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A finales del diecinueve nuestro país, en otro tiempo entre los de cabeza de la edición europea, había perdido el tren de la tipografía. Estábamos ocupados en cosas seguramente más urgentes y la época dorada de Ibarra -una época de bonanza económica, prosperidad industrial y de una real [y Real] preocupación por el desarrollo de las artes gráficas por parte de la Administración- se perdía en la memoria de los tiempos.
Por suerte para todos no ocurría lo mismo en otros lugares. Tras un diecinueve de progresivo deterioro tipográfico, Frederic William Goudy [Estados Unidos, 1865-1947] encabeza -junto con William Morris en Inglaterra- la lista de un nutrido grupo de diseñadores y estudiosos que devolvieron a la tipografía el valor que en otros tiempos había tenido. Volviendo la vista a los modelos que habían sido utilizados por los tipógrafos, y no a la tipografía en sí, diseñó un gran número de ojos tipográficos -muchos de los cuales todavía perviven- en los que quedó atrapada la viveza y rigor de sus originales.
Con el siguiente cambio de siglo a las puertas, estamos asistiendo otra vez a una revitalización tipográfica, esta vez de raíz tecnológica. La llegada del PostScript […] Y aparecen por múltiples lugares pequeñas fundiciones digitales de tipos que recuerdan mucho a las imprentas privadas de finales del diecinueve y principios del veinte y aquella Village Press en la que Goudy comenzó a diseñar y fundir caracteres. La intención de Goudy -modestia y autoridad en partes iguales- aparece clara desde las primeras páginas de este libro : poner en manos del lector susecreto, hecho de estudio, atención al detalle y silencio creativo. Algunas de sus opiniones resultan sin duda sorprendentes hoy, como las vertidas sobre los tipos de Bodoni, tan venerados en estos tiempos. Sirven, no obstante, para poner de manifiesto la relatividad de nuestras ideas sobre legibilidad y lecturabilidad. Y sobre tantas cosas.