigentes municipales. El autor advierte que hablar de la electrificación
de Chicago es hablar de la Commonwealth Edison Company y de su propietario,
Samuel Insull.
De igual manera que los sistemas de transporte se encontraba en manos de
las compañías privadas, la ciudad edificó su central
eléctrica, en 1887; pero en 1890, ésta ya había pasado
en su mayor parte a pertenecer al capital privado. En 1892, Samuel Insull
asumió la presidencia de la Chicago Edison Company (que a partir
de 1907, se denominaría Commonwealth Edison Company) . Muy pronto
comprendería, a la manera de Edison, de quien había sido
secretario particular, que si pretendía triunfar en el campo eléctrico
debería construir un sistema completo que abarcase luz, fuerza y
tracción. Al menos durante dos décadas, ése fue su
objetivo prioritario. Al final de dicho período, había interconectado
su compañía de Chicago con las compañías suburbanas
y éstas con los municipios vecinos. El ámbito de su sistema
se había extendido a la dimensión regional y era, en 1910,
considerado el de mayor envergadura del mundo.
Cuando Insull llegó a Chicago procedente del Reino Unido, de donde
era originario, la Chicago Edison Company era una más de las veinte
pequeñas fábricas de electricidad de la ciudad. En veinte
años consiguió crear una compañía monopolística,
tecnológicamente eficiente, de producción masiva de electricidad
y económicamente rentable.
Tanto Insull en Chicago como Charles Mertz en Newcastle upon Tyne desplegaron
enormes esfuerzos para construir sistemas a la manera de Edison. En cambio,
en Londres, del que el autor hablará en el próximo capítulo,
tuvieron especial relevancia las resistencias del gobierno local y los
intereses de los propietarios particulares. En contraste con esa última
situación, Insull tuvo las manos libres en Chicago para construir
su sistema universal. Buscó la manera de congraciarse con los políticos
locales para que favoreciesen sus intereses y acabó por integrarles
también en su sistema. Insull fue el mayor organizador político
de América durante treinta y cinco años.
Para poder llegar al grado de control político de que gozó,
Insull tomó buena nota de algunos casos en los que se podía
observar "la manera de obtener dinero del poder político sin
necesidad de robar dinero público". El caso de la Ogden Gas
Company fue su modelo. Un grupo de políticos conocidos como "la
pandilla de Ogden Gas" ayudaron a aprobar una ordenanza por la que
se garantizaba un largo período de concesión para esa empresa,
de la que recientemente habían tomado un elevado número de
acciones.
Pionero de las relaciones públicas de los servicios urbanos, Insull
se hizo miembro del Comité ejecutivo de la Federación Cívica
Nacional, que debía decidir sobre la regulación de los servicios
públicos. En 1914, el movimiento ciudadano denominado "Home
Rule" pretendía devolver protagonismo al gobierno municipal.
Desde su puesto del Comité, Insull se aplicó a demostrar
que la propiedad de los servicios públicos sólo serviría
para empobrecer las finanzas de la ciudad. Gracias a su poder de convicción,
señala el autor que "el peligro de la 'Home Rule' se desvanecería
en poco tiempo".
La estrategia de Insull siguió un esquema muy concreto: en primer
lugar absorbería el mayor número de pequeñas plantas
o estaciones con tecnología obsoleta, que transformaría en
subcentrales. A subrayar que el prefijo "sub" indica, según
Hughes la emergencia de un sistema jerárquico en el campo de la
electricidad.
En segundo lugar, se ocuparía de no sólo extender el sistema
de distribución sino de incrementar la escala de las unidades generadoras
dentro del sistema. Admirador rendido de la tecnología europea,
singularmente de la alemana, lo demostraría importándola
a los Estados Unidos. Hacia 1910, Chicago contaba con tres grandes centrales
y 67 subestaciones que formaban un sistema universal. La electricidad se
recibía en esas últimas indistintamente de cualquiera de
las tres centrales mayores.
En tercer lugar, Insull se ocupó de organizar una dirección
fuertemente centralizada lo que permitió al sistema trabajar como
"un todo coherente".
Por último, introdujo algunos conceptos relacionados con las variables
económicas, entre los que destaca el concepto de diversidad. Los
grandes consumidores fueron divididos en once clases distintas, entre las
que destacan por su volumen el comercio y la industria y sus necesidades
diarias a lo largo del año. De esta manera, estaba en condiciones
de conocer los máximos y mínimos del consumo y actuar en
consecuencia. De esas variaciones o diversidad de consumos deriva su concepto
de "coeficiente de carga", que obtenía a partir de complicados
cálculos en busca de las mejores condiciones de explotación
de cada central para poder incentivar en consecuencia el tramo de demanda
que le resultase más favorable.
Otra vía de desarrollo que utilizó fue la de fomentar el
consumo de electricidad para uso doméstico e industrial. Para ello,
abriría una "tienda eléctrica" en el centro de
Chicago, en 1909. También se ocupó de insertar publicidad
en periódicos y de incluir artículos de divulgación
en revistas especializadas.
La combinación de un mercado fuerte y concentrado y la obtención
de electricidad a bajo precio, debería favorecer que las grandes
ciudades norteamericanas se convirtiesen en polos de atracción de
nuevas industrias.
Después de haber interconectado las centrales de Chicago, el siguiente
paso de Insull sería el de continuar la expansión por medio
de una estructura empresarial bien cohesionada. A mediados de los años
20, su empresa controlaba el 8 por ciento del total de los kW/h vendidos
en Estados Unidos.
El caso de Chicago, como el de Berlín, contrasta con el de Londres.
No hay duda de que en la mayor ciudad del mundo de principios del siglo
XX, los cambios tecnológicos estuvieron condicionados por otros
factores que los puramente técnicos o económicos. London:
the Primacy of Politics, (el noveno capitulo) se aplica a mostrar las
características de una industria eléctrica incipiente "desordenada
y de pequeña escala (...) un excelente ejemplo de lo que no debe
ser la industria eléctrica".
En 1913, en Londres existían 65 empresas eléctricas, 70 centrales,
49 tipos diferentes de redes, 10 frecuencias, 32 niveles de transmisión
de voltaje y 24 de distribución así como 70 métodos
distintos de facturación y de cálculo de precios.
Así como Berlín tuvo a Emile Rathenau y Werner von Siemens
que impulsaron la expansión del sistema universal y Chicago contó
con Samuel Insull, Londres tendría como promotor de la electricidad
a Charles Mertz, cuya trayectoria se inició en Newcastle upon Tyne,
como se ha indicado, que fue amigo y colega de Insull y que compartía
las ideas de éste. Pero Londres no era Berlín o Chicago.
El más importante escollo entre los muchos que obstruyeron la construcción
de un sistema completo fue de carácter legislativo. La electricidad
en Londres, como en toda Gran Bretaña, estaba bajo la jurisdicción
de las autoridades locales. Se debe explicar que el Gran Londres constaba
en 1913 del territorio de la City y el de 28 municipios vecinos, que se
encontraban bajo la jurisdicción del London County Council. Este
organismo, vinculado al Parlamento, regulaba las relaciones entre las compañías
de propiedad privada y las empresas de propiedad pública. Todas
las leyes referentes al alumbrado primero y sobre la energía más
tarde pasarían por el control parlamentario, leyes tan restrictivas
que deberían ser modificadas a medida que avanzaba la tecnología
y las condiciones de distribución. "En Inglaterra las fronteras
políticas definían la expansión de la tecnología".
Un rasgo característico del tratamiento que tuvieron las compañías
de servicios públicos fue la cuestión de las relaciones entre
las empresas públicas y las compañías de capital privado,
ya que era un importante impedimento a la expansión de éstas
últimas. La legislación establecía que en el caso
de que existiese una opción por parte de una empresa pública
para ocupar una determinada zona, las compañías privadas
deberían esperar a si el proyecto se llevaba a cabo. Pero, además,
también se determinaba que todas las empresas, fuesen de carácter
público o particular, sólo tenían derecho a actuar
donde no se hubiese instalado otra. Esa sería uno de los principales
factores que retrasarían la construcción de un sistema universal
de transmisión de electricidad en Londres.
En opinión de Hughes otro de los factores de ese retraso se encuentra
en la naturaleza y el tamaño de las industrias londinenses. En 1900,
la ciudad era un centro fabril de importancia mundial y en consecuencia,
hubiera debido de ser un mercado de primer orden para la electricidad;
pero ese potencial mercado se vería frenado por el pequeño
tamaño de la mayoría de sus industrias y el carácter
conservador de los industriales.
En contraste con las trabas legislativas a la expansión de carácter
industrial y económico, en Londres existía una importante
tradición de estudios de ingeniería, buenos profesionales,
tanto a nivel académico como a nivel práctico e importantes
revistas especializadas, en las que se analizaba el sistema centralizado
vigente en Berlín y Chicago.
Las mayores instituciones científicas de la nación se encontraban
en Londres -la Royal Society, la Royal Institution of Great Britain, la
British Association for the Advancement of Science y la Society of Arts-
un ciudad que no había sabido organizar su red eléctrica
según los principios "científicos" (entrecomillado
en el original).
La prestigiosa Institution of Electrical Engineers abogó muy pronto
por el desarrollo de un gran sistema centralizado. En 1901, el presidente
de la IEE, Sylvanus Thomson, manifestaba que "el secreto del comportamiento
económico está en generar electricidad a gran escala y distribuir
en una gran área al voltaje apropiado". Durante 1901, un comité
de IEE realizó estudios sobre el efecto de la legislación
sobre el desarrollo de la industria. El informe final, de 1902, señalaba
la "mentalidad pueblerina" de las autoridades locales como el
mayor problema a solventar. En una entrevista con el Board of Trade, se
llegó a decir, en referencia a la política de zonificación
que "los límites de actuación de las compañías
eléctricas deberían ser de orden económico y no debidos
a fronteras arbitrarias de origen eclesiástico medieval".
Ya se ha señalado que en Londres existía una infinidad de
pequeñas centrales cuyos propietarios eran mayoritariamente de carácter
conservador. Entre éstas, el autor destaca la Westminster Electric
Supply Company, que suministraba coriente continua de bajo voltaje a los
distritos más distinguidos de la ciudad. La Metropolitan Supply
Company, que también suministraba corriente continua al área
de teatros, residencias, comercios e instituciones públicas. La
Charing Cross Electric Supply Company, que atendía la zona de la
City y la del Strand. Otras compañías privadas de electricidad
fueron la City of London Electric Lighting Company, la County of London
Electric Lighting Company y la City of London Company's Bankside, que suministraba
electricidad a las imprentas de la City, que utilizaban también
corriente continua.
En 1911, en el área de jurisdicción del London County Council
actuaban 13 compañías privadas y 15 empresas de propiedad
municipal. El número de fábricas y el de municipios dependientes
del LCC era el mismo, 28. Ya se ha señalado que en el área
del Gran Londres, el número de fábricas se elevaba por estas
fechas a 65.
Dos proyectos fallidos intentaron quebrar esa situación. El primero,
de Sebastian Z. de Ferranti, de 1887-1890 y el segundo debido a Charles
Mertz, de quien ya se ha hecho mención. Este último proyecto
se arrastró de comité en comité desde 1904 hasta poco
antes de la I Guerra Mundial. Antes de explicar las circunstancias que
influyeron en estos dos proyectos, y para seguir el hilo conductor de la
obra que nos ocupa, debemos explicar las distintas instancias legislativas
que se encontraron vinculadas al desarrollo de la electricidad. En primer
lugar, el Board of Trade, el organismo que ejercía autoridad parlamentaria
sobre el servicio de electricidad.
En 1889, el Board of Trade nombró un comité -el Marindin
Committee- que debía estudiar el asunto de las competencias sobre
la electricidad. Este comité es el que recomendó que las
autoridades municipales gozasen de prioridad al proyectar una nueva empresa
eléctrica, a que nos hemos referido más arriba. Además,
el Merindin Committee recomendó, igualmente, que si en un mismo
municipio se intentaban instalar dos empresas eléctricas, una debía
dedicarse a fabricar corriente continua y la otra, corriente alterna. Esto
se debe, en opinión de Hughes, a la reciente "batalla de los
sistemas" y al hecho de que no estaba suficientemente probada la eficacia
de la corriente alterna. Como mínimo, razonaban los componentes
del comité, que una de las dos fábricas fuese efectiva.
En su interés por proteger los intereses públicos contra
la tendencia al monopolio de las empresas privadas, el comité perpetuaba
el modelo de suministro a pequeña escala de la Electric Lighting
Act, de 1882, en el sentido de dar prioridad a las autoridades municipales
por encima de los intereses de las empresas privadas.
A pesar de estas limitaciones, la empresa London Electric Supply Company
(LESC), cuyo principal impulsor sería Sebastian Z. de Ferranti,
inició un grandioso proyecto para construir una central sobre el
Támesis cerca de Deptford. Ferranti se ocupó de encontrar
socios que aportasen el capital financiero suficiente, entre ellos, Sir
Coutts Lindsay y Lord Wantage. Las relaciones de estos dos financieros
fueron similares a las que mantuvieron los capitalistas de Wall Street
respecto a Edison. Representan, según Hughes, el segmento de la
aristocracia británica con una historia de financiación del
cambio tecnológico. La London Electric Supply Company (LESC) se
registró en agosto de 1887 con un capital de un millón de
libras. Ferranti diseñaría todos los componentes del sistema
que proyectaba a una escala parecida a la de Edison; pero muy pronto surgieron
algunos problemas.
De las compañías que actuaban en Londres, sólo una,
LESC, podría extenderse en la mayor parte del territorio urbano
a lo que se opusieron las autoridades locales de la mayor parte de distritos;
ya que las empresas públicas tenían prioridad sobre las compañías
privadas, reclamaron sus derechos sobre sus futuras opciones. Otros argumentos
que se esgrimieron en contra de LESC fueron que la corriente alterna que
debía fabricar la nueva empresa interferiría en el servicio
de telégrafo y en el de teléfono y que la concentración
de energía en una sola estación introducía el riesgo
de dejar sin servicio en un solo accidente una zona demasiado extensa.
Las estaciones de corriente continua tenían para el Comité
la ventaja de poder actuar en pequeñas áreas bien delimitadas,
que era exactamente lo contrario del modelo ensayado con éxito en
Chicago y en Berlín.
En 1890, la estación de Deptford empezó a transmitir corriente
a Londres. Quince días más tarde de ponerse en marcha, la
subcentral de Grosvenor Gallery, que debía transformar el voltaje,
se incendió. Poco después de ser ésta reedificada,
ardió un transformador de la estación de Deptford. La compañía
intentó seguir adelante y lo cierto es que en 1891 se construyeron
otras subestaciones en Trafalgar Square, Blackfriars y en Deptford. Pero,
finalmente, al saber Ferranti que los accionistas habían decidido
no continuar ampliando las instalaciones, abandonó la empresa, en
1892. A finales de ese mismo año, el presidente de la compañía
afirmaba: "Todo está al borde del colapso, las dínamos,
las líneas, todo está mal". La central de Deptford sobrevivió,
pero en esa primera etapa, LESC había perdido alrededor de 400.000
libras.
El segundo intento fue debido a Charles Mertz. En 1900, se inició
en el Parlamento un debate sobre la posibilidad de que la tecnología
eléctrica sobrepasase los límites de las jurisdicciones municipales.
Por su parte, el capital privado deseaba más autonomía para
establecer compañías fuera de Londres para vender electricidad
abundante en un área mayor desde grandes plantas en las que proyectaban
introducir turbinas como fuerza motriz. El London County Council volvió
a resolver que se mantendrían intactos los derechos de las autoridades
locales y que "sería deseable que las industrias eléctricas
que se instalen en los distintos distritos lo hagan sin entrar en competencia
con las autoridades municipales".
Desde Newcastle, Mertz había reflexionado largamente sobre las circunstancias
diferenciales entre Londres y su ciudad, donde había podido organizar
un sistema a la manera de Edison e Insull. Creyó encontrar la respuesta
en la combinación de un bajo nivel de demanda y el fraccionamiento
de la oferta. En 1906, Mertz preparó un proyecto para suministrar
energía para tracción e iniciar, así, la formación
de un sistema completo. La nueva compañía debería
denominarse Administrative County of London and District Electric Power
Company. Envió su esquema al Board of Trade y después, lo
defendería personalmente. Su proyecto se basaba en datos tomados
de manera exhaustiva: por ejemplo, Mertz y su socio T.H.Minshall, investigaron
las zonas en que se situaban las factorías que podían utilizar
electricidad; qué tipo de fuerza motriz utilizaban; los caballos
de vapor instalados en Londres y los costes comparativos entre las energías
existentes y la procedente de la electricidad.
El presidente del Board of Trade, Lloyd George, observando su juvenil entusiasmo
mientras presentaba su proyecto, acabó por espetarle: "Querido
y joven amigo: ésta no es una cuestión de ingeniería,
sino de política".
Evidentemente, Lloyd George tenía razón: en Londres dominaban
claramente la política y los políticos. Los progresistas
creían que la nueva compañía vulneraría los
derechos de los municipios; los conservadores, que, teóricamente
al menos, debían de haber estado al lado de las empresas privadas,
creían que una compañía de tanta envergadura sería
perjudicial para los intereses de las pequeñas ya establecidas.
Lloyd George, finalmente, propondría que la nueva empresa y el London
County Council se uniesen de manera que los pasos más especulativos
los llevase a cabo la iniciativa privada y los más seguros económicamente
el London County Council hasta que el sistema se hubiese probado en todas
sus partes, en cuyo caso, los inversores privados recuperarían su
dinero y el sistema sería adquirido por el London County Council.
El proyecto sería definitivamente abandonado en 1907.
Entre ese año y el inicio de la I Guerra Mundial, en Londres se
realizaron progresos hacia el establecimiento de un sistema unificado y
de gestión centralizada, pero el conservadurismo de las empresas
y la resistencia a innovar de las instituciones frustraron la mayoría
de los proyectos. En 1914, Mertz y Mc Lellan presentaron otro proyecto
con un detallado resumen de la situación del suministro de electricidad
en Londres: El London County Council recibió informes favorables
a la creación de un sistema centralizado por parte de Insull y Ferranti
entre otros. Pero ninguno de esos proyectos prosperó.
El autor ofrece dos explicaciones de diferente tipo para ese comportamiento
y que ya han aparecido a lo largo de esta reseña: por una parte
los desfases entre la oferta y la demanda y por otra, la explicación
política, o mejor dicho, legislativa. Detrás de ésta
existía, sin duda, un gran número de intereses creados junto
a un desarrollado instinto de conservación. En pocas palabras, la
primacía de la política, en este caso, de la política
conservadora.
La hulla blanca y el interludio bélico
Antes de entrar en el análisis de la última fase de la
construcción de un sistema, el libro que estamos analizando dedica
dos capítulos a mostrar los efectos de dos circunstancias que hicieron
variar de manera decisiva el desarrollo de la electricidad: la entrada
de la "hulla blanca", la energía producida por los saltos
de agua y aprovechada de manera masiva a partir de los años veinte
del siglo actual, y los efectos de la I Guerra Mundial.
El décimo capítulo California White Coal traza una
interesante historia de la transmisión de energía por medio
del aprovechamiento de los saltos de agua, el momento tecnológico
que permitió incorporar la producción de las centrales hidroeléctricas
al sistema de distribución urbana de California. La transmisión
a gran escala de energía se inicia muy pronto como objeto de demostraciones
en muchos países desde 1880, en las Exposiciones de Italia, Francia,
Estados Unidos y Alemania. Más tarde, y hasta la I Guerra Mundial,
se añadirían otros países, entre ellos España.
De hecho, el salto tecnológico que permitió el uso intensivo
de la energía hidráulica se encuentra vinculado al perfeccionamiento
de antiguos ingenios que ya habían permitido el aprovechamiento
de los cursos fluviales desde el siglo XVI. Pero para obtener mejores rendimientos,
las pequeñas instalaciones debían aumentar constantemente
su tamaño y en consecuencia, precisaban de mayor caudal de agua.
Dos tipos de turbina de diferentes características vendrían
a solventar ese problema. La turbina Francis, que, aunque producto de la
experiencia europea, se desarrollaría en Estados Unidos y la turbina
Pelton. Ambas se basaban en el aprovechamiento, no de la cantidad de agua
sino de la relación entre la velocidad y la masa del impacto de
la caída de una determinada cantidad de agua.
La historia del desarrollo de la hidroelectricidad en California es un
buen ejemplo de la manera en que la tecnología puede compensar las
carencias de la Naturaleza y transformarla en un factor de producción.
California, efectivamente, no poseía minas de carbón y no
sería hasta más tarde que se descubriría que su subsuelo
contenía una apreciable reserva de petróleo. Por el contrario,
California era el país de los grandes contrastes climáticos
y de caudalosos ríos. Cruzada de Norte a Sur por dos grandes cordilleras,
una costera -la Coast Range- que frena los vientos del Pacífico
y produce el "efecto foehn", bien conocido por los geógrafos
y que en consecuencia no produce la suficiente pluviosidad para mantener
el curso de ríos caudalosos y la Sierra Nevada, en el extremo oriental
del Estado, con elevaciones que reciben importantes cantidades de precipitaciones
durante todo el año, precipitaciones que en invierno son de nieve.
Entre las dos cordilleras se encuentra el valle de drenaje de ríos
importantes, como el Sacramento y el San Joaquín, que desembocan
en la bahía de San Francisco.
Ciudades del valle, como Sacramento, Fresno, San José y Stockton
y de la bahía, como Oakland, Alameda, San Francisco y Berkeley,
esperaban el regadío con agua elevada por bombas eléctricas
para intensificar sus cultivos agrícolas. Igualmente, esas ciudades
esperaban la llegada de la energía eléctrica para aumentar
su desarrollo industrial. En los años 1850 y 60, se habían
construído instalaciones hidráulicas para facilitar las tareas
mineras y metalúrgicas, esencialmente las relacionadas con los yacimientos
de oro.
Esa historia anterior de construcciones hidráulicas, la abundancia
de lluvias y las altas elevaciones del este de California, junto a las
necesidades de las ciudades formaban "un reverse salient, definían
un problema crítico y sugerían una solución".
La primera central hidroeléctrica, de 1895, llevó la electricidad
desde Folsom, en el American River hasta la ciudad de Sacramento. Antes
de esa fecha, y por los años del descubrimiento del oro, Horatio
Gates Livermore, el iniciador de una larga dinastía relacionada
con las obras hidráulicas y con la hidroelectricidad, construiría
una represa en el American River para cumplir dos objetivos: aprovechar
la fuerza producida por el agua y regar la comarca agrícola, potencialmente
rica pero escasamente desarrollada.
En 1888, su hijo, Horatio P. Livermore, decidió construir una central
hidroeléctrica al final del canal que había construído
su padre y fundó la empresa Sacramento Power and Light Company.
Para financiar las obras, Livermore hijo acudió a Electric Securities,
uno de cuyos socios, Charles Coffin, era presidente de la empresa General
Electric. Un período de veranos secos combinado con una demanda
creciente de electricidad obligó a los Livermore, en 1899, a contratar
hidroelectricidad de otra planta cercana, propiedad de la Yuba Electric
Power Company's Colgate.
Con más adelantos y mayor que la de Folsom, la central de Colgate
fue, también, mucho más conocida. Uno de los promotores era
el nieto del fundador de la compañía Colgate, dedicada a
la fabricación de jabón y perfumes. Otro fue Willam Stanley,
el ingeniero que desarrolló el alternador de Westinghouse, ya citado
en páginas anteriores y que por entonces tenía su propia
empresa, la Stanley Electrical Manufacturing Company, que más tarde
sería absorbida por General Electric Company. Esa central de Colgate
fue el núcleo de un sistema completo que culminó en la Pacific
Gas and Electric Company, una de las mayores empresas de servicios del
mundo. Antes de esa central, se construyó otra sobre el río
South Yuba, en 1898, cerca de Nevada City, que era un importante núcleo
de actividad minera. El curso fluvial permitía la suficiente caída
para asegurar su éxito.
En 1901, las tres centrales se unieron en una nueva empresa, Bay Counties
Power Company, para construir la mayor línea de transmisión
del mundo desde la central Colgate hasta la bahía de San Francisco.
En su financiación intervinieron dos firmas del Este: E.H. Rollins
and Sons y N.W. Harris. Otra empresa que también entró en
contacto con Rollins y Harris fue la Oakland Transit Company, que explotaba
una línea de tranvías en la ciudad. Como era necesario atravesar
la bahía de San Francisco para llegar a Oakland, los ingenieros
decidieron hacer pasar los cables de transmisión por un estrecho
paso, el Carquinez Strait. La distancia entre las dos torres era de más
de un kilómetro y cada cable ejercía una presión de
12 toneladas sobre sus puntos de anclaje.
Las tres centrales podían funcionar como una sola estación
para llevar electricidad a las industrias y la agricultura de la región,
que experimentarían un importante desarrollo en breve tiempo. Pocos
años más tarde, las uniones entre empresas y la adquisición
de sistemas de distribución, especialmente en San Francisco, cambiarían
el carácter del sistema que habían articulado Colgate y sus
asociados.
En 1903, se iniciaría la política de fusiones y compras de
otras empresas -y no sólo para conectarlas entre sí- con
la fundación de California Gas and Electric Company. La primera
fue Bay Counties Company, a la que seguirían Sacramento Electric
Gas and Railway Company y Central California Electric Company. Estas tres
grandes empresas también habían absorbido otras menores o
eran producto de fusiones anteriores, como la primera citada. En 1905,
California Gas and Electric Company controlaba diez centrales hidroeléctricas
en el área de la bahía de San Francisco.
La creación de la Pacific Gas and Electric Company, por parte de
inversores de Nueva York es en opinión del autor, un "ingenioso
ejercicio de experiencia financiera". Además de absorber todas
las empresas que se habían integrado en California Gas and Electric
Company, compró otra, que todavía se mantenía independiente,
la San Francisco Gas and Electric Company. Una vez realizada esa absorción,
se creó la empresa de inversiones Pacific Gas and Electric Investment
Company, que debía adquirir los efectivos de otras corporaciones.
Finalmente, todas esas empresas quedarían bajo la denominación
de Pacific Gas and Electric Company (PGE), que iniciaría su nueva
andadura en enero de 1906 para transformarse en la mayor empresa de la
costa del Pacífico y una de las cinco primeras de América.
De esta manera PGE pasó de ser una empresa de producción
de energía a una empresa que presidía un sistema regional
integrado.
En 1911, sin embargo, surgió un competidor, la Great Western Power
Company, que inició su trayectoria con la compra de pequeñas
centrales que no habían entrado en la órbita de PGE y un
sistema de distribución en San Francisco. Un año más
tarde, también atravesaba la bahía mediante cables de transmisión
para alcanzar Oakland. Finalmente, las dos empresas competidoras se unirían
en 1930.
El capítulo finaliza con la reproducción del listado de las
55 compañías que transmitían una cantidad superior
a 70.000 voltios de hidroelectricidad en 1914 en el mundo ordenadas según
el voltaje. Entre éstas, se encontraban tres empresas españolas:
en el puesto 19º, Ebro Irrigation and Power Company; en el 41º,
Energía Eléctrica de Cataluña, ambas con sede en Barcelona(4);
y en el 48º, Energía Eléctrica Molina, de Madrid.
El undécimo capitulo, War and Acquired Characteristics, muestra
la necesidad de las administraciones de dar salida en tiempos de paz a
las infraestructuras creadas para los tiempos de guerra. Las implicaciones
de la I Guerra Mundial en la producción y transmisión de
energía fueron de primer orden. Los tres países que el autor
viene analizando -Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña- experimentaron
importantes cambios en su estructura eléctrica. En los tres, igualmente,
la industria eléctrica se orientó a la producción
de utillaje bélico. Con sus propias características, los
tres países ejemplifican la presión que ejerció la
guerra sobre el cambio tecnológico y muestran que la tasa de crecimiento
y la dirección de ese cambio pueden no estar directamente relacionadas
con factores esencialmente técnicos.
En Estados Unidos y en Alemania, la necesidad de obtener nitrógeno
para fines bélicos desembocó en la construcción de
gigantescas centrales eléctricas. En el primer país, la electricidad
se obtenía por medios hidráulicos, mientras que en Alemania
se obtenía a partir de la energía térmica producida
por carbón. En Estados Unidos, la necesidad de contar con energía
para obtener nitrógeno culminó con la construcción
de la central de Muscle Shoals, sobre el río Tennessee, en Alabama.
La finalización de las obras coincidió con el final de la
guerra, en 1918 y el gobierno se encontró con una enorme infaestructura
que terminaría por ser "hostil al medio en que se instaló".
En Alemania, el proceso fue similar: la central de Golpa-Zschornewitz se
inició en 1915. El capital fue aportado por el Estado y la gestión
se dejó en manos de la iniciativa privada. Bajo la dirección
de Georg Klingerberg, diseñador de la central de AEG, se edificó
esa central eléctrica en el tiempo récord de nueve meses.
Pero pronto surgieron problemas de tipo económico y técnico
y la gestión de la fábrica volvió a manos del gobierno.
Una vez terminada la guerra, la producción excesiva de electricidad
de la planta aconsejó al Gobierno realizar una línea de transmisión
que podría abastecer la ciudad de Berlín.
Ya se ha visto que en Gran Bretaña pesaron con fuerza los condicionantes
de tipo político y legal. La entrada de ese país en la guerra
obligó a dirigir la producción hacia el armamento, lo que
implicó el incremento de electrificación de los medios de
producción para crear economías de escala y poder así
sistematizar la producción. La compañía de Newcastle
upon Tyne, de la que ya se ha hecho mención por haber creado un
sistema regional completo, sería el modelo a seguir. En el Gabinete
de Guerra hubo tres hombres clave: Charles Merz, su socio William Mc Lellan
y lord Haldane. Merz, que no había podido organizar el servicio
de Londres en 1905-6, aplicó sus ideas para efectuarlo en la totalidad
del país. Mc Lellan abogaba por la interconexión de todas
las unidades pero las diferencias de voltaje y la competencia, casi hostilidad,
entre las propiedades municipal y particular lo hacían francamente
difícil. La Institution of Electrical Engineers, también,
organizó debates para estudiar la manera de interconectar y reorganizar
el sistema eléctrico del país.
Al entrar en guerra, en 1917, se formó en Estados Unidos el Gabinete
de Industrias de Guerra para dinamizar la economía. Ese Gabinete
debía determinar la capacidad y eficiencia de todas las industrias
y servicios relacionados con la guerra, las áreas de reducción
y exceso de carga y la posibilidad de utilizar industrias existentes para
hacerlas más eficientes. En muchos casos, se optó par las
interconexiones entre centrales para elevar el coeficiente de carga. En
Massachussets, la inteconexión se realizó con tres empresas
que presentaban características de complementariedad entre sí:
esas empresas fueron Salem Electric Lighting Company, Malden Electric Company
y Revere Suburban Gas and Electric Company. Salem y Malden encontraron
preferentemente su demanda en el segmento industrial, comercial y doméstico;
Revere, por el contrario, veía influida su demanda por la estación
turística. Las dos primeras tenían su máximo coeficiente
de carga a las 5 de la tarde en los meses de invierno; mientras que la
segunda lo tenía a las 8 de la noche en verano. Durante la guerra,
se optó por seguir el proceso de inteconexión cuando se mostraba
necesario; pero en tiempos de paz, esas enormes infraestructuras se mostraron
pesados gigantes sin utilidad inmediata.
La central de Muscle Shoals era para el gobierno un problema sin solución
hasta que en 1921, Henry Ford ofreció la posibilidad de organizar
la producción de automóviles a partir de la producción
masiva de electricidad de esa central. La oferta, como indica el autor,
no tenía nada de desinteresada: Ford solicitaba el arriendo de la
central por 100 años. El gobierno se negó a esa transacción
poco favorable a los intereses del país; pero la oferta de Ford
se debe entender como una visión en términos de desarrollo
regional para todo el valle del Tennessee. Y aunque su proyecto fue rechazado
sirvió para que la administración se fijase en las posibilidades
de Muscle Shoals.
En los años de la Gran Depresión, en 1933, se creó
la Tennessee Valley Authority para el desarrollo de esa región,
y Muscle Shoals sería la piedra angular de un sistema construído,
gestionado y de propiedad del gobierno.
En el caso de la central alemana de Golpa-Zschornewitz, ya citada, se ha
señalado que pasó a suministrar electricidad a la ciudad
de Berlín y entró en consecuencia en el ámbito de
la BEW; pero al propio tiempo, también se derivaría hacia
Rummelsburg, cerca de Berlín para atender la industria del aluminio
presente en esa zona; otra línea se extendería hacia la región
de Bitterfeld, también para suministrar electricidad a la producción
de aluminio y hacia 1920, se extendió otra línea hacia Leipzig.
El final de la I Guerra Mundial, pues, coincidió con el inicio de
nuevas formas de aprovechamiento de la electricidad: a partir de unas instalaciones
pensadas para fabricar de manera masiva el máximo de electricidad
y después de observar su posible obsolescencia, tanto en Estados
Unidos como en Alemania se efectuó una "huída hacia
adelante". Se estaban poniendo los cimientos para la interconexión
de la mayor cantidad posible de elementos del sistema. El caso de Giant
Power, en Pennsylvania es en ese sentido un modelo de la gestión
científica como fundamento de la reforma social y de la reforma
de la propia profesión de ingeniero.
La idea de Giant Power nació de la iniciativa de dos ingenieros
eléctricos: Morris Cooke y Gifford Pinchot. En los inicios de su
profesión, el primero fue amigo de Frederik Taylor, el autor de
las técnicas de racionalización del trabajo por medio de
nuevos principios de gestión. El segundo, sería durante los
años siguientes gobernador del Estado de Pennsylvania, y desde ese
puesto político impulsaría la posibilidad de legislar de
una manera diferente la cuestión de los servicios públicos.
Cooke utilizó la tribuna que le ofrecía la American Society
of Mechanical Engineers (ASME) para construir una base de influencia para
él y otros que pensaban como él, entre ellos, Taylor, que
sería presidente de la entidad en 1906. Estaban convencidos de que
las empresas de servicios constituían una carga excesiva para las
ciudades, porque se exageraba el valor de la empresa.
Según Cooke y Pinchot, el interés general aconsejaba que
los servicios públicos pasasen a manos privadas, bien que con la
intervención del Estado, que debía determinar no sólo
la tecnologia a utilizar sino que éste debía regular los
detalles organizativos de las corporaciones privadas que intervenían
en la fundación de una empresa que debía abarcar todo el
Estado de Pennsylvania y traspasar sus fronteras, Giant Power, cuya base
de partida sería el control de la Philadelphia Electric Company.
A ese fin, se fundó, en 1922, el Giant Power Survey Board, cuyo
primer director fue Morris Cooke encargado de redactar el proyecto de legislación
consistente en construir grandes centrales a boca-mina (cada una de ellas
con una capacidad de generación de 300.000 kW) en el Oeste del Estado;
instalar una red de transmisión a alto voltaje capaz de transportar
100.000 voltios o más y adaptar los sistemas privados de distribución,
fuesen municipales o cooperativos, para vender electricidad de alto voltaje
a los consumidores. Al cabo de 50 años de funcionamiento, el Estado
tendría derecho a comprar la corporación y gestionarla; pero,
entretanto, ésta pagaría un canon anual por el derecho de
transmisión. El proyecto contenía magnitudes desconocidas
hasta entonces, siempre basadas en el concepto de eficiencia. Cooke y Pinchot
"proponían un cambio tecnológico radical en su sentido
más profundo, abogaron por un cambio en profundidad, una revolución
económica".
Precisamente de "radical" se tildó a Cooke, que era la
cabeza visible del proyecto. El caso llegó a ser juzgado por dos
diferentes comités, uno dependiente del Senado y otro de la Cámara
de Representantes. Los testimonios en contra del proyecto fueron de tal
envergadura que hicieron que finalmente el proyecto fuese abandonado, pero
ese episodio le sirve al autor para afirmar que la cuestión no fue
el tipo de tecnología a adoptar sino "quién posee y
controla la tecnología y a favor de qué intereses".
En un conflicto entre el gobierno del Estado y la empresa privada, la visión
de una revolución social a través de la tecnología
daba paso a la confianza de que la empresa privada y el genio americano
producirían beneficio y progreso.
En Alemania, también después de la guerra, se planificó
la reorganización de la electricidad. La propuesta esencial del
gobierno era la de unificar el sistema para todo el país. Esta se
incluía en la Ley de Socialización de 1919. El gobierno se
propuso socializar con compensaciones las empresas que explotasen recursos
naturales, esencialmente carbón y energía hidráulica.
Esas empresas deberían integrarse en la economía nacional.
Los problemas a solventar eran de diversa importancia: al haberse perdido
las minas de Alsacia y Lorena por el Tratado de Versalles, se debía
incrementar la utilización de las minas de lignito del norte del
país y los saltos de agua del sur. Se debía crear un mercado
para la superproducción generada en tiempos de guerra. En tiempos
de paz, era posible la construcción de líneas de transmisión
desde las grandes centrales.
Las centrales hidroeléctricas del sur se podían interconectar
con las centrales térmicas del resto del país. El plan de
nacionalización se describió como moderado y flexible. El
control se debería mantener centralizado y se favorecería
la adquisición de participaciones mayoritarias de las empresas por
parte del Estado. Se fomentaría, también, la interconexión
de centrales aisladas que formasen o estuviesen en vías de formar
sistemas regionales. En 1919, se incluyó en el proyecto la Rheinische-Westfälische
Elektrizitätswerk (RWE) con participación del capital privado
y del gobierno local; que era producto de la fusión del sistema
estatal dependiente del gobierno central, Elektrowerke AG, y la empresa
estatal bávara Bayernwerk.
La ley fue aprobada en diciembre de 1919, pero nunca fue aplicada debido
a varios factores. Por una parte, los intereses particulares de las empresas
de carácter público; por otra, el triunfo del nacionalsocialismo,
un régimen que, según Hughes, favoreció el advenimiento
del espíritu pueblerino, o particularismo y otros valores obstruccionistas.
Aunque no se consiguiese la nacionalización, durante el período
de la República de Weimar creció la importancia de la propiedad
estatal, fuese de manera total -con un 57,3 por ciento en 1928- o de forma
parcial -un 28 de propiedad mixta- frente a sólo un 13,8 de propiedad
privada. La propiedad estatal incluía ciudades, Länder y el
mismo Estado. Esa estructura, en definitiva, habría sido la causa
de que no se hubiese podido llegar a la nacionalización. La oposición
habría partido precisamente de las corporaciones municipales o estatales,
con estrechos intereses políticos que habrían gozado de influencia
creciente en la República de Weimar.
El sistema eléctrico de Würtemberg en 1928 sería una
muestra de la mentalidad pueblerina a que alude reiteradamente el autor.
Esa región se caracterizaba por poseer numerosos sistemas de distribución
en estrecha proximidad. En la zona, ciudades grandes y pequeñas,
y en consecuencia, diferentes tamaños de centros de distribución.
La comarca se caracterizaba, también, por una economía agrícola
y por la ausencia de industria pesada, como la procedente de plantas químicas.
La población, dispersa, implicaba un bajo coeficiente de carga en
comparación con las áreas más industrializadas del
país.
El control centralizado supondría que los propietarios de las centrales,
particulares o municipales perderían poder de decisión. Por
una parte, los propietarios de plantas pequeñas o poco rentables
temían que éstas desapareciesen; por otra, si por fortuna
alguna central gozaba de un buen coeficiente de carga, debería nivelarlo
con las otras menos afortunadas. Si la energía que producían
era barata, deberían proveer a todo el sistema y soportar los costes
del mismo, que serían indefectiblemente más caros que los
de la propia central y, en consecuencia, los precios subirían para
los consumidores locales. Igualmente, el sistema debería suministrar
energía a las regiones rurales, donde ésta era más
cara debido a la dispersión de la población y a la distancia,
ya que las centrales se encontraban en las cercanías de las grandes
ciudades y las mayores distancias se encontraban en la transmisión
hacia los consumidores rurales.
Fueron numerosas las presiones procedentes de personas con poder político
y económico en la República de Weimar que preveían
que los cambios hacia un sistema unificado se opondrían a sus intereses
personales o corporativos. No obstante, "los dados estaban cargados
en favor de la autoridad del Estado y de la economía nacional".
También en Gran Bretaña, la Guerra favoreció el debate
sobre la formación de un sistema universal. Terminada ésta,
se formó un Comité del Ministerio de Reconstrucción
para solicitar informes sobre el atraso de la industria británica
respecto a la de algunos países europeas. Un informe fue solicitado
a lord Haldane, que ya se ha dicho que trabajaba en estrecha colaboración
con Charles Merz. Otros fueron solicitados a dos miembros del Board of
Trade, Charles Parsons, el inventor y fabricante de la turbina de vapor
y sir Archibald Williamson. Los tres informes se enfocaron para tratar
de reorganizar la industria eléctrica británica. El informe
de lord Haldane se iniciaba con un ataque a la mentalidad pueblerina de
los británicos. Se equiparaba el esfuerzo realizado en los tiempos
de guerra con la lucha que se debía seguir en tiempos de paz. En
el mismo informe se efectuaba una relación de la utilización
de energía por trabajador en Estados Unidos, Noruega, Suecia y Alemania.
La conclusión era clara: los intereses de mentalidad pueblerina
tenían prioridad nacional.
Por su parte, Charles Parsons presidía el Committee on Electrical
Trade after the War. Ese comité debía informar sobre el estado
de las fábricas de electricidad y de los servicios públicos.
Su informe precisaba que las limitaciones procedían de las concepciones
convencionales del privilegio público representadas por el Parlamento
y por las autoridades locales. La razón de todo ello se encontraba,
en opinión del comité, en la protección que ejercían
los poderes públicos contra el monopolio y contra los perjuicios
ambientales y otros peligros, como el sobrecalentamiento de líneas.
La legislación que surgió de esos informes representó
un complejo compromiso entre los conceptos innovadores de la época
de guerra y de la reacción del tiempo de paz: la idea de formar
la Joint Electricity Autority (JEA), que debería tener poder de
decisión a escala regional parecido al de Alemania. A escala nacional,
se incluyeron cinco comisionados eléctricos en el Board of Trade,
el departamento gubernamental que había regulado la electricidad
desde 1888. En 1919, la Electricity Supply Act estableció que los
comisionados podían ejercer sus competencias "bajo las directrices
generales del Board of Trade".
A pesar de estas limitaciones, los gobiernos municipales reaccionaron airadamente.
Creyeron que la JEA les usurparía el poder de que gozaban de manera
autónoma. Por otra parte, la JEA - decían- podía frustrar
el desarrollo de las compañías regionales privadas que hasta
entonces habían languidecido porque los ayuntamientos rechazaban
comprarles energía y en cambio les dejaban la tarea más onerosa
de atender los distritos menos industrializados.
Hacia mediados de la década de los años 20, el optimismo
expresado en los primeros informes había dado paso a la idea de
que sus esfuerzos habían alcanzado un limitado éxito, en
parte obstruído por las interminables inquisitorias públicas
y negociaciones y por los ingeniosos argumentos para defender la generación
de energías en pequeñas centrales de propiedad pública.
La historia de la distribución de electricidad en el Gran Lancaster
ilustra sobre la inercia de las tendencias fragmentadoras y de la mentalidad
pueblerina que frustraron el apoyo de los comisionados para la electricidad.
Como en Londres, la oferta se encontraba fuertemente fraccionada y el holding
Power Securities Corporation controlaba la mayor parte de la Lancashire
Power Company. El tiempo de la guerra favoreció algunas interconexiones,
pero 35 servicios públicos rechazaron la propuesta de unificación.
El capítulo finaliza con una pregunta que se hace el autor: ¿qué
confluencia de rasgos distintivos y sucesos rompieron finalmente la inercia
y cambiaron el curso del desarrollo de la electricidad en Inglaterra?.
La respuesta se encuentra en el hecho de que algunas personas consideraron
que la reorganización de esta industria podía ser la clave
de que el país recuperase su liderazgo industrial.
La construcción de sistemas regionales
La quinta y última fase de este análisis de la expansión
de un sistema se caracteriza por la aparición de nuevos reverse
salients, como producto de la emergencia también de nuevas formas
de entender el territorio, y la evolución del sistema de distribución
hacia la planificación regional. Otras características son
la capacitación creciente de ingenieros y empresarios y su creciente
aptitud para planificar sistemas nuevos y para desarrollar los sistemas
más antiguos; así como el nuevo papel que deberán
asumir los poderes político y legislativo.
En Estados Unidos, el cambio tecnológico fue auspiciado por el propio
Gobierno; en Alemania y Gran Bretaña, el cambio fue controlado con
diferente intensidad por los respectivos gobiernos. El duodécimo
capítulo, Planned Systems, se ocupa de ese cambio en los
años posteriores a la I Guerra Mundial en los tres países.
El desarrollo de la electricidad de los años 20 es comparable al
del sistema de ferrocarriles en la segunda mitad del siglo XIX. En los
tres países, el proceso de racionalización del suministro
de electricidad adquirió diferentes formas. Las redes planificadas
evolucionaron de manera diferente según hubiese sido su historia
más reciente.
Las estructuras bien establecidas en grandes áreas con una historia
relativamente larga evolucionaron hacia sistemas regionales integrados
por medio de redes de transmisión de alto voltaje. Por su parte,
las redes que fueron producto de una planificación tuvieron otras
características y presentaron mayor complejidad, ya que partieron
de ideas más tardías. Para los tres casos se deberá
tener en cuenta un importante concepto, el concepto de consorcio de energía:
en Estados Unidos, la interconexión Pennsylvania-New Jersey; la
Bayernwerk en Alemania y el National Grid en Gran Bretaña.
El primer caso, PNJ, fue una respuesta más conservadora a la de
Giant Power que el autor ha tratado en el anterior capítulo. No
fue casualidad que paralelamente al rechazo de ese proyecto, la Comisión
Federal de Energía otorgase una licencia a la Philadelphia Electric
Company, adversaria del principal valedor de Giant Power, Morris Cooke,
para interconectar la red de transmisión Pennsylvania-New Jersey
y la construcción de una central hidroeléctrica sobre el
río Susquehanna en Conowingo, estado de Maryland. El proyecto se
propuso "controlar y utilizar las fuerzas de la naturaleza, que es
la función tradicional de la tecnología".
La Philadelphia Electric Company, que ya era en 1921 la mayor empresa eléctrica
de Estados Unidos, planeó tomar la energía de Conowingo y
formar una red de transmisión con otras dos empresas ya existentes:
la Public Service Electric and Gas Company de New Jersey y la Pennsylvania
Power and Light Company, que actuaba en el Centro y Este de Pennsylvania.
Se debe destacar el carácter interestatal del proyecto: la central
se situaría en el Estado de Maryland, la parte alta del pantano
en el Estado de Pennsylvania, y el sistema de transmisión se extendería
en esos tres Estados. Pero, además, como el río Susquehanna
era navegable, también debía estar de acuerdo con el proyecto
la Comisión Federal de Energía.
Como era de esperar, se elevaron voces en contra, desde los que no creían
en su viabilidad económica hasta los grandes consumidores de electricidad
de las tres empresas que creían que el pago de la concesión
sobre el río incrementaría innecesariamente sus facturas
de consumo. También, evidentemente, elevaron sus protestas los autores
del proyecto de Giant Power, ya que temían que la Comisión
Federal de Energía permitiese demasiada libertad a la empresa y
que los gastos de construcción se elevasen por encima de lo previsto.
La construcción de la central hidroeléctrica se inició
en 1926 y se presentó como "una heroica manifestación"
del poderío norteamericano. El plan de interconexión se realizó
siguiendo unos complicados cálculos en los que se analizaba el coeficiente
de carga y los flujos máximos y mínimos del caudal del río.
También se compararon los valores más desatacados -tales
como el área del pantano, la altura de la presa o la capacidad de
flujo- con las del proyecto fallido de Muscle Shoals. La línea combinó,
asimismo, diferentes pero complementarias fuentes de energía, como
las centrales térmicas.
A pesar de constituirse como una corporación de tres empresas, cada
una de ellas con su propia identidad, el funcionamiento para la obtención
y reparto de beneficios se previó que fuese como para una sola compañía.
El sistema fue creciendo y en 1975, el consorcio abastecía el 8
por ciento de la capacidad total de la nación. El mayor beneficio
procedió del diferente factor de carga de las diferentes empresas,
ya que, a partir del conocimiento de las posibilidades de todas, unas podían
suplir las carencias de las otras. Ese tipo de gestión sirvió
de modelo a otras empresas, como la mayor planta en proyecto de Europa
por entonces, la Walchenseewerk, en Alemania, que debía ser el núcleo
de la red de transmisión del Land de Baviera, la Bayenwerk. Esa
empresa debería constituirse en una corporación que incluiría
varias otras empresas.
El proyecto de Walchensee se concibió como parte de un plan para
integarse en el proyecto Bayenwerk, que debía llevar la hidroelectricidad
desde los Alpes hasta los centros industriales, como Munich. El plan se
dividió en dos fases: la primera, se basó en el desarrollo
masivo de la hidroelectricidad, la segunda, en la formación de corporaciones
financieras. Tanto Walchensee como Conowingo fueron núcleos de sistemas
regionales planificados, no contaban con una historia anterior de electrificación
masiva, es decir, que todavía no constituían sistemas regionales
de electrificación.
Walchensee contó con un consultor de excepción, Oskar von
Miller, del que ya se ha hablado en anteriores capitulos, en los que el
autor le ha calificado de ingeniero-empresario, el hombre que solventaría
múltiples problemas, tecnológicos, económicos, geográficos,
políticos e institucionales. El autor define a Oskar von Miller
como "el punto de unión entre la tecnología y la política.
Todavía hoy se considera a Oskar von Miller modelo de los valores
tradicionales: genialidad, lealtad a la familia y amor al país".
Oskar von Miller transfirió tecnología adaptándola
a las condiciones locales
En 1903-10 von Miller inició sus primeros estudios para la construcción
de la central. En éstos tuvo en cuenta diferentes factores, como
las estimaciones de caudales y de máximos y mínimos; pero
también, la necesidad de que la electricidad se transmitiese a áreas
rurales o de baja densidad de población, u otras limitaciones como
el respeto al entorno y el peso de la historia. "Los que hicieron
los mapas no empezaron en pizarras limpias", sino que debieron tener
en cuenta factores geográficos e históricos tanto como el
estado de la tecnología en el mundo industrial .El proyecto también
contemplaba la posibilidad de sustituir como combustible de los ferrocarriles
el carbón por la electricidad, menos contaminante y más barata.
Von Miller también tendría en cuenta que la ingeniería
a gran escala era una cuestión política, ya que en ella intervenían
además de los recursos financieros, el Gobierno de Baviera y la
autoridad legislativa.
En principio, la Cámara Baja aprobó ese proyecto, conocido
desde entonces como Bayenwerk. La red de transmisión debía
englobar no sólo la central de Walchensee sino todas las otras centrales
eficientes de Baviera. Se debería, por tanto, vencer las resistencias
de distintos ministerios además de la creencia de que Walchensee
debería ser financiada por la empresa privada. Von Miller propondría
que la gestión de las diferentes centrales quedase en manos privadas,
mientras que la propiedad y la venta de electricidad sería gestionada
por el Estado de Baviera. Si se dejaba la venta de electricidad en manos
de la empresa privada, creía von Miller que ésta podría
caer en la tentación de derivar la mayor parte de energía
hacia las zonas industrializadas, dejando de lado las zonas de economía
rural y los pequeños artesanos de las áreas menos desarrolladas.
Las consideraciones militares ejercieron un peso decisivo para frenar el
proyecto: la concentración de energía en unas pocas centrales
planteaba riesgos adicionales como el de que los enlaces de trasnmisión
podían verse fácilmente perjudicados. Entretanto, estalló
la guerra y ni el proyecto de Walchensee ni nada que no fuese la industria
de guerra tendría continuidad.
Pero von Miller volvería a presentar su proyecto y finalmente se
daría con la fórmula que permitiría su realización.
Se formó una corporación mixta en la que el 51 por ciento
de la empresa sería propiedad del Gobierno de Baviera y un 49 por
ciento quedaría repartido entre las compañías particulares
y la administración local de los diferentes municipios. Walchensee
se utilizaría para las épocas de crecida y serían
las centrales térmicas las que llevarían el peso del coeficiente
de carga durante los meses de bajo nivel de agua.
En efecto, poco después de terminada la contienda, dos semanas después
del armisticio, von Miller volvería a presentar el proyecto que
se ha descrito. Insistió en que la construcción de la presa
sería una manera de paliar la falta de trabajo de los soldados retornados
de la guerra y una forma de frenar el creciente malestar social. La presa
se inauguraría en 1924. Cincuenta años más tarde,
aproximadamente la mitad de la electricidad transmitida en Baviera procedía
de Bayernwerk.
En 1926, poco después de la puesta en marcha de Bayenwerk, en Gran
Bretaña se inició el debate sobre la conveniencia de realizar
una acción unitaria sobre el territorio. La pérdida de prestigio
de la nación sería una de las mayores razones para romper
la corteza del conservadurismo. La deuda interna y externa de Inglaterra
era en mayo de 1926, diez veces superior a la de 1914 y el país
se había enfrentado a algunas huelgas generales que evidenciaban
el malestar social por la falta de trabajo. Sería la Electricity
Supply Act, de ese año, la clave para que se desbloquease la situación
de la electricidad en Inglaterra. Una política de consenso sobre
ese tema entre el partido conservador y el partido laborista harían
posible que el país "recuperase su poder" -y no sólo
en términos energéticos- eléctrico, industrial e internacional.
La Federación de Industrias Británicas dejó de lado
la rígida postura de oposición a la intervención del
Gobierno en la economía industrial y se prestó a realizar
enmiendas a la ley de la electricidad. Los laboristas estuvieron a favor
del proyecto porque creían que el establecimiento de una red regional
sería el primer paso hacia la nacionalización. Se creó
un comité, al frente del cual el primer ministro Baldwin puso a
lord Weir of Eastwood, que durante la guerra había dirigido una
fábrica de aviones y como consultor a Charles Merz, del que se han
hecho varias menciones a lo largo de este libro que comentamos. El proyecto
debería trazar un plan completo de interconexión no dentro
de las grandes áreas definidas en 1919, sino de las áreas
entre sí, para crear un sistema de alcance nacional.
Charles Merz bautizaría el proyecto como The Grid, la "parrilla"
de transmisión en la que se diferenciaría claramente la red
de transmisión a alto voltaje de la de distribución a bajo
voltaje. Esa distinción es de importancia, ya que permitiría
interconectar centrales seleccionadas previamente y conectarlas a sistemas
de distribución ya existentes o de futura construcción. El
problema de la interconexión era vital para desarrollar un sistema
completo y coherente con las necesidades energéticas del país,
ya que pronto se mostró que el coeficiente de carga era "irracionalmente
bajo". Se llamó, también, como consultor a Samuel Insull,
cuyo consejo se aceptó sin discusiones por dos motivos: su trayectoria
industrial en Chicago y su origen británico. Por fin los ingleses
podían aceptar los consejos de sus "primos norteamericanos".
Insull afirmó que quien rehusaba la interconexión no entendía
los fundamentos económicos de los negocios eléctricos.
Por medio de la Electricity Supply Act de 1926, señalada más
arriba, se creó el Central Electricity Board (CEB), incorporando
las recomendaciones del comité Weir. Ya se estaba en condiciones
legales de actuar para construir el Grid, necesario para la expansión
racional de la electricidad. El CEB tenía potestad para seleccionar
las centrales que debían integrarse en el nuevo sistema regional.
A partir de cálculos sobre los costes de gestión de las centrales
existentes y sobre los costes de amortización, las plantas existentes
deberían ser conservadas o cerradas.
Eso debía ser así teóricamente, pero de nuevo volvieron
a entrar en acción las resistencias y el provincianismo de los propietarios
de la centrales existentes, fuesen éstas de propiedad privada o
municipal. El informe Weir había recomendado que el número
de centrales seleccionadas no sobrepasase un total de 60 centrales; la
comisión del CEB seleccionó 118 y finalmente se aprobó
la continuidad de 140.
En primer lugar, se procedió a unificar los tipos de voltaje, fase
y frecuencia, que en Inglaterra, como se ha dicho, cubrían prácticamente
todo el espectro posible. Esa fue una dificultad añadida por la
pequeña escala a que actuaban las empresas y por el estado de la
tecnología empleada hasta entonces. El mayor problema se produjo
en la estandarización de las centrales de distribución, en
éstas el proceso fue "como una caja china, problemas dentro
de problemas". La mayor parte de las centrales de transmisión,
por el contrario, presentaron menos problemas de los previstos por incorporar
las nuevas tecnología a centrales de nueva planta.
En 1933, se pudo dar por finalizado el Grid a escala regional, hecho
que tuvo consecuencias decisivas sobre la economía de posguerra.
La expansión de la electricidad en el área de Londres ejerció
los mismos efectos que había ejercido la interconexión de
Pennsylvania-New Jersey y también tuvo carácter corporativo.
El CEB permitió que la propiedad de las centrales "seleccionadas"
se mantuviese en las mismas manos que hasta el momento de la interconexión,
fuesen éstas municipales o privadas; pero se reservó la gestión
y la dirección de la planificación. Las compañías
de distribución se habían reducido a 13 de carácter
privado y a 32 de carácter municipal. La gestión del Grid
se tradujo en llevar la economía de Inglaterra desde uno de los
lugares más bajos entre los naciones industrializadas a un puesto
cuya tasa de crecimiento sólo era superada por la Unión Soviética
y Alemania.
The Culture of Regional Systems (capítulo décimotercero)
analiza las implicaciones que tuvieron las ideas, la estructura financiera
y las instituciones en el desarrollo de los sistemas regionales de transmisión
de energía. Las corporaciones y las redes construídas en
Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña proclamaron la era de los
sistemas de distribución regional que unieron ciudades, villas,
territorios y lugares industriales alejados entre sí. En Alemania
y Gran Bretaña, esas redes evolucionaron en manos de empresas privadas,
principalmente. En ese último país, el sistema regional tuvo
implicaciones vinculadas a las ideas y a la cultura tecnológica,
centrada en los valores y las instituciones que surgieron en respuesta
a las necesidades y oportunidades de crecimiento que fueron definidas por
ingenieros, empresarios y constructores de sistemas. Todos ellos, son los
que definen la cultura de los sistemas de energía.
La combinación de diversas fuentes de energía en el sistema
aporta a éste el concepto de economía mixta desde el punto
de vista de la oferta. En el caso de la electricidad, una economía
mixta se entiende como la interconexión de centrales en las que
las fuentes de energía que se utilizan son complementarias. El concepto,
aplicado a la industria en general, se expresa por la idea de racionalización,
que sugiere coordinación, integración, estabilidad, plan,
orden, control y por último, sistema. Desde los años 20,
los ingenieros de Alemania y Estados Unidos, esencialmente, se aplicaron
a pensar en términos de información y control de los procesos.
Una de las primeras tareas fue la de explotar la diversidad entre comunidades
separadas y unirlas entre sí por medio de centrales. La siguiente,
profundizar en el concepto de fiabilidad. Un sistema es fiable cuando su
capacidad de reserva equivale a la mayor carencia prevista de energía,
sea producida por la central o por la línea de transmisión.
Es decir, que a mayor capacidad de reserva, mayor fiabilidad del sistema.
En síntesis, los constructores de sistemas en Estados Unidos, Gran
Bretaña y Alemania tuvieron presentes las once consignas que ya
había sintetizado Samuel Insull. Entre éstas, descuellan
los conceptos de economías de escala, producción masiva,
interconexión, control centralizado, capacidad de reservas y obtención
de beneficios. Otro concepto se refiere a la necesidad de aceptar las regulaciones
legales para "establecer un monopolio natural".
Hacia 1920, los sistemas de control se fueron haciendo más refinados.
A partir de ese año, con el advenimiento de los sistemas de transmisión
de alto voltaje, los centros de control se alejan de las centrales por
razones de mera seguridad; y al mismo tiempo, aumentan espectacularmente
de tamaño y complejidad.
La necesidad de estrechar los vínculos entre los sistemas regionales,
hace aparecer nuevos reverse salients, esencialmente referidos a
las relaciones con las instituciones. Esa es una de las razones de que
en esos años se formasen los laboratorios de alto voltaje, vinculados
a las escuelas de ingenieros. La otra línea de actuación
se refiere a la formación de organizaciones financieras que diesen
soporte económico a las nuevas condiciones de los sistemas.
En Alemania se funda en 1921 la Studiengesellschaft für Höchspannungsanlagen,
centrada en el estudio de los problemas relacionados con el aislamiento,
la luz, los circuitos, las interferencias creadas por la transmisión
en otros sistemas de comunicación, como el teléfono y el
telégrafo o el estudio de los efectos del viento y el hielo sobre
las torres de transmisión y los cables.
De manera similar, en 1926, en la Universidad de Stanford se creó
un Laboratorio de Alto Voltaje, en estrecha colaboración con los
ingenieros de las empresas eléctricas. Otro laboratorio de renombre
sería el de la compañía General Electric en Shenectady,
que no se debe confundir con el General Electric Research Laboratory. Al
frente del primero se encontraría el ingeniero eléctrico
F.W. Peek, graduado de Stanford en 1905. En 1909 se unió a Charles
Steinmetz, en cuya colaboración ganaría reputación
por sus investigaciones sobre la transmisión a alto voltaje, que
publicaría en la revista AIEE Transactions, citada en paginas
atrás.
El otro gran reto era el de formar organizaciones financieras, de creciente
volumen económico que permitiesen financiar la red progresivamente
más compleja. Los historiadores de la ciencia han reconocido la
importancia de la investigación en el desarrollo de la electricidad,
pero, en cambio, se ha dejado de lado el papel desempeñado por los
ingenieros consultores. Emergieron en 1920 como empresarios de sistemas
regionales y en su actuación integrarían los factores económicos,
técnicos y políticos, generando ellos mismos el proceso de
crecimiento.
Entre éstos, destacaron Charles Stone y Edwin Webster, que en 1890
fundaron la Massachussets Electrical Engineering Company de Boston. En
1912 la empresa constituía una organización financiera que
controlaba todos los aspectos tecnológicos y económicos de
las industrias eléctricas en manos de la iniciativa privada. El
crecimiento de la organización de Stone y Webster tuvo relación
sin duda con el crecimiento de la propia industria de la electricidad.
Como se ha visto anteriormente, los orígenes y desarrollo de las
grandes corporaciones eléctricas tuvieron tanta relación
con las finanzas como con la tecnología. La formación de
capitales fue una de las mayores dificultades de las empresas eléctricas,
a las que las corporaciones financieras no respondieron hasta los años
20.
Las organizaciones financieras unieron las empresas mayores u organizaron
las pequeñas en confederaciones vinculadas por conexiones físicas
o financieras. Una organización financiera aporta los medios económicos,
tecnológicos y de gestión que son probablemente, los mayores
beneficios que se derivan de ese concepto organizativo.
United Electric Securities Company financió Thomson-Houston que
más tarde sería General Electric Company. El pánico
de 1893 hundiría numerosas empresas de pequeño tamaño,
que en años posteriores iría adquiriendo General Electric
Securities. Esa misma empresa financiera obtendría la exclusiva
del sistema de distribución de la Edison Electric Illuminating Company
de la ciudad de Nueva York. A partir de 1905, de esa misma empresa nacería
la Electric Bond and Share Company para dar servicios de gestión
financiera y de ingeniería. Además, esta organización
pondría a la disposición de los componentes de la corporación
su estructura de especialistas en seguros, tasas, relaciones públicas,
estadísticas y otras funciones de gestión.
A pesar de ser más conocidas en Estados Unidos, también en
Gran Bretaña hubo empresas financieras. La mayor de ellas sería
la Power Securities Corporation, que actuaría desde 1920, encabezada
por George Balfour, campeón de las compañías de ese
tipo.
RWE, PP&L, and NESCO: The Style of Evolving Systems, el último
capítulo de este libro, muestra algunas características que,
a pesar de las diferencias que se han ido señalando a lo largo de
su prolija exposición, permiten al autor formular algunas interesentes
cuestiones que hasta ahora no han sido tratadas.
Aunque sean sistemas de estilos diferentes, se pueden encontrar algunas
importantes similitudes, entre ellas la existencia de una corporación
internacional de tecnología, de la que las naciones industrializadas
extrajeron conocimientos, patentes y licencias. La bibliografía
tecnológica y científica circuló entre los centros
de enseñanza del mundo. Los cursos de ingeniería describieron
y racionalizaron las experiencias y los inventores e ingenieros viajaron
y aconsejaron traspasando fronteras.
Las diferencias se encuentran en la evolución de los sistemas regionales.
Según el autor, en ese momento, pesaron más las causas no
tecnológicas, es decir, culturales. Las historias de Chicago, Londres
y Berlín sugieren dos conceptos: el de "estilo tecnológico"
y el de la "fuerza de los factores culturales". Según
Hughes, los factores geográficos, tanto los físicos como
los humanos, son quizás los más evidentes. La geografía
determina, aunque sea de manera parcial, la oferta y la demanda de una
empresa. Por parte de la oferta, ésta depende de la clase de carbón,
de las elevaciones y de las precipitaciones. Por parte de la demanda, se
deben tener en cuenta su tipo de transporte, su industria, su comercio
y el tipo de agricultura dominantes, todos ellos rasgos de carácter
marcadamente geográfico.
Los factores económicos y geográficos son difícilmente
disociables en un análisis del estilo tecnológico de una
región. El autor insiste en que los empresarios que adecuaron sus
estrategias a esos conceptos estuvieron sin duda influídos por la
Geografía Regional. La forma de organización de una empresa
y su estilo están inextricablemente interrelacionadas. Por esta
razón, el resto del capítulo será una comparación
entre los estilos de tres empresas diferentes: la alemana Rheinische-Westfälisches
Elektrizitätswerk AG (RWE), la norteamericana Pennsylvania Power and
Light Company (PP&L) y la británica Newcastle Electric Supply
Company (NESCO).
El sistema de la primera de ellas, se desarrolló en la cuenca del
Ruhr a partir de dos importantes centrales situadas a boca-mina de lignito,
Goldenbergwerk, de 1914, cerca de Colonia y Reisholz, en las proximidades
de Düsseldorf. Entre ambas concentraban el 76 por ciento de la producción
de centrales térmicas. En 1929, la primera de ellas combinó
su producción con la energía hidroeléctrica. La geografía
de la cuenca del Ruhr dió carácter al sistema de RWE. En
esa zona se encontraban los mayores depósitos de carbón que
ya fueron utilizados por las primeras centrales térmicas de Essen
desde 1900. Después de la I Guerra Mundial y gracias a la red de
transporte fluvial del Rhin y sus afluentes, se pudo transportar mineral
de hierro procedente de Suecia y España. Se intensificó la
industria química, la fabricación de hierro y la industria
pesada, actividades que transformaron ciudades como Essen y Gelsenkirchen,
ambas en áreas densamente pobladas, lo cual añadió
diversidad a la producción eléctrica. Los dirigentes de RWE
aplicaron los principios del coeficiente de carga y de la economía
mixta para extraer provecho de la situación geográfica. Hacia
1906, las centrales aisladas se unificaron en el sistema emergente de RWE.
El control central recayó sobre el constructor de sistemas Hugo
Stinnes y August Thyssen mediante un consorcio.
También en Essen se dejó sentir la alianza entre el empresariado
y el poder político. Ésta y los cambios de la legislación
para adecuarla a las nuevas circunstancias permitieron la integración
de las empresas de propiedad gubernamental y las de propiedad privada animando
así, la propiedad mixta, lo que no sucedió en Estados Unidos
o en Gran Bretaña. El sistema de RWE llegó hasta Dortmund,
aunque su expansión se vio frustrada por el crecimiento de otros
dos sistemas hacia la ciudad, uno centrado en Bochum - Preussische Elektrizitäts
AG (Preussenelektra) de la que el propietario era el Estado de Prusia-
y el otro en Hagen - Elektrowerke AG (EWAG), propiedad del Estado alemán
La solución vendría finalmente con la creación de
una nueva empresa en la que participarían las tres.
Esa fusión permite observar algunas importantes cuestiones. En primer
lugar, la que se refiere a las relaciones entre las grandes industrias
y entre los respectivos gobiernos. En un nivel, RWE, que estaría
formada por el gobierno local y propietarios particulares, y en el otro,
el gobierno central y el de los Länder.
Bajo esa superficie, estaba la lucha por el poder político, no tecnológico,
entre diferentes instancias de gobierno. Estaba en juego el control de
la energía de toda Alemania, y no sólo eso, sino el dominio
de la industria eléctrica asociada a las autoridades locales y el
poder económico a varios niveles de gobierno. RWE representaba el
poder local, la empresa privada y el gobierno central. Anticipándose
a los movimientos de RWE, Preussenelektra retuvo el derecho de paso sobre
el Main. RWE se quejó al Gobierno central y finalmente, en 1927,
se negoció un tratado entre RWE y Preussenelektra conocido con el
nombre de Elektrofrieden, según el cual, RWE podría
extenderse por la franja occidental del Estado, mientras que Preussenelektra
podría hacer lo mismo desde el Mar del Norte, siguiendo el Wesser
hasta Frankfurt am Main y finalmente, RWE podría cruzar con sus
cables el Main.
Si las empresas alemanas estuvieron fuertemente capitalizadas, no lo fueron
menos las norteamericanas. En Estados Unidos, las similitudes con el sistema
alemán se basan en la utilización de la misma tecnología,
pero además, añade Hughes, en el carácter de la geografía
humana y física de las dos regiones. Otras similitudes fueron: las
instalaciones de importantes centrales térmicas a boca-mina, la
relativa ausencia de regulaciones gubernativas y en ambos casos, los sistemas
eléctricos debían servir a regiones densamente industrializadas.
A menor escala, el valle del Lehigh tenía muchas similitudes con
la cuenca del Ruhr.
Ambas regiones eran zonas agrícolas muy ricas. En el caso de Pennsylvania,
una parte muy importante de la agricultura se encontraba en manos los Amish,
que, sin embargo, presentaron un problema adicional al no querer depender
de los sistemas tecnológicos de gran escala, como la electricidad.
La historia de Pennsylvania Power and Light Company (PP&L) culminó
en 1920, con la consolidación del sistema de transmisión,
la formación de empresas financieras de carácter piramidal
que abarcaba todas las compañías y otros sistemas regionales.
Los inicios de PP&L están vinculados a Edison. Su predecesora
fue la Edison Electric Illuminating Company, de Sunbury, que fue el lugar
donde Edison y sus asociados introdujeron el sistema trifilar en 1883.
A partir de los años veinte no hizo sino continuar expandiéndose
en el territorio, fuese por uniones con otras empresas o por consolidación,
principalmente en 1923, 1928 y 1930, tomando una parte muy importante de
la electricidad rural.
Ambas empresas, RWE y PP&L, presentaban hacia los años treinta
las siguientes características: PP&L aparecía en un territorio
extremadamente grande cubierto por centrales muy dispersas, interconectadas
entre sí y cada una de ellas proyectaba una red de transmisión
en un área relativamente pequeña. El aspecto de RWE, por
el contrario, era el de centrales extremadamente localizadas a boca-mina
de lignito, grandes torres de refrigeración y unas gigantescas líneas
de transmisión que se extendían hacia los torrentes alimentados
por la fusión de la nieve. En contraste con esos dos grandes sistemas,
el de NESCO (Newcastle Electric Supply Company) también se presentaba
de grandes dimensiones, pero el aspecto de su red era mucho más
irregular y de menor envergadura que los otros dos. NESCO, sin embargo,
contrastaba con el tamaño, mucho menor, de las otras redes de Gran
Bretaña.
También para el autor, el caso de NESCO se explica en buena parte
por la geografía física y la económica. Newcastle
y el puerto de Northumberland están situados a poca distancia del
Mar del Norte, en la desembocadura del río Tyne, que constituía
una importante vía de transporte en los inicios del siglo XX. La
comarca también se encontraba densamente poblada y en sus proximidades
existían importantes depósitos de carbón. El territorio
estaba ocupado por importantes industrias, como la empresa de turbinas
de Charles Parsons.
El éxito de la industria privada NESCO para construir un sistema
regional se explica en parte por factores políticos. Una serie de
victorias ante el Parlamento le dieron la base legal para extender sus
actividades. Esas victorias fueron el resultado de sus enfrentamientos
con otra empresa que actuaba en Newcastle, la Newcastle & District
Company. Primero asociados a Charles Parsons y después buscando
el apoyo de algunos miembros del Comité parlamentario que debía
decidir sobre la distribución de electricidad en la ciudad, como
sir James Kitson, que también era director de los North-Eastern
Railways, permitieron que NESCO fuese aumentando su zona de influencia.
Pero ese éxito también se explica por la habilidad para lograr
los sucesivos permisos parlamentarios por parte del fundador de la empresa,
en 1889, J.Theodor Merz, que después sería sucedido por su
hijo Charles, para tejer una espesa red financiera, tecnológica
y empresarial. A esas relaciones también se unían las familiares.
La esposa de Theodor Merz pertenecía a una influyente familia cuáquera,
los Wighman, constructores de barcos. La familia Merz, parientes y asociados
formaron un núcleo cerrado en el que Newcastle y la región
del Tyne constituyeron algo aislado, cultural y económicamente del
resto de Gran Bretaña.
Por su parte, Charles Merz conceptualizó una estrategia económica
y tecnológica que sería su principal característica.
En 1900 se asoció a William Mc Lellan para trabajar como consultores.
En 1906, conoció a Samuel Insull, con el que inició una relación
profesional. Merz y Mc Lellan sirvieron muchas veces como consultores de
Edison Commonwealth. Merz, Parsons y Insull trabajaron juntos en 1912 en
proyectos para diversas ciudades del mundo, desde Australia hasta la India,
Estados Unidos e Gran Bretaña. Merz se convirtió en un agente
de transferencia de tecnología a gran escala.
Si en Estados Unidos los factores decisivos fueron generalmente la tecnología
primero y los factores financieros después, en Gran Bretaña,
y hasta bien entrado el siglo XX, se produjo justamente el caso contrario,
ya que en ese país dominaron las ideas políticas -la ideología,
mejor- por encima de las condiciones tecnológicas. Sólo gracias
al empuje de algunos hombres como Charles Merz y el propio temor general
a quedar fuera del desarrollo de las grandes naciones -es decir, el orgullo
británico- fueron los elementos que desbloquearon una situación
atomizada.
A modo de conclusión
Todos estos ejemplos demuestran que, efectivamente, el modelo único
de sistema -eléctrico o de otro tipo- no existe, ya que cada región
debe adaptarse a y adoptar las condiciones locales, entre las que ocupan
un lugar destacado las de carácter no estrictamente tecnológico.
El caso de Alemania no deja de ser en bastantes aspectos paradigmático.
El país había iniciado un despegue prometedor; pero perdió
la I Guerra Mundial, que le dejaría sin la franja occidental, la
que precisamente contaba con los yacimientos de carbón más
importantes. Sin embargo, la industria eléctrica realizó
más tarde un segundo despegue en el que el país se industrializaría
más fuertemente que sus análogos.
Debemos indicar que después de la lectura de este libro, se entienden
mucho mejor algunas de las causas del retraso relativo y de la dependencia
de España en el sector energético y no sólo el que
se refiere al sistema eléctrico, sino a casi cualquier otro. Si
hemos de tomar como modelo los ejemplos que se han presentado, no hay duda
de que en nuestro país no se cumplió casi ninguna de las
condiciones para que "cuajase" un sistema energético de
carácter universal(5).
Ciertamente, en Barcelona hacia los años 1912 se fundó una
empresa que debía haber sido germen de un sistema eléctrico
completo, la ya citada Ebro Power and Irrigation Company, fundada en la
misma época en que se fundaron en Alemania y Estados Unidos las
grandes empresas eléctricas.
Pero el relativo atraso tecnológico en España tenía
una larga historia anterior. Como en el caso del gas, tampoco en el de
la electricidad se rompió la dependencia respecto de las tecnologías
extranjeras. En España, la reorganización de la industria
energética podía haber sido la clave de que el país
adquiriese un puesto importante entre las naciones industrializadas. Si
se perdió la oportunidad con la industria gasista, ¿por qué,
también, se perdió en el campo de la electricidad?.
Ciertamente, una diferencia de entidad considerable estuvo constituída
por la ausencia de las grandes corporaciones financieras al estilo de las
norteamericanas y alemanas; pero, de igual manera a lo que sucedió
en el Reino Unido, en España también existía un cúmulo
de factores legislativos poco favorables para que la iniciativa privada
desplegase su potencial. También se debería saber con mayor
profundidad si en nuestro país se llegó a adquirir un factor
que parece perfilarse como decisivo para el desarrollo del modelo que nos
ha ocupado hasta aquí: la "cultura de los sistemas".
NOTAS
1. El autor clarificará más adelante el
significado de este término que preferimos por el momento dejar
sin traducir.
2. Ver, también, sobre el desarrollo de esta empresa y de la electricidad en Alemania Nahm, G.: Las inversiones extranjeras y la transferencia de tecnología entre Europa y América Latina: el ejemplo de las grandes compañías eléctricas alemanas en Argentina. Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, nº 1, 1 de marzo de 1997.
3. Ver sobre la resistencia de los empresarios gasistas a perder su cuota de mercado Arroyo, M. La industria del gas en Barcelona (1841-1933), Innovación tecnológica, territorio urbano y conflicto de intereses. Barcelona: Ediciones del Serbal, 1996.
4. .Sobre estas dos empresas es preciso ver Capel, H. (Dir.): Las Tres Chimeneas,Implantación industrial, cambio tecnológico y transformación de un espacio urbano barcelonés. Barcelona: FECSA, 1994.
5. Ni en España ni, probablemente en Francia.
Como se explica a propósito de la transferencia de tecnología
(p. 49 esencialmente) "en París no existía triquiñuela
considerada demasiado baja para un banquero".
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CAPEL, H. Las Tres Chimeneas,Implantación industrial, cambio
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NAHM, G. Las inversiones extranjeras y la transferencia
de tecnología entre Europa y América Latina: el ejemplo de
las grandes compañías eléctricas alemanas en Argentina.
Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias
Sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1997, nº
1.
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© Copyright: Biblio 3W, 1997.
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