¡Gracias por tanto!
Melina Furman es mucho más que una referente en el mundo educativo. Melina ha sido una persona apasionada, una curiosa incansable que ha dedicado su vida a explorar y transformar el aprendizaje. Quienes la han conocido destacan su energía inagotable, su constante búsqueda por entender cómo funciona el aprendizaje profundo y, sobre todo, su inquebrantable amor por la educación. Para Melina, la enseñanza no era solo una profesión, sino una manera de conectar con los demás, de entender sus emociones, de tejer lazos entre los aprendizajes y la vida.
Sus amigos y colegas la describen como una exploradora incansable. Melina recorría escuelas, se metía en las aulas, conversaba con profesorado y estudiantes, leía todo lo que caía en sus manos y nunca dejaba de buscar nuevas maneras de mejorar la enseñanza. Tenía esa curiosidad infinita que hacía que siempre estuviera cuestionando lo que ya se daba por sentado en el mundo de la educación.
«Hay que transformar las preguntas fácticas en preguntas para pensar», decía, convencida de que la verdadera innovación no dependía de la tecnología, sino de una actitud inquieta y amorosa hacia el aprendizaje
La huella de Melina
Después de escucharla en conferencias, compartir charlas con ella y leer sus libros, nos deja una hermosa herencia:
- La curiosidad como motor de aprendizaje: Melina nos enseñó que la curiosidad es la base del conocimiento profundo. Su pasión por hacer preguntas y explorar nuevas ideas nos inspira a nunca dejar de buscar respuestas y a fomentar en nuestros estudiantes la capacidad de asombrarse y cuestionar el mundo que los rodea.
- La enseñanza conectada a la vida y a las emociones: Para Melina, el aprendizaje no podía desligarse de las experiencias personales y emocionales de los estudiantes. Nos mostró la importancia de crear vínculos significativos en el aula, donde el conocimiento cobra vida al relacionarse con lo que cada estudiante siente y vive, generando aprendizajes duraderos y valiosos.
- Innovación desde la reflexión: Melina creía que la verdadera innovación educativa no estaba en las herramientas tecnológicas, sino en la capacidad de los docentes para mirar su práctica con ojos reflexivos y críticos. Nos dejó el aprendizaje de que la clave para transformar la educación está en cuestionarnos constantemente, y en buscar maneras más efectivas y humanas de enseñar.
- El amor por la educación como herramienta de transformación social: Melina veía la educación como la gran avenida para el cambio social. Nos transmitió la convicción de que, al transformar nuestras prácticas docentes y promover el pensamiento crítico en los estudiantes, podemos contribuir a un cambio profundo en la sociedad.
- La importancia de conectar con los demás desde la curiosidad y el afecto: Melina tenía una increíble capacidad para generar vínculos profundos con quienes la rodeaban, ya fueran colegas, estudiantes o amigos. Nos mostró que la curiosidad por las personas y la educación van de la mano con un afecto genuino, que es clave para crear ambientes de aprendizaje donde todos se sientan valorados y motivados.
- Escuchar con el corazón, no solo con la mente: Melina sabía que el aprendizaje no se trata solo de transmitir conocimientos, sino de escuchar atentamente a los demás. Escuchar no solo lo que dicen, sino lo que sienten, sus miedos, sus preguntas y sus sueños. Este enfoque le permitía crear experiencias educativas que realmente conectaban con los estudiantes en un nivel personal, transformando la educación en una experiencia significativa y emocional.
Hoy su sonrisa y su legado son nuestra «caja mágica de herramientas», llena de estrategias, ideas y, sobre todo, de un profundo amor por la enseñanza. Estas herramientas nos motivarán para seguir creando experiencias significativas, para escuchar con el corazón y para fomentar un aprendizaje que, como decía Melina, sea profundo, flexible y siempre lleno de emoción.