El receptor de vitamina D, un arma poderosa contra el cáncer colorrectal
La vitamina D es una vitamina atípica. Es más, estrictamente hablando no es ni una vitamina. Las vitaminas se definen por su naturaleza esencial, es decir, por ser sustancias que nuestro organismo necesita pero no es capaz de producir, y por ello las tiene que obtener del entorno, sea de la dieta o en un sentido amplio del ambiente. En el caso de la vitamina D, solo el 10% de la que nuestro organismo necesita se obtiene de la dieta, ya que el 90% restante se sintetiza en nuestra piel gracias a la exposición a la luz ultravioleta B de la radiación solar.
Por tanto, nuestro cuerpo requiere exposición al sol para poder sintetizar la vitamina D que necesita. Cuánto tiempo de exposición al sol se requiere para cubrir las necesidades de síntesis de vitamina D del organismo es algo que no puede definirse con exactitud, pues depende de la energía de la radiación solar, a su vez dependiente de la latitud o distancia al Ecuador y de la estación del año. Además, cada uno de nosotros sintetiza y regula los niveles de vitamina D de forma diferente según la edad (menos vitamina D durante la vejez), color de piel (menos vitamina D cuanto más oscura), metabolismo, peso…
En España, por ejemplo, para una persona de características normales, un paseo de 15-30 minutos un par de veces a la semana durante los meses de abril a octubre es suficiente para producir toda la vitamina D necesaria. Los meses de invierno, sin embargo, la energía del sol que recibimos en nuestro país no es suficiente y por ello aumenta la dependencia de la dieta y/o de suplementos, y se incrementa el porcentaje de la población con niveles reducidos. La necesidad de producir vitamina D es la responsable evolutiva de la pérdida de pigmentación del Homo sapiens y de la distribución por latitud de los diferentes tipos de pieles (más claros en latitudes mayores, donde la insolación es menor). Una historia extremadamente interesante que merecería una entrada propia.
En este punto, hay que dejar claras dos cosas muy importantes: la primera es que el efecto beneficioso del sol en cuanto a la síntesis de vitamina D en la piel no debe entenderse como una conveniencia de tomar el sol sin control. Todo lo contrario: un exceso de exposición al sol es muy negativo pues induce varios tipos de cáncer de piel. Por ello, como los dermatólogos y muchas otras fuentes siempre aconsejan, limitemos la exposición al sol. Y aparece entonces la segunda cosa importante: es fundamental consultar al médico antes de iniciar la toma de suplementos con vitamina D o sus derivados, no solo por la necesidad de conocer el estado vitamínico del organismo como primera medida, sino para ajustar las dosis adecuadas y, sobre todo, porque un exceso de vitamina D puede ser perjudicial en algunas situaciones y agravar ciertas enfermedades (insuficiencia renal, enfermedades granulomatosas…).
En cuanto a la dieta, las principales fuentes de vitamina D son los pescados grasos o «azules» (salmón, atún, boquerón/anchoa, arenque y caballa). También contienen vitamina D, aunque a menor concentración, otros tantos alimentos.
Los múltiples efectos de la vitamina D sobre nuestro organismo no son ejercidos por la propia molécula sintetizada en la piel o ingerida en la dieta sino a través de sus derivados, especialmente del calcitriol (técnicamente, la 1,25-dihidroxivitamina D3). El calcitriol se genera en el riñón y en muchos otros tejidos y es considerado una hormona clave en la regulación del calcio y el fosfato y en la biología ósea. Además, participa en la regulación del sistema inmunitario y en el control de la proliferación y supervivencia de diferentes tipos celulares. Estas acciones ligan al calcitriol con diferentes cánceres.
Numerosos estudios epidemiológicos muestran que la deficiencia en vitamina D se asocia con un aumento del riesgo de desarrollar diversos cánceres, especialmente el cáncer de colon o colorrectal, precisamente el de mayor incidencia (unos 40.000 nuevos casos anuales) en España.
A nivel molecular, el calcitriol ejerce su función a través de su unión a un receptor que se localiza preferentemente en el núcleo de nuestras células: el receptor de la vitamina D o VDR. VDR ejerce su función tanto por su unión al ADN (controlando la velocidad de expresión a nivel transcripcional de muchos genes), como por su interferencia con otras vías de señalización. De hecho, el calcitriol unido a VDR es uno de los principales reguladores del genoma humano, modulando la expresión de más de mil genes.
Las células del colon humano expresan VDR y también lo hacen muchas de las células de los tumores de colon, habiéndose sugerido que su presencia en ellas puede asociarse con un mejor pronóstico de los pacientes. De hecho, se ha comprobado experimentalmente que el calcitriol modifica la expresión génica de células de cáncer de colon de modo que disminuyen su proliferación y malignidad. Los estudios del grupo del Prof. Muñoz han contribuido a establecer esta relación.
Actualmente el laboratorio del Prof. Muñoz se centra en el estudio de los genes y proteínas que están regulados por el calcitriol en cáncer de colon humano, tanto en las células del propio tumor como en las células que le rodean (las que forman parte del denominado estroma tumoral). También estudia el efecto del calcitriol sobre las células troncales o stem (también llamadas «células madre»), cuya alteración ha sido propuesta como la causa del inicio de los cánceres.
En uno de sus últimos artículos, el grupo del Prof. Muñoz ha estudiado la expresión de VDR y de dos de los genes que controla este receptor en 658 pacientes de cáncer colorrectal. El estudio se centra en el papel de los fibroblastos del estroma del tumor. Los resultados obtenidos permiten asociar la expresión de VDR en estos fibroblastos con la supervivencia de los pacientes. Es decir, los pacientes cuyos fibroblastos del estroma tumoral expresan más VDR muestran una supervivencia más prolongada que los que presentan una menor cantidad de VDR. Esta correlación es independiente de la cantidad de VDR en las células propiamente tumorales. Así, no se puede descartar el tratamiento con vitamina D o con alguno de sus derivados que activan VDR en pacientes cuyas células tumorales no expresan VDR, pues si los fibroblastos que acompañan al tumor presentan este receptor, su estimulación puede contribuir a una mejor evolución de la enfermedad. En definitiva, los resultados de este estudio apoyan la conveniencia de mantener unos niveles adecuados de vitamina D en el organismo, evitando los descensos que típicamente tienen lugar en la población durante los meses de invierno en los que la radiación solar no es capaz de generar en nuestra piel la síntesis de suficiente vitamina D.
*Imagen de portada: Invasión tumoral de una vena en cáncer colorrectal (Wikimedia Commons). *El artículo completo en inglés está disponible en Mapping Ignorance.