La
política educativa de los distintos gobiernos republicanos.
Ya desde la constitución del Gobierno Provisional (1931) se hizo patente
el interés por las cuestiones educativas de los dirigentes republicanos. Los primeros
decretos del nuevo gobierno no dejaban lugar a dudas respecto a la orientación
que la educación iba a tener en el nuevo régimen político, ya que se regulaban
tres de los temas pendientes que habían levantado más polémica durante los últimos
años: el bilingüismo, la enseñanza religiosa y la reorganización del Consejo de
Instrucción Pública.
El primer decreto del Gobierno provisional en materia
educativa fue el del 29 de abril de 1931 referente a la regulación del bilingüismo
en las escuelas catalanas. Era éste un tema que se venía arrastrando desde la
dictadura de Primo de Rivera y que había levantado no pocas disputas. Los dirigentes
republicanos, herederos de la tradición educativa institucionista (krausismo,
ILE) y socialista, estipularon que la enseñanza en jardines de infancia, parvularios
y escuelas primarias debía realizarse en la lengua materna, ya fuese ésta la castellana
o cualquier otra lengua del Estado; asimismo se debía enseñar la lengua castellana
a los alumnos catalanes a partir de los ocho años de edad y la Universidad de
Barcelona organizaría cursos de perfeccionamiento del catalán.
El decreto
de 6 de mayo de 1931 planteó el gran tema de la religión en las escuelas. Se suprimía
la obligatoriedad de la enseñanza de la religión, aunque se mantuviera en aquellos
casos en que los padres desearan su impartición. Aquellos profesores que se acogieran
a la libertad de conciencia estaban exentos de impartir las clases, en cuyo caso
se encargaría de la enseñanza un sacerdote.
La preocupación por el nivel
de instrucción de las personas adultas, especialmente en las zonas agrícolas,
llevó al gobierno provisional a la promulgación del decreto de 29 de mayo de 1931,
por el cual se mandaban crear misiones pedagógicas encargadas de difundir la cultura
y la educación entre las poblaciones rurales. El decreto encargaba a grupos de
maestros y estudiantes el llevar por diversas localidades obras de teatro, películas,
conciertos, exposiciones y bibliotecas ambulantes.
Si la Constitución
de 1812 significó la introducción de la educación como norma fundamental, la Constitución
republicana de 1931 puede considerarse como el cierre del ciclo constitucional,
recogiendo una larga y compleja tradición en esta materia, convirtiéndose en el
texto que más extensamente se ocupó de los problemas de la educación. La Constitución
de 1931 recogió la tradición liberal, añadiéndole la tradición educativa propiamente
socialista, y los principios básicos que la conforman son: la coeducación, la
secularización y la escuela única.
Aprobada la Constitución, el nuevo
gobierno encomendó el ministerio de Instrucción Pública a Fernando de los Ríos,
miembro del PSOE y antiguo profesor de la Institución Libre de Enseñanza. El primer
bienio (1931-33) continuó la labor de renovación de la enseñanza primaria, el
principal esfuerzo del cual continuó siendo la construcción de infraestructuras
educativas. Si importante era la construcción de escuelas, no lo era menos la
reforma del magisterio. En el mes de abril de 1932 se constituyó una comisión
para la redacción de un nuevo Estatuto del Magisterio, y en marzo de 1934 se elaboraría
un proyecto de ley de bases de la primera enseñanza, aunque las circunstancias
históricas impidieron su promulgación.
Un Decreto de agosto de 1931
abolió los Institutos de segunda enseñanza específicamente femeninos y los convertió
en mixtos, y otro de septiembre del mismo año estableció la coeducación (enseñanza
mixta) en las Escuelas Normales.
Por el decreto de 27 de enero de 1932
se creó la Sección Pedagógica de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid,
una de las aspiraciones de los sectores más renovadores. Dicha Sección se encargaría
de la expedición de certificados de estudios pedagógicos que habilitaría a los
diferentes licenciados para opositar a las cátedras de los institutos nacionales
y a las escuelas normales.
También se reguló otro aspecto importante
de la Enseñanza Primaria: la Inspección. El decreto de 2 de diciembre de 1932
aportó una concepción más moderna, haciendo del inspector un especialista técnico-pedagógico,
un consejero y un orientador del maestro. Asimismo, se garantizaba su inamovilidad
como garantía de su independencia y de la necesaria autonomía dentro de su función.
Por lo que respecta a la Enseñanza Secundaria, el principal problema
que tuvo que afrontar el gobierno de Azaña también fue la falta de infraestructuras.
El decreto de 26 de agosto de 1933 trató de resolverlo mediante la creación acelerada
de Institutos Nacionales, Institutos Elementales y colegios subvencionados. Los
dos primeros impartirían el bachillerato completo, mientras que los últimos sólo
podrían impartir los cuatro primeros cursos. Los resultados de dicha política
fueron muy positivos, ya que para el mes de octubre del mismo año ya se habían
creado 20 institutos nacionales, 37 institutos elementales y 40 colegios subvencionados.
Otra novedad importante de este primer bienio fue la creación, por decreto
de 30 diciembre de 1932, de la Inspección General de Segunda Enseñanza, configurándose
de forma parecida a como funcionaba en el ámbito de la enseñanza primaria. Concebido
como órgano de enlace entre el Ministerio de Instrucción Público y los centros
docentes.
En el ámbito universitario cabe destacar, en primer lugar,
el proyecto de ley de Bases de Reforma Universitaria. Aunque no llegó a convertirse
en ley, en él se refleja el pensamiento reformador en el grado superior de la
enseñanza. Alejándose del modelo universitario surgido de la ley Moyano, caracterizado
por la visión tradicional que se limitaba a administrar el saber acumulado, se
intentará construir una institución que asuma la triple función de difundir la
cultura moderna, formar científicamente a los profesionales que la sociedad requiere
y fomentar la investigación. Los estudios se dividían en dos ciclos, uno básico
y el otro para la especialización.
Las elecciones de noviembre de 1933
dieron el triunfo a la coalición formada por los radicales de Lerroux y los católicos
de la CEDA de Gil Robles. La política educativa de este período (1933-35), orientada
principalmente por los sectores católicos, significará un freno a la serie de
reformas iniciadas por el gobierno republicano-socialista.
Por lo que
hace referencia a la enseñanza primaria, además de iniciarse un descenso en las
construcciones escolares y un debilitamiento de la reforma pedagógica, se tomaron
una serie de medidas que pueden calificarse como de contrarreforma educativa.
Mediante una orden ministerial de 1 de agosto de 1934 se prohibía la coeducación
en las escuelas primarias. El objetivo último era regresar al sistema anterior
de escuelas normales segregadas sexualmente.
La reforma se frenaría
también en el importante punto de la inspección educativa. El decreto de 23 de
julio de 1935 suprimía la Inspección Central, y el decreto de 26 de noviembre
del mismo año derogaba el artículo 20 del decreto de 2 de diciembre de 1932, suprimiéndose
la inamovilidad de destino del inspector de enseñanza primaria. Con estos dos
decretos se mutilaba la actividad pedagógica de los inspectores, un aspecto que
la izquierda republicana y socialista había querido profesionalizar y tecnificar.
En los estudios universitarios también se producirían retrocesos importantes.
Como consecuencia de los diversos conflictos surgidos entre distintas asociaciones
estudiantiles durante el proceso electoral, el Gobierno decidió suprimir la representación
estudiantil en los Claustros, Juntas de Gobierno y Juntas de Facultad, mediante
una Orden Ministerial de 23 de octubre de 1934.
Durante el poco tiempo
en que el gobierno del Frente Popular pudo desempeñar una actividad normalizada
intentó recuperar las aspiraciones reformistas en materia educativa del primer
bienio republicano. En el programa electoral se recogían los principios básicos:
recuperación del ritmo inicial de las construcciones escolares, el control de
la enseñanza privada, el impulso de la enseñanza media y profesional, la concentración
de la enseñanza universitaria, el desarrollo de los principios autonómicos de
la Constitución, etc. El 4 de marzo de 1936 se promulgó un decreto que restablecía
la Inspección Central de Primera Enseñanza, así como la inamovilidad de los Inspectores
en su cargo y destino. Asimismo, se reemprendió la obra de las construcciones
escolares; el balance oficial resultó en 12.988 escuelas creadas en 1931-32, mientras
que de 1933 a 1935 la cifra de centros de nueva creación se estimaba en 3.421,
resultando un déficit de 10.742. El Decreto de 22 de febrero de 1936 disponía
la inmediata creación de 5.300 escuelas, señalando el 1 de mayo de 1938 como fecha
límite para construir el resto.