Por sí solo, el software no consume energía ni emite contaminantes. El problema radica en cómo se desarrolla el software, y luego en cómo se utiliza. Si el software que queremos adquirir no es eficiente y consume muchos recursos, necesitaremos hardware más potente de lo necesario, y entonces sí que estaremos incrementando el consumo de energía y otras materias primas.
Un software ecológico es, por definición, un producto de calidad, adecuado a su propósito, más delgado y limpio. Si se quiere contratar el desarrollo de algún software, es conveniente tener en cuenta dos aspectos básicos:
- Es necesario establecer unos límites y niveles de tolerancia, dado que llega un momento en el que los requisitos de procesamiento no aportan beneficios significativos en relación a los costes económicos y ambientales.
- Pedir a los desarrolladores que apliquen soluciones para minimizar las emisiones de carbono.
Al adquirir licencias de software, se pueden buscar opciones que dispongan de certificaciones ambientales como Àngel Blau, que se otorga a aquellos productos que, entre otros aspectos cumplen criterios de eficiencia de recursos y energía, y no generan la necesidad de cambiar el hardware cuando se instalan actualizaciones.
Por último, hay que tener presente que cuando trabajamos en la nube desde cualquier software, como usuarios podemos contribuir a reducir el consumo de energía eliminando las copias duplicadas de datos o comprimiendo los datos en trozos más pequeños.
*Basado en How green is your software?, de la Harvard Business Review.