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LAS INVERSIONES EXTRANJERAS Y LA TRANSFERENCIA DE TECNOLOGIA ENTRE
EUROPA Y AMERICA LATINA: EL EJEMPLO DE LAS GRANDES COMPAÑIAS ELECTRICAS
ALEMANAS EN ARGENTINA
Gerardo Nahm
Entre 1850 y 1914 tuvo lugar el ascenso incontenible de la industria
moderna en un buen número de países europeos, en los Estados
Unidos y, algo más tarde, en el Japón. El casi continuo crecimiento
durante este período de la producción industrial eclipsó
definitivamente el peso específico predominante que la agricultura
tenía todavía en la mayoría de las economías
nacionales. Así, y siempre que su grado de evolución lo permitía,
numerosos países respondieron a este reto con la realización
de su propia revolución industrial. Otros países menos preparados
reaccionaron con la formación de una economía agraria comercializada,
destinada a abastecer de alimentos y de materias primas a las nuevas naciones
industriales, dejando en segundo término su propia industrialización.
En definitiva, el proceso de constitución de una economía
a escala mundial se caracterizó durante estos años no sólo
por los cambios que se fueron produciendo en la propia estructura económica
de muchos países, sino por el papel que cada región fue adquiriendo
en el conjunto de la misma.
Hacia 1850 la producción industrial de Gran Bretaña ocupaba,
sin lugar a dudas, un puesto de preponderancia a nivel mundial. El país
que había sido el impulsor de la revolución industrial en
las últimas décadas del siglo XVIII, gracias a la conjunción
óptima de conocimiento técnico y ventajas de emplazamiento
en forma de un potencial adecuado de mano de obra, disponibilidad de materias
primas básicas y condiciones favorables de transporte, centraba
su producción en la industria textil, principalmente en el sector
algodonero, y en la siderurgia. En la industria textil Gran Bretaña
logró mantener durante las siguientes décadas su posición
de liderazgo a nivel internacional, aunque también hay que reseñar
que la importancia de este sector en el conjunto de la producción
industrial mundial fue decreciendo paulatinamente. En la siderurgia, al
contrario, los britanicos pronto se vieron relegados a un segundo plano
por el progreso tecnológico de Estados Unidos y Alemania. Ambas
naciones superaron a partir de los años 1880 a Gran Bretaña
en la producción de acero y hierro. También en la construcción
mecánica los britanicos fueron perdiendo influencia en el mercado
internacional.
Al igual que en la producción, la posición de Estados
Unidos y Alemania se vió muy reforzada en el cada vez más
importante comercio de productos manufacturados. Este liderazgo ya no se
cimentaba únicamente en los productos procedentes de sectores tradicionales
como la siderurgia, sino que, en una cada vez más diversificada
producción industrial, nuevos sectores como el químico o
el electrotécnico fueron adquiriendo cada vez mayor peso específico.
En el caso de Alemania, estamos hablando de la aparición, consolidación
y expansión en pocas décadas de un gran coloso industrial.
Favorecida por la unificación política de 1871 y contando
con el apoyo incondicional de los círculos políticos, financieros
y científicos del país, la industria alemana inició,
sobre todo a partir de mediados de los años 1880, su carrera como
nación industrial exportadora. Durante el último cuarto del
siglo XIX y hasta el estallido de la primera Guerra Mundial Alemania se
convirtió en la primera potencia exportadora de bienes industriales
del mundo. En pocos años empresas y productos industriales alemanes
no sólo se expandieron por toda Europa; los mercados de ultramar,
como el sudamericano y el asiático, jugaron, sobre todo a comienzos
del siglo XX, un papel fundamental a la hora de perfilar sus estrategias
comerciales. Numerosas sociedades alemanes establecieron delegaciones,
fundaron filiales o se hicieron cargo de empresas ya existentes y establecieron
acuerdos comerciales con el fin no sólo de consolidar la presencia
de sus productos en los diferentes mercados mundiales, sino para asegurarse
el acceso a las fuentes de materias primas y a los productos de primera
necesidad.
Al mismo tiempo, a partir de la década de 1850, la casi totalidad
de los jóvenes estados latinoamericanos comenzaron a experimentar
un cambio profundo en sus estructuras económicas de forma relativamente
independiente de su, en la mayoría de los casos, turbulenta y poco
definida evolución política. Dichos cambios, que se vieron
acelerados sobre todo a partir de la década de 1870, fueron la respuesta
lógica a la creciente expansión del comercio mundial, que
llevaría a una división cada vez más definida entre
países industrializados y países o regiones productoras de
materias primas y de productos alimenticios. En este sentido, la estructura
productiva de los países latinoamericanos, basada por lo general
en determinados monocultivos o materias primas, experimentó un notable
auge. Así, mientras países como Argentina, Brasil o Uruguay
se convirtieron casi exclusivamente en exportadores de productos agropecuarios,
otros países como Chile y México dependían económicamente
de sus exportaciones de productos minerales. Al mismo tiempo, la producción
industrial no logró transformarse en ningún momento de este
período en el motor efectivo del desarrollo de estos países.
En consecuencia, el mercado latinoamericano se convirtió en uno
de los receptores más importantes de transferencia tecnológica.
En primer lugar, las importaciones se centraron en la tecnología
que era necesaria para la obtención, la transformación y
el transporte de sus productos de exportación. Así, la importación
de instalaciones frigoríficas, fábricas de conservas, tostaderos
de café, refinerías de azúcar, instalaciones para
el tratamiento del caucho, refinerías de petróleo, y todo
tipo de instalaciones para la explotación minera, además
de la colocación del trazado de líneas férreas, fue
un fiel reflejo de esta política. En segundo término, las
crecientes necesidades de infraestructura que el auge de estas economías
conllevó, determinaron también el aumento de las importaciones
en campos como el transporte público, el telégrafo o el material
eléctrico. Por último, el aumento del nivel de vida de una
población con índices de crecimiento espectaculares gracias
a la inmigración, propició la importación de la tecnología
necesaria para la implantación y desarrollo de una industria básica
de bienes de consumo.
El presente artículo centra su interés en la historia
de la penetración y el papel que desempeñaron durante este
período los grandes consorcios de equipamiento eléctrico
alemanes en un estado latinoamericano como la Argentina, un país
que a finales del siglo XIX iniciaba una etapa de gran auge económico,
lo que lo convirtió en un mercado muy codiciado para las empresas
europeas y norteamericanas.
1. La aparición del capitalismo financiero en la industria alemana
La historia básica de los orígenes y la dinámica
evolutiva de las modernas empresas industriales en Alemania es similar
a la que tuvo lugar en otros países de comparable potencial industrial,
como Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia. Existieron, sin embargo,
algunas variaciones en su evolución, reflejo sobre todo de las significativas
diferencias que en los campos político y financiero presentaba el
país, y que marcaron de forma singular las actividades y el desarrollo
de las empresas alemanas a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y
hasta el estallido de la primera Guerra Mundial.
La estructura económica del país y la configuración
de su sistema económico estuvieron sometidas durante el período
1871-1914 a una serie de profundas transformaciones que marcaron, al mismo
tiempo, las relaciones entre el estado y la economía. Esto supuso
que en el contexto económico se tendiera al abandono de los principios
del liberalismo económico y se abogara por un complejo sistema de
coordinación de intereses. Este capitalismo organizado o intervencionismo
no significó otra cosa que la estructuración de la vida económica,
política y social del país(1).
Las raíces históricas de este capitalismo organizado hay
que buscarlas en la grave depresión que vivió el país
entre l873 y 1877. Esta crisis puso en tela de juicio los principios bajo
los cuales se regía el modelo económico liberal. Desde ese
momento tuvo lugar en Alemania, durante las siguientes décadas y
hasta 1914, una doble transformación de la economía nacional
a través de un régimen de economía proteccionista
y de una marcada y muy diversificada política intervencionista por
parte del estado(2).
Esta estructuración de la vida económica, política
y social fue la responsable de las características singulares que
marcaron la evolución de la industria alemana durante este período.
Así, el sector industrial se fue caracterizando por una tendencia
cada vez más acusada hacia la concentración de empresas;
una marcada evolución hacia la cartelización; una cada vez
mayor importancia de los trust económicos; y, por último,
la cooperación sistemática entre la política estatal
y los intereses de determinados sectores privados para la protección
y legitimación del sistema económico vigente.
De todas maneras, el excepcional ascenso de la gran industria no hubiera sido posible sin el apoyo de los bancos, quienes desempeñaron en Alemania, mucho más que en cualquier otro país, un papel muy destacado en la financiación del proceso de industrialización(3). Las nuevas entidades bancarias como la Deutsche Bank (1870) y la Dresdner Bank (1872) consideraron la financiación industrial desde un comienzo como uno de sus principales campos de actividad.
En un momento en que la autofinanciación continuaba siendo la
mayor fuente de crecimiento con que contaba el sector industrial en la
casi totalidad de los países a finales del siglo XIX, los bancos
alemanes pasaron a desempeñar un papel determinante a la hora de
proporcionar los recursos financieros necesarios para realizar las inversiones
iniciales en las nuevas industrias de capital intensivo, en especial en
los sectores químico y electrotécnico. De esta manera, se
fue formando una característica interdependencia entre el capital
industrial y el capital bancario. Una relación de mutuo interés
en la que, por regla general, los bancos se encontraban en una posición
privilegiada, ya que estas entidades representaban en mayor grado que su
clientela la concentración de capital y de poder económico
industrial(4). Ello les
permitió colocar también representantes en la mayoría
de los consejos directivos de las grandes empresas y participar activamente
en la toma de decisiones y en la elaboración de las grandes líneas
estratégicas seguidas por la industria alemana durante este período.
No obstante, también hay que decir, que cuando las empresas alemanas
terminaron de realizar las inversiones necesarias en los campos de la producción,
la distribución y la dirección, y habían desarrollado
sus capacidades organizativas, la influencia de los bancos en el seno de
los consejos directivos fue disminuyendo. De esta manera, la industria
alemana constituye el mejor y casi el único ejemplo de capitalismo
financiero. Sólo en Alemania los representantes de las instituciones
financieras ayudaron al sector industrial a configurar políticas
globales de actuación, particularmente en lo que se refiere a la
gestión de recursos de financiación.
El activo papel que las entidades bancarias desempeñaron en el
proceso de industrialización alemán, explican, en parte,
también el especial significado que la constitución de cárteles
tuvo en Alemania hasta el estallido de la primera Guerra Mundial(5).
Dado que los grandes bancos controlaban en muchos casos empresas competidoras,
éstos consideraron inaceptable para sus intereses el permitir la
lucha fratricida entre sus protegidos. Además, los grandes bancos
pronto se dieron cuenta que la creación de cárteles podía
proporcionarles aun mayores beneficios. Por ello, no sólo se dedicaron
a fomentar el desarrollo de la cartelización industrial, sino que
en muchos casos provocaron su aparición(6).
Un factor extraeconómico que vino a facilitar también
la creciente cartelización de importantes sectores de la industria
alemana fue la aplicación en la política comercial del país
de tarifas arancelarias proteccionistas a partir de 1879(7).
Con el cierre del mercado alemán a la competencia extranjera se
crearon las condiciones necesarias para una reparto del mismo por parte
de cárteles nacionales. El primer sector industrial en el que se
desarrolló este proceso de cartelización -a partir de los
años 1850- fue el de la siderurgia(8).
Sería sobre todo entre 1890 y 1914 cuando la cartelización
se extendería en otros sectores de la economía alemana, y
eso en la mayoría de los casos con el apoyo activo de las administraciones
y de la jurisprudencia.
Otra característica del capitalismo organizado de esta época
fue el auge de los consorcios industriales(9).
Estas asociaciones constituidas para conseguir un objetivo económico
o financiero común, desempeñaron un papel fundamental en
la cooperación entre el estado y la economía y en la creciente
interdependencia entre los intereses empresariales y políticos.
Así, los consorcios actuaron como importantes interlocutores para
hacer prevalecer dichos intereses a la hora de plantear y diseñar
las actuaciones en los campos de la política económica y
social.
En definitiva, operando en un entorno diferente, las industrias alemanas
adquirieron rasgos muy particulares que las diferenciaron de empresas de
similares características en los Estados Unidos, Gran Bretaña
o Francia. Por un lado, se encontraban las diferencias económicas
-en cuanto a mercados, fuentes de suministro o métodos de financiación-;
por otro lado, las notables diferencias existentes en el marco legal -la
facilidad para el establecimiento de cárteles u otro tipo de acuerdos
entre potenciales competidores- supuso que los industriales alemanes contaron
con mayores insentivos para fusionarse en grandes holdings industriales.
Además, también proliferaron los acuerdos en cuanto a precios,
producción y establecimiento de cuotas y áreas de mercado,
si bien éstos fueron aplicados en el marco de unos mecanismos legales
-convenios o trusts- menos estrictos y de carácter mucho más
temporal.
2. La industria alemana y el comercio exterior
La coronación en 1871 de Guillermo I de Prusia como emperador
de Alemania, marca el punto final del largo proceso de unificación
económica y política del país. Emergía así
un nuevo imperio cuyo mercado interior presentaba, sin embargo, diferencias
considerables con respecto a los de otras potencias industriales de la
época(10). Con
una población mucho menos concentrada en las áreas urbanas
y de un poder adquisitivo sensiblemente menor, la industria alemana iba
a depender casi desde sus inicios para su consolidación y desarrollo
de su capacidad para exportar una parte nada despreciable de su producción
total.
Hasta comienzos de la década de 1890 las exportaciones alemanas
se componían fundamentalmente de productos textiles y bienes de
consumo. Sin embargo, en pocos años, coincidiendo con el cambio
de siglo, el balance de dichas exportaciones había sufrido una transformación
radical en favor de los productos procedentes de la industria pesada(11).
Así, una amplia gama de metales, en particular el acero y los metales
no ferrosos electrolíticamente refinados, todo tipo de maquinaria
y los productos químicos, se convirtieron en la base de las exportaciones
alemanas.
Antes del comienzo de la primera Guerra Mundial, en el año 1913,
Alemania se había convertido en el mayor exportador mundial de productos
químicos y de maquinaria, entre los que destacaban en especial los
producidos por la industria de material eléctrico. La industria
química llegó a exportar durante los primeros años
del siglo XX casi un tercio de su producción. Las exportaciones
alemanas en este sector suponían, en 1913, el 28,5% del total de
las exportaciones mundiales, frente al 15,6% de Gran Bretaña y el
9,7% de los Estados Unidos(12).
Sin embargo, mucho más importante para Alemania eran sus exportaciones
de material eléctrico, las cuales alcanzaban el 34,9% del total
de su producción, muy superior a las cuotas de sus más directos
competidores, Estados Unidos y Gran Bretaña, que exportaban respectivamente
el 28,9% y el 16% de su producción. Al mismo tiempo, las exportaciones
alemanas suponían el 46,4% del total de las exportaciones mundiales
de material eléctrico, frente al 22% de Gran Bretaña y al
15,7% de Estados Unidos(13).
En general, Alemania se convirtió también en el primer exportador
mundial de maquinaria. Mientras Gran Bretaña mantenía sólo
su posición hegemónica en las tradicionales industrias de
bienes y materiales -tejidos, estructuras básicas de hierro, barcos
de hierro y máquinas de vapor-, Alemania había desbancado
a las otras potencias industriales en la producción y exportación
de productos relacionados con lo que podíamos llamar la segunda
Revolución Industrial.
En cuanto a los destinos de los productos manufactureros alemanes, en
un principio las naciones del sudeste de Europa y del Cercano Oriente se
convirtieron en los mercados más importantes para los mismos. Empresas
alemanas intervinieron activamente en la construcción de los sistemas
ferroviarios y telegráficos de estos países, en la instalación
y expansión de las redes eléctricas, en la importación
de maquinaria y otro tipo de equipamiento que permitieran el crecimiento
de la industria textil, de la industria del metal, y de numerosas industrias
manufactureras. Esta evolución permitió a las empresas alemanas
abrir oficinas de venta y las primeras plantas de producción en
el extranjero. Al mismo tiempo, países de primer orden industrial,
como lo eran Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, se convirtieron
también en mercados importantes para los productos alemanes. Por
último, y coincidiendo con la llegada del siglo XX, la presencia
de las empresas y los productos alemanes se extendió con fuerza
a otras regiones del planeta, principalmente América Latina y, en
menor medida, Asia. La constante penetración de las empresas alemanas
en nuevos mercados y los deseos de mantener la privilegiada posición
alcanzada por sus productos fueron los principales incentivos que motivaron
a los industriales alemanes a llevar a cabo constantes inversiones, fundamentalmente
en los campos de la innovación tecnológica y de la dirección
empresarial.
3. Los grandes consorcios industriales alemanes
Desde sus comienzos las grandes empresas industriales proliferaron en
los tres sectores más importantes de la industria alemana -el sector
de la fabricación de maquinaria y equipos mecánicos (incluido
el de equimaniento eléctrico y de transporte), el de productos químicos,
y el de la metalurgia. A comienzos del siglo XX, aproximadamente el 60%
de las 200 mayores empresas alemanas pertenecían a alguno de estos
tres sectores(14). Dichas
actividades industriales, sectores en donde Alemania era el primer productor
europeo, fueron en gran medida las responsables del impresionante crecimiento
de las exportaciones alemanas durante el período de 1870-1914(15).
Estas iban a ser también las actividades industriales que se reharían
con mayor facilidad una vez acabados los cuatro años de hostilidades,
recuperando gran parte de su privilegiada posición prebélica
en los mercados internacionales.
La industria eléctrica fue la principal responsable durante el
último tercio del siglo XIX de la aparición y consolidación
de un nuevo ciclo de crecimiento de la economía alemana. A pesar
del descubrimiento del telégrafo eléctrico en 1833, y de
su utilización extendida a partir de los años 1850 en el
sistema ferroviario alemán, no fue hasta el descubrimiento en 1866
del principio de la dinamo eléctrica, que la industria eléctrica
alcanzó su mayoría de edad.
Los orígenes de la industria de equipamiento eléctrico
alemana coinciden en gran medida con la fundación en 1847 de la
sociedad colectiva "Telegraphen-Bau-Anstalt von Siemens & Halske".
Esta empresa, creada por el entonces oficial de artillería Werner
Siemens y el mecánico Johann Georg Halske, no era en sus comienzos
mas que un pequeño taller de mecánica de precisión
dedicado principalmente a la fabricación de telegrafos eléctricos,
hidrómetros, timbres eléctricos para ferrocarriles y aislante
para cable telegráfico(16).
A pesar de este modesto comienzo, Siemens & Halske se convirtió
en pocos años en una de las empresas punteras a nivel mundial en
la fabricación de material eléctrico. Durante las siguientes
décadas, hasta el comienzo de los años 1880, su tamaño
empresarial, la dotación de capital, la diversidad de su producción,
la capacitación técnica, la calidad de sus productos y sus
buenas relaciones a nivel empresarial y político le permitieron
mantener esta posición predominante en el mercado alemán
y tener una participación destacada en los negocios internacionales.
No obstante, las cada vez mayores posibilidades de utilización
del alumbrado eléctrico (el de arco voltaico y el incandescente),
la tracción eléctrica y los motores eléctricos accionados
por corriente continua generada en centrales eléctricas, y el continuo
torrente de invenciones y descubrimientos tecnológicos que alcanzó
su culminación con el desarrollo y aplicación en la década
de 1890 de la corriente alterna de alto voltaje y fases múltiples,
fomentó la aparición o el afianzamiento definitivo a lo largo
de las dos últimas décadas del siglo XIX de una serie de
empresas que representaron de inmediato una amenaza para la posición
hegemónica de Siemens & Halske. Sin embargo, entre todas ellas,
tan solo dos, la "Deutsche Edison-Gesellschaft für angewandte
Elektricität" y la "Schuckert & Co." podían
ser consideradas como serias competidoras de Siemens & Halske.
El nacimiento de la "Deutsche Edison-Gesellschaft" data de
marzo de 1883, momento en que el empresario Emil Rathenau funda la futura
"Allgemeine Elektricitäts-Gesellschaft" (AEG) con el fin
de explotar en un principio las patentes de las lámparas incandescentes
de Edison(17). Poco
tiempo después de su fundación, la empresa de Rathenau y
Siemens & Halske firmaron el primero de una serie de acuerdos de cooperación
cuyo objetivo principal era intentar evitar en lo posible una competencia
por el control del mercado eléctrico alemán de consecuencias
poco claras para ambos. Este primer acuerdo entre ambas empresas estipulaba
que mientras la Deutsche Edison-Gesellschaft centraría su actividad
en la construcción y explotación de centrales eléctricas,
Siemens & Halske se encargaría del suministro de todo el equipamiento
eléctrico necesario -excepción hecha de aquellos productos
de los que Rathenau poseía las patentes de explotación de
Edison- para la construcción y la gestión de dichos establecimientos(18).
Debido a las dificultades en explotar las patentes de Edison, cuatro
años más tarde, en 1887, Rathenau logró rescindir
su primer acuerdo con Edison y modificar el firmado con Siemens & Halske.
Con la inyección masiva de capital procedente de la Deutsche Bank
y de otras pequeñas entidades bancarias, Rathenau transformó
en poco tiempo la Deutsche Edison-Gesellschaft en la Allgemeine Elektricitäts-Gesellschaft
(AEG)(19), una empresa
que se iba a dedicar a partir de esos momentos no sólo a la construcción
y explotación de centrales eléctricas, sino a la producción
a gran escala de una amplia gama de equipamientos adecuados a la corriente
alterna.
Junto a AEG, la otra empresa a destacar por el volumen de sus actividades
durante los dos últimos decenios del siglo XIX es la "Schuckert
& Co", desde 1893 "Elektrizitäts-Aktiengesellschaft
vorm. Schuckert & Co." (EAG). Fundada en 1873 por el empresario
Sigmund Schuckert, esta empresa también pasó en pocos años
de ser un pequeño establecimiento especializado en la fabricación
de reflectores de gran calidad a convertirse en una de las grandes firmas
de equipamiento eléctrico alemanas, con un bien ganado prestigio
internacional. Durante los años 1880 y 1890 Schuckert & Co.
representó una seria competencia para Siemens & Halske y AEG,
principalmente en la fabricación de dinamos y lámparas de
arco y en la construcción de centrales eléctricas, actividad
en la que su volumen de negocio superó ampliamente a la de sus dos
rivales(20).
De los 45 millones de marcos que se señalan como cifra global
de negocios de la industria eléctrica alemana para 1890, 31,5 millones,
el 70%, correspondían al volumen de negocios de estas tres empresas.
Siemens & Halske mantenía su posición de lider dentro
del sector con una facturación de 15 millones, seguida por AEG,
con 11 millones, y Schuckert & Co., con 5,5 millones(21).
Después de que durante la década de 1880 se establecieran
las bases de una utilización rentable de la corriente alterna y
las dinamos eléctricas se acreditaran en un régimen de explotación
cotinua, se daban todos los requisitos técnicos para poder suministrar
energía eléctrica a ciudades enteras. No obstante, la industria
eléctrica pronto tuvo que afrontar el hecho de que para ver cumplidos
sus ambiciosos planes necesitaban nuevas formas de actuación empresarial.
En primer lugar, tenía que hacer frente a las lógicas dificultades
de crear un mercado para un nuevo producto como era la electricidad. Las
administraciones municipales, dado lo novedoso de esta fuente de energía
y la falta de antecedentes en cuanto a las repercuciones económicas
de la utilización de la energía eléctrica, manifestaron
sus reservas a la hora de adjudicar contratos y sólo otorgaron permisos
para la realización de proyectos puntuales. Por lo tanto, si la
industria eléctrica pretendía vencer el esceptisismo todavía
generalizado sobre su producto y aumentar la demanda, debía asumir
también la función de empresa eléctrica de servicios
públicos. Para ello, y dado que los medios financieros necesarios
paran la construcción de centrales eléctricas eran considerables
y debían ser invertidos a largo plazo, las empresas eléctricas
consideraron que la mejor solución para solventar los problemas
de financiación era la creación de sociedades de financiación
y compañías de explotación independientes, pero bajo
la influencia directa de las sociedades matrices.
Así, las empresas eléctricas optaron en un primer momento
por la fundación de bancos, pero esta opción pronto se demostró
como desfavorable. Por ello, se decidió el establecimiento de compañías
subsidiarias bajo la forma jurídica de sociedades anónimas
que se hicieran cargo de la explotación y financiamiento(22).
En Alemania, la primera sociedad de participación financiera de
la industria eléctrica fue la "Gesellschaft für elektrische
Unternehmungen" (Gesfürel), fundada en 1894 por la sociedad anónima
Ludwig Loewe y una serie de entidades bancarias. Esta empresa se dedicó
a la compra de un número importante de compañías de
tranvías, transformándolas en sociedades anónimas
o en sociedades con responsabilidad limitada y electrificándolas
a continuación. A esta fundación le siguieron otras. Las
necesidades de financiación de Schuckert & Co. fueron cubiertas
por la "Continentale Gesellschaft für elektrische Unternehmungen".
La AEG financiaba desde 1895 sus ya importantes negocios en el extranjero
a través del "Bank für elektrische Unternehmungen"
de Zürich. Por último, Siemens & Halske, mucho más
recervado en el tema de la financiación, también terminaría
por asegurarse el soporte de una sociedad de financiación, constituyendo
en 1896 la "Schweizerische Gesellschaft für elektrische Industrie"
(Indelec).
Con el respaldo de sus respectivas entidades de financiación,
los grandes consorcios eléctricos alemanes buscaron incrementar
su presencia en el extranjero. Así, la AEG, el más activo
de ellos fuera de Alemania, intensificó sus esfuerzos en los mercados
europeos y en el norteamericano. En Europa, y dada la destacada presencia
de Siemens & Halske en la Europa del Este, las actividades de AEG se
centraron principalmente en España, Gran Bretaña e Italia.
En España, por ejemplo, el consorcio desarrolló una ambiciosa
política de construcción y gestión de centrales eléctricas(23).
El establecimiento de estas sociedades de financiación a partir
de la década de 1890, permitió a los bancos penetrar de forma
definitiva en el negocio de la electricidad. Sin embargo, el papel que
desempeñaron estas entidades bancarias en la financiación
de cada una de las empresas sería muy distinto. Así, mientras
que en el caso de AEG, un consorcio de grandes bancos -principalmente la
Deutsche Bank y la Berliner Handelsgesellschaft- jugaron un papel crucial
en la política de expansión de la empresa, en el caso de
Siemens & Halske, esta dependencia fue mucho menor, gracias sobre todo
a que la empresa logró financiar buena parte de sus proyectos con
los beneficios que obtenía con la venta de equipamiento telegráfico.
No obstante esta mayor independencia financiera, fue la Deutsche Bank,
cuyo presidente era Georg Siemens, sobrino de Werner Siemens, quien facilitó
los medios financieros necesarios que permitiron a Siemens & Halske
iniciar una línea de producción tan importante como el del
equipamiento para la obtención de fuerza electromotriz y alumbrado
eléctrico.
A partir de la última década del siglo XIX fue habitual
que las empresas eléctricas trataran de aumentar la demanda actuando
al mismo tiempo como fabricantes de instalaciones eléctricas, como
empresas de distribución de energía eléctrica y como
sociedades de financiación. Este tipo de inversión directa,
que exigía, por un lado, una elevada capitalización, prometía,
por otro lado, importantes beneficios dado el esperado aumento del consumo
de energía eléctrica. La idea del negocio era que las empresas
eléctricas aumentaran el número de sus clientes por medio
de creditos al suministro, se dejaran finiquitar la deuda a través
de valores y, por último, vendiera éstos con beneficios.
Si todo salía según el plan establecido, las empresas eléctricas
ganaban primero con el suministro de energía eléctrica, luego
con los valores y con frecuencia con la administración de las compañías
eléctricas creadas.
La propagación de la inversión directa, con sus grandes
posibilidades pero también con sus grandes riesgos, y la actitud
reservada de Siemens & Halske con respecto a este tipo de negocio fomentó
la aparición durante la década de 1890 de una serie de sociedades
más predispuestas a la hora de asumir riesgos. Durante los últimos
años del siglo XIX -una época caracterizada por una expansión
rápida del mercado de la energía eléctrica, algunas
veces especulativo, y con un exceso en la suscripción de valores-
fueron surgiendo otras empresas de cierto renombre dentro del sector. Nombres
como los de "Union Elektricitäts-Gesellschaft" (Berlín),
"Helios" (Colonia), "O.L. Kummer & Co." (Dresden)
y "W. Lahmeyer & Co." (Frankfurt/Main), se convirteron en
molestos competidores para Siemens & Halske, AEG y Schuckert &
Co. Así, en el umbral del siglo XX, Alemania contaba con hasta siete
grandes compañías eléctricas. Aunque era innegable
que el círculo de clientes había crecido durante buena parte
de los años 1890 de forma considerable, a largo plazo el volumen
de negocios que podían generar el mercado interior y exterior era
insuficiente para mantener a todas las empresas que competían en
ellos. La situación experimentó un cambio de tendencia durante
los últimos años de la década de 1890, momento en
el que el mercado empesó a mostrar los primeros síntomas
de saturación. A partir de ese momento no sólo la competencia
se hizo más dura, sino que, y dado que los grandes consorcios decidieron
de forma generalizada bajar los precios de sus productos, aprovechando
las ventajas del descenso de los costes marginales gracias a la producción
en serie, muchas de estas jovenes empresas tuvieron que afrontar graves
problemas financieros. Como no todos las empresas eléctricos tenían
la suficiente experiencia en las complicadas y arriesgadas operaciones
de financiación, ni disponían del suficiente capital propio,
para muchas de ellas la única salida para hacer frente a las cuantiosas
pérdidas era estar bajo la influencia de los bancos o iniciar el
camino de la integración en los consorcios más grandes(24).
De considerable importancia para la evolución posterior del sector
eléctrico fue la crisis conyuntural que afectó a la economía
alemana durante el período 1901/02. Dicha crisis reforzó
aún más la tendencia hacia el oligopolio que estaba ya caracterizando
al sector. La aparición y la dimensión de la crisis en el
sector eléctrico estuvo en gran medida condicionada por la sobreproducción
y la consiguiente caída de los precios pero, sobre todo, por la
inversión directa que obligaba a la inmovilización de fondos
a plazo largo. Muchas de las empresas, sobre todo aquellas que habían
surgido durante la gran expansión de los años 1890, y que
se caracterizaban por contar con un escaso capital propio, no estaban preparadas
para afrontar las fluctuaciones coyunturales. Sobre todo, aquellas que
habían centrado principalmente su política de expansión
en la inversión directa se encontraron frente a enormes dificultades
económicas.
El interés de Siemens & Halske y de AEG en la financiación
y explotación de centrales eléctricas y compañías
de tranvías eléctricos se mantuvo en un marco mucho menos
comprometido para el equilibrio financiero de ambas empresas. Además,
el mayor peso específico de sus negocios de exportación,
así como, una política de dividendos cautelosa en los años
de gran expansión y la creación de importantes reservas declaradas
y tácitas permitieron a ambos consorcios pasar sin excesivas dificultades
esta etapa de crisis(25).
Siemens & Halske y AEG salieron todavía más reforzadas
del proceso de concentración provocado por los cambios coyunturales.
De esta manera, ambos consorcios reafirmaron su posición dominante
dentro del sector eléctrico alemán. En la práctica,
este hecho significó que aquellas empresas que estaban pasando por
graves dificultades económicas fueron integradas en las estructuras
empresariales de Siemens & Halske o AEG o simplemente sufrieron un
proceso de liquidación por razones de estrategia de mercado. Así,
en el caso de AEG, ésta se hizo entre 1903 y 1910 con el control
de la Union Elektricitäts-Gesellschaft y la Felten & Guilleaume-Lahmeyer.
Al mismo tiempo, Siemens & Halske fue integrando en su consorcio entre
1900 y 1912 a la Helios, a la Elektrizitäts-Aktiengesellschaft vorm.
Schuckert & Co. (EAG) y la Bergmann-Elektricitäts-Werke.
Paralelamente, ambas empresas, tanto de manera conjunta como siguiendo
políticas propias, intervinieron en la financiación de numerosos
empresas. El primer precedente se remonta al año 1898, cuando AEG
y Siemens & Halske llegaron a un acuerdo para financiar la reestructuración
de la Accumulatoren-Fabrik AG (AFA), con el fin de convertirla en el mayor
productor europeo de acumuladores(26).
AEG financió también la Aluminium Industrie Neuhausen AG
(AIAG) -empresa suiza fundada en 1887-, que se convertiría en la
primera productora europea de aluminio, y que produjo a partir de esos
momentos las piezas esenciales para el equipamiento eléctrico de
la AEG(27). En 1903
AEG y Siemens constituyeron una empresa conjunta -una sociedad de riesgos
compartidos al 50%- para el desarrollo de la radiotelegrafía; nacía
así Telefunken(28),
la empresa europea pionera en radiofonía. Sin embargo, las condiciones
de cooperación o de competencia entre los dos gigantes alemanes
de equipamiento eléctrico variaban según el subsector o la
línea de producción. En algunos -equipamiento para sistemas
de fuerza, de luz, tranvías y ferrocarriles- ambas empresas compitieron
de forma funcional y estratégica por una porción del mercado,
mucho más de lo que lo hacían sus homólogos norteamericanos.
De esta manera, los principales competidores para AEG o Siemens & Halske
en Europa eran las subsidiarias de las compañías norteamericanas
con las que cada una de ellas no mantenía alianzas. En otras líneas,
como por ejemplo lamparas de incandescencia, cables y cierto tipo de turbinas,
lo usual era que ambas participaran en "convenios" o en "sindicatos
de venta". Finalmente, en líneas de producción como
el telégrafo inalámbrico y el desarrollo de locomotoras eléctricas
de alta velocidad ambas obtaron por constituir sociedades conjuntas. En
algunos casos estas sociedades conjuntas incluían un tercer socio.
La elección entre la competencia o la cooperación reflejan
en gran medida la naturaleza del producto y las características
del mercado más que la predisposición de cada empresa por
uno u otro tipo de relación entre sociedades. Cuanto más
regularizado estaba un producto y menos susceptible era a rápidas
innovaciones tecnológicas, mayor era la probabilidad de una cartelización(29).
Con estos cambios sustanciales en el panorama de la industria eléctrica alemana, AEG y Siemens & Halske se convirtieron a lo largo del primer decenio del siglo XX en dos poderosos grupos empresariales, que por su capital, volumen de negocio, número de personas empleadas, y sus innumerables participaciones a nivel nacional y en el extanjero, pasaron a dominar casi por completo el mercado eléctrico alemán. El resto de empresas del sector, por regla general de pequeñas dimensiones, que ya no realizaban ningún tipo de negocios de inversión directa, que no disponían de su propia organización de venta, y que por regla general se dedicaban a la producción selectiva de determinados productos del área de la técnica electrónica, sólo tuvieron una relativa importancia en el marco de su ramo de producción.
Además, el período de fusiones no sólo fue el responsable
de importantes procesos de centralización y racionalización
administrativa en el seno de AEG y Siemens & Halske, sino, y lo que
es de mayor importancia, fue el detonante de toda una serie de nuevas inversiones
en los campos de la producción, la venta y la dirección,
que terminaron por consolidar definitivamente la posición de ambas
empresas en el mercado internacional de productos eléctricos.
En poco tiempo AEG logró establecer una tupida red de representantes
y puntos de asesoramiento y venta. La empresa contaba con 42 delegaciones
en Alemania, 37 en Europa, y 38 en ultramar(30).
Por su parte, Siemens & Halske, que había tenido una serie de
experiencias nada positivas al utilizar intermediarios comerciales para
la venta, instalación y mantenimiento de sus productos, pronto seguiría
los pasos de AEG, estableciendo un total de 23 agencias técnicas
en Alemania y ocho delegaciones en el extranjero(31).
Estas representaciones contaban por regla general con un jefe comercial
y otro técnico, así como un equipo de ingenieros dedicados
al diseño, instalación y asesoramiento al cliente. Al igual
que las compañías norteamericanas, las representaciones de
ambas empresas proveían a sus departamentos centrales de producción,
diseño e investigación en Alemania de un flujo continuo de
información sobre la evolución y las necesidades de los mercados
que atendían. Esta información fue también de vital
importancia a la hora de promover el rápido desarrollo de la nueva
tecnología.
Con sus numerosas plantas de producción en territorio alemán
y en el extranjero y sus ya muy ramificadas redes de representantes y puntos
de venta, AEG y Siemens & Halske se convertirían, junto a los
dos colosos norteamericanas General Electric y Westinghouse, en las grandes
dominadoras de la producción y venta de equipamiento eléctrico
a escala mundial. Ambas empresas, paradigmas del progreso tecnológico,
acogían en su diversificada actividad económica, desde el
diseño y construcción de grandes instalaciones, hasta la
producción en serie de una amplia gama de accesorios y equipos electrotécnicos
y todo tipo de bienes de consumo para otras industrias y para el uso doméstico(32).
Además, al igual que sus dos homólogos norteamericanos, AEG
y Siemens & Halske continuaron aprovechando durante los siguientes
años su enorme competitividad para aumentar su presencia en sus
hasta ahora mercados tradicionales y penetrar en nuevos y para añadir
a su muy ramificada oferta nuevas líneas de producción, principalmente
en el campo del equipamiento telefónico y de la electroquímica.
Del oligopolio de los "cuatro grandes", General Electric era
la mayor empresas en cuanto a términos de activos. Sin embargo,
en 1913 los dos gigantes alemanes, que superaban en términos de
activos a Westinghouse, lideraban el mercado internacional de equipamiento
eléctrico. Durante ese año las exportaciones alemanas llegaron
a alcanzar el 46,4%, frente a el 15,7% de las norteamericanas, del total
de las exportaciones de material eléctrico en el mercado internacional(33).
De todas maneras, hay que aclarar que tanto el volumen de la producción
de las empresas alemanas como el de las norteamericanas destinada a la
exportación era mayor, dado que todas ellas disponían de
vastas inversiones directas en el extranjero y sus numerosas subsidiarias
destinaban también parte de su producción a la exportación.
Las numerosas ramificaciones a nivel nacional e internacional de las
grandes consorcios eléctricas conllevaron también a una creciente
cooperación a escala internacional. Así por ejemplo, dado
el control operativo que la General Electric mantenía a principios
de siglo sobre la Union Elektrizitäts-Gesellschaft, AEG firmó,
como parte de la transacción de fusión, un acuerdo sobre
intercambio de patentes y de información con la General Electric.
Como en otros acuerdos de similares características, éste,
además de asegurar el intercambio tecnológico, determinaba
el reparto de los mercados de América del Norte y de Europa(34).
Así, mientras la General Electric se quedaba con el mercado de Estados
Unidos y Canada, la AEG pasaba a controlar gran parte del mercado europeo.
En Italia, en cambio, ambas empresas pusieron en marcha una sociedad compartida.
En Francia y Gran Bretaña, donde las dos empresas contaban con sus
respectivas subsidiarias, el acuerdo alcanzado permitió mantener
la presencia de ambas en dichos mercados. Esta alianza animó a las
otras dos grandes del sector, Siemens & Halske y Westinghouse, a firmar
por su parte un acuerdo de cooperación de similares características.
Por el contrario, los mercados de ultramar -principalmente los de América
Latina y Asia- quedaron en gran medida al margen de este tipo de alianzas.
La falta de acuerdos en estos nuevos mercados originó una lucha
sin concesiones entre los grandes consorcios eléctricos por la obtención
de contratos y la consolidación de su presencia en cada uno de estos
países.
Estos nuevos mercados en ultramar adquirieron una gran importancia para
los dos grandes consorcios eléctricos AEG y Siemens & Halske.
Sobre todo algunos países latinoamericano (Argentina, Brasil, Chile,
México y Uruguay) se convirtieron hasta 1914 en mercados muy destacados
para el conjunto de las inversiones directas y la exportación de
material eléctrico procedentes de Alemania(35).
4. El mercado latinoamericano
Las primeras exportaciones de material eléctrico alemán
hacia América Latina se remontan a los últimos años
de la década de 1840. Siemens & Halske había iniciado
poco tiempo después de su constitución en 1847 las exportaciones
de material telegráfico hacia la Argentina y Chile. En la década
de 1860, además de continuar sus negocios en estos dos países,
amplió el campo de sus actividades empresariales a Brasil y México.
Sin embargo, y desde el punto de vista de la continuidad, estas exportaciones
nunca dejaron de tener un carácter esporádico. Esta situación
no sufrió cambios significativos hasta la consolidación definitiva
de la industria eléctrica durante la décadas de 1880 y 1890.
Con la llegada de las inversiones generalizadas en la industria eléctrica
alemana, el consiguiente exceso de producción y la crisis de 1901/02,
y las medidas proteccionistas aplicadas por algunos de los países
que hasta entonces habían sido los principales receptores para sus
inversiones y sus productos, las compañías de material eléctrico
comenzaron a mostrar un mayor interés por mercados como el de América
Latina. Además, y en virtud de las fusiones y adquisiciones resultantes
del rápido crecimiento de la manufactura eléctrica desde
la década de 1880 hasta 1902, todos los grandes bancos se habían
visto obligados a invertir en la nueva tecnología, y por consiguiente
todos ellos participarán también en diversa medida en la
inversión en empresas eléctricas en América Latina.
La creciente exportación de capital en América Latina,
no sólo guardaba relación directa con la exportación
generalizada de todo tipo de productos industriales, sino que facilitaba
al mismo tiempo a los compradores extranjeros el dinero necesario para
adquirir manufacturas alemanas. Este interés por incrementar las
exportaciones quedó reflejado con la apertura de las primeras oficinas
de ventas a lo largo de los años 1890. Dichas agencias sustituyeron
de inmediato o de forma paulatinamente a los agentes que hasta ahora habían
tenido a su cargo la representación general de cada uno de los consorcios
eléctricos. Su objetivo a partir de esos momentos fue el de canalizar
no sólo la importación de material eléctrico procedente
de Alemania, sino, y en primer lugar, impulsar la creación de compañías
generadoras y distribuidoras de energía eléctrica por un
lado y compañías de tranvías por otro.
En el sector eléctrico comenzaron a proliferar a partir de principios
del siglo XX las holding companies. Dichas empresas establecieron
complejas organizaciones financieras que unían un conjunto diverso
de compañías dedicadas a la producción y distribución
de electricidad en las principales metrópolis del subcontinente.
5. El mercado eléctrico argentino y las empresas eléctricas
alemanas
Entre 1860 y 1914 la República Argentina experimentó un
acelerado crecimiento de su economía y de su estructura social.
Desde el punto de vista económico, este período se caracterizó
por la ampliación de su producción exportable y por la unificación
de sus mercados interiores, lo cual se basó en el ingreso masivo
de capitales extranjeros(36).
Las exportaciones se expandieron como si no existieran límites y
su producto no sólo permitió el pago del cada vez más
apreciable volumen de importaciones, sino también de una buena parte
de las deudas con el capital extranjero. La incidencia de estos capitales
en la evolución económica fue de tal magnitud que no ha registrado
parangón en la historia de este país(37).
Por otro lado, y desde la vertiente social, la llegada masiva de inmigrantes
facilitó también la creación de nuevos mercados y,
con ellos, negocios de todo tipo. Buenos Aires se expandía y transformaba
en una de las más grandes urbes del mundo. Esta gran ciudad, con
un rápido crecimiento de la población y elevado ingreso per
cápita, demandaba bienes de todo tipo en grandes cantidades. No
es de extrañar que con una economía basada en la exportación
y una creciente población urbana, las inversiones se centraran principalmente
en aquellos sectores de importancia estratégica para el proceso
de expansión: ferrocarriles, puertos, sistema financiero, servicios
urbanos e instalaciones frigoríficas(38).
Durante el período 1890-1914, Argentina se convirtió en
uno de los más importantes mercados de ultramar para la industria
eléctrica alemana. Tanto por las inversiones directas realizadas
como por el volumen de las exportaciones de material eléctrico,
los consorcios alemanes tuvieron una presencia muy destacada en el mercado
eléctrico argentino(39).
Al igual que en la mayoría de los países latinoamericanos,
en la Argentina la actividad de las empresas eléctricas alemanas
se inició con el envío durante los años 1860 de material
telegráfico por parte de Siemens & Halske(40).
Sin embargo, y a pesar del interés manifiesto de la empresa en consolidar
su presencia en este país, estos envíos nunca dejaron de
tener durante las siguientes décadas un carácter esporádico.
Con la creciente utilización durante los años 1890 del alumbrado
eléctrico (tanto el de arco como el incandescente), la tracción
eléctrica y los motores eléctricos accionados por corriente
continua generada en grandes centrales, se alcanzaron las condiciones necesarias
que permitieron la consolidación de las inversiones directas y la
exportación de material eléctrico por parte de las empresas
alemanas hacia el mercado argentino.
Aunque fueron numerosas las empresas eléctricas alemanas que
estuvieron presentes con sus productos en Argentina, la mayoría
de ellas nunca tuvieron una presencia permanente en el país, reduciéndose
sus actividades a negocios puntuales. Sólo empresas del potencial
de la AEG, Siemens & Halske, Schuckert & Co., y la Union Elektricitäts-Gesellschaft
desarrollaron una actividad continuada que incluía también
el mantenimiento de agentes reconocidos o representaciones propias. Estos
consorcios fueron también los únicos que junto con la exportación
de maquinaria y material eléctrico tuvieron la capacidad para llevar
a cabo inversiones directas en el país.
Durante este período, la AEG fue sin lugar a duda el primero
de los grandes consorcios eléctricos en percatarse de la importancia
que para el conjunto de sus negocios podía tener un país
de las características de la Argentina. Así, desde 1895,
y tras realizar una serie de estudios preliminares y asegurarse el apoyo
de un grupo de entidades bancarias a cuya cabeza se encontraba la Deutsche
Bank, la AEG inició los primeros contactos con las autoridades argentinas
con el fin de conseguir los permisos necesarios para la creación
de una empresa dedicada a la construcción y explotación de
centrales eléctricas. A comienzos de 1896 se iniciaron las negociaciones
entre la municipalidad de Buenos Aires y los representantes de la Deutschen
Überseeischen Bank, entidad que representó los intereses de
la AEG durante el tiempo que duraron las conversaciones(41).
Las actividades empresariales de la AEG en la Argentina se iniciaron
en junio de 1897 con la concesión por parte de la municipalidad
de Buenos Aires para la construcción y explotación de centrales
eléctricas. Dicha concesión, junto con la obtenida ese mismo
año en Santiago de Chile, fueron, además, los primeros proyectos
de envergadura del consorcio en los mercados de ultramar. Con tal motivo,
y para hacer realidad estos dos ambiciosos proyectos, se constituyó
en Berlín, el 4 de enero de 1898, la Deutsche Überseeische
Elektricitäts-Gesellschaft (DUEG), siendo el objetivo principal de
la nueva compañía la construcción y explotación
por cuenta y riesgo propios de instalaciones eléctricas en todo
el continente americano(42).
La empresa recién creada, que en Argentina tomó personalidad
jurídica bajo el nombre de Compañía Alemana Transatlántica
de Electricidad (CATE), inició sus actividades en la capital argentina
con el tendido de cable para la distribución de energía eléctrica
en una extensa zona del término municipal.
Además de la construcción y explotación de todo
tipo de instalaciones eléctricas, otro de los objetivos del consorcio
fue la adquisición y financiación de empresas en el campo
de la electricidad aplicada, especialmente en el de la iluminación
y el de los transportes urbanos(43).
A pesar de que los estatutos de la empresa preveían que en un
futuro no muy lejano las actividades de la sociedad se extendieran por
todo el continente americano, el marco de actuación de la CATE se
limitó al ámbito de los países sudamericanos, sobre
todo la Argentina, y en menor medida, Brasil, Chile y Uruguay.
En Buenos Aires, el principal mercado para la nueva compañía,
la CATE se encontró durante sus primeros años de actividad
con la dura competencia de dos empresas que ya se dedicaban a la producción
y distribución de energía eléctrica. De estas dos
compañías, la Compagnie Générale d'Electricité
de la Ville de Buenos Aires, empresa de capital francesa pero cuyas instalaciones
eran adjudicadas para su construcción a la empresa berlinesa Union
Elektricitäts-Gesellschaft, se convirtió durante estos primeros
años en el principal competidor.
Una vez superada una etapa inicial de búsqueda y consolidación
de un mercado de consumidores, caracterizada por una política de
bajas tarifas eléctricas y un trabajo de alta calidad en las instalaciones
realizado por parte de la AEG, la CATE, se había convertido siete
años después de su creación en la productora monopolista
de electricidad en Buenos Aires, sobre todo gracias al acuerdo de fusión
alcanzado en 1901 con la Compagnie Générale d'Electricité
y a la compra en 1903 de las instalaciones de otros dos competidores, la
River Plate Electricity Co. y la Primitiva Gas & Electric Lighting
Company of Buenos Aires.
Otro paso fundamental en los esfuerzos de la CATE por consolidar su
posición monopolista en el mercado de la producción y distribución
de energía eléctrica, fue la ejecución de su política
de adquisiciones y acuerdos con las numerosas empresas de transporte urbano
del área de Buenos Aires. Entre 1898 y 1905, la compañía
llevó a cabo una en muchos casos compleja política de compra,
arrendamiento y acuerdos de explotación que afectaron a la casi
totalidad de las empresas de transporte urbano de la capital. Con ello,
la CATE logró alcanzar su objetivo de separación clara entre
lo que era el negocio de distribución de energía eléctrica
y el del transporte urbano, lo que le permitió alcanzar definitivamente
el monopolio de la producción de electricidad en Buenos Aires.
Pero las actividades de la CATE no se centraron tan sólo en la
ciudad de Buenos Aires. Sobre todo una vez fijadas las bases que le permitieron
controlar buena parte del mercado bonaerense, la presencia de la compañía
se fue expandiendo a otros lugares de la Argentina(44).
En primer lugar, el interés de la CATE a partir de 1906 se centró
en la provincia de Buenos Aires, principalmente en suburbios industriales
de Buenos Aires como Avellaneda o Quilmes. Un segundo foco de actividad
se desarrolló en la mayoría de las principales aglomeraciones
urbanas del interior del país (Córdoba, Mendoza, Rosario,
Santa Fé). En todos los casos, la CATE intentó impulsar una
ambiciosa política de construcción de centrales eléctricas
y de alianzas con otras compañías del sector que le permitieran
controlar la producción y distribución de energía
eléctrica.
Además de la política de inversiones directas desarrolladas
por la CATE, otro sector importante de actividad de la AEG en la Argentina
fue el relacionado con la venta y suministro de toda clase de maquinaria
y material eléctrico(45).
Este tipo de negocio, primero bajo la dirección de una representación
oficial y más tarde, a partir de 1912, en manos de la propia oficina
del consorcio en Buenos Aires, no sólo se basó en el suministro
de material eléctrico a las centrales y las empresas de transporte
urbano bajo el control total o parcial de la CATE, sino que contó
con una más que considerable cartera de clientes. Aunque la CATE
era sin lugar a dudas el cliente más importante para el propia consorcio,
desde el inicio de este tipo de actividad en 1898, la AEG se convirtió
no sólo en uno de los principales proveedores de maquinaria y material
eléctrico, sino también de pequeñas y medianas instalaciones
para la producción de energía destinada sobre todo a la creciente
actividad industrial.
La CATE, al operar en las economías en auge de América
Latina, pudo desarrollarse hasta convertirse en una sociedad casi tan grande
como su propia empresa matriz, la AEG, con un capital por acciones en 1914
de 150 millones de marcos (el de la AEG en 1914 era de 155 millones), y
se convirtió, junto con las sociedades creadas para la construcción
y explotación del Ferrocarril de Bagdad y de los campos petrolíferos
rumanos, en una de las tres mayores empresas alemanas en el extranjero
en la período anterior a la primera Guerra Mundial.
Al contrario que la AEG, la política de Siemens en la Argentina
fue mucho más dubitativa y conservadora. Durante muchos años
su actividad en el país se vio limitada a una presencia escasa e
indirecta a través de diversas empresas a las que se había
otorgado la representación general. Sin embargo, los insignificantes
resultados obtenidos con esta política motivaron que el consorcio
se decantara finalmente por la creación de una compañía
que le permitiera actuar sin intermediarios en los estados de la cuenca
del río de La Plata. Esta decisión se vio también
favorecida por el constante crecimiento experimentado durante los primeros
años del siglo XX por el mercado eléctrico argentino. Así,
en julio de 1907, tuvo lugar la fundación en Berlín de la
"Siemens-Schuckertwerke für die La-Plata-Staaten Elektrizitäts-Gesellschaft
m.b.H.". La recién creada compañía constituyó
a su vez en Buenos Aires, a comienzos de 1908, la "Siemens-Schuckert
Limited". Esta filial fue la encargada de canalizar a partir de esos
momentos de todas las actividades de Siemens en Argentina, Paraguay y Uruguay.
A pesar de contar con una representación propia, las dificultades
de Siemens para desarrollar sus actividades en este mercado no disminuyeron.
El principal obstáculo que encontraron los responsables de la oficina
de Buenos Aires para consolidar y ampliar su presencia vino dada por la
política que el propio consorcio había seguido durante muchos
años en esta región. Un análisis erróneo sobre
las posibilidades reales de desarrollo de países como la Argentina
habían autoexcluido a Siemens de intervenir en la lucha por la licitación
de los contratos más importantes para la producción y distribución
de energía eléctrica. Dado que la casi totalidad de las grandes
centrales eléctricas argentinas se encontraban o bajo el control
de diferentes consorcios extranjeros o de la AEG a través de la
CATE, el principal negocio de Siemens, el de la venta de material eléctrico,
se vio también notablemente mermado, fundamentalmente porque la
propia AEG no sólo suministraba el material eléctrico a las
diversas instalaciones de la CATE, sino porque además había
firmado numerosos acuerdos que la convirtieron en el proveedor más
importante de este tipo de material de la casi totalidad de las compañías
que actuaban en el mercado argentino.
Con el mercado más importante del Cono Sur -la ciudad de Buenos
Aires y sus alrededores-, bajo el control monopolístico de la CATE
y la AEG, las esperanzas de Siemens se centraron en la obtención
de grandes contratos en el interior del país y en la construcción
de pequeñas y medianas instalaciones. En cuanto a los grandes contratos,
Siemens sólo logró hacerse entre 1910 y 1914 con dos proyectos
de cierta envergadura en la provincia de Mendoza y en la ciudad de Santa
Fé. Más favorable fue la evolución en el campo de
la construcción de pequeñas y medianas instalaciones. Hacia
1910 este mercado estaba dominado por dos empresas: el consorcio "Herlitzka"
y la "Compañía Industrial de Electricidad del Río
de la Plata", una sociedad que se encontraba muy próxima a
los intereses de la AEG. A través de sus buenas relaciones con Herlitzka,
Siemens logró penetrar en este mercado en expansión. De esta
manera, a partir de 1911, la mayoría de los contratos alcanzados
por Herlitzka para la construcción de instalaciones eléctricas
fueron ejecutados por Siemens. Durante los dos siguientes años Siemens
participó activamente en numerosos proyectos en Necochea, Corrientes,
Tucumán y Asunción.
A partir de 1913, los responsables de Siemens en Argentina comenzaron
a considerar también la posibilidad de actuar en el sector del transporte
urbano. Hasta esos momentos el sector de los tranvías eléctricos
se encontraba también controlado en buena medida por la AEG y la
CATE. Gracias nuevamente a las buenos contactos que a nivel gubernamentales
poseían los responsables del consorcio Herlitzka, Siemens logró
superar la competencia de AEG y hacerse con una serie de contratos para
la electrificación y explotación, junto con Herlitzka, de
compañías de tranvías en la provincia de Buenos Aires.
Estos primeros éxitos importantes sobre la AEG hicieron pensar
a los responsables de Siemens en Berlín sobre las posibilidades
de potenciar de forma considerable su actividad en Argentina. Con este
proposito, y en asociación con Herlitzka, se pensó en la
creación durante el año 1914 de una compañía
cuyos objetivos declarados iban a ser la participación en centrales
eléctricas ya existentes y la creación de la infraestructura
necesaria para la producción y distribución de energía
eléctrica en las áreas suburbanas del norte y del oeste de
Buenos Aires. Además, la realización de este proyecto debería
haber impulsado también el primer acuerdo de cooperación
entre Siemens y la CATE en Argentina. Al igual que ya había ocurrido
en Alemania, este acuerdo pretendía en primer lugar evitar la competencia
perjudicial entre ambos consorcios. Sin embargo, este ambicioso proyecto
sufrió con el estallido de la primera Guerra Mundial un abrupto
final.
Junto a AEG y Siemens, la tercera empresa que debe ser destacada por
la actividad llevada a cabo en Argentina, es la Union Elektrizitäts-Gesellschaft.
Las inversiones directas de la compañía, llevadas a cabo
todas durante la última década del siglo XIX, se centrarón
en la construcción y explotación de la central eléctrica
de la Compagnie Générale d'Electricité de la Ville
de Buenos Aires(46)
y en la participación en el negocio de los tranvías urbanos
en la capital argentina. Esta actividad empresarial convirtió a
la Union, hasta su fusión con la CATE en 1901, en el mayor competidor
de la AEG en Argentina.
La posición predominante de los consorcios alemanes en el conjunto
del mercado eléctrico argentino se vio sustancialmente alterada
con el inicio y el posterior desarrollo de la primera Guerra Mundial. Durante
el período 1914-1918, la producción, las exportaciones y
las inversiones directas en el extranjero de AEG y Siemens se vieron profundamente
afectadas por el decurso poco favorable a los intereses alemanes. La producción
se vio muy afectada por las dificultades de las empresas alemanas para
acceder al mercado internacional de las materias primas. Al mismo, tiempo
las exportaciones se vieron entorpecidas por la propia actividad bélica
y por la prohibición impuesta por muchos gobiernos de importar productos
alemanes. Por último, las inversiones directas en el extranjero
sufrieron con frecuencia el acoso de gobiernos, grupos bancarios y consorcios
industriales, deseosos de incautar o hacerse con el control de los intereses
alemanes.
En America Latina, las empresas alemanas siguieron trabajando en un
principio sin problemas significativos en aquellos países que habían
declarado su neutralidad. Así, la CATE, la mayor inversión
alemana en la zona, continuó funcionando sin trabas en la Argentina,
Chile y Uruguay. Las mayores dificultades que encontraron vinieron derivadas
del aumento del coste de ciertas materias primas (principalmente el carbón
inglés que alimentaba las plantas generadoras). Ciertamente durante
estos años los beneficios de explotación descendieron, aunque
las pérdidas sólo se produjeron en 1918. Pero una vez finalizado
el conflicto bélico la amenaza de incautación para el pago
de reparaciones, así como la dificultad de conseguir divisas fuertes
para cubrir los gastos de explotación, y el peligro que se cernía
de que un grupo rival de accionistas pudiera hacerse con el control de
la empresa en una asamblea general, indujeron a los bancos alemanes a vender
su parte a banqueros españoles. Por consiguiente, en junio de 1920
la CATE se convirtió en una compañía española,
la Compañía Hispano-Americana de Electricidad (CHADE), y
si bien los alemanes siguieron poseyendo intereses financieros en la nueva
compañía, ésta fue controlada a partir de entonces
por banqueros españoles e intereses belgas y anglo-americanos asociados.
La primera Guerra Mundial había asestado un golpe demoledor a
la inversión directa alemana en América Latina, y sólo
pudo tratar de sobrevivir durante los decenios de la posguerra hasta llegar
a la catástrofe, todavía mayor, de la segunda Guerra Mundial.
Notas
15. Entre 1870 y 1913, el comercio exterior alemán creció un promedio del 4% anual, con lo que en 1913 recaían sobre Alemania el 13% del volumen de negocios del comercio internacional y las exportaciones representaban el 17,5% de la producción industrial total.
22. Para profundizar en el tema de la financiación de la industria eléctrica ver: AAVV., Le financement de l'industrie électrique 1880-1980.
23. Una amplia visión de la actividad realizada por AEG en la ciudad de Barcelona se puede obtener en: CAPEL (Dir.) Las tres chimeneas. Implantación industrial, cambio tecnológico y transformación de un espacio urbano barcelonés, l994.
35. En 1913, entre los países más importantes por su volumen de negocios para las exportaciones alemanas de material eléctico, la Argentina ocupaba un destacado 5º lugar, Brasil el 15º, Chile el 17º, México el 23º, y Uruguay el 25º.
46. La Compagnie Générale
d'Electricité de la Ville de Buenos Aires era una sociedad de explotación
fundada por la Gesfürel y dos entidades bancarias francesas, por tanto
una inversión empresarial de la Union Elektrizitäts-Gesellschaft.
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