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"Terres contaminades"

 

 

Text extret de S. PARETSKY: Golpe de Sangre, Madrid, Ed.Alfaguara, 1990 (p. 60-61, 110 i 132) 1ra. Edició en anglés 1988.
 
«Ha pasado más de un siglo desde que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército y George Pullman decidieron convertir en un centro industrial el extenso e irregular marjal entre el Lago Calumet y el Lago Michigan. No fue solamente Pullman, claro está: Andrew Carnegie, el Juez Gary y una hueste de caciques menores participaron también, trabajando el asunto entre sesenta y setenta años. Habían cogido una zona de más de cuatro millas cuadradas y la habían llenado de tierra, de arcilla extraída del Lago Calumet, de fenoles, crudos, sulfatos ferrosos y otras mil substancias de las que ni sabía nada ni quería saberlo.
Cuando salí de la autovía a la Calle Ciento Tres, tuve la conocida sensación de estar aterrizando en la luna, o de volver a la tierra tras una carnicería nuclear. Es posible que haya vida en el cieno oleaginoso que rodea el Lago Calumet, pero no es del tipo que pueda identificarse fuera del microscopio de una película de Steven Spielberg. No se ven árboles ni pájaros. Solamente algún que otro perro asilvestrado con las costillas protuberantes y los ojos enrojecidos por la locura y el hambre.
Las instalaciones Xerxes estaban en el centro de aquel antiguo cenagal.... . Construida con bloques de cemento, esta planta tenía la forma de una U gigantesca cuyos brazos entraban en el río Calumet. De aquel modo los disolventes fabricados en ella podían transportarse fácilmente en barcazas y los productos residuales echarse al río. Ya no los vierten en el río, claro está: cuando se aprobó la Ley de limpieza de aguas, Xerxes practicó unas enormes lagunas en el río para depositar sus residuos, con paredes de arcilla que proporcionaban una precaria barrera entre el río y las toxinas.
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Una pequeña parte de la marisma original se había conservado como tierras húmedas de Illinois para aves migratorias, pero estaba tan llena de bifenilo policlorado que era escaso lo que allí podía sobrevivir. Aún así, en medio de las fábricas difuntas se veían garzas y algún que otro castor y rata almizclera.
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La laguna formaba parte de un rebose natural del Río Calumet. No era muy profunda, pero sus aguas turbias cubrían una gran extensión del pantano. Al aproximarme, pude leer señales contradictorias clavadas en los árboles, una de las cuales designaba la zona como parte del plan federal de aguas limpias, la otra advertía a los intrusos contra vertidos peligrosos. Alguna institución de vigilancia había realizado un intento chapucero de cercar la laguna, pero la baja alambrada se había caído en una serie de puntos facilitando el paso clandestino. Recogiéndome las faldas con una mano, cruce por una de estas secciones abatidas hasta la orilla del agua.
La Laguna de Palo Muerto había sido una gran zona de alimentación de aves migratorias. Ahora el agua tenía un color opaco, atravesada por los dedos surrealistas de troncos de árbol pelados. Los peces han empezado a regresar al Río Calumet y sus afluentes desde la aprobación de la Ley de Limpieza de Aguas, pero los que llegan hasta esta laguna aparecen con enormes tumores y aletas podridas. Aún así, pasé junto a una pareja de pescadores intentando agenciarse la cena en aquellas aguas sucias. Ambos eran de forma, edad y sexo indefinido bajo sus múltiples capas de prendas raídas. Sentí su mirada fija en mí hasta que desaparecí en una curva entre las hierbas del fangal.
 

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