ISABELA CUSSEN
La mayoría de las definiciones coinciden en que el urbanismo táctico es una fórmula de acciones urbanas sencillas, que se pueden implementar de forma fácil, tienen bajo costo y son de corto plazo. En general, su objetivo es provisional y pretende probar si la instalación soluciona el problema, antes de volverse una medida permanente. En Barcelona la iniciativa persigue revertir la proporción del espacio público destinado al automóvil y al peatón, que en estos momentos es de 70% contra 30%, según Eixample Respira.
El Ayuntamiento de Barcelona define el urbanismo táctico como “fórmula de transformación sencilla y poderosa”; la asociación urbana Espacio y Ciudad, como “acciones de corto plazo que buscan generar un cambio de largo plazo»; la urbanista chilena Paz Serra, como “pequeñas faenas de bajo costo y corto plazo que tienen un impacto en la vida de la ciudad”, y el concejal y urbanista Max Zañartu como “urbanismo ciudadano, experimental, temporal y reversible”.
De forma más concreta, este modelo urbanístico ha tomado forma con cruces de esquinas pintados para peatones, carteles de concienciación, nuevos espacios peatonales adaptados, ampliaciones de carriles de bici, calles abiertas, horarios diferenciados para peatones y automóviles en ciertas calles, incluso marchas ciclistas y maratones. Y por efecto de la pandemia, ha implicado la ocupación de parte de la calzada para terrazas de bares y restaurantes, con protección de bloques New Jersey.
Su historia
“El urbanismo táctico nace como respuesta a ciudades que se vieron atrapadas en problemas modernos que no se podían solucionar de raíz”, cuenta Paz Serra, arquitecta chilena con máster en urbanismo de la Universidad de Oxford. Además, Serra explica que esta rama del urbanismo no es originaria de los servicios públicos o las administraciones, sino que es más bien ciudadano. “Partió como arreglos caseros que la gente hacía para solucionar problemas en sus propios barrios y luego se fue institucionalizando”, explica la urbanista.
El urbanista Mike Lyndon, en el informe Urbanismo Táctico 2 de Street Plans, expone que este concepto nace con ideas locales, que, al ser temporales, pueden perfeccionarse y una vez que se compruebe su funcionamiento, es tarea de los gobiernos, ayuntamientos o municipios, realizar una obra definitiva en torno al problema solucionado tácticamente.
El concejal del Ayuntamiento de Barcelona y urbanista, Max Zañartu (representante de Esquerra Republicana de Cataluya), cuenta que el urbanismo táctico viene de movimientos sociales de América Latina y Norteamérica. El concejal, lo considera como un «urbanismo ciudadano, donde la ciudadanía se implica directamente en la transformación del espacio público».
“Es una mega herramienta de participación ciudadana, como si fuese un simulacro y los ciudadanos participan de él, lo viven y no solamente opinan sin saber mucho”, explica Paz Serra, quien cree que la intervención de la población es uno de los grandes puntos a favor del urbanismo táctico.
Sin embargo, no todo es color de rosa cuando se habla de esta técnica. Uno de los grandes problemas del urbanismo táctico es que puede convertirse en una solución parche que no prosperará, según explican los expertos. “Puede quedar de mala calidad, como un camping en vez de una casa. Como tiene materiales provisionales, lo que se logra es más efímero y corre el riesgo de quedar para siempre así”, expresa Paz Serra. En la misma línea, Max Zañartu declara que “el riesgo es hacer cosas baratas que no proponen un cambio estructural”.
Ejemplos en el mundo
A pesar de las luces y sombras de este formato urbano, hay quienes han logrado sacarle lo mejor, como en Nueva York. “Cuando cambias la calle, cambias el mundo”, es la famosa frase de la ex comisionada neoyorquina, Janette Sadik-Khan, quien ha aplicado varias técnicas tácticas en su ciudad.
El emblemático Times Square pasó de ser una calle para automóviles privados a un espacio totalmente dedicado a los peatones. Esta acción es considerada una gran obra de urbanismo táctico por el impacto positivo que tuvo. Después de su implementación, bajaron en un 63% los accidentes de tránsito en motocicleta, los atropellos a peatones disminuyeron un 35% y el flujo peatonal aumentó, según indica el informe Urbanismo Táctico 2, de Street Plans.
Varias puntas de diamante de Nueva York también pueden ser tomadas como buenos ejemplos. En estas esquinas se suprimieron estacionamientos de automóviles y se reemplazaron por puestos de venta o paseos peatonales. Al tener un impacto positivo y demostrar su funcionamiento, pasaron a la etapa de diseño y planificación para convertirse en una plaza permanente.
Otra acción simple pero efectiva que se ha implementado en distintas ciudades, es la instalación de sillas o bancos, que en algunos casos son reciclados. “Los lugares para sentarse no solo sirven para que las personas descansen y socialicen, sino que también les dan vida y habitabilidad a los espacios urbanos”, comenta la urbanista Paz Serra. Esta técnica se ha utilizado en el mismo Nueva York y también en otras ciudades del mundo, como Bucaramanga (Colombia), Santiago (Chile) y Los Ángeles (EE. UU).
Su implementación en Barcelona
En Europa, Barcelona es una de las ciudades que destaca por sus acciones de urbanismo táctico. El Ayuntamiento presidido por Ada Colau, ha resaltado seis proyectos que incluyen esta técnica. La primera experiencia fue las supermanzanas del Poblenou, a la que siguió la de San Antoni. Se trataba de convertir carriles de coches en espacios peatonales, a esa iniciativa se ha sumado el proyecto de protección de los centros escolares, que consiste en crear espacios urbanos en los alrededores de las escuelas, para hacerlas más seguras. También cabe dentro de esta categoría, aunque un tanto improvisada por efecto de la pandemia, la ampliación de las terrazas de bares y restaurantes, que ocuparon parte de la calzada en detrimento de carriles de circulación o aparcamiento para permitir a los locales atender con mayor distancia social. En calles céntricas como la Ronda de la Universitat y Pelai, se han experimentado dos formulas diferenciadas. En la primera se han ampliado, a bajo coste, las aceras y se han plantado árboles. En la calle Pelai, por el contrario, se ha restado espacio al automóvil, a base de pintura en la calzada. Finalmente, aunque se trata de un proyecto iniciado hace muchos años, el Ayuntamiento suma a todas estas iniciativas la creación de carriles bici, que aumentan año a año y hoy alcanzan 240 km. En los últimos 15 años, la ciudad, ha perdido la mitad de aparcamientos en superficie y el peatón ha ganado casi 25 hectáreas para uso ciudadano.
Controversia política
A pesar de que el Ayuntamiento ha promovido este tipo de proyectos, no todos están de acuerdo. En el caso de las supermanzanas, hay quienes creen que son innecesarias y otros que directamente están en contra. Parte del debate tiene que ver más con ideologías políticas que con convicciones técnicas, en opinión del concejal Max Zañartu. “Hay una oposición a la alcaldesa Ada Colau. Hay un partido dentro del gobierno municipal que hace del urbanismo y de la reducción del uso del vehículo privado una bandera política. Una parte de la oposición cree, desde un cálculo electoral, que oponerse frontalmente les reafirma y lo hacen sin tapujos. Es una cuestión puramente estratégica”, expresa Zañartu.
Según relata el concejal, hay una parte de la derecha catalana que se opone a ciertos cambios, que incluyen el avance en la peatonalización y la reducción de espacio para coches. Sin embargo, Zañartu explica que esto es algo coyuntural y no estructural. “Son más reacios a ciertas medidas de restricción del uso del automóvil, pero no tanto por el contenido, sino por la forma que se está haciendo hoy en día. Pero, en general, siempre en Barcelona ha habido mucho consenso con estos proyectos”.
En tiempos de pandemia
Durante el 2020 y parte de 2021, el urbanismo táctico se volvió una solución ideal para fomentar el distanciamiento social en las calles. Su fácil implementación y bajo costo permitieron que se levantaran rápidamente medidas para aprovechar los espacios públicos de forma segura. “En tiempos de Covid fue muy importante, se buscó distanciamiento a través de marcas en el suelo de espacios públicos, como en los parques y aceras. También se sacaron las mesas del interior de bares y restaurantes a la calle, lo que les permitió seguir funcionando”, explica Paz Serra.
“En tiempos de Covid sí que tuvo sentido”, comenta Max Zañartu, quien se muestra convencido de las aportaciones del urbanismo táctico durante la pandemia. El concejal explica que, al abrir y aumentar espacios para peatones, se les permitió a las personas transitar por las calles con menor riesgo de contagio y promovió la movilidad no motorizada.
Tanto Max Zañartu como Paz Serra valoran el efecto pandémico que tuvo el urbanismo táctico, ya que ciertas medidas que se tomaron podrían volverse permanentes y servir a la ciudadanía.
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