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«Las sonrisas de los casales» iluminan el Sáhara marroquí
ⴰⵣⵎⵓⵎⴳ (azmumg) significa ‘sonrisa’ en amazigh, el idioma que se habla en gran parte del Sáhara, territorio que cada año visita un grupo de alumnos de la Facultad de Educación de la Universidad de Barcelona para convivir con niños saharauis y desarrollar tareas de apoyo a la escolarización formal a través de metodologías participativas y lúdicas que llenen de sonrisas la experiencia educativa.
Este proyecto, que recibe el nombre de «Las sonrisas de los casales», se inició hace ocho años con la intención de proporcionar ayuda humanitaria a los colectivos que la necesitan y visibilizar la cultura amazigh mediante el empoderamiento de los niños de las zonas rurales del Sáhara marroquí. Promovido por la Asociación Katxima, en 2014 se vinculó a la Universidad de Barcelona mediante las propuestas de aprendizaje servicio (ApS) de la Facultad de Educación en el ámbito de la cooperación al desarrollo internacional.
En cuanto al impacto en los universitarios, el proyecto quiere crear un espacio de experiencias y aprendizajes que gire en torno a la dimensión educativa, política e intercultural de formar ciudadanos implicados y comprometidos con la sociedad, con capacidad crítica y creativa en el diseño de propuestas, y que se muestren agentes de cambio en su entorno más cercano.
Cada año participa en el programa un grupo de unos veinticinco estudiantes de diversas formaciones académicas, quienes durante el curso preparan el trabajo que culmina en los quince días de convivencia con los niños de Marruecos. La preparación previa consta de varias sesiones para definir el proyecto pedagógico que se llevará a cabo en el campo de trabajo, y de un fin de semana que sirve para ayudar a cohesionar el grupo que implementará el plan.
«Las sonrisas de los casales» tiene tanta trascendencia que, como dice M.ª Antonia Buenaventura, profesora de la Facultad y coordinadora del proyecto, «los niños y las familias nos esperan, y hay adolescentes que han participado en el casal durante años y ahora nos dicen que quieren estudiar para ser profesores». «Para nosotros —continúa Buenaventura— es muy gratificante que, en medio de la nada, un niño nos diga que quiere ser profesor. El objetivo es que las familias también vean que eso es importante, y lo estamos consiguiendo».
Con este proyecto, los alumnos de la UB tienen la oportunidad de poner en práctica lo aprendido en clase, que es uno de los aspectos que más valoran. Por supuesto, sin dejar de lado el aprendizaje emocional que la estancia conlleva, ya que, en palabras de los estudiantes, «esta es una experiencia que te hace mejorar como persona».
Una de las personas más ilusionadas con «Las sonrisas de los casales» es Èrica Rodríguez, trabajadora social que este año participará por tercera vez en la iniciativa. Èrica quería «poner en práctica los conocimientos aprendidos en el grado», pero el proyecto la terminó enganchando gracias a la vertiente más emocional: «Es muy satisfactorio llegar y ver que los niños te están esperando y se acuerdan de ti». Como ha participado en más de una edición, reconoce que cada año se tiene «la oportunidad de mejorar la estrategia según lo que se ha visto que funciona y lo que no».
Eloi Martínez es trabajador social y ha ido dos veces. Del mismo modo que Èrica, decidió participar en el proyecto con el objetivo de «poder aplicar los conocimientos aprendidos en el grado a una realidad desconocida». Explica que la experiencia le ha dado muchas «herramientas» para poder desarrollar su trabajo, y resume el proyecto como «un laboratorio, un espacio donde experimentar y poder probar cosas nuevas; recomendable, también, para personas que nunca hayan hecho nada parecido».
Para Eli Bassas y Núria Ambrós, este será el primer año en el proyecto. A Eli, estudiante de 2.º de Pedagogía, lo que la motivó a participar fue el hecho de «poder crear el programa del casal». Núria, estudiante de 1.º de Pedagogía, en cambio, afirma: «Siempre he tenido el interés de ir a ayudar». Ambas tienen miedos: de no saber si se adaptarán a la comida, a la lengua, las costumbres... Pero las ganas de estar allí y aportar su granito de arena son mayores que cualquier inquietud.
Un documental sobre el centro recibe el primer premio en el concurso DOCS Cooperantes 2017
Motivados por compartir su experiencia con el mundo, algunos de los participantes del proyecto decidieron grabar un documental en el que se relata la iniciativa desde su punto de vista. La pieza audiovisual, que lleva por título el nombre del proyecto, ha sido galardonada con el primer premio en el concurso DOCS Cooperantes 2017, otorgado por el Casal de Jóvenes Casa Sagnier con la colaboración del Ayuntamiento de Barcelona. El concurso premia la creación de documentales sobre cooperación, asociacionismo, participación y voluntariado y, a diferencia de otros certámenes, no premia el resultado final, sino la mejor idea o proyecto.
Es posible ver el documental en este enlace.