Desde su implementación en 2018, la transformación de las calles en Sant Antoni ha dividido la opinión de los vecinos: unos ya preocupados por los efectos de la pandemia y otros contentos con el nuevo ‘look’ del barrio.
RORY ELLIOTT ARMSTRONG
Cuando Cerdà diseñó las manzanas de l’Eixample, lo hizo para solucionar un problema sanitario y viario. Ahora, el gobierno de Ada Colau las está reprogramando para enfrentar a los problemas sociales, culturales y ambientales de las ciudades del siglo XXI. Su plan consiste en la implementación de supermanzanas y ejes verdes, los cuales conectan la ciudad mediante pasillos verdes y incrementan el espacio peatonal.
La supermanzana de Sant Antoni se construyó en dos fases. La primera se concluyó en 2018, con la peatonalización de las calles Compte Borrell y Tamarit, las cuales rodean el mercado de Sant Antoni. La segunda, un año después, con la remodelación de la calle Parlament, inicialmente diseñada para los coches pero donde ahora se encuentran dos plazas provisionales y un carril bici de doble sentido.
Las calles de Sant Antoni han pasado de ser como cualquier otra calle de l’Eixample a tener bancos, plantas, mesas de ajedrez, y mesas para comer…Todo ello acompañado de diseños amarillos, azules y naranjos pintados en el suelo, lo cual da un toque de alegria para unos, y un recuerdo de frustración para otros.
Maria Teresa Manrique, trabajadora en un puesto de verdura y fruta dentro del mercado de Sant Antoni y vecina del barrio, opina que “lo han pensado muy mal, es un peligro para los niños”. A pesar de la creación de espacios recreativos, aún pasan coches y camiones a baja velocidad por las calles, lo cual hace que, sobre todo en las mañanas cuando hay carga y descarga, haya confusión sobre a quién pertenece la carretera.
Marc Lamarca, socio del Bar Calders en la calle Parlament, está a favor de la transformación, pero insiste que falta mayor claridad en cuanto a la señalización y una mejor gestión de los camiones de carga y descarga. Actualmente hay un horario restringido, lo cual crea caos en las mañanas y multas debido a la falta de información.
Enric Viladomat, dueño del puesto de fruta donde trabaja Manrique, tiene una opinión distinta a la suya. También le gusta el efecto que las supermanzanas tienen en el barrio: hay más espacio peatonal, más lugares recreativos y de descanso, y menos tráfico. Pero es consciente de las amenazas a su negocio. Desde la implementación de la supermanzana, han abierto varios locales nuevos de fruta y verdura cercanos al mercado, lo cual ha impactado en las ventas de su negocio. El ayuntamiento ha suspendido licencias y permisos de obras en la zona de la supermanzana, con el objetivo de evitar la gentrificación y el monocultivo de sectores.
La mala comunicación, debido a que ya no pasan ciertas líneas de autobuses, y la dificultad de aparcar y acceder en coche también son problemas que algunos comerciantes atribuyen al modelo de ciudad que apoya el ayuntamiento de Barcelona. Sin embargo, los últimos estudios de la Agència de Salud Pública (ASPB), muestran una disminución en los niveles de contaminación atmosférica en la zona.
En cuanto a las ventas, algunos de los negocios dicen que el hecho que pase más gente a pie les ha favorecido, pero la mayoría coincide en que las ventas ni han mejorado ni han empeorado. Según los datos de pagos con tarjetas del ayuntamiento, acogidos en un estudio de la Oficina Municipal de Datos (OMD), Sant Antoni es el barrio que mejor se está recuperando del COVID-19, superando incluso niveles anteriores a la pandemia. Pero eso, según Augusti Colá, propietario de un puesto de ropa en el mercado, es debido al mayor uso de la tarjeta de crédito por causas sanitarias.
Augustí Colá ve con buenos ojos la supermanzana pero se queja, como muchos otros vecinos, del estado de limpieza de las calles. La creación de espacios donde ahora se puede comer y beber han resultado en un aumento de desechos y también una mayor presencia de ratas, que surgieron con el levantamiento de las carreteras y las cuales aprovechan los espacios verdes.
Durante la pandemia, las plazas de la calle Parlament fueron un punto de encuentro entre los vecinos. Daniel Perino, propietario de una pizzería, explica que las plazas le han ayudado a mantener sus ventas durante las restricciones en la hostelería. Y Rubén Arnau, de 32 años y vecino del barrio, dice que él y sus amigos aprovechan los espacios para juntarse y tomar cerveza. “Las plazas devuelven la ciudad a las personas, a mi me gustan: ¡y eso que mis padres son transportistas!”.
Las supermanzanas de Barcelona son un ejemplo de urbanismo táctico: implementaciones económicas y provisionales que se aplican para valorar futuros cambios significativos. La de Sant Antoni está claro que no es perfecta, pero de eso se trata, de detectar los problemas antes de que sea demasiado tarde.