Funciones ejecutivas, formación y escuela
El pasado mes de julio fui invitado por mediación de Anna Forés al Centro de Investigación sobre la Mente, Cerebro y Comportamiento (CiMCYC), dirigido en Granada por la prestigiosa investigadora Charo Rueda. Fue toda una aventura de conocimiento, formación e intercambio de experiencias y visiones durante la jornada. Pero hubo un eje disparador de ideas que compartiré en esta entrada.
En concreto, la declaración “debes ser experto en aquello que deseas entrenar” constituyó, para mí, un punto de inflexión… o de inspiración, que motiva y fertiliza mi trabajo de los últimos años, dedicado a la formación del profesorado. Una afirmación que abre interesantes reflexiones sobre la necesaria relación universidad-escuela, laboratorio-aula. Esta cita, con la que he decidido titular esta entrada, la compartió Charo Rueda, en un momento distendido durante la tertulia posterior a la visita, y subraya la importancia de que los docentes conozcan a fondo los “¿para qué?”, y los “¿por qué?” pedagógicos pero también neuropsicológicos de sus prácticas didácticas.
La necesidad de profundización y conocimiento referida, que de algún modo conecta neurociencia y pedagogía, toca directamente con mis intereses en neuroeducación, y da más sentido a mi desempeño profesional en la asesoría de formación del profesorado. Porque el objetivo de la neuroeducación debe ser precisamente conectar la investigación con la práctica educativa, conectar el laboratorio con el aula, conectar la universidad con la escuela. Para que, desde bases sólidas y científicas, lejos de opiniones o creencias, nos dispongamos a enseñar, como dice mi querido Fernández Bravo, “desde la mente del que aprende”. Este debe ser el verdadero espíritu de la neuroeducación: conectar mundos para comprender mejor cómo se aprende y, por tanto, decidir cómo se ha de enseñar. Como digo, todo esto refuerza mi compromiso con la formación propia y la formación del profesorado, pues no se trata de conocer una batería de prácticas, sino de ser creador de recursos y del inalcanzable horizonte de la experticia como objetivo. Y esto supone profundización, reflexión y formación, que es a lo que he orientado mi trabajo de forma más intensa en los últimos diez años.
Creando puentes, tejiendo hilos… porque la innovación está en las personas
El docente debería transitar más a menudo el azaroso y divertido oficio de crear puentes. Algo en lo que es maestra, mi querida Anna Forés. Construir caminos y conexiones con sensibilidad e inteligencia. Docentes, orientadores, tutores, equipos directivos y asesorías, tratamos de tejer de la manera más coordinada posible con familias y alumnado, desde la convicción de que es el tejido social el que lo sostiene todo. El tejido que nos conecta y que configura esa red que evita (o debería evitar) que nadie caiga. Y la resistencia de esa red o tejido no está en la fortaleza de cada hilo individual. Si no en el número y cantidad de conexiones que seas capaz de crear o tejer en la red. La clave está en los vértices, en los vínculos. Y ahí reside el secreto. En esas conexiones.
En esta analogía, y en términos de la transformación educativa, diríamos que la clave no está en la resistencia de tu hilo como agente educativo independiente, sino en las conexiones con otras instituciones o agentes. Y fue esto, para mí, la naturaleza de la visita al CIMCYC organizada por la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1st. Porque fue algo más que conocer las últimas investigaciones en el campo de las neurociencias, funciones ejecutivas, tecnología de visualización del cerebro… Fue construir tejido entre investigadoras, profesorado universitario y docentes de todas las etapas y especialidades. Y es en esos entornos, diversos, pero conectados por un objetivo común, cuando puede germinar la semilla de un proyecto verdaderamente creativo. Cuando salimos de nuestras cámaras de eco temáticas o profesionales, es cuando se pueden producir iniciativas interdisciplinares y potencialmente más innovadoras. Por esto viví la visita de forma muy inspiracional, además de por las investigaciones, la tecnología y los procesos que conocimos en el CIMCYC, por las personas, sus experiencias y sus reflexiones. Siempre he defendido la idea de que “la innovación no está en los medios, sino en las personas”. Por eso me llevo esta idea sobre la necesidad de conectar mundos: laboratorio-aula, universidad-escuela, educador-investigador, teoría-práctica… Y por sobre todo, conectar personas.
Investigación, didáctica y creación
“El investigador debe investigar, el docente debe… crear”. Durante otro coloquio, en un momento de la visita, fue Anna Forés quien compartió una reflexión que recojo en esta idea. No basta con aplicar. No es suficiente conocer y aplicar una relación de actividades. Es necesario que el docente y el estudiante comprendan el “para qué” de la actividad misma. De hecho, se ha visto en una conocida investigación sobre memoria de trabajo que, cuando los estudiantes comprenden el concepto “memoria” y el proceso cognitivo de memorizar, parecen tener un mejor desempeño en tareas de memoria.
Relacioné esta reflexión con la forma en la que trabajo con la Red de docentes vinculada al Programa Neuroeduca. En este proyecto de investigación-acción, no se trató solamente de implementar y medir prácticas en el aula, sino de fomentar que los docentes, basados en el conocimiento adquirido a través de formaciones específicas, e inspirados por experiencias reales anteriores, pudieran diseñar nuevas estrategias adaptadas a su contexto. Y esto no es baladí. Sabemos que cuando el profesorado es creador activo de experiencias didácticas, estas no solamente están más conectadas con contextos e intereses particulares de su alumnado, sino que aumenta el compromiso en la implementación sistemática, intencionada y consciente de la propia actividad. Y esto, al parecer, es una de las claves del éxito de los programas curriculares que, como NeuroEduca, se pensaron para la mejora de las funciones ejecutivas.
En definitiva, y como conclusión, ser expertos en aquello que deseas enseñar o entrenar, no solo es una responsabilidad, sino una invitación a imaginar, a crear nuevos caminos en la didáctica. Caminos donde ciencia y práctica transiten de la mano. Porque es cierto que la educación se ha de sostener en la ciencia y en la evidencia, pero se ha de practicar desde el corazón y la creatividad de los docentes que, manchados de tiza, construyen puentes con la investigación para dar vida a ideas nuevas. Como recordó Anna Forés, no es suficiente con aplicar. El verdadero maestro es quien crea, y es en esa creación compartida, en ese tejido de conexiones humanas y profesionales, donde reside la verdadera innovación.