Los proyectos de urbanismo táctico que Barcelona ha venido desarrollando en la última década son ejemplo para otras latitudes y otros escenarios. Su impacto positivo en el medio ambiente y en la lucha contra el cambio climático son especialmente valorados en un año que ha sido clave para esta agenda.
En este sentido vale la pena mencionar como, por ejemplo, la alcaldesa Ada Colau fue la única mandataria urbana española invitada como panelista a la COP26 (máximo escenario de debate de Naciones Unidas en materia medioambiental) que se desarrolló en Glasgow en noviembre pasado, donde se actualizaron las metas y compromisos de los Estados en materia medioambiental. Colau junto a sus homólogos de Londres y París habló en el marco de la reunión de la C40, iniciativa que agrupa a casi un centenar de ciudades en el mundo y exhibe sus compromisos frente a la reducción de dióxido de carbono.
Los principales proyectos presentados por Barcelona en Glasgow fueron las superillas y la Electrificadora Barcelona Energía como innovaciones para avanzar en el cumplimiento de las metas de lucha contra el cambio climático. Esta última es una iniciativa corporativa que suministra electricidad a edificios y equipamientos del Ayuntamiento de Barcelona.
En otros escenarios, frente al eco que ha tenido el urbanismo táctico, en abril pasado la BBC de Londres resaltó los éxitos de Paris, Estocolmo y Barcelona frente a la transformación de sus urbes al servicio de las personas. El proyecto de las superillas fue destacado como una apuesta innovadora encaminada a cumplir las señaladas metas. En el mismo sentido, el medio digital estadounidense VOX señaló este proyecto como una forma de transformar las ciudades y ponerlas al servicio de la gente y no de los automóviles, una de las tareas pendientes en Estados Unidos.
De la misma forma, Barcelona ha sabido implementar estrategias innovadoras que se desarrollan en otras latitudes y que causan expectativas frente a su éxito: por ejemplo, la estrategia de Último kilómetro que se implementa actualmente en Barcelona y que espera crecer en los próximos años disminuyendo la presencia de camiones de reparto al interior del corazón de la ciudad no solo impactará en temas medioambientales, sino que también incidirá positivamente en la movilidad, que puede verse afectada tras la implementación de las superillas reduciendo el número de vehículos.
El ayuntamiento es consciente no solo de la apuesta por el urbanismo táctico, sino de la réplica que puede generar en otros escenarios. Por eso, en octubre pasado, organizó las Jornadas Superilla Barcelona bajo el tema “Ciudades después del COVID” que agrupó a líderes políticos, expertos urbanísticos, ambientalistas, colectivos para redimensionar la ciudad después de la pandemia y de las medidas que confinaron a buena parte del mundo. Las jornadas abordaron temas tan diversos como alimentación, transporte, cultura, movilidad y sirvieron como vitrina para evidenciar los avances y retos venideros de la ciudad condal en estas temáticas en la que busca posicionarse como líder.
Finalmente, en el ámbito de las organizaciones internacionales, recientemente, en noviembre pasado, en el informe sobre ciudades sostenibles del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) Barcelona fue una de las ciudades destacadas por su proyecto de supermanzanas y ejes verdes como cooperantes a la sostenibilidad medioambiental.
En materia urbanística, Barcelona ha buscado ser referente global desde hace más de su siglo. El proyecto de Ildelfons Cerdà aún es estudiado en múltiples facultades de arquitectura del mundo, y hoy hay una apuesta por hacer de la ciudad condal un referente en materia de urbanismo táctico. La agenda del cambio climático es una oportunidad para que el urbanismo táctico también visibilice sus ventajas en grandes ciudades y Barcelona busca, nuevamente, que su ejemplo redunde en otros escenarios globales.