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Javier Velaza, decano de la Facultad de Filología y Comunicación: «La mano de Irulegi es uno de los hallazgos epigráficos más importantes de los últimos decenios»
«La epigrafía no solo estudia el texto de una inscripción, sino que se encarga de analizar la pieza desde todas las vertientes: el lugar donde se exhibía o conservaba en la antigüedad y aquél donde se ha encontrado, el material en el que fue escrita, la morfología externa, la técnica de escritura empleada, el sistema gráfico utilizado, la lengua, y, finalmente, el texto y su significado. Todos estos elementos —asegura el catedrático— son imprescindibles para la comprensión e interpretación completas de una inscripción».
De esta forma explica Javier Velaza, catedrático de la Facultad de Filología y Comunicación de la UB —centro del que es decano— y experto epigrafista, el estudio que ha llevado a cabo de las inscripciones de la mano de Irulegi, un objeto arqueológico hallado en un poblado de la Edad del Hierro cerca del castillo de Irulegi, en el Valle del Aranguren, y que ha sido calificado de excepcional: con más de 2.000 años, es el texto más antiguo hallado hasta ahora en lengua vascónica.
«No es un trabajo que los epigrafistas hacemos solos —remarca Velaza—. Lo hacemos en colaboración con especialistas de otras disciplinas. Por supuesto los arqueólogos que le han encontrado, pero también restauradores, lingüistas, historiadores, responsables de analíticas y geomorfólogos».
Contactado por el director de la excavación Mattin Aiestaran, de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, Velaza ya identificó por medio de una fotografía del hallazgo que la pieza es única en varios aspectos. «Es singular, la forma, la técnica de escritura, el sistema gráfico y, evidentemente, el texto, encabezado por la palabra sorioneku, que puede comprenderse de una forma muy directa desde la lengua vasca: buena suerte», confiesa Velaza.
Los trabajos posteriores con la pieza original, lo que los epigrafistas llaman autopsia, incluyeron el uso de instrumentos de ampliación óptica para identificar las partes de la superficie que necesitaban una limpieza especial.
«Hasta ahora no conocíamos piezas de esta morfología y en un contexto apotropaico (objetos que actúan como talismanes o fetiches) tan claro», dice Velaza. «Su técnica de escritura es singular porque el texto se esgrafió, en primer lugar, con un instrumento de punta afilada, como si fuera un borrador, y después se grabaron los signos mediante la técnica del punteado. También es una novedad —continúa el experto— el sistema gráfico empleado para escribir el texto, una variedad de uno de los sistemas de signos que utilizaban los íberos, pero adaptada a las necesidades de la lengua de los vascones (pueblo prerromano que habitaba las tierras de la actual Navarra y algunos territorios de alrededor). Y, por último —añade Velaza—, es absolutamente excepcional debido a que se trata del primer texto en vascón que conocemos con seguridad». «Todos estos elementos —concluye— la hacen sin duda uno de los hallazgos epigráficos más importantes de los últimos decenios».
La interpretación de la primera palabra de la mano de Irulegi fue inmediata, pero parece que la «buena suerte» que se interpreta en ella deberá acompañar a partir de ahora a los expertos que trabajan en la pieza, Javier Velaza y el lingüista de la Universidad del País Vasco Joaquín Gorrochategui. «Las otras tres líneas de la inscripción son mucho más complicadas y necesitarán un estudio epigráfico y lingüístico, largo y repuesto, para averiguar su significado», vaticina el epigrafista de la UB.