De la religión oficial a la religiosidad vivida. Especificidades y diversidad en clave de género

Sesión 9
(Miércoles 31/01/2024 de 12:15 a 14:15 [Parte I] y de 16:15 a 18:15 [Parte II])

Coordinación:
Irina Casado
(Universitat Autònoma de Barcelona) irinacasado@gmail.com
Sandra Anitua, Universitat de Barcelona
Analelly Castañeda, Universitat de Barcelona

Comunicaciones Parte I:
1. Los círculos de mujeres: cuando el género importa
2. Sobre Religiositats populars, Noves Espiritualitats i diversitat sexual i de gènere. L’adopció de l’univers passional catòlic entre col·lectius LGTBQI+ a la comarca del Garraf (Catalunya)
3. Una hermenéutica que canta: Las Mujeres del Muro
4. La mística del instante, el dualismo cuerpo-alma y María de Jesús de Ágreda: una lectura de su Escala para subir a la perfección
5. Un espacio femenino en lo religioso: las mudangs coreanas

Comunicaciones Parte II:
1. El marco espiritual del feminismo de la diferencia en la experiencia religiosa ordinaria. El Circulo de Mujeres del Institut Gestalt
2. Mujeres y parroquias en las luchas de los barrios populares en Catalunya (1968-1980)
3. El giro femenino en el yoga contemporáneo tras la muerte del guru
4. Medicina subalterna, espiritualitat holística i medecina integral. Un estudi sobre dones remeieres del Montsià i del Segrià

Asunto, estado de la cuestión y objetivos
La evidencia de que la religión ha sido con frecuencia una herramienta de dominación masculina es matizada cuando vemos la práctica real de religiones patriarcales protagonizada mayoritariamente o incluso liderada por mujeres en diferentes contextos culturales e históricos. Esto en el plano de las expresiones religiosas externas. Algo similar ocurre con la vivencia íntima de lo considerado eterno. Algunas de las experiencias místicas más profundas que conocemos han sido vividas y transmitidas por mujeres, por mucho que correspondan a religiones que menoscaban la parte femenina de la sociedad. Por no hablar de la frecuencia con la que fundamentos teológicos y organizaciones jerárquicas abiertamente androcéntricas no pueden evitar la emergencia de poderosas personalidades femeninas en su universo simbólico.

Esta aparente paradoja –religiones que santifican la hegemonía del hombre peroque se realizan en religiosidades y espiritualidades femeninas– es lo que ha terminado proyectando en muchas ocasiones y escenarios la imagen de lo religioso como un ámbito preferentemente femenino, y la religión “cosa de mujeres”. Este imaginario es reforzado por la constatación de que muchas sociedades asignan a las mujeres un papel privilegiado en la comunicación con lo oculto. También es recurrente, en muchas sociedades, la presencia de mujeres a las que se considera en posesión de cualidades

mediúmicas o dotadas de conocimientos o competencias esotéricas especiales, algunas curativas, pero también malignas.

Por otro lado, cabe recordar cómo, en el imaginario del siglo XIX europeo, la supuesta fase matriarcal de la sociedad humana se representaba como sometida a una despótica tiranía femenina, cuyos vehículos principales eran la magia y la religión. Conocemos de cerca todo un repertorio de figuras femeninas representadas como peligrosas o inquietantes: brujas, curanderas, videntes, visionarias, beatas, santas…, personalidades imaginadas como cercanas a Dios oal Diablo y en condiciones de ventaja para acceder y trabajar con lo invisible.

La asociación del ámbito de lo sagrado con entornos y prácticas de predominio femenino ha propiciado que determinadas corrientes laicistas contemporáneas atribuyeran la adhesión religiosa de las mujeres a su ignorancia, a su supuesta tendencia al fanatismo y a su incapacidad para pensar por su cuenta. Esto ha proyectado el tópico según el cual las mujeres podían convertirse fácilmente en títeres manipulables por la influencia de autoridades religiosas. Es cierto que el rechazo a la religión ha ido de la mano de todo tipo de prejuicios que presuponíanlas mujeres como víctimas de una innata inferioridad mental. Una prueba era su inclinación hacia creencias consideradas supersticiosas o formas de piedad tenidas como excesivas, desmesuradas, cuando no patológicas. La antirreligiosidad ha podido encubrir, ahora y antes, fijaciones misóginas.

El desprecio hacia las formas de religiosidad o espiritualidad predominantemente femeninas ha ido acompañado a menudo de miedo y de inquietud ante el poder escondido que se sospecha posee la parte sometida, inferiorizada y humillada de cada sociedad: la gente mayor y los niños; los grupos estigmatizados; los pueblosmalditos; los sectores esclavizados, pobres o marginados; las minorías étnicas o sexuales…, y las mujeres. Han sido mujeres las que, de forma persistente y en muchos lugares y momentos, han tenido que sufrir más que nadie, en forma de acusaciones, persecuciones y castigos, su forma de dialogar con lo sobrenatural y de recibir de otros mundos el privilegio de sus revelaciones. Siempre y en todo tipo de contextos sociales, las mujeres han sido tenidas como poseedoras de sabidurías y maneras de hacer en las que se manifiesta o insinúa lo que los poderosos temen por encima de todo: la fuerza secreta de los segmentos débiles y sometidos que creen dominar en cada momento y sociedad.

La visión de las expresiones espirituales de muchas mujeres ha servido para confirmar que merecían la condena de una perpetua minoría de edad. No se ha querido reconocer que las religiones no son sistemas teológicos abstractos ni vivencias que cada uno experimenta en el fuero interno. También son repertorios morales y guías para la acción que deben entenderse a partir del uso real que reciben en cada coyuntura y en manos de posiciones sociales distintas, incluso antagónicas.

En este simposio queremos debatir a propósito de cómo, en efecto, cuando las religiones se convierten en ideología hegemónica o se ponen a su servicio son un instrumento de alienación y desigualdad institucionalizadas. Ahora bien, también nos corresponde reconocer e ilustrar cómo no es menos cierto que unasmismas doctrinas y un mismo simbolismo religioso, releídos en otros términos por sectores maltratados de una sociedad, pueden volverse fuente de razones y estrategias para la resistencia y aun para la emancipación.

Este es el asunto del encuentro. Mostrar casos en que religiones patriarcales, cargadas de menoscabo hacia el género femenino, han sido resignificadas por laspropias mujeres para constituir espacios de y por una sociabilidad propia libre de vigilancia masculina, refugios ante los apremios del trabajo o el hogar, y se han convertido en manantial de

recursos que han permitido que muchas mujeres pudieran protegerse y huir de las dominaciones que soportaban y tomar conciencia de su propio poder y de su propia creatividad.

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